Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
7 ¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies de quienes traen la feliz noticia de paz y salvación, la nueva de que el Dios de Israel reina! 8 Los centinelas gritan y cantan de júbilo, porque con sus propios ojos ven al Señor traer de regreso a su pueblo. 9 Rompan en jubiloso cántico las ruinas de Jerusalén, porque el Señor ha consolado a su pueblo, ha redimido a Jerusalén. 10 Ante los ojos de todas las naciones el Señor desplegará su gran poder, y todas ellas contemplarán la salvación de nuestro Dios.
98 Canten al Señor un cántico nuevo porque ha hecho maravillas, porque ha obtenido una gran victoria mediante su poder y santidad. 2 Ha anunciado su victoria y ha revelado su justicia a cada nación. 3 Él ha recordado su promesa de amar y ser fiel a Israel. La tierra entera ha visto la salvación de nuestro Dios. 4 ¡Aclamen al Señor toda la tierra! ¡Exalten al Señor con alabanzas y alegres cantos!
5 Entonemos nuestra alabanza al son del arpa y de coros melodiosos. 6 Resuenen los clarines y trompetas. ¡Hagan una jubilosa sinfonía ante el Señor, el Rey! 7 ¡Que ruja de alegría el mar con todo lo que hay en él; también el mundo y todos sus habitantes! Clamen la tierra y todos sus habitantes: «¡Gloria al Señor!».
8 ¡Que los ríos aplaudan con alegría y que los montes canten con gozo al Señor! 9 Porque el Señor viene a juzgar la tierra. Él juzgará al mundo con justicia y a los pueblos con igualdad.
El Hijo, superior a los ángeles
1 En tiempos remotos, Dios habló muchas veces y de varias maneras a nuestros antepasados por medio de los profetas; 2 pero en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo. A él Dios lo hizo heredero de todas las cosas y por medio de él creó todo el universo. 3 Él es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de su ser y el que sostiene el universo con su palabra poderosa. Y después de haber realizado la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de Dios en el cielo. 4 Así llegó a ser superior a los ángeles, en la misma medida en que el nombre que recibió es superior al de ellos.
5 En efecto, Dios jamás le dijo a ningún ángel: «Tú eres mi Hijo y hoy mismo te he formado». Y en otro pasaje dice: «Yo seré su Padre y él será mi Hijo».
6 Cuando Dios trajo a su Primogénito al mundo, dijo: «Adórenlo todos los ángeles de Dios».
7 Y en cuanto a los ángeles, dijo: «Él hace que sus ángeles sean mensajeros y que sus servidores sean como llamas de fuego».
8 Pero de su Hijo, dice: «Tu trono, oh Dios, es eterno, y gobiernas tu reino con justicia. 9 Amas lo justo y odias lo malo; y por eso Dios, el Dios tuyo, te ha dado más alegría que a los demás». 10 También dijo: «Tú, oh Señor, en el principio hiciste los cielos y la tierra. 11 Ellos desaparecerán, pero tú permaneces para siempre. Se desgastarán como la ropa. 12 Los doblarás como se dobla un vestido y los cambiarás por otros; pero tú eres siempre el mismo y tu vida nunca se acabará».
La Palabra se hizo hombre
1 Antes que nada existiera, ya existía la Palabra,[a] y la Palabra estaba con Dios porque aquel que es la Palabra era Dios.
2 Él estaba con Dios en el principio.
3 Por medio de él todas las cosas fueron creadas, y no existe nada que él no haya creado.
4 En él estaba la vida, y la vida era también la luz de la humanidad.
5 Esta luz brilla en la oscuridad, y la oscuridad no puede apagarla.
6-7 Dios envió como testigo a un hombre llamado Juan, para que les hablara a todos de la luz, y por medio de él todos creyeran. 8 Juan no era la luz; él sólo vino a guiar a todos hacia la luz. 9 La luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano, ya estaba por llegar a este mundo.
10 El que es la luz estaba en el mundo, y Dios creó el mundo por medio de él, pero el mundo no lo reconoció. 11 Vino a este mundo, que es suyo, y los suyos no lo recibieron. 12 Pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en él, les dio el derecho de ser hijos de Dios. 13 Los hijos de Dios no nacen de la sangre, ni por deseos naturales o por voluntad humana, sino que nacen de Dios.
14 Y la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos visto su gloria, la gloria que le pertenece al Hijo único del Padre, en el que abundan el amor y la verdad.
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