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Old/New Testament

Each day includes a passage from both the Old Testament and New Testament.
Duration: 365 days
Palabra de Dios para Todos (PDT)
Version
Jueces 19-21

El levita y su concubina

19 En ese tiempo en que Israel no tenía rey, hubo un levita que vivía en las montañas de Efraín. Ese hombre tenía una concubina que era de la ciudad de Belén en el territorio de Judá, pero un día la concubina se enojó con el levita y regresó a la casa de su papá en Belén de Judá. La mujer se quedó con el papá durante cuatro meses. Después de un tiempo, el levita fue a buscar a la mujer, quería hablar con ella para que regresara de nuevo con él. El levita llevó a su sirviente y sus burros hasta la casa del papá de la mujer. Al llegar al lugar, el papá de la mujer salió muy contento a saludar al levita y lo invitó a quedarse allí. El levita se quedó en la casa de su suegro durante tres días. Allí bebió, comió y durmió.

Al cuarto día, el levita se levantó temprano y empezó a preparar el viaje, pero el papá de la mujer le dijo:

—Come algo antes de viajar, luego podrás irte tranquilo.

Entonces se sentaron los dos y comieron y bebieron juntos, y el papá de la mujer le dijo al levita:

—Quédate esta noche con nosotros y pásala bien.

El levita se levantó para irse pero el suegro le insistió tanto que se quedó una noche más.

Al quinto día, el levita se levantó temprano y empezó a preparar el viaje, pero el suegro le dijo:

—Come algo, quédate hasta la tarde.

Y otra vez comieron y bebieron juntos.

El levita, la mujer y el sirviente se levantaron para irse, pero el suegro dijo:

—Ya es tarde, es mejor que se queden esta noche, pues está muy oscuro para viajar. Quédense esta noche y pásenla bien. Mañana pueden salir temprano para su casa.

10 Pero el levita no quería quedarse, así que se fue con la mujer y sus dos burros ensillados. Esa noche llegaron hasta la ciudad de Jebús, que es otro nombre de Jerusalén.

11 Ya era muy tarde y el sirviente le dijo al levita:

—Señor, entremos a este pueblo y pasemos aquí la noche.

12 El levita respondió:

—¡No! No podemos entrar a un pueblo que no es de Israel. Tenemos que ir hasta la ciudad de Guibeá[a]. 13 Sigamos andando hasta llegar a Guibeá o Ramá y allí pasaremos la noche.

14 Así que siguieron andando y el sol se ocultó cuando llegaron a Guibeá en el territorio de Benjamín. 15 Entonces entraron a Guibeá para pasar la noche allí. Llegaron hasta la plaza y se sentaron, pero nadie se acercó para invitarlos a pasar la noche en una casa. 16 Un anciano que venía de trabajar en el campo llegó a la plaza del pueblo. El anciano era de la región montañosa de Efraín, pero estaba viviendo como forastero en Guibeá. La gente de Guibeá era de la tribu de Benjamín. 17 El anciano vio al levita en la plaza y le dijo:

—¿A dónde vas y de dónde vienes?

18 El levita le respondió:

—Venimos desde Belén de Judá y vamos para la parte más lejana de la región montañosa de Efraín. Yo soy de Efraín, hace días viajé a Belén de Judá y ahora voy para mi casa[b] pero nadie nos ha ofrecido alojamiento. 19 Tenemos paja y granos para los burros y hay suficiente pan y vino para los tres que viajamos. No necesitamos nada.

20 El anciano dijo:

—No puedes pasar la noche en la plaza. Eres bienvenido en mi casa, yo me haré cargo de todo lo que necesites.

21 Entonces el anciano llevó a los tres viajeros a su casa, les dio comida a los burros y luego se lavaron los pies, comieron y bebieron.

22 Cuando todos estaban muy contentos, unos degenerados rodearon la casa y dando golpes en la puerta dijeron:

—Saca al hombre que tienes en tu casa, queremos tener relaciones sexuales con él.

23 El dueño de la casa salió y dijo:

—No hagan esa maldad. Este hombre es un invitado en mi casa. No cometan ese terrible pecado.[c] 24 Miren, aquí está mi hija que nunca ha tenido relaciones sexuales, y también está la concubina de este hombre. Pueden hacer lo que quieran con ellas, pero no cometan ese terrible pecado contra este hombre.

25 Pero los hombres no le hicieron caso. El levita fue a buscar a su mujer y la obligó a salir. Los degenerados la obligaron a tener relaciones sexuales y la torturaron toda la noche. A la madrugada la dejaron y le dijeron que se fuera. 26 La mujer fue a la casa del anciano y cayó rendida a la entrada. Ella estuvo ahí tirada hasta que salió el sol. 27 En ese momento, el levita abrió la puerta para salir y vio a la mujer ahí tendida en el suelo. 28 El levita le dijo a la mujer:

—Levántate y vámonos.

Pero la mujer no respondió, pues estaba muerta.

Entonces el levita levantó a la mujer y la puso sobre el lomo del burro para continuar el viaje. 29 Cuando llegaron a la casa, el levita tomó un cuchillo y cortó a la mujer en doce pedazos. Luego tomó los pedazos y envió cada uno por todo el territorio donde vivía el pueblo de Israel. 30 Todos los que veían eso decían: «Nunca antes había pasado algo así en Israel. Nunca habíamos visto algo semejante desde que llegamos de Egipto. Tenemos que pensar en esto y decidir qué vamos a hacer».

Guerra entre Israel y Benjamín

20 Todos los israelitas salieron como un solo hombre, desde Dan, Berseba y Galaad, se reunió la congregación ante el SEÑOR en Mizpa. Todos los líderes de todas las tribus de Israel llegaron a la reunión. Cada uno tenía su lugar en la reunión del pueblo de Dios. En total había 400 000 soldados con espadas. Los de la tribu de Benjamín se enteraron de la reunión de los israelitas en Mizpa. En la reunión, los israelitas dijeron al levita:

—Cuéntanos cómo sucedió eso tan terrible.

El levita respondió:

—Yo llegué con mi concubina a la ciudad de Guibeá, en el territorio de Benjamín. Allí pasamos la noche. Pero durante la noche los hombres de la ciudad llegaron a la casa donde yo estaba. Rodearon la casa porque querían matarme, abusaron de mi mujer y luego ella murió. Después yo traje a mi mujer y la corté en pedazos y mandé un pedazo a cada una de las tribus de Israel para que todos se enteraran de esta atrocidad que cometieron los de Benjamín contra nosotros. Ahora, les pido a ustedes israelitas que decidan lo que debemos hacer.

Entonces todos los que estaban allí se levantaron al mismo tiempo y dijeron:

—Ninguno de nosotros volverá a su tienda o a su casa. Lo que tenemos que hacer es echar a la suerte quiénes deberán atacar a Guibeá. 10 Vamos a tomar de entre todas las tribus de Israel diez hombres de cada 100, 100 hombres de cada 1000 y 1000 hombres de cada 10 000 para que consigan alimentos para el ejército. Luego el ejército ira a Guibeá, en el territorio de Benjamín para castigar a esa gente por esta ofensa que cometieron contra Israel.

11 Todos los hombres de Israel se reunieron en la ciudad de Guibeá y estuvieron de acuerdo con lo que tenían que hacer. 12 Las tribus de Israel enviaron hombres a la tribu de Benjamín con un mensaje. El mensaje decía: «¿Qué crimen es este que han cometido algunos de ustedes? 13 Entréguennos a esos perversos de Guibeá para matarlos. Tenemos que quitar el mal de Israel».

Pero los de Benjamín no prestaron atención al mensaje de sus hermanos de Israel. 14 Los hombres de la tribu de Benjamín salieron de sus casas para reunirse en Guibeá. Todos fueron a Guibeá para pelear contra los hombres de Israel. 15 En total había 26 000 soldados con espadas entre los hombres de Benjamín. Además en Guibeá había 700 hombres entrenados para la guerra 16 y 700 hombres especializados en combatir con la mano izquierda. Cada uno de ellos podía utilizar la honda con tal precisión que podía lanzar una piedra y acertar a un cabello sin fallar.

17 Por su parte, los israelitas tenían 400 000 guerreros listos para combatir. 18 Todos se prepararon y se fueron a Betel. Allí le pidieron a Dios que les mostrara cuál tribu de Israel debería atacar primero a la tribu de Benjamín. El SEÑOR les dijo que los de Judá serían los primeros.

19 Muy temprano en la mañana, los israelitas levantaron su campamento cerca de la ciudad de Guibeá. 20 Los hombres de Israel se alistaron para pelear y salieron a combatir al ejército de Benjamín en Guibeá. 21 También los hombres de Benjamín salieron a combatir y ese día mataron a 22 000 hombres de Israel en la batalla.

22 Los hombres de Israel fueron a lamentarse ante el SEÑOR hasta el anochecer. Pidieron al SEÑOR que les dijera si debían pelear otra vez contra sus hermanos del ejército de Benjamín. 23 El SEÑOR les respondió que debían pelear de nuevo. Entonces los hombres de Israel se animaron y fueron a pelear como lo habían hecho la primera vez.

24 El segundo día, los israelitas salieron otra vez a pelear contra los de Benjamín. 25 También el segundo día el ejército de Benjamín salió desde la ciudad de Guibeá para pelear contra el ejército de Israel. En esa batalla el ejército de Benjamín mató a 18 000 soldados de Israel. 26 Entonces todo el ejército de Israel fue a Betel a llorar y a lamentarse ante el SEÑOR. Ese día la pasaron sin comer nada hasta la noche. Luego hicieron ofrendas y sacrificios para festejar al SEÑOR. 27 Luego consultaron al SEÑOR, ya que en ese tiempo el cofre del pacto de Dios estaba en Betel. 28 Finés, hijo de Eleazar y nieto de Aarón, servía como sacerdote ante el cofre.

Los soldados de Israel le preguntaron:

—¿Debemos pelear otra vez contra nuestros hermanos de Benjamín? ¿Será mejor que no peleemos más?

El SEÑOR les respondió:

—Sí, deben pelear otra vez. Mañana yo les ayudaré a ganar contra el ejército de Benjamín.

29 Entonces el ejército de Israel mandó a algunos para que se escondieran alrededor de la ciudad de Guibeá. 30 Y al tercer día los soldados de Israel subieron a pelear contra los de Benjamín, como lo habían hecho antes. 31 Una vez más, los hombres de Benjamín salieron de Guibeá para pelear contra Israel. Los israelitas dejaron que los de Benjamín los persiguieran y salieran de la ciudad. Igual que las veces anteriores, los soldados de Benjamín empezaron a matar a algunos soldados de Israel. Mataron a 30 hombres en el campo y por los caminos hacia Betel y hacia Guibeá. 32 Los hombres de Benjamín creyeron que estaban ganando igual que antes, pero no era así. Los hombres de Israel salieron huyendo para que los enemigos creyeran que estaban ganando, pero en realidad los israelitas estaban haciéndolos salir de la ciudad e ir hacia los caminos. 33 Los israelitas que estaban escondidos salieron de sus escondites y se alistaron para combatir en Baal Tamar. Los que estaban escondidos al occidente de Guibeá salieron y atacaron la ciudad. 34 Los mejores 10 000 soldados de Israel atacaron la ciudad de Guibeá. La batalla fue muy dura y los hombres de Benjamín no sabían que estaban a punto de perder.

35 El SEÑOR ayudó al ejército de Israel a derrotar a los hombres de Benjamín. Ese día, el ejército de Israel mató 25 100 soldados de Benjamín. 36 Ya muy tarde los hombres de Benjamín entendieron que habían sido derrotados. Algunos israelitas esperaban cerca de Guibeá en emboscada, mientras otros se retiraban para darles oportunidad de atacar a la ciudad. 37 Los hombres que estaban escondidos entraron en la ciudad de Guibeá, invadieron la ciudad y mataron a espada a todos los que estaban allí. 38 Los soldados de Israel tenían una señal para comunicarse con los que estaban escondidos. Los que estaban escondidos debían hacer una gran nube de humo para avisar a los demás cuando hubieran atacado la ciudad.

39 Cuando los hombres que estaban huyendo vieran la señal de humo, debían regresar y enfrentarse contra los de Benjamín. Los hombres de Benjamín lograron matar 30 soldados de Israel y por eso pensaron que estaban ganando como en las otras ocasiones, 40 pero los soldados de Israel vieron la gran nube de humo. También los hombres de Benjamín vieron el humo y que la ciudad entera estaba en llamas. 41 Entonces los israelitas se enfrentaron a los hombres de Benjamín, los cuales se llenaron de terror y entendieron que estaban derrotados.

42 Los hombres de Benjamín salieron huyendo hacia el desierto, pero no pudieron escapar de los israelitas, y los que estaban en la ciudad salieron y los mataron. 43 Los hombres de Israel rodearon a los hombres de Benjamín y los persiguieron sin descansar hasta que los derrotaron en el área al oriente de la ciudad de Guibeá. 44 Los israelitas mataron a 18 000 valientes soldados de Benjamín.

45 Cuando los otros soldados de Benjamín corrieron hacia el desierto, llegaron a un lugar llamado la roca de Rimón, pero el ejército de Israel mató por el camino a 5000 soldados de Benjamín. Los soldados de Israel siguieron persiguiendo a los de Benjamín hasta llegar a Guidón. Allí mataron a otros 2000 hombres de Benjamín.

46 Ese día el ejército de Israel mató a 25 000 guerreros armados de espada de Benjamín. 47 Pero 600 soldados de Benjamín se escondieron en el desierto. Esos hombres llegaron hasta la roca de Rimón y se quedaron allí durante cuatro meses. 48 Los hombres de Israel regresaron al territorio de Benjamín y mataron a todos los que encontraban a su paso. Destruyeron todo lo que encontraron, mataron a todos los animales y quemaron todas las ciudades por donde pasaron.

Los de Benjamín consiguen esposas

21 Los hombres de Israel habían hecho una promesa cuando se reunieron en Mizpa. Prometieron que no dejarían que ninguna de sus hijas se casara con un hombre de Benjamín.

Los israelitas fueron a Betel, clamaron y lloraron amargamente ante Dios hasta la noche. Todos decían: «SEÑOR, el Dios de Israel, ¿por qué ha sucedido todo esto? ¿Por qué se quedó Israel sin una de sus tribus?»

Al día siguiente todos se levantaron muy temprano y construyeron un altar. Pusieron en el altar ofrendas que deben quemarse completamente y sacrificios como ofrendas para festejar. Luego los israelitas dijeron: «¿Hay alguna tribu de Israel que no haya venido a reunirse con nosotros ante el SEÑOR?» Hicieron esta pregunta porque antes habían hecho una promesa muy importante. La promesa era que matarían al que no se reuniera con las demás tribus ante el SEÑOR en Mizpa.

Los hombres de Israel sintieron pesar por sus hermanos de Benjamín y dijeron: «Hoy se ha cortado de Israel una de sus tribus. Nosotros prometimos por el SEÑOR que no dejaríamos que nuestras hijas se casaran con los hombres de Benjamín. Ahora, ¿qué podemos hacer por los que todavía quedan para que puedan tener familia otra vez?»

Entonces volvieron a preguntar: «¿Hay alguna tribu que no haya ido al encuentro que tuvimos con el SEÑOR en Mizpa? ¡Tiene que haber alguna que no haya estado!» Y se acordaron que ningún hombre de la ciudad de Jabés Galaad había estado en la reunión con las otras tribus de Israel. Cuando pasaron lista, se dieron cuenta que no había nadie de allí. 10 Entonces enviaron 12 000 soldados a esa ciudad con esta orden: «Lleven sus espadas y maten a todos los habitantes de esa ciudad, incluyendo mujeres y niños. 11 Maten a todos los hombres y a todas las mujeres que no sean vírgenes, pero no le hagan daño a las vírgenes». Los soldados cumplieron esa orden,[d] 12 encontraron 400 mujeres vírgenes y las llevaron al campamento de Siló en Canaán.

13 Luego los hombres de Israel mandaron un mensaje a los hombres de Benjamín que estaban en un lugar llamado la roca de Rimón. En el mensaje a los hombres de Israel decían que querían hacer las paces. 14 Entonces los hombres de Benjamín regresaron a Israel y los israelitas les dieron a las mujeres que habían traído de Jabés Galaad. Pero no hubo suficientes mujeres para todos los hombres de Benjamín.

15 Los israelitas sentían lástima por los de Benjamín, porque el SEÑOR los había separado de las otras tribus de Israel. 16 Los ancianos líderes de Israel dijeron: «Han matado a las mujeres de la familia de Benjamín. Ahora ¿dónde podremos encontrar esposas para los hombres de Benjamín que todavía están vivos? 17 Los hombres de Benjamín deben tener hijos para que siga existiendo esa tribu y para que no se acabe ninguna tribu de Israel. 18 Pero nosotros no podemos darles nuestras hijas para que se casen, pues hicimos una promesa. Nosotros prometimos que le pasaría algo muy malo a quien diera una esposa a un hombre de Benjamín. 19 Pero tenemos una idea: Estamos en la época de la fiesta en honor al SEÑOR. Esta fiesta se celebra cada año en Siló. La ciudad de Siló queda al norte de la ciudad de Betel, al oriente del camino que comunica a Betel con Siquén, y al sur de la ciudad de Leboná».

20 Entonces, los ancianos líderes hablaron con los hombres de Benjamín sobre la idea y dijeron: «¡Escóndanse en los viñedos y estén atentos! 21 Esperen a que salgan al baile las mujeres de Siló y luego salgan ustedes. Cada uno puede tomar una mujer y llevarla al territorio de Benjamín para casarse con ella. 22 Los padres o los hermanos de esas mujeres vendrán a quejarse con nosotros pero les diremos: “¡Tengan piedad con los hombres de Benjamín, permítanles casarse con esas mujeres! Durante la guerra no pudimos conseguir esposas para cada uno de ellos y como ustedes no les entregaron voluntariamente las mujeres, ustedes no rompieron su promesa”».

23 Los hombres de Benjamín siguieron el consejo de los ancianos. Cada uno se casó con una de las bailarinas y se fueron. Ellos regresaron a su tierra, construyeron ciudades y vivieron en ellas. 24 Después, cada uno de los hombres de Israel regresó a su respectiva familia y a su respectivo hogar.

25 En ese tiempo Israel no tenía rey y cada uno hacía lo que mejor le parecía.

Lucas 7:31-50

31 «¿Con quién puedo comparar a la gente de esta generación? ¿Cómo son ellos? 32 Son como muchachos sentados en la plaza que se gritan unos a otros:

»“¡Nosotros tocamos la flauta,
    pero ustedes no bailaron.
Cantamos una canción triste,
    pero ustedes no lloraron!”

33 Porque vino Juan el Bautista, quien no comía pan ni bebía vino como los demás, pero ustedes dicen: “Tiene un demonio”. 34 Ha venido el Hijo del hombre que come y bebe como los demás, pero ustedes dicen: “Miren, es comilón, borracho y amigo de los cobradores de impuestos y de los pecadores”. 35 Pero la sabiduría divina se comprueba por la vida de todos los que la siguen».

Jesús y una mujer perdonada

36 Uno de los fariseos invitó a Jesús a comer, así que él fue a la casa del fariseo y ocupó su lugar en la mesa. 37 Había en el pueblo una mujer de mala vida. Cuando se enteró de que Jesús estaba comiendo en la casa del fariseo, le llevó un frasco de alabastro con perfume en aceite. 38 Se colocó detrás de Jesús, llorando a sus pies y empezó a mojarle los pies con sus lágrimas. Los secó con su cabello, los besó y los ungió con el perfume en aceite.

39 Al ver esto, el fariseo que había invitado a Jesús a comer se dijo a sí mismo: «Si este hombre fuera un profeta, sabría qué clase de mujer es esta que lo está tocando. Sabría que es una pecadora». 40 Entonces Jesús respondiendo a lo que el fariseo estaba pensando, dijo:

—Simón, tengo algo que decirte.

Simón le dijo:

—Dime, Maestro.

41 Jesús dijo:

—Dos hombres tenían una deuda con un prestamista. Uno le debía 500 monedas de plata y el otro le debía 50. 42 Ninguno de los dos tenía dinero y no podían pagar la deuda, así que como no podían pagar, les perdonó la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?

43 Simón respondió:

—Me imagino que al que más le perdonó.

Él le dijo:

—Tienes razón.

44 Jesús miró a la mujer y le dijo a Simón:

—¿Ves a esta mujer? Vine a tu casa y no me diste agua para lavarme los pies, mientras que ella los ha mojado con sus lágrimas y los ha secado con su cabello. 45 Tú no me saludaste de beso, pero desde que llegué, ella no ha cesado de besarme los pies. 46 No me diste aceite para arreglarme el cabello, pero ella ungió mis pies con perfume en aceite. 47 Te digo que se puede ver que sus muchos pecados le han sido perdonados y por eso ahora me demostró mucho amor. Pero al que poco se le perdona, poco ama.

48 Entonces Jesús le dijo a la mujer:

—Tus pecados son perdonados.

49 Los que estaban comiendo con ellos se dijeron a sí mismos:

—¿Quién es este hombre que se atreve a perdonar pecados?

50 Pero Jesús le dijo a la mujer:

—Tu fe te has salvado, vete en paz.

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