Revised Common Lectionary (Complementary)
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169 Que llegue mi clamor a tu presencia;
dame entendimiento, Señor, conforme a tu palabra.
170 Que llegue a tu presencia mi súplica;
líbrame, conforme a tu promesa.
171 Que rebosen mis labios de alabanza,
porque tú me enseñas tus decretos.
172 Que entone mi lengua un cántico a tu palabra,
pues todos tus mandamientos son justos.
173 Que acuda tu mano en mi ayuda,
porque he escogido tus preceptos.
174 Yo, Señor, ansío tu salvación.
Tu ley es mi regocijo.
175 Déjame vivir para alabarte;
que vengan tus juicios a ayudarme.
176 Cual oveja perdida me he extraviado;
ven en busca de tu siervo,
porque no he olvidado tus mandamientos.
12 Cuando el Señor termine lo que va a hacer contra el monte Sión y contra Jerusalén, él dirá: «Castigaré el fruto del orgulloso corazón del rey de Asiria y la arrogancia de sus ojos». 13 Porque afirma:
«Esto lo hizo el poder de mi mano;
lo hizo mi sabiduría,
porque soy inteligente.
He cambiado las fronteras de los pueblos,
he saqueado sus tesoros;
como un guerrero poderoso
he derribado a sus reyes.
14 Como quien mete la mano en un nido,
me he adueñado de la riqueza de los pueblos;
como quien recoge huevos abandonados,
me he apoderado de toda la tierra;
y no hubo nadie que aleteara
ni abriera el pico y chillara».
15 ¿Puede acaso gloriarse el hacha
más que el que la maneja,
o jactarse la sierra contra quien la usa?
¡Como si pudiera el bastón manejar
a quien lo tiene en la mano,
o la frágil vara pudiera levantar
a quien pesa más que la madera!
16 Por eso enviará el Señor,
el Señor Todopoderoso,
una enfermedad devastadora
sobre sus robustos guerreros.
En vez de honrarlos, les prenderá fuego,
un fuego como de llama ardiente.
17 La luz de Israel se convertirá en fuego;
su Santo se volverá una llama.
En un solo día quemará sus espinos
y consumirá sus zarzas.
18 Destruirá de extremo a extremo
el esplendor de sus bosques y de sus huertos,
como enfermo carcomido por la plaga.
19 Tan pocos árboles quedarán en su bosque
que hasta un niño podrá contarlos.
El remanente de Israel
20 En aquel día ni el remanente de Israel
ni los sobrevivientes del pueblo de Jacob
volverán a apoyarse
en quien los hirió de muerte,
sino que su apoyo verdadero
será el Señor, el Santo de Israel.
¿Es este el Cristo?
25 Algunos de los que vivían en Jerusalén comentaban: «¿No es este al que quieren matar? 26 Ahí está, hablando abiertamente, y nadie le dice nada. ¿Será que las autoridades se han convencido de que es el Cristo? 27 Nosotros sabemos de dónde viene este hombre, pero cuando venga el Cristo nadie sabrá su procedencia».
28 Por eso Jesús, que seguía enseñando en el templo, exclamó:
―¡Con que me conocéis y sabéis de dónde vengo! No he venido por mi propia cuenta, sino que me envió uno que es digno de confianza. Vosotros no lo conocéis, 29 pero yo sí lo conozco porque vengo de parte suya, y él mismo me ha enviado.
30 Entonces quisieron arrestarlo, pero nadie le echó mano, porque aún no había llegado su hora. 31 Con todo, muchos de entre la multitud creyeron en él y decían: «Cuando venga el Cristo, ¿acaso va a hacer más señales que este hombre?»
32 Los fariseos oyeron a la multitud que murmuraba estas cosas acerca de él, y junto con los jefes de los sacerdotes mandaron unos guardias del templo para arrestarlo.
33 ―Estaré con vosotros un poco más de tiempo —afirmó Jesús—, y luego volveré al que me envió. 34 Me buscaréis, pero no me encontraréis, porque adonde yo esté no podréis llegar vosotros.
35 «¿Dónde piensa irse este para que no podamos encontrarlo? —comentaban entre sí los judíos—. ¿Será que piensa ir a nuestra gente dispersa entre las naciones,[a] para enseñar a los griegos? 36 ¿Qué quiso decir con eso de que “me buscaréis, pero no me encontraréis”, y “adonde yo esté no podréis llegar vosotros”?»
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