Revised Common Lectionary (Complementary)
Cántico de los peregrinos.
130 ¡Señor, desde lo profundo de mi desesperación clamo a ti pidiendo ayuda! 2 Escucha mi lamento, Señor. Atiende mi oración.
3 Si tú tomaras en cuenta nuestros pecados ¿quién, Señor, podría seguir vivo? 4 Pero tú ofreces perdón, para que aprendamos a temerte. 5 Yo espero en el Señor; sí, espero en él. He puesto mi esperanza en su palabra. 6 Espero al Señor, más que los centinelas al amanecer; sí, más que los centinelas esperan al amanecer. 7 Oh Israel, espera en el Señor porque en él hay amor inagotable, y abundante salvación. 8 Él mismo rescatará a Israel de las cadenas del pecado.
13 Una gran multitud se reunió en Jerusalén, en el mes segundo, para celebrar la fiesta de los Panes sin levadura. 14 Luego pusieron manos a la obra y destruyeron los altares paganos de Jerusalén, derribaron los altares paganos donde se quemaba incienso y los arrojaron al arroyo de Cedrón.
15 El día catorce del mes segundo el pueblo comenzó la celebración de la fiesta de la Pascua. Entonces los sacerdotes y levitas sintieron vergüenza de sí mismos por no haber tomado una parte más activa, por lo que se santificaron y trajeron holocaustos al templo. 16 Ocuparon sus puestos en la forma señalada por la ley de Moisés, varón de Dios, y los sacerdotes rociaron la sangre que recibían de los levitas.
17-19 Puesto que muchos de los que llegaban de Efraín, Manasés, Isacar y Zabulón estaban ceremonialmente impuros, pues no habían cumplido con los ritos de la purificación, los levitas mataron los corderos de la Pascua, para santificarlos. Entonces el rey Ezequías oró por ellos, y se les permitió comer la Pascua, aun cuando esto no se conformaba con las reglas dadas por Dios. Pero Ezequías dijo: «Señor, Dios de nuestros antepasados, te suplico que perdones a todos aquellos que con toda sinceridad han decidido buscarte, aunque no se hayan purificado de acuerdo con las normas que nos has dado para santificarnos». 20 Y el Señor oyó la oración de Ezequías, y perdonó a la gente.
21 El pueblo de Israel, pues, celebró la fiesta de los Panes sin levadura en Jerusalén durante siete días con gran gozo, en tanto que los sacerdotes y levitas alababan al Señor con música y címbalos cada día. 22 (El rey Ezequías felicitó a los levitas por aquella excelente música, pues de verdad habían puesto todo su empeño en adorar al Señor).
Durante siete días celebraron la fiesta y presentaron ofrendas de paz, y el pueblo confesó sus pecados al Señor, Dios de sus padres. 23 Era tanta la alegría, que todos estuvieron de acuerdo en continuar la fiesta por otros siete días más. 24 El rey Ezequías había dado al pueblo mil becerros para ofrendas y siete mil ovejas; y los príncipes donaron mil becerros y diez mil ovejas. Esta vez, muchos sacerdotes estuvieron dispuestos a purificarse.
25 El pueblo de Judá se llenó de profundo gozo, junto con los sacerdotes, los levitas, los extranjeros y los visitantes de Israel. 26 Jerusalén no había visto una celebración como esta desde los días de Salomón, hijo del rey David. 27 Los sacerdotes y levitas se pusieron de pie y bendijeron al pueblo, y sus oraciones llegaron hasta la santa morada de Dios en los cielos.
Jesús sana a un paralítico
2 Días más tarde, Jesús regresó a Capernaúm. La noticia de que estaba en casa se esparció rápidamente. 2 Y pronto la gente llenó tanto la casa que no quedó sitio para nadie más ni siquiera frente a la puerta. Y él predicaba la palabra.
3 Entonces llegaron cuatro hombres llevando a un paralítico. 4 Como no pudieron pasar entre la multitud para llegar a Jesús, subieron a la azotea, hicieron una abertura en el techo, exactamente encima de donde estaba Jesús, y entre los cuatro bajaron la camilla en la que yacía el paralítico.
5 Cuando Jesús vio la fe de ellos, le dijo al paralítico:
―Hijo, tus pecados quedan perdonados.
6 Algunos maestros de la ley que estaban allí sentados pensaron: 7 «¿Cómo se atreve a hablar así? ¡Eso es una blasfemia! ¡Dios es el único que puede perdonar los pecados!».
8 Jesús les leyó el pensamiento y les dijo:
―¿Por qué piensan ustedes así? 9 ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico “tus pecados quedan perdonados” o decirle: “Levántate, toma tu camilla y anda”? 10 Pues voy a probarles que yo, el Hijo del hombre, tengo potestad para perdonar los pecados.
Entonces se dirigió al paralítico y le dijo:
11 ―A ti te digo, levántate, recoge la camilla y vete.
12 El hombre se levantó de inmediato, tomó su camilla y se abrió paso entre la asombrada concurrencia que, entre alabanzas a Dios, exclamaba:
―Jamás habíamos visto nada parecido.
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