Cuando llegaron a donde ella estaba, todos a una la alabaron y dijeron: —¡Tú eres el orgullo de Jerusalén, la mayor gloria de Israel, el más grande honor de nuestra nación!
Cuando vieron a Judit, la felicitaron con estas palabras: «¡Tú eres el gran tesoro de Jerusalén! ¡Eres lo más valioso de Israel! ¡Eres el orgullo de tu pueblo!