Pasado el sábado, repartieron el botín, una parte entre las víctimas de la persecución, las viudas y los huérfanos, y el resto entre ellos y sus hijos.
Cuando pasó el sábado, se repartieron todo lo que le habían quitado a sus enemigos. Una parte se la dieron a los judíos que habían sido maltratados, a las viudas y a los huérfanos. La otra parte la repartieron entre todos los que habían participado en la batalla, y entre sus hijos.