Así armó a todos más con el ardor de su elocuencia que con la seguridad de los escudos y las lanzas. Les contó además una visión digna de crédito que había tenido en sueños, la cual alegró a todos.
Fueron tan efectivas sus palabras, que los soldados se llenaron de valor, y confiaron más en estas palabras de aliento que en sus espadas y escudos. Además, Judas Macabeo les contó un sueño que había tenido, y eso los llenó de confianza y alegría.