Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Dios mío, en ti confío
Canción de David.
1 SEÑOR, a ti dirijo mis súplicas.[a]
2 Dios mío, en ti confío,
por eso nunca seré humillado,
y mis enemigos nunca me vencerán.
3 Quien crea en ti nunca será derrotado;
pero en cambio, los traidores serán derrotados
y quedarán con las manos vacías.
4 SEÑOR, enséñame a vivir a tu manera.
Muéstrame el camino que tú seguirías.
5 Guíame y enséñame tu verdad,
porque tú eres mi Dios y Salvador,
y en ti pongo siempre toda mi esperanza.
6 SEÑOR, recuerda siempre ser bueno
y misericordioso conmigo,
como lo has sido siempre.
7 Olvida, SEÑOR, los pecados
que cometí en mi juventud cuando fui un rebelde.
Muéstrame tu bondad,
recuérdame con fiel amor.
8 El SEÑOR es bueno y justo.
Por eso les enseña a los pecadores el camino correcto.
9 Él guía a los humildes por el buen camino;
les enseña a vivir a su manera.
10 El SEÑOR muestra siempre su fiel amor y lealtad
a quienes siguen su pacto y sus testimonios.
Oración de Daniel
9 Darío era el hijo de Asuero[a] y pertenecía a la nación de los medos. Darío gobernaba en Babilonia, el reino de los caldeos. 2 Durante el primer año del reinado de Darío, yo, Daniel, estaba un día leyendo las Escrituras. Cuando leía, me di cuenta de que el mensaje del SEÑOR al profeta Jeremías dice que el templo de Jerusalén estará en ruinas durante 70 años. 3 Entonces decidí orar al Señor mi Dios y pedirle ayuda. No comí nada, me vestí con ropas de luto y me puse cenizas en la cabeza. 4 Oré al SEÑOR mi Dios y le confesé mis faltas. Le dije:
«Señor, Dios grande y poderoso, que guardas el pacto y proteges a los que te aman y cumplen tus mandamientos, 5 hemos pecado, hemos cometido crímenes, hemos sido malvados y nos hemos alejado de ti y de tus enseñanzas. 6 No hemos hecho caso a las palabras de los profetas, tus servidores que hablaban en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres, y a todo el pueblo.
7 »Señor, tú eres bondadoso y justo con nosotros. Tú nos sacaste de nuestra tierra debido a nuestros pecados. Lo que tú hiciste es justo y la culpa es nuestra. Están avergonzados los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén. Todos los israelitas sienten vergüenza, no importa el país donde estén desterrados, lejos o cerca, por las faltas que cometieron contra ti. 8 SEÑOR, todos nuestros reyes, nuestros gobernantes y nuestros padres pecaron contra ti y por eso sentimos tanta vergüenza. 9 Tú, Señor Dios nuestro, eres compasivo y perdonas aunque nos hayamos rebelado contra ti. 10 No hemos obedecido tus enseñanzas, SEÑOR, pues tú nos diste las enseñanzas a través de los profetas, y nosotros no hemos escuchado a tus profetas. 11 El pueblo de Israel te desobedeció y no cumplió tus enseñanzas, por eso recae sobre nosotros la maldición y el juramento que se encuentran escritos en la ley de tu siervo Moisés. 12 Tú nos advertiste que nosotros y nuestros líderes tendríamos un castigo. Y así fue. Jerusalén fue destruida y todo el pueblo sufrió mucho. Ningún otro pueblo sobre la tierra ha sufrido tanto como el de Jerusalén. 13 El castigo que anunciaba la ley de Moisés se cumplió tal como estaba escrito. Sin embargo, nosotros no cambiamos nuestro mal comportamiento. Al contrario, seguimos ofendiendo al SEÑOR nuestro Dios y no obedecimos su verdad. 14 El SEÑOR nuestro Dios estuvo atento y nos envió la desgracia, pues el SEÑOR es justo en todo lo que hace y nosotros no le obedecimos.
3 Lo que hemos visto y oído se lo anunciamos también a ustedes para que tengan compañerismo con nosotros, así como nosotros tenemos compañerismo con el Padre y con su Hijo, Jesucristo. 4 Les escribimos esto para aumentar al máximo nuestra alegría.
Dios perdona nuestros pecados
5 Este es el mensaje que hemos oído de Jesucristo y se lo estamos anunciando a ustedes: Dios es luz y no hay oscuridad en él. 6 Si decimos que estamos bien con Dios[a] pero seguimos viviendo en la oscuridad, estamos mintiendo, pues no seguimos la verdad. 7 Pero si continuamos viviendo en la luz como Dios vive en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, su Hijo, continúa purificándonos de todo pecado.
8 Si decimos que no pecamos, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros; 9 pero si confesamos nuestros pecados, Dios nos perdonará. Él es fiel y justo para limpiarnos de toda maldad. 10 Si decimos que nunca hemos pecado es como decir que Dios es un mentiroso[b] y eso indica que no hemos aceptado realmente su enseñanza.
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