Revised Common Lectionary (Complementary)
Dios cuida de los suyos
SALMO 34 (33)
Este salmo lo compuso David cuando se presentó ante el rey Abimelec y quiso hacerle creer que estaba loco. Por eso Abimelec le ordenó que saliera de su presencia.
34 1-2 Dios mío,
¡yo estoy muy orgulloso de ti!
¡Todo el tiempo te bendeciré!
¡Mis labios siempre te alabarán!
Ustedes, los humildes,
¡oigan esto y alégrense conmigo!
3 ¡Únanse a mí,
y juntos alabemos
la grandeza de Dios!
4 Le pedí a Dios que me ayudara,
y su respuesta fue positiva:
¡me libró del miedo que tenía!
5 Los que a él acuden
se llenan de alegría
y jamás pasan vergüenzas.
6 Yo, que nada valgo,
llamé a Dios, y él me oyó,
y me salvó de todas mis angustias.
7 Dios envía a su ángel
para que salve del peligro
a todos los que lo honran.
8-10 Dios bendice
a los que en él confían.
Ustedes, pueblo de Dios,
vengan y prueben su bondad;
verán que a quienes lo adoran
nunca les falta nada.
Los ricos[a] pasarán hambre,
pero a los que confían en Dios
nunca les faltará nada bueno.
15 Entonces Husai les dijo a los sacerdotes Sadoc y Abiatar:
«Ahitófel les dio un consejo a Absalón y a los jefes de Israel, pero yo les di este otro: 16 Corran a decirle a David que no pase esta noche en los caminos del desierto, sino que cruce al otro lado del río Jordán. Díganle también que si no lo hace, tanto él como su gente morirán».
17 Mientras tanto, los sacerdotes Jonatán y Ahimaas estaban esperando en el Manantial de Roguel, pues no querían que nadie los viera entrar a la ciudad. Los mensajes los recibían por medio de una muchacha que era sirvienta. 18 Pero un niño se dio cuenta, y fue a contárselo a Absalón. Entonces Jonatán y Ahimaas huyeron rápidamente a la casa de un hombre que vivía en Bahurim.
Cuando llegaron allá, se escondieron dentro de un pozo. 19 La esposa de ese hombre cubrió el pozo con una tapa, y sobre la tapa echó trigo. Así nadie pudo darse cuenta de que allí había un pozo.
20 Al llegar los hombres de Absalón a la casa, le preguntaron a la mujer dónde estaban Ahimaas y Jonatán. Ella les dijo que habían cruzado el arroyo. Y como los buscaron y no pudieron encontrarlos, regresaron a Jerusalén.
21 En cuanto los hombres de Absalón se fueron, los sacerdotes salieron del pozo y fueron a decirle a David: «Váyase usted de aquí. Cruce rápidamente el río, porque Ahitófel le ha dicho a Absalón cómo darle alcance a usted».
22 Esa misma noche David y toda su gente cruzaron el río Jordán. Cuando amaneció, ya todos lo habían cruzado. 23 Mientras tanto, como Ahitófel vio que Absalón no le había hecho caso, montó en su burro y se regresó a su casa en Guiló. Al llegar, arregló sus asuntos familiares, y luego se ahorcó. Así murió y fue enterrado en la tumba de su padre.
David en Mahanaim
24-27 Absalón y todos sus hombres cruzaron el río Jordán y acamparon en la tierra de Galaad. Su ejército estaba al mando de Amasá, a quien Absalón había nombrado jefe en lugar de Joab. Amasá era hijo de un ismaelita llamado Itrá, que vivía con Abigail, la madre de Joab. Abigail era hija de Nahas y hermana de Seruiá.
Mientras tanto, David llegó a Mahanaim. Allí lo recibieron Sobí hijo de Nahas, Maquir hijo de Amiel, y Barzilai. Sobí era de la ciudad amonita de Rebá, Maquir era de la ciudad de Lodebar, y Barzilai era de Roguelim, que está en la región de Galaad. 28 Estos tres les dieron a David y a su gente camas, jarras y ollas de barro. También les dieron trigo, cebada, harina, grano tostado, habas, lentejas, 29 miel, requesón de oveja y queso de vaca. Lo hicieron porque sabían que David y su gente venían del desierto, cansados y con mucha hambre y sed.
Ayúdense unos a otros
6 Hermanos, ustedes son guiados por el Espíritu de Dios. Por lo tanto, si descubren que alguien ha pecado, deben corregirlo con buenas palabras. Pero tengan cuidado de no ser tentados a hacer lo malo. 2 Cuando tengan dificultades, ayúdense unos a otros. Ésa es la manera de obedecer la ley de Cristo.
3 Si alguien se cree importante, cuando en realidad no lo es, se está engañando a sí mismo. 4 Cada uno debe examinar su propia conducta. Si es buena, podrá sentirse satisfecho de sus acciones, pero no debe compararse con los demás. 5 Cada uno es responsable ante Dios de su propia conducta.
6 El que es instruido en el mensaje de Dios debe compartir con su maestro todo lo bueno que recibe.
7 No crean ustedes que pueden engañar a Dios. Cada uno cosechará lo que haya sembrado. 8 Si seguimos nuestros malos deseos, moriremos para siempre; pero si obedecemos al Espíritu, tendremos vida eterna. 9 Así que no nos cansemos de hacer el bien porque, si seguimos haciéndolo, Dios nos premiará a su debido tiempo. 10 Siempre que nos sea posible, hagamos el bien a todos, pero especialmente a los seguidores de Cristo.
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