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Revised Common Lectionary (Semicontinuous)

Daily Bible readings that follow the church liturgical year, with sequential stories told across multiple weeks.
Duration: 1245 days
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
Hechos 9:1-6

Pablo irrumpe en escena (9,1-31)

Encuentro de Pablo con Jesús

Entre tanto, Saulo, que seguía respirando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se dirigió al sumo sacerdote y le pidió cartas de presentación para las sinagogas de Damasco. Su intención era conducir presos a Jerusalén a cuantos seguidores del nuevo camino del Señor encontrara, tanto hombres como mujeres.

Se hallaba en ruta hacia Damasco, a punto ya de llegar, cuando de pronto un resplandor celestial lo deslumbró. Cayó a tierra y oyó una voz que decía:

— Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?

— ¿Quién eres, Señor? —preguntó Saulo—.

— Soy Jesús, a quien tú persigues —respondió la voz—. Anda, levántate y entra en la ciudad. Allí recibirás instrucciones sobre lo que debes hacer.

Hechos 9:7-20

Sus compañeros de viaje se habían quedado mudos de estupor. Oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo y, cuando abrió los ojos, no podía ver. Así que lo llevaron de la mano a Damasco, donde pasó tres días privado de la vista, sin comer y sin beber.

Saulo y Ananías

10 Residía en Damasco un discípulo llamado Ananías. En una visión oyó que el Señor lo llamaba:

— ¡Ananías!

— Aquí estoy, Señor —respondió—.

11 El Señor le dijo:

— Vete rápidamente a casa de Judas, en la calle Recta, y pregunta por un tal Saulo de Tarso. Ahora está orando 12 y acaba de tener una visión en la que un hombre llamado Ananías entra en su casa y le toca los ojos con las manos para que recobre la vista.

13 — Señor —contestó Ananías—, muchas personas me han hablado acerca de ese hombre y del daño que ha causado a tus fieles en Jerusalén. 14 Y aquí mismo tiene plenos poderes de los jefes de los sacerdotes para prender a todos los que te invocan.

15 — Tú vete —replicó el Señor—, porque he sido yo quien ha elegido a ese hombre como instrumento para que anuncie mi nombre a todas las naciones, a sus gobernantes y al pueblo de Israel. 16 Yo mismo le mostraré lo que habrá de sufrir por mi causa.

17 Ananías partió inmediatamente y tan pronto como entró en la casa, tocó con sus manos los ojos de Saulo y le dijo:

— Hermano Saulo, Jesús, el Señor, el mismo que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo.

18 De repente cayeron de sus ojos una especie de escamas y recuperó la vista. A continuación fue bautizado, 19 tomó alimento y recobró fuerzas.

Saulo proclama el mensaje en Damasco

Saulo se quedó algún tiempo con los discípulos que residían en Damasco, 20 y bien pronto empezó a proclamar en las sinagogas que Jesús era el Hijo de Dios.

Salmos 30

Salmo 30 (29)

A ti clamé y me curaste

30 Salmo. Canto para la consagración del Templo. De David.
Señor, te alabaré porque me has salvado
y no has dejado que mis enemigos se burlen de mí.
Señor Dios mío, a ti clamé y me curaste.
Señor, me libraste de ir al reino de los muertos,
me devolviste la vida cuando agonizaba.
Canten al Señor los que le son fieles,
alaben su santo nombre,
pues es pasajera su ira y eterna su bondad:
quien de noche se retira llorando,
por la mañana es un clamor de alegría.
Yo, sosegado, decía: “Nunca más sucumbiré”.
Señor, tu ayuda me exaltó cual monte poderoso,
pero ocultaste tu rostro y sentí miedo.
A ti, Señor, clamo; a mi Señor suplico.
10 ¿Qué provecho hay en mi muerte,
en que yo baje a la tumba?
¿Podrá alabarte el polvo?
¿Anunciará él tu fidelidad?
11 ¡Escucha, Señor, ten compasión de mí;
Señor, ven en mi ayuda!
12 Convertiste mi llanto en danza,
me despojaste del luto, me vestiste de fiesta
13 para que te cante sin callar nunca;
Señor, Dios mío, te alabaré por siempre.

Apocalipsis 5:11-14

11 Y escuché en la visión la voz de innumerables ángeles que estaban alrededor del trono, de los seres vivientes y de los ancianos. Eran miles y miles, millones y millones, 12 y proclamaban en un inmenso coro:

— Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza,
la sabiduría, la fuerza, el honor,
la gloria y la alabanza.

13 Y oí también que las criaturas todas del cielo y de la tierra, las que estaban debajo de la tierra y en el mar decían:

— Alabanza, honor, gloria y poder
por los siglos sin fin
al que está sentado en el trono y al Cordero.

14 Los cuatro seres vivientes respondieron: “Amén”; y los ancianos se postraron en profunda adoración.

Juan 21:1-19

Conclusión (21,1-25)

Aparición junto al lago

21 Poco después, se apareció Jesús de nuevo a sus discípulos junto al lago de Tiberíades. El hecho ocurrió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás “el Mellizo”, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Pedro les dijo:

— Me voy a pescar.

Los otros le contestaron:

— Vamos también nosotros contigo.

Salieron, pues, y subieron a la barca; pero aquella noche no lograron pescar nada. Ya amanecía cuando se presentó Jesús a la orilla del lago, aunque los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo:

— Muchachos, ¿han pescado algo?

Ellos contestaron:

— No.

Él les dijo:

— Echen la red al lado derecho de la barca y encontrarán pescado.

Así lo hicieron, y la red se llenó de tal cantidad de peces, que apenas podían moverla. El discípulo a quien Jesús tanto quería dijo entonces a Pedro:

— ¡Es el Señor!

Al oír Simón Pedro que era el Señor, se puso la túnica (pues estaba sólo con la ropa de pescar) y se lanzó al agua. Los otros discípulos, como la distancia que los separaba de tierra era sólo de unos cien metros, llegaron a la orilla en la barca, arrastrando la red llena de peces. Cuando llegaron a tierra, vieron un buen rescoldo de brasas, con un pescado sobre ellas, y pan. 10 Jesús les dijo:

— Traigan algunos de los peces que acaban de pescar.

11 Simón Pedro subió a la barca y sacó a tierra la red llena de peces; en total eran ciento cincuenta y tres peces grandes. Y, a pesar de ser tantos, no se rompió la red. 12 Jesús les dijo:

— Acérquense y coman.

A ninguno de los discípulos se le ocurrió preguntar: “¿Quién eres tú?”, porque sabían muy bien que era el Señor. 13 Jesús, por su parte, se acercó, tomó el pan y se lo repartió; y lo mismo hizo con los peces.

14 Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de haber resucitado.

Jesús y Pedro

15 Terminada la comida, Jesús preguntó a Pedro:

— Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?

Pedro le contestó:

— Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

Jesús le dijo:

— Apacienta mis corderos.

16 Jesús volvió a preguntarle:

— Simón, hijo de Juan, ¿me amas?

Pedro respondió:

— Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

Jesús le dijo:

— Cuida de mis ovejas.

17 Por tercera vez le preguntó Jesús:

— Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?

Pedro se entristeció al oír que le preguntaba por tercera vez si lo quería, y contestó:

— Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero.

Entonces Jesús le dijo:

— Apacienta mis ovejas.

18 Y añadió:

— Te aseguro que cuando eras más joven, tú mismo te ajustabas la túnica con el cinturón e ibas a donde querías; pero, cuando seas viejo, tendrás que extender los brazos y será otro quien te atará y te conducirá a donde no quieras ir.

19 Jesús se expresó en estos términos para indicar la clase de muerte con la que Pedro daría gloria a Dios. Acto seguido dijo:

— Sígueme.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España