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Old/New Testament

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Duration: 365 days
Nueva Biblia Viva (NBV)
Version
Números 12-14

Miriam y Aarón critican a Moisés

12 Un día Miriam y Aarón se pusieron a criticar a Moisés porque su mujer era una cusita, y dijeron:

―¡El Señor no ha hablado sólo por medio de Moisés! ¡También ha hablado por medio de nosotros dos!

Pero el Señor los oyó 3-4 y no le gustó el comentario de ambos, porque Moisés era el hombre más humilde del mundo, e inmediatamente convocó a Moisés, a Aarón y a Miriam al santuario:

―Vengan aquí los tres —ordenó.

Entonces se presentaron ante el Señor.

De inmediato el Señor descendió en la nube y se situó a la entrada del santuario, y les ordenó a Miriam y Aarón que se acercaran. Y ellos lo hicieron. El Señor les dijo:

―Hasta con un profeta me comunicaría con visiones y sueños; pero no es así como me comunico con mi siervo Moisés. ¡Él es completamente fiel en toda mi casa! ¡Con él hablo cara a cara! ¡Y él ve la mismísima apariencia de Dios! ¿Cómo es que se han atrevido a criticarlo?

Entonces la ira del Señor se encendió contra ellos, y Dios se apartó. 10 En el momento en que la nube se alejó de encima del santuario, Miriam quedó de repente blanca por la lepra. Aarón vio lo ocurrido, 11 y le dijo a Moisés:

Señor, no nos castigues por este pecado; hemos sido necios al hacerlo. 12 Que no quede ella como quien ha muerto desde antes de nacer.

13 Moisés clamó al Señor diciendo:

―Sánala, oh Dios, te lo ruego. 14 Y el Señor le dijo a Moisés:

―Si su padre le hubiera escupido el rostro, ella habría quedado impura durante siete días. Que quede fuera del campamento por siete días, y después podrá regresar.

15 Entonces Miriam fue expulsada del campamento por siete días, y el pueblo esperó hasta que ella regresara antes de continuar el viaje. 16 Después salieron de Jazerot y acamparon en el desierto de Parán.

Los israelitas exploran Canaán

13 Un día el Señor le ordenó a Moisés: «Envía espías a la tierra de Canaán; la tierra que le voy a dar a Israel. Envía uno de cada tribu».

3-15 Moisés hizo lo que el Señor le había ordenado y envió desde el desierto de Parán a las siguientes personas, una por cada tribu:

Samúa, hijo de Zacur, de la tribu de Rubén;

Safat, hijo de Horí, de la tribu de Simeón;

Caleb, hijo de Jefone, de la tribu de Judá;

Igal, hijo de José, de la tribu de Isacar;

Oseas, hijo de Nun, de la tribu de Efraín;

Palti, hijo de Rafú, de la tribu de Benjamín;

Gadiel, hijo de Sodi de la tribu de Zabulón;

Gadí, hijo de Susi, de la tribu de José (realmente era parte de la tribu de Manasés);

Amiel, hijo de Gemalí, de la tribu de Dan;

Setur, hijo de Micael, de la tribu de Aser

Najbi, hijo de Vapsi, de la tribu de Neftalí;

Geuel, hijo de Maquí, de la tribu de Gad.

16 En esta ocasión Moisés le cambió el nombre a Oseas (Salvación) y le puso Josué (el Señor es salvación).

17 Moisés los envió en su misión de exploración diciéndoles:

―Vayan hacia el norte, hacia el Néguev, y suban las montañas; 18 y observen qué tal es la tierra; fíjense, además, cómo es el pueblo que vive allí, si son fuertes o débiles; pocos o muchos; 19 si la tierra es fértil o no, y qué clase de ciudades son, si son pueblos sin muros o si son ciudades fortificadas; 20 si la tierra es rica o pobre, y si hay árboles. No teman, y cuando regresen traigan algunas muestras de los frutos que vean. (Era la época en que comenzaba la vendimia).

21 Ellos fueron y exploraron la tierra de Canaán desde el desierto de Zin hasta Rejob y Jamat. 22 Yendo hacia el norte, atravesaron el Néguev y llegaron a Hebrón. Allí vieron a los descendientes de Ajimán, de Sesay y de Talmay, descendientes de Anac. (Hebrón era muy antigua, y había sido fundada siete años antes que Zoán, en Egipto). 23 Luego llegaron a lo que se conoce ahora como valle de Escol donde cortaron un racimo de uvas tan grande que fue necesario transportarlo en un palo cargado por dos hombres. También llevaron algunas muestras de granadas e higos. 24 Los israelitas llamaron al valle Escol (Racimo) por el racimo que allí encontraron.

Informe de los espías

25 Cuarenta días después regresaron de su expedición. 26 Informaron a Moisés, a Aarón y a todo el pueblo de Israel en el desierto de Parán, en Cades, y les mostraron el fruto de la tierra que habían traído consigo.

27 Este fue su informe:

―Llegamos a la tierra que ustedes nos enviaron a explorar, y encontramos que es una tierra excelente de la que realmente fluye leche y miel. Hemos traído estos frutos como muestra. 28 Pero el pueblo que vive en ella es poderoso, sus ciudades están fortificadas y son grandes y, lo que es peor, hemos visto gigantes descendientes de Anac en aquellos lugares. 29 Los amalecitas viven en el sur, mientras que en los montes hay heteos, jebuseos y amorreos. A lo largo de la costa del Mediterráneo y en el valle del Jordán están los cananeos.

30 Sin embargo, Caleb animó al pueblo delante de Moisés.

―Subamos inmediatamente y tomemos posesión de la tierra —dijo— porque podemos conquistarla.

31 ―No podremos luchar contra un pueblo tan poderoso —respondieron los otros espías.

32 De modo que el informe de la mayoría de los exploradores fue negativo:

―La tierra está llena de guerreros, los pueblos que la habitan son poderosos, 33 y vimos gigantes descendientes de Anac. Eran tan grandes que parecíamos langostas al lado de ellos.

El pueblo se rebela

14 Entonces el pueblo comenzó a llorar en alta voz y se pasaron la noche llorando. Elevaron sus voces como un gran coro de quejas en contra de Moisés y Aarón.

«Preferiríamos haber muerto en Egipto —se quejaban— o aun aquí en el desierto, antes que entrar a ese país que tenemos ante nosotros. El Señor permitirá que nos maten allí y nuestras esposas e hijos serán esclavos. Regresemos a Egipto».

La idea corrió por el campamento:

«Elijamos a un caudillo y regresemos a Egipto».

Entonces Moisés y Aarón se postraron en tierra delante del pueblo de Israel; dos de los espías, Josué hijo de Nun y Caleb, hijo de Jefone, rasgaron su ropa y le dijeron al pueblo:

―Tenemos un país maravilloso por delante y el Señor nos ama. Él hará que entremos sanos y salvos en la tierra y nos la entregará. Es una tierra muy fértil, una tierra de la que verdaderamente fluye leche y miel. No se rebelen contra el Señor y no teman al pueblo que habita en aquella tierra. Los venceremos fácilmente. El Señor está con nosotros y se ha apartado de ellos. No teman.

10 Como respuesta, todo el pueblo se dispuso apedrearlos. Pero la gloria del Señor apareció ante ellos, 11 y el Señor le dijo a Moisés:

―¿Hasta cuando me despreciará este pueblo? ¿Es que nunca me creerán aun después de todos los milagros que he hecho entre ellos? 12 Los desheredaré y los destruiré con una plaga, y de ti haré una nación mucho más poderosa que ellos.

13 ―Pero, ¿qué pensarán los egipcios cuando oigan acerca de esto? —le respondió Moisés al Señor—. Ellos saben bien la demostración de poder que hiciste al rescatar a tu pueblo. 14 Lo han contado a los habitantes de esta tierra, que saben bien que tú estás con Israel y que tú hablas con Israel cara a cara. Ellos ven la columna de nube y fuego que está sobre nosotros, y saben que tú nos diriges y nos proteges día y noche. 15 Si matas a este pueblo, las naciones que habrán oído de tu fama dirán: 16 “El Señor les ha dado muerte porque no tuvo suficiente poder para introducirlos en la tierra que juró que les daría”.

17 »Oh Señor, muestra tu gran poder, 18 misericordia y gran paciencia perdonando nuestros pecados. Perdónanos aun cuando dijiste que no dejarías pecado sin castigo, y que castigas las faltas del padre en los hijos hasta la tercera y cuarta generación. 19 Perdona los pecados de este pueblo por tu amor magnífico, así como muchas veces los has perdonado desde que salimos de Egipto».

20 ―Bien, los perdonaré de la manera que me has pedido —respondió el Señor—. 21 Pero juro por mi propio nombre que, así como la tierra está llena de mi gloria, 22 ninguno de los hombres que vieron mi gloria y los milagros que hice en Egipto y en el desierto (y diez veces se negaron a confiar en mí y a obedecerme) 23 verá la tierra que les prometí a sus antepasados. 24 Pero mi siervo Caleb es diferente: me ha obedecido en todo. Lo haré entrar en la tierra donde ya ha estado, y sus descendientes poseerán una buena parte de ella. 25 Pero ahora, puesto que el pueblo de Israel teme a los amalecitas y a los cananeos que viven en los valles, mañana regresarán al desierto en dirección al Mar Rojo.

26 Entonces el Señor les dijo a Moisés y a Aarón:

27 ―¿Hasta cuando se quejará de mí este pueblo perverso? 28 Dile: “El Señor promete concederles lo que acaban de pedir. 29 Morirán todos en el desierto. Ninguno que tenga más de veinte años y se haya quejado contra mí 30 entrará en la Tierra prometida. Sólo Caleb, hijo de Jefone, y Josué, hijo de Nun podrán entrar. 31 Ustedes dijeron que sus hijos serían esclavos del pueblo de esa tierra. Pues no. Al contrario, los haré vivir tranquilos en la tierra y heredarán lo que ustedes han despreciado. 32 En cuanto a ustedes, sus cadáveres quedarán en el desierto. 33 Hasta que no muera el último de ustedes en el desierto, sus hijos vagarán por él como nómadas durante cuarenta años. De esta manera ustedes pagarán por su falta de fe. 34 Por cuanto los espías estuvieron cuarenta días en la tierra, ustedes vagarán en el desierto durante cuarenta años, un año por cada día, llevando la carga de sus pecados. Les enseñaré cada día lo que significa rechazarme”. 35 Yo el Señor he hablado. Cada uno de ustedes que haya conspirado en mi contra morirá en este desierto.

36-38 Los diez espías que habían incitado la rebelión contra el Señor y habían llenado de temor los corazones del pueblo fueron los primeros en morir delante del Señor. Josué y Caleb fueron los únicos que quedaron con vida.

El pueblo intenta conquistar la tierra

39 Y hubo llanto en el campamento cuando Moisés les informó lo que el Señor le había dicho.

40 A la mañana siguiente los israelitas se levantaron muy temprano y comenzaron a avanzar hacia la Tierra prometida.

―Comprendemos que hemos pecado —dijeron—, pero ahora estamos dispuestos a entrar en la tierra que el Señor nos ha prometido.

41 ―Es demasiado tarde —les respondió Moisés—. Ahora están desobedeciendo las órdenes del Señor de regresar al desierto.

42 No sigan con ese plan o serán derrotados por sus enemigos, porque el Señor no irá con ustedes. 43 ¿No recuerdan? ¡Allí están los amalecitas y los cananeos! Ustedes se han apartado del Señor y ahora él se apartará de ustedes.

44 Pero ellos avanzaron hacia las montañas a pesar de que ni el cofre ni Moisés salieron con ellos del campamento. 45 Entonces los amalecitas y los cananeos que vivían en las montañas cayeron sobre ellos y los atacaron y los persiguieron hasta el pueblo de Jormá donde los derrotaron totalmente.

Marcos 5:21-43

Una niña muerta y una mujer enferma

21 Cuando Jesús desembarcó en la otra orilla del lago, una enorme multitud se reunió a su alrededor. 22 De la multitud se adelantó un hombre que se postró a los pies de Jesús. Era Jairo, uno de los jefes de la sinagoga.

23 ―Señor —le suplicaba—, mi hija se está muriendo. Ven y pon tus manos sobre ella, porque yo sé que puedes hacer que viva.

24-25 Jesús lo acompañó. En medio de aquella multitud que se apretujaba a su alrededor, estaba una mujer que durante los últimos doce años había estado enferma con cierto tipo de derrame de sangre. 26 Hacía mucho que sufría en manos de los médicos, y a pesar de haber gastado todo lo que tenía, en vez de mejorar estaba peor. 27 Enterada de lo que Jesús hacía, se le acercó por detrás, entre la multitud, y le tocó el manto, 28 porque pensaba que al tocarlo, sanaría. 29 Y, en efecto, tan pronto como lo tocó, el derrame cesó y se sintió perfectamente bien.

30 Jesús se dio cuenta en seguida de que de él había salido poder; por eso se volvió y le preguntó a la multitud:

―¿Quién me tocó?

31 Sus discípulos le respondieron:

―¿Cómo se te ocurre preguntar quién te tocó si ves que todo el mundo te está apretujando?

32 Él siguió mirando a su alrededor en busca de quién lo había hecho.

33 La mujer, temblando de miedo y consciente de lo que le había pasado, se arrodilló delante de él y le confesó toda la verdad.

34 Jesús le dijo:

―Hija, tu fe te ha sanado; vete en paz, que ya no estás enferma.

35 Mientras decía esto, llegaron de la casa de Jairo a darle la noticia de que su hija había muerto y decirle que ya no era necesario que siguiera molestando al maestro. 36 Al darse cuenta, Jesús le dijo al jefe de la sinagoga:

―No temas. Sólo cree.

37 Y no permitió que nadie fuera con él sino Pedro y los hermanos Jacobo y Juan.

38 Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga y ver que había mucho alboroto y gran llanto y dolor, 39 Jesús les dijo a los que allí estaban:

―¿Por qué hacen tanto llanto y alboroto? La niña no está muerta; sólo está dormida.

40 La gente se rio de Jesús; pero Jesús les ordenó a todos que salieran y él, con el padre, la madre y los discípulos que lo acompañaban entró al cuarto en que reposaba la niña. 41 La tomó de la mano y le dijo:

―Talita cum (que significa: Levántate, niña).

42-43 En el mismo instante, la niña, de doce años de edad, se levantó y caminó. Jesús ordenó que le dieran de comer. La gente quedó muy admirada, pero Jesús les suplicó encarecidamente que no lo dijeran a nadie.

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