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Old/New Testament

Each day includes a passage from both the Old Testament and New Testament.
Duration: 365 days
Traducción en lenguaje actual (TLA)
Version
Números 20-22

Los israelitas protestan contra Dios

20 Era el mes de Abib[a] cuando el pueblo de Israel llegó a Cadés, en el desierto de Sin. Allí se quedaron por algún tiempo, y allí murió María y fue enterrada.

Como en ese lugar no había agua, el pueblo se reunió para hablar mal de Moisés y de Aarón. A Moisés le reclamaban:

«¡Mejor nos hubiéramos muerto cuando Dios castigó a nuestros parientes! 4-5 ¡Nos trajiste de Egipto, a nosotros y a nuestros ganados, tan sólo para hacernos morir en este desierto! ¿Para qué nos trajiste a este lugar tan horrible? ¡Aquí no podemos sembrar higos, ni viñas, ni granadas! ¡Ni siquiera tenemos agua para beber!»

Moisés y Aarón se apartaron de la gente y se fueron al santuario. Allí, en la entrada, se inclinaron hasta tocar el suelo con la cara, y Dios se presentó con toda su gloria. Le dijo a Moisés:

«Toma tu vara, y pídele a tu hermano Aarón que te ayude a reunir a todo el pueblo. Luego, en presencia de todos, ordénale a la roca que les dé agua. Y sacarás agua de la roca, y beberá todo el pueblo y su ganado».

Moisés hizo lo que Dios le mandó, y tomó la vara que estaba en presencia de Dios. 10 Luego Moisés y Aarón reunieron delante de la roca a toda la gente, y Moisés les dijo: «¡Óiganme bien, rebeldes! ¿Acaso quieren que saquemos agua de esta roca para que ustedes beban?»

11 Mientras decía esto, Moisés golpeó dos veces la roca con la vara, ¡y empezó a salir tanta agua que toda la gente y su ganado bebieron!

12 Pero Dios les dijo a Moisés y a Aarón: «Ustedes no creyeron en mí, ni me honraron delante de los israelitas. Por eso, no entrarán con ellos al territorio que les voy a dar».

13 Esto sucedió en Meribá, que significa «queja». Y es que allí los israelitas se quejaron contra Dios, y él les mostró que es un Dios santo.

El rey de Edom

14 Cuando el pueblo de Israel estaba en Cadés, Moisés envió al rey de Edom este mensaje:

—Los israelitas somos parientes tuyos. Tú bien sabes que hemos tenido muchos problemas. 15 Hace mucho tiempo, nuestros familiares se fueron a vivir a Egipto. Pero los egipcios los trataron muy mal, lo mismo que a nosotros. 16 Entonces le pedimos ayuda a Dios, y él nos escuchó y mandó a un ángel para que nos sacara de Egipto. Y aquí nos tienes ahora. Estamos en la ciudad de Cadés, en la frontera misma de tu país.

17 »Un favor te pedimos. Déjanos pasar por tu territorio. Te prometemos no pasar por los campos sembrados, ni por los viñedos, ni tomar agua de tus pozos. Seguiremos derecho, sin apartarnos del camino principal, hasta que hayamos salido de tu territorio.

18 Pero el rey de Edom les contestó:

—¡Ni se atrevan a entrar en mi país! Si lo hacen, le ordenaré a mi ejército que los ataque.

19 Los israelitas insistieron:

—Te prometemos no apartarnos del camino principal. Y en caso de que alguno de nosotros, o nuestro ganado, llegue a beber agua de tus pozos, te la pagaremos. Lo único que queremos es pasar por tu territorio.

Pero el rey de Edom les respondió:

20 —¡Ya les dije que no los voy a dejar pasar!

Y salió el rey con un ejército muy bien armado, y se plantó frente a los israelitas 21 para no dejarlos pasar por su territorio. Y no le quedó al pueblo de Israel más remedio que buscar otro camino.

Aarón muere en el monte Hor

22 Los israelitas salieron de Cadés y se fueron hacia el monte Hor, 23 a un lado del país de Edom. Estando allí, Dios les dijo a Moisés y a Aarón:

24 «Aarón ya está por morirse, y no va a entrar en el país que les di a los israelitas, ya que en Meribá ustedes no confiaron en mí, sino que me desobedecieron. 25 Tú, Moisés, toma a Aarón y a su hijo Eleazar, y llévalos a la parte más alta del monte Hor. 26 Allí morirá Aarón. Cuando haya muerto, le quitarás su ropa de sacerdote y se la pondrás a Eleazar».

27 Y Moisés hizo lo que Dios le mandó. Todo el pueblo los vio subir al monte Hor. 28 Y cuando Aarón murió, Moisés le quitó su ropa de sacerdote y se la puso a su hijo Eleazar. Después de eso, Moisés y Eleazar bajaron del monte.

29 Cuando el pueblo se enteró de que Aarón había muerto, lloró por él durante treinta días.

Israel conquista y destruye Hormá

21 Había en el desierto del sur un rey cananeo que vivía en la ciudad de Arad. Cuando este rey supo que los israelitas venían por el camino de Atarim, los atacó y se llevó presos a algunos de ellos.

Entonces los israelitas oraron a Dios y le hicieron esta promesa: «Si nos ayudas a vencer a ese rey y a su pueblo, nosotros destruiremos por completo todas sus ciudades».

Dios les concedió lo que pidieron, y los ayudó a vencer a sus enemigos. Así fue como los israelitas mataron a los cananeos y destruyeron todas sus ciudades. Por eso llamaron a ese lugar Hormá.[b]

La serpiente de bronce

Del monte Hor los israelitas se fueron hacia el Mar de los Juncos, pero evitaron pasar por el territorio de Edom. En el camino, la gente se desesperó y comenzó a protestar contra Dios. Le decían a Moisés: «¿Para qué nos sacaste de Egipto? ¿Sólo para darnos muerte en el desierto? ¡No tenemos pan ni agua, y ya estamos cansados de esa comida tan desabrida!»

Entonces Dios les mandó serpientes venenosas, para que los mordieran. La gente que era mordida se moría, y fueron muchos los que murieron. Por eso fueron a decirle a Moisés: «Reconocemos que no hemos hecho bien al protestar contra Dios y contra ti. ¡Por favor, pídele a Dios que se lleve de aquí las serpientes!»

Moisés le pidió a Dios que perdonara a los israelitas, y Dios le contestó: «Haz una serpiente de bronce y ponla en un asta. Si alguna serpiente los muerde, diles que miren a la serpiente de bronce y sanarán».

Y así sucedió. Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso en un asta. Y cuando alguna serpiente mordía a alguien, esa persona miraba a la serpiente de bronce y así no le pasaba nada.

Los israelitas siguen su camino

10 Los israelitas siguieron su camino, y llegaron a Obot. 11 De allí se fueron al este del territorio de Moab y acamparon en un lugar llamado Iié-abarim, que está en el desierto. 12 Más tarde acamparon en el arroyo Zéred, 13 y de allí se fueron al otro lado del río Arnón. Ese río separa el territorio de Moab del territorio de los amorreos, y está en pleno desierto. 14 Acerca de esto, en el Libro de las Guerras de Dios hay un texto que dice:

«Viajamos por Vaheb,
en el territorio de Sufá,
y por los arroyos del río Arnón.
15 También bordeamos los arroyos
que llegan hasta el territorio de Ar
y que están en la frontera de Moab».

16 Del río Arnón, los israelitas se fueron a un lugar llamado Pozo. Allí está el pozo donde, por órdenes de Dios, Moisés reunió a los israelitas y les dio a beber agua. 17 Ese día los israelitas cantaron:

«¡Que brote agua del pozo!
¡Nosotros le cantaremos canciones!
18 Ese pozo lo hicieron los príncipes,
con sus varas y sus bastones».

Cuando se fueron del desierto, los israelitas pasaron por Mataná, 19 Nahaliel, Bamot 20 y por el valle que está en el territorio de Moab. Finalmente, llegaron a la cumbre del monte Pisgá, desde donde se ve el desierto.

Los israelitas vencen al rey Sihón

21 Los israelitas le enviaron este mensaje a Sihón, que era rey de los amorreos:

22 «Por favor, déjenos usted pasar por su territorio. Le prometemos no meternos en sus campos sembrados ni en sus viñedos, ni beber agua de sus pozos. Nos mantendremos en el camino principal hasta salir de su país».

23 Pero el rey Sihón, en vez de darles permiso de cruzar su país, reunió a su ejército y atacó a los israelitas en el desierto, cerca del pueblo llamado Jahas. 24-25 Pero los israelitas lo vencieron y se adueñaron de todo el país.

Así fue como los israelitas se quedaron a vivir en todas las ciudades amorreas, es decir, en Hesbón y en todas las ciudades que hay entre el río Arnón y el río Jaboc. En este río empieza el país de los amonitas, que está bien vigilado por su ejército. 26 En Hesbón vivía el rey Sihón, que había estado en guerra con el anterior rey de Moab y le había quitado todo ese territorio, hasta el río Arnón. 27 Como dice la canción:

«¡Reconstruyan y arreglen Hesbón,
la ciudad capital del rey Sihón!

28 »Desde Hesbón salió un fuego
y quemó todo el territorio;
desde Ar, en el territorio de Moab,
hasta las alturas del Arnón.

29 »¡Pobre de ti, Moab!
¡Qué mal te fue,
pueblo del dios Quemós!
Ese dios dejó que el rey Sihón
se llevara presos a tus hijos
y también a tus hijas.

30 »Todo Hesbón quedó destruido;
de Dibón a Nófah,
todo quedó en ruinas.
¡Hasta Medebá llegó el fuego!»

31 Así fue como los israelitas se quedaron a vivir en el territorio de los amorreos.

Israel vence al rey de Basán

32 Moisés envió espías a la ciudad de Jazer. Y los israelitas conquistaron esa ciudad y todos los pueblos cercanos, y echaron fuera a todos los amorreos que allí vivían. 33 Después se fueron al territorio de Basán, pero el rey Og fue a Edrei con todo su ejército para pelear contra ellos.

34 Entonces Dios le dijo a Moisés:

«No le tengas miedo a Og. Con mi ayuda, lo vas a vencer a él y a todo su ejército. Pero quiero que hagas con él lo mismo que hiciste con Sihón, el rey amorreo».

35 Así fue como los israelitas mataron a Og, a su ejército y a toda su gente, y se quedaron a vivir en su país.

La historia de Balac y Balaam

22 Los israelitas continuaron su viaje y pusieron su campamento en el valle de Moab, que está al este del río Jordán, frente a Jericó. 2-4 Balac hijo de Sipor, era el rey de Moab.

Cuando Balac supo todo lo que los israelitas les habían hecho a los amorreos, él y todo el pueblo de Moab se llenaron de miedo, pues los israelitas eran muchísimos. Entonces, la gente de Moab mandó a llamar a los jefes madianitas, y les dijeron: «Los israelitas van a acabar con todo lo que tenemos, como las vacas acaban con el pasto del campo».

En aquel tiempo, Balaam hijo de Beor vivía con su familia en Petor, ciudad que estaba junto al río Éufrates. Balac envió a los jefes de su país con este mensaje para Balaam:

«Un pueblo enorme que huyó de Egipto ha acampado frente a nuestro territorio, y es demasiado poderoso para nosotros. ¿Podrías venir para echarles una maldición? Yo sé que cuando tú bendices a alguien, le va bien, y que cuando lo maldices, le va mal en todo. Por favor, ven y maldice al pueblo de Israel. Tal vez yo pueda vencerlo y expulsarlo de este territorio».

Los líderes de Moab y de Madián le llevaron el mensaje a Balaam. También le llevaron dinero para que maldijera a los israelitas. Y Balaam les dijo: «Quédense aquí esta noche. Mañana les diré lo que Dios quiere que yo haga».

Así lo hicieron. Esa noche Dios se le apareció a Balaam y le preguntó:

—¿Quiénes son esos hombres que están contigo?

10 Balaam contestó:

—Vienen de Moab; son mensajeros del rey Balac. 11 El rey los ha mandado aquí para que yo eche una maldición sobre un pueblo que se escapó de Egipto. Puesto que acamparon frente al territorio de Moab, el rey quiere expulsarlos de allá.

12 Entonces Dios le ordenó a Balaam:

—No vayas con esos hombres, ni le eches la maldición a ese pueblo, pues yo haré que le vaya bien en todo.

13 Al día siguiente, Balaam se levantó y les dio a aquellos hombres el mensaje que Dios le había dado: «Regresen a su país, porque Dios no me deja ir con ustedes».

14 Los jefes de Moab regresaron y le dijeron a Balac que Balaam no había querido venir con ellos.

15 Entonces Balac envió a un grupo grande de los jefes más importantes de Moab. 16 Cuando llegaron a donde estaba Balaam, le dieron el mensaje del rey: «Ven de inmediato; no te resistas. 17 Si maldices a ese pueblo, te pagaré todo el dinero que quieras y te haré muy importante».

18 Pero a pesar de eso, Balaam dijo:

«Aunque Balac me ofrezca su palacio repleto de oro y de plata, no haré lo que me pide. ¡No puedo desobedecer al Dios de Israel! 19 Quédense aquí esta noche, y veremos qué me pide hacer Dios».

20 Esa noche Dios le dijo a Balaam: «Si esos hombres quieren que vayas con ellos, ve; pero sólo harás lo que yo te diga».

21 Balaam se levantó muy temprano, ensilló su burra y se fue con los jefes de Moab. 22 Pero Dios se enojó mucho con Balaam por haberse ido con ellos. Por eso, el ángel de Dios se puso en medio del camino para no dejarlo pasar.

Balaam iba montado en su burra, y sus dos ayudantes iban con él. 23 Cuando la burra vio al ángel de Dios, parado en el camino y listo para atacar a Balaam con una espada, se salió del camino. Sin pensarlo más, Balaam le pegó a la burra para que regresara al camino.

24 Entonces el ángel de Dios se puso en un camino muy angosto, en medio de los muros de piedra de dos viñedos. 25 Cuando la burra vio al ángel, se hizo a un lado y le aplastó a Balaam el pie contra el muro. Entonces Balaam volvió a pegarle.

26 Luego el ángel se adelantó y se plantó en un lugar tan angosto que nadie podía moverse ni a un lado ni al otro. 27 Cuando la burra vio al ángel, se echó al suelo y ya no quiso dar ni un paso más. Balaam se enojó muchísimo y golpeó a la burra con un palo. 28 En ese momento, Dios hizo que la burra hablara y le dijera a Balaam:

—¿Qué te he hecho? ¿Por qué me golpeaste tres veces?

Balaam respondió:

29 —¡Te burlaste de mí! ¡Si tuviera una espada en la mano, te mataría ahora mismo!

30 La burra replicó:

—¡Yo soy tu burra! ¡Toda la vida te he llevado por todos lados, y nunca te he tratado mal, como hoy lo has hecho conmigo!

—Tienes razón —contestó Balaam.

31 En ese mismo instante, Dios permitió que Balaam viera al ángel, parado en el camino y listo para atacarlo con su espada. Balaam, entonces, se arrodilló hasta tocar el suelo con su frente, 32 y el ángel de Dios le dijo:

—¿Por qué golpeaste a tu burra tres veces? Yo fui quien te cerró el camino, porque no me parece que debas ir a Moab. 33 Si tu burra no me hubiera visto ni se hubiera parado tres veces, ya te habría matado, y a ella la habría dejado con vida.

34 Balaam respondió:

—Perdóneme, Señor. Me he portado muy mal. Yo no sabía que usted intentaba detenerme en el camino. Si usted no quiere que vaya a Moab, ahora mismo regresaré a mi casa.

35 Y el ángel de Dios le contestó:

—Ve con ellos, pero sólo vas a decir lo que yo te diga.

Balaam se fue entonces con los jefes que había enviado Balac. 36 Cuando Balac supo que Balaam se acercaba, salió a recibirlo a un pueblo en la frontera norte del país. 37 Allí Balac le dijo a Balaam:

—¿Por qué no viniste cuando te llamé? ¿Creíste que no te daría lo que te ofrecí?

38 Y Balaam contestó:

—Aquí me tienes, pero sólo diré lo que Dios me ordene.

39 Y Balaam fue con Balac a Quiriat-husot. 40 Allí Balac presentó bueyes y ovejas como ofrenda a Dios, e hizo un banquete para Balaam y los mensajeros.

41 Al otro día, Balac llevó a Balaam a Bamot-baal. Desde allí se podía ver parte del campamento de los israelitas.

Marcos 7:1-13

Lo que realmente ensucia

1-4 Los judíos, y en especial los fariseos, siguen la costumbre de sus antepasados, de no comer sin antes lavarse las manos debidamente. Cuando llegan a sus casas después de haber ido al mercado, no comen nada de lo que compran allí sin antes lavarlo bien.[a]

Cierto día, se acercaron a Jesús algunos fariseos y maestros de la Ley que habían venido de Jerusalén. Al ver que los discípulos de Jesús comían sin lavarse las manos,[b] comenzaron a criticarlos. Y le preguntaron a Jesús:

—¿Por qué tus discípulos no siguen las costumbres que desde hace mucho han practicado nuestros antepasados? ¿Por qué comen sin haberse lavado las manos?

Jesús les respondió:

—¡Ustedes son unos hipócritas! Dios tenía razón cuando dijo por medio del profeta Isaías:

“Este pueblo dice que me obedece,
pero en verdad nunca piensa en mí.
De nada sirve que ustedes me alaben,
pues inventan reglas
y luego las enseñan
diciendo que yo las ordené.”

»Ustedes desobedecen los mandamientos de Dios para poder seguir enseñanzas humanas. Han aprendido muy bien la manera de rechazar los mandamientos de Dios para seguir sus propias enseñanzas. 10 Porque Moisés dijo: “Obedezcan y cuiden a su padre y a su madre”. Y también dijo: “El que maldiga a su padre o a su madre tendrá que morir.” 11-12 Sin embargo, ustedes enseñan que un hijo no tiene la obligación de ayudar a sus padres si les dice: “No puedo ayudarlos, porque todo lo que tengo se lo he ofrecido a Dios.”[c] 13 De esa manera, desobedecen los mandamientos de Dios para seguir sus propias enseñanzas. Y hacen muchas otras cosas parecidas a ésta.