y le contó que en el tesoro del templo de Jerusalén había incalculables riquezas, que la cantidad de dinero depositado era incontable, mucho más de lo que se necesitaba para los gastos de los sacrificios, y que, por lo tanto, el rey podía apoderarse del tesoro.
Simón le contó a Apolonio que en el tesoro del templo de Jerusalén había tanto dinero que no se podía contar, y que sus riquezas eran enormes. Además, le dijo que el rey debería quedarse con todo ese dinero, pues era mucho más de lo que se necesitaba para los gastos del culto.