La visión era ésta: El antiguo sumo sacerdote Onías, hombre bueno y excelente, de presencia modesta y carácter amable, de trato digno y dado desde su niñez a la práctica de la virtud, estaba con las manos extendidas, orando por todo el pueblo judío.
En el sueño vio a Onías, un antiguo jefe de los sacerdotes. Desde niño, Onías había aprendido a ser bueno, y toda su vida fue honesto, bondadoso, de buen carácter y humilde. En el sueño, Onías tenía sus manos levantadas y estaba orando a favor de todo el pueblo judío.