Revised Common Lectionary (Complementary)
Gracias, Señor
Al director. Al compás de «No destruyas». Canción de Asaf. Canto.
1 Te agradecemos, oh Dios;
te damos gracias, pues estás cerca,
y la gente habla de las maravillas que haces.
2 Tú dices: «En el momento adecuado,
voy a juzgar con justicia.
3 Cuando la tierra y todo lo que hay en ella tiemblan
y están a punto de caer,
yo soy quien les devuelvo la fuerza». Selah
4 Les digo a los orgullosos: «No sean presumidos».
A los malos les digo: «No sean arrogantes;
5 no se las den de fuertes,
ni sean testarudos».
6 La importancia que uno tiene no viene del oriente,
ni del occidente ni del desierto;
7 Dios es el único capaz de juzgar;
a unos los humilla y a otros les da importancia.
8 El SEÑOR tiene en su mano una copa
llena de vino espumoso mezclado con especias.
Cuando lo derrame,
todos los perversos de la tierra beberán
hasta la última gota.
9 Siempre estaré celebrando;
cantaré alabanzas al Dios de Jacob.
10 Dios dice: «Le quitaré el poder a los perversos
y se lo aumentaré a los justos».
1 Este libro trata de la profecía de Nahúm de Elcós, la visión que tuvo de parte de Dios acerca de la ciudad de Nínive[a].
El Señor está furioso con Nínive
2 El SEÑOR es Dios celoso y vengador.
El SEÑOR es vengador,
pues no hay ira mayor que la suya.
El SEÑOR se venga de los que se ponen en contra suya
y se enfurece contra sus enemigos.
3 El SEÑOR no se enoja con facilidad,
y también es muy fuerte.
El SEÑOR no dejará sin castigo al culpable.
Anda entre torbellinos y tormentas de arena;
las nubes son el polvo de sus pies.
4 Regaña al mar y este se seca;
hace evaporar todos los ríos.
El Basán y el Carmelo se resecan;
las flores del Líbano se marchitan.
5 Ante él tiemblan las montañas
y se derriten los montes.
El mundo entero y cada uno
de los que lo habitan tiemblan ante él.
6 ¿Quién podrá enfrentársele cuando se enfurezca?
¿Quién podrá soportar el calor de su furia?
Su ira se esparce como el fuego
y hasta las rocas son destruidas a su paso.
7 El SEÑOR es bueno;
es refugio en tiempos difíciles
y protector de los que acuden a él.
8 Pero a sus enemigos los destruye por completo,
como una gran inundación,
y los perseguirá hasta llevarlos a la oscuridad.
9 ¿Qué hacen algunos tramando planes contra el SEÑOR?
Él desbaratará esos planes
y se asegurará de que no surja nuevamente la hostilidad.
10 Aunque sean como espinos enredados
y borrachos saturados de licor,
ellos serán consumidos como paja seca.
11 Ya se ha ido el malo que hizo planes contra ti, Judá[b],
y contra el SEÑOR.
12 Esto dice el SEÑOR:
«Aunque ahora los asirios estén sanos y sean muchos,
de todas maneras serán cortados y desaparecerán.
Judá, te he hecho sufrir,
pero no te haré sufrir más.
13 Destrozaré el yugo que pesa sobre ti,
romperé las ataduras que te aprisionan».
12 Esto significa que el pueblo santo de Dios debe ser paciente, obedecer los mandatos de Dios y permanecer fiel a Jesús.
13 Entonces oí una voz del cielo que decía: «Escribe esto: “Afortunados los que a partir de este momento mueran unidos al Señor”».
El Espíritu dice: «Sí, eso es cierto, ahora ellos descansarán de su trabajo, pues sus obras los acompañarán».
La cosecha de la tierra
14 Después vi una nube blanca sobre la que estaba sentado uno «semejante al Hijo del hombre». Tenía una corona de oro en su cabeza y en su mano una hoz afilada. 15 Luego, salió otro ángel del templo y le gritó al que estaba sentado en la nube: «Usa tu hoz y recoge la cosecha, pues ha llegado el tiempo de segar, y la cosecha de la tierra está madura». 16 Entonces, el que estaba sobre la nube pasó su hoz sobre la tierra y recogió la cosecha.
17 Salió otro ángel del templo en el cielo y también tenía una hoz afilada. 18 Luego, vino desde el altar otro ángel que tenía poder sobre el fuego y le dijo con voz fuerte al que tenía la hoz afilada: «Usa tu hoz y reúne los racimos de uvas de la vid de la tierra, porque sus uvas están maduras». 19 El ángel pasó su hoz sobre la tierra, recogió las uvas y las arrojó a la enorme pileta donde se exprimen las uvas y que representa la ira de Dios. 20 Las uvas fueron exprimidas fuera de la ciudad, y de la pileta salió tanta sangre que alcanzó a llegar hasta la altura de la cabeza de los caballos en una distancia de 300 kilómetros[a].
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