Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Al director musical. Sígase la tonada de «La canción del lagar». Salmo de los hijos de Coré.
84 ¡Cuán hermoso es el lugar donde tú habitas, oh Señor Todopoderoso! 2 Casi me desmayo pues mi deseo más intenso es entrar en los atrios del Señor; con todo mi ser, alma y cuerpo, alabaré alegremente al Dios viviente. 3 Hasta los gorriones encuentran casa cerca de tus altares; y la golondrina hace allí su nido, para empollar a sus pequeños; oh Señor Todopoderoso, mi rey y mi Dios. 4 ¡Dichosos quienes pueden morar en tu templo y cantar tus alabanzas!
5 Dichosos quienes son fuertes en el Señor y desean por sobre todo seguir tus pasos. 6 Cuando atraviesen el Valle del Llanto se les convertirá en región de manantiales, donde los estanques se llenen de las lluvias de bendiciones. 7 Continuamente crecerán en fortaleza y cada uno se presentará ante Dios en Sion.
8 Oh Señor Todopoderoso, escucha mi oración. Escucha, Dios de Israel. 9 Oh Dios, defensor nuestro, ten piedad de aquel que ungiste como rey tuyo.
10 Un sólo día en tu templo es mejor que mil en cualquier otro sitio. Preferiría ser portero del templo de mi Dios que vivir una vida cómoda en palacios de maldad. 11 Porque el Señor es nuestra luz y nuestra protección. Él nos da gracia y gloria. Ningún bien se les negará a quienes hagan lo que es justo.
12 Oh Señor Todopoderoso, son felices los que en ti confían.
Decreto de Darío
6 Entonces el rey Darío ordenó investigar en los archivos de la tesorería de Babilonia, que era donde se guardaban los archivos. 2 Y se halló en el palacio de Ecbatana, en la provincia de Media, un rollo en el cual estaba escrito lo siguiente:
3 Primer año del reinado de Ciro. En cuanto al templo de Dios en Jerusalén, el rey Ciro decreta: Que se echen los cimientos y se reconstruya el templo para que los judíos puedan ofrecer los sacrificios. La altura será de veintisiete metros, y el ancho será de veintisiete metros. 4 Tendrá tres hileras de piedra en los cimientos y una hilera de madera nueva. Todos los gastos los pagará el rey. 5 Los utensilios de plata y de oro, que Nabucodonosor sacó del templo de Dios, serán devueltos a Jerusalén y serán puestos en el templo, donde estaban antes.
6 Entonces el rey Darío envió este mensaje al gobernador Tatenay, a Setar Bosnay y a los demás funcionarios de la región occidental del Éufrates:
Salgan de Jerusalén 7 y dejen que el gobernador de Judá y los jefes de Judá sigan reconstruyendo este templo en el mismo lugar donde estaba antes.
8 Aún más, decreto que ustedes deben pagar, sin tardanza, todos los gastos de construcción, tomando el dinero de los impuestos recolectados en su territorio. 9 Además, cada día, deberán darles becerros, carneros, y corderos para los holocaustos al Dios del cielo. También les darán trigo, vino, sal, aceite de oliva y todo cuanto los sacerdotes les soliciten. 10 Así los judíos podrán ofrecer sacrificios aceptables al Dios del cielo, y orar por mí y por mis hijos.
11 Si alguien intenta alterar este decreto de alguna manera, se quitará un madero de su casa, y con él se construirá una horca en la cual será colgado. Y su casa será reducida a escombros. 12 El Dios que ha escogido la ciudad de Jerusalén destruirá a cualquier nación que altere este mandamiento y destruya este templo. Yo, Darío, he promulgado este decreto. Por lo tanto, debe cumplirse con toda diligencia.
Terminación y dedicación del templo
13 Por eso, el gobernador Tatenay, Setar Bosnay y sus compañeros cumplieron inmediatamente el mandato del rey Darío. 14 Así que los jefes de los judíos continuaron su trabajo y terminaron la reconstrucción, de acuerdo con la palabra de Dios dada por medio de los profetas Hageo y Zacarías hijo de Idó. Gracias al mandato de Dios y a los decretos de Ciro, Darío y Artajerjes, reyes de Persia, los judíos pudieron terminar la reconstrucción. 15 El templo fue terminado el día tres del mes de Adar, en el sexto año del reinado del rey Darío, 16 y fue entonces dedicado con gran gozo por los sacerdotes, los levitas y todos los que habían regresado del cautiverio.
15 Al llegar a Jerusalén, se dirigió al templo. Allí echó fuera a los que vendían y compraban, y volcó las mesas de los que cambiaban dinero y las sillas de los que vendían palomas. 16 Y no permitía que nadie entrara al templo cargando mercancías.
17 Y se puso a enseñar. Les decía: «Las Escrituras dicen que mi templo ha de ser “casa de oración de todas las naciones”, pero ustedes lo han convertido en “cueva de ladrones”».
18 Cuando los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley oyeron esto, comenzaron a urdir un plan para matar a Jesús. Le tenían miedo a Jesús porque toda la gente estaba maravillada con su enseñanza.
19 Y cuando se hizo de noche, Jesús y sus discípulos salieron de la ciudad.
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