Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Prosperidad del que teme al Señor
112 ¡Aleluya[a]!
Cuán bienaventurado es el hombre que teme[b] al Señor(A),
que mucho se deleita en sus mandamientos(B).
2 Poderosa en la tierra será su descendencia[c](C);
la generación de los rectos será bendita(D).
3 Bienes y riquezas hay en su casa(E),
y su justicia permanece para siempre.
4 Luz resplandece en las tinieblas para el que es recto(F);
Él es clemente, compasivo y justo(G).
5 Bien le va al hombre que se apiada y presta(H);
arreglará sus asuntos con juicio[d].
6 Porque nunca será sacudido(I);
para siempre será recordado[e] el justo(J).
Moisés exhorta al pueblo a la obediencia
4 Ahora pues, oh Israel, escucha los estatutos y los decretos que yo os enseño para que los ejecutéis(A), a fin de que viváis y entréis a tomar posesión de la tierra que el Señor, el Dios de vuestros padres, os da(B). 2 No añadiréis nada a la palabra que yo os mando(C), ni quitaréis nada de ella(D), para que guardéis los mandamientos del Señor vuestro Dios que yo os mando. 3 Vuestros ojos han visto lo que hizo el Señor en el caso de Baal-peor, pues a todo hombre que siguió a Baal-peor, el Señor tu Dios lo destruyó de en medio de ti(E). 4 Mas vosotros, que permanecisteis fieles al Señor vuestro Dios, todos estáis vivos hoy. 5 Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos tal como el Señor mi Dios me ordenó(F), para que los cumpláis en medio de la tierra en que vais a entrar para poseerla. 6 Así que guardadlos y ponedlos por obra, porque esta será vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos que al escuchar todos estos estatutos, dirán: «Ciertamente esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente(G)». 7 Porque, ¿qué nación grande(H) hay que tenga un dios tan cerca de ella como está el Señor nuestro Dios(I) siempre que le invocamos(J)? 8 ¿O qué nación grande hay que tenga estatutos y decretos(K) tan justos como toda esta ley que hoy pongo delante de vosotros?
Israel en Horeb
9 Por tanto, cuídate y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides(L) de las cosas que tus ojos han visto, y no se aparten de tu corazón todos los días de tu vida(M); sino que las hagas saber a tus hijos y a tus nietos(N). 10 Recuerda el día que estuviste delante del Señor tu Dios en Horeb, cuando el Señor me dijo: «Reúneme el pueblo para que yo les haga oír mis palabras, a fin de que aprendan a temerme[a] todos los días que vivan sobre la tierra(O) y las enseñen a sus hijos(P)». 11 Os acercasteis, pues, y permanecisteis al pie del monte, y el monte ardía en fuego(Q) hasta el mismo cielo[b]: oscuridad, nube y densas tinieblas. 12 Entonces el Señor os habló de en medio del fuego; oísteis su voz[c], solo la voz[d], pero no visteis figura alguna. 13 Y Él os declaró su pacto, el cual os mandó poner por obra: esto es, los diez mandamientos(R), y los[e] escribió en dos tablas de piedra(S). 14 Y el Señor me ordenó en aquella ocasión que os enseñara estatutos y decretos, a fin de que los cumpliérais en la tierra a la cual vais a entrar para poseerla.
La fe que vence al mundo
5 Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo[a](A), es nacido[b](B) de Dios; y todo aquel que ama al Padre[c], ama al que ha nacido[d] de Él(C). 2 En esto sabemos(D) que amamos a los hijos de Dios(E): cuando amamos a Dios y guardamos[e] sus mandamientos. 3 Porque este es el amor de Dios(F): que guardemos sus mandamientos(G), y sus mandamientos no son gravosos(H). 4 Porque todo lo que es nacido[f] de Dios(I) vence al mundo(J); y esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe. 5 ¿Y quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios(K)?
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