Sin embargo, Dios no retira su amor ni deja de cumplir lo que promete. Por eso no aniquiló a los hijos de sus elegidos ni destruyó la descendencia de los que amaba, sino que a Jacob le dejó un resto, y un retoño a la descendencia de David.
Pero Dios nunca deja de amarnos y siempre cumple sus promesas. Por eso no destruyó del todo a la familia de David, ni hizo que desaparecieran sus descendientes.