Revised Common Lectionary (Complementary)
1 Dichosos todos aquellos que no siguen el consejo de los malvados, ni se detienen en la senda de los pecadores, ni cultivan la amistad de los blasfemos, 2 sino que se deleitan en la ley del Señor, la meditan día y noche. 3 Son como árboles junto a las riberas de un río, que no dejan de dar delicioso fruto cada estación. Sus hojas nunca se marchitan y todo lo que hacen prospera.
4 ¡Qué distinto el caso de los malvados! Son como la paja que el viento arrastra. 5 Por eso, los malvados no se sostendrán en el juicio, ni serán contados entre los buenos.
6 Porque el Señor protege los pasos de los justos; pero los pasos de los impíos conducen a la perdición.
José y la esposa de Potifar
39 Cuando José llegó a Egipto, fue vendido por los ismaelitas a Potifar, que era un egipcio muy importante, ya que era el capitán de la guardia personal del faraón. 2 El Señor bendijo mucho a José en la casa de su amo, de modo que tenía éxito en todo lo que emprendía. 3 Potifar comprendió que el Señor estaba con José de una manera muy especial. 4 Por supuesto, José llegó a ser su persona de confianza. Pronto estuvo a cargo de la administración de la hacienda y todos los negocios de Potifar. 5 Inmediatamente, Dios comenzó a bendecir a Potifar, por amor a José. Todos los asuntos de su hacienda comenzaron a prosperar, sus cosechas aumentaron y se multiplicó su ganado. 6 Por esa razón, Potifar le entregó a José la responsabilidad de administrar todas sus posesiones. Potifar no tenía nada de qué preocuparse, sino de comer.
Además de las cualidades mencionadas, José era un joven bien parecido. 7 Un día la mujer de Potifar comenzó a fijarse en José, se enamoró de él y lo invitó a tener relaciones sexuales con ella. 8 Pero José se rehusó a hacerlo, y le dijo:
―Señora, mi amo confía en mí en todo lo relacionado con su hacienda; 9 él me ha dado toda su autoridad. No me ha prohibido ninguna cosa. Solamente sobre usted yo no tengo ningún derecho, pues usted es su esposa. ¿Cómo podría yo hacerle una maldad tan grande como esta? Sería un pecado muy grande contra Dios.
10 Pero ella continuó con sus insinuaciones día tras día, a pesar de que él se negaba y evitaba en todo lo posible encontrarse con ella a solas. 11 Un día, mientras José estaba haciendo sus quehaceres en la casa, ella aprovechó que no había nadie más en la casa, 12 lo agarró de la túnica y le ordenó:
―¡Acuéstate conmigo!
Él salió corriendo, pero ella logró echarle mano del manto y se lo quitó. 13 Cuando ella vio el manto de José en sus manos, y que él había huido, 14-15 comenzó a gritar. Cuando los otros hombres que estaban cerca llegaron corriendo para ver lo que ocurría, ella comenzó a gritar histéricamente.
―¡Mi marido tenía que traer a ese esclavo hebreo para que nos insultara! —dijo llorando—. Trató de violarme, pero cuando grité, huyó y olvidó llevarse el manto.
16 Ella guardó el manto, y cuando Potifar regresó a casa esa noche, 17 le dijo:
―¡El esclavo hebreo que tienes aquí quiso violarme, 18 y solamente mis gritos me salvaron! ¡Al salir corriendo se le quedó su manto!
19 Cuando Potifar oyó esto, se enfureció. 20 Tomó preso a José y lo echó en la cárcel donde tenían encadenados a los prisioneros del rey. 21 Pero el Señor estuvo con José también allí y le mostró su amor, permitiendo que se ganara la confianza del carcelero. 22 El hecho es que el carcelero pronto le entregó el cuidado de los prisioneros y lo dejó a cargo de todo lo demás que se hacía en la cárcel. 23 Por eso, el carcelero ya no se preocupaba de nada, porque José tenía cuidado de cada cosa y el Señor hacía que todas las cosas le salieran bien.
25 Mientras tanto, creo que es necesario que regrese con ustedes Epafrodito, mi hermano, ayudante y compañero de lucha. Ustedes lo enviaron para que me atendiera en mis necesidades. 26 Él los extraña mucho a ustedes. Está preocupado porque ustedes se enteraron de que estaba enfermo. 27 Es verdad que estuvo enfermo y casi se muere. Pero Dios se compadeció de él, y no sólo de él, sino también de mí, para que no tuviera más tristeza de la que ya tengo. 28 Así que lo envío rápidamente para que, al verlo otra vez, ustedes se alegren y yo esté menos preocupado.
29 Recíbanlo con alegría en el Señor y muestren su aprecio a los que son como él, 30 porque estuvo a punto de morir por trabajar para Cristo: arriesgó su vida para hacer por mí lo que ustedes personalmente no podían hacer.
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