Al ver Macabeo el ejército que se acercaba, la variedad de sus armamentos y la fiereza de los elefantes, extendió sus brazos al cielo e invocó al Señor, que hace prodigios, sabiendo que el Señor da la victoria a los que la merecen, no gracias a las armas sino según él mismo decide.
Judas Macabeo vio que el ejército que marchaba contra ellos era muy numeroso, y que tenía muchas clases de armas y elefantes muy feroces. Pero él sabía que la victoria no se conseguía con las armas, sino con la ayuda de Dios, quien se la da a los que la merecen. Entonces, levantó sus brazos hacia el cielo y oró al Dios que hace milagros: