Old/New Testament
14 ¶ Y conociendo Joab hijo de Sarvia, que el corazón del rey estaba por Absalón,
2 envió Joab a Tecoa, y tomó de allá una mujer astuta, y le dijo: Yo te ruego que te enlutes, y te vistas de ropas de luto, y no te unjas con óleo, antes sé como mujer que hace mucho tiempo que trae luto por algún muerto;
3 y entrando al rey, habla con él de esta manera. Y puso Joab las palabras en su boca.
4 Entró pues aquella mujer de Tecoa al rey, y postrándose en tierra sobre su rostro adoró, y dijo: Oh rey, salve.
5 Y el rey dijo: ¿Qué tienes? Y ella respondió: Yo soy una mujer viuda y mi marido ha muerto.
6 Y tu esclava tenía dos hijos y los dos riñeron en el campo; y no habiendo quien los separara, hirió el uno al otro, y lo mató.
7 Y he aquí toda la parentela se ha levantado contra tu esclava, diciendo: Entrega al que mató a su hermano, para que le hagamos morir por la vida de su hermano a quien él mató, y quitemos también el heredero. Así apagarán el ascua que me ha quedado, no dejando a mi marido nombre ni reliquia sobre la tierra.
8 Entonces el rey dijo a la mujer: Vete a tu casa, que yo mandaré acerca de ti.
9 Y la mujer de Tecoa dijo al rey: Rey señor mío, la iniquidad sea sobre mí y sobre la casa de mi padre; mas el rey y su trono sin culpa.
10 Y el rey dijo: Al que hablare contra ti, tráelo a mí, que no te tocará más.
11 Dijo ella entonces: Te ruego, oh rey, que te acuerdes del SEÑOR tu Dios, que no dejes a los vengadores {Heb. redentores} de la sangre aumentar el daño con destruir a mi hijo. Y él respondió: Vive el SEÑOR, que no caerá ni un cabello de la cabeza de tu hijo en tierra.
12 Y la mujer dijo: Te ruego que hable tu criada una palabra a mi señor el rey. Y él dijo: Habla.
13 Entonces la mujer dijo: ¿Por qué pues piensas tú otro tanto contra el pueblo de Dios? Que hablando el rey esta palabra, es como culpado, por cuanto el rey no hace volver a su fugitivo.
14 Porque de cierto morimos, y somos como aguas derramadas por tierra, que no pueden volver a recogerse; ni Dios hace acepción de personas, mas busca la manera para no echar de si al desechado.
15 Y que yo he venido ahora para decir esto al rey mi señor, es porque el pueblo me ha puesto miedo. Mas tu esclava dijo en si: Hablaré ahora al rey; por ventura hará el rey la palabra de su esclava.
16 Pues el rey oirá, para librar a su esclava de mano del hombre que me quiere raer a mí, y a mi hijo juntamente, de la heredad de Dios.
17 Tu esclava pues dice: Que sea ahora la respuesta de mi señor el rey para descanso; pues que mi señor el rey es como un ángel de Dios para discernir el bien y el mal, y el SEÑOR tu Dios sea contigo.
18 Entonces el rey respondió, y dijo a la mujer: Yo te ruego que no me encubras nada de lo que yo te preguntare. Y la mujer dijo: Hable mi señor el rey.
19 Y el rey dijo: ¿No ha sido la mano de Joab contigo en todas estas cosas? Y la mujer respondió y dijo: Por la vida de tu alma, rey señor mío, que no hay que apartarse a derecha ni a izquierda de todo lo que mi señor el rey ha hablado; porque tu esclavo Joab, él me mandó, y él puso en boca de tu esclava todas estas palabras;
20 y que trocara la forma de las palabras, Joab tu esclavo lo ha hecho; mas mi señor es sabio, conforme a la sabiduría de un ángel de Dios, para saber lo que se hace en la tierra.
21 ¶ Entonces el rey dijo a Joab: He aquí yo hice esto; por tanto ve, y haz volver al joven Absalón.
22 Y Joab se postró en tierra sobre su rostro, y adoró, y bendijo al rey, y dijo: Hoy ha entendido tu esclavo que he hallado gracia en tus ojos, rey señor mío; pues que ha hecho el rey la palabra de su esclavo.
23 Se levantó luego Joab, y fue a Gesur, y volvió a Absalón a Jerusalén.
24 Mas el rey dijo: Váyase a su casa, y no vea mi rostro. Y Absalón volvió a su casa, y no vio el rostro del rey.
25 Y no había varón en todo Israel tan hermoso como Absalón, de alabar en gran manera; desde la planta de su pie hasta la coronilla no había en él defecto.
26 Y cuando se afeitaba la cabeza (lo cual lo afeitaba al fin de cada año, pues le causaba molestia, y por eso se lo afeitaba), pesaba el cabello de su cabeza doscientos siclos según el peso del rey.
27 Y le nacieron a Absalón tres hijos, y una hija que se llamó Tamar, la cual era hermosa de ver.
28 ¶ Y estuvo Absalón por espacio de dos años en Jerusalén, y no vio el rostro del rey.
29 Y mandó Absalón por Joab, para enviarlo al rey; mas no quiso venir a él; ni aunque envió por segunda vez, quiso él venir.
30 Entonces dijo a sus esclavos: Bien sabéis las tierras de Joab junto a mi lugar, donde tiene sus cebadas; id, y prenderles fuego; y los esclavos de Absalón prendieron fuego a las tierras.
31 Se levantó por tanto Joab, y vino a Absalón a su casa, y le dijo: ¿Por qué han puesto fuego tus esclavos a mis tierras?
32 Y Absalón respondió a Joab: He aquí, yo he enviado por ti, diciendo que vinieras acá, a fin de enviarte yo al rey a que le dijeras: ¿Para qué vine de Gesur? Mejor me fuera estar aún allá. Vea yo ahora la cara del rey; y si hay en mí iniquidad, máteme.
33 Vino, pues, Joab al rey, y se lo hizo saber. Entonces llamó a Absalón, el cual vino al rey, e inclinó su rostro a tierra delante del rey; y el rey besó a Absalón.
15 ¶ Aconteció después de esto, que Absalón se hizo de carros y gente de a caballo, y cincuenta que corrieran delante de él.
2 Y se levantaba Absalón de mañana, y se ponía a un lado del camino de la puerta; y a cualquiera que tenía pleito y venía al rey a juicio, Absalón le llamaba a sí, y le decía: ¿De qué ciudad eres? Y él respondía: Tu esclavo es de una de las tribus de Israel.
3 Entonces Absalón le decía: Mira, tus palabras son buenas y justas; mas no tienes quien te oiga por el rey.
4 Y decía Absalón: ¡Quién me pusiera por juez en la tierra, para que vinieran a mí todos los que tienen pleito o negocio, que yo les haría justicia!
5 Y acontecía que, cuando alguno se llegaba para inclinarse a él, él extendía su mano, y lo tomaba, y lo besaba.
6 Y de esta manera hacía con todo Israel que venía al rey a juicio; y así robaba Absalón el corazón de los de Israel.
7 ¶ Y al finalizar un periodo predeterminado de cuarenta años aconteció que Absalón dijo al rey: Yo te ruego me permitas que vaya a Hebrón, a pagar mi voto que he prometido al SEÑOR.
8 Porque tu esclavo hizo voto cuando estaba en Gesur en Siria, diciendo: Si el SEÑOR me volviere a Jerusalén, yo serviré al SEÑOR.
9 Y el rey dijo: Ve en paz. Y él se levantó, y se fue a Hebrón.
10 Pero envió Absalón espías por todas las tribus de Israel, diciendo: Cuando oyereis el sonido del shofar, diréis: Absalón reina en Hebrón.
11 Y fueron con Absalón doscientos hombres de Jerusalén por él convidados, los cuales iban en su integridad, sin saber nada.
12 También envió Absalón por Ahitofel, el gilonita, del consejo de David, a Gilo su ciudad, mientras hacía sus sacrificios. Y fue hecha una grande conjuración, y el pueblo con Absalón se iba aumentando.
13 ¶ Y vino el aviso a David, diciendo: El corazón del varón de Israel se va tras Absalón.
14 Entonces David dijo a todos sus esclavos que estaban con él en Jerusalén: Levantaos, y huyamos, porque no podremos escapar de otra manera delante de Absalón; daos prisa a andar, no sea que apresurándose él nos alcance, y arroje el mal sobre nosotros, y hiera la ciudad a filo de espada.
15 Y los esclavos del rey dijeron al rey: He aquí, tus esclavos están listos a todo lo que nuestro señor el rey eligiere.
16 El rey entonces salió, con toda su casa a pie; y dejó el rey diez mujeres concubinas para que guardaran la casa.
17 Salió, pues, el rey con todo el pueblo a pie, y se pararon en un lugar distante.
18 Y todos sus esclavos pasaban a su lado, y todos los cereteos y peleteos; y todos los geteos, seiscientos hombres que habían venido a pie con él desde Gat, iban delante del rey.
19 Y dijo el rey a Itai, el geteo: ¿Para qué vienes tú también con nosotros? Vuélvete y quédate con el rey; porque tú eres extranjero, y desterrado también de tu lugar.
20 ¿Ayer viniste, y he de hacer hoy que mudes lugar para ir con nosotros? Yo voy como voy; tú vuélvete, y haz volver a tus hermanos; en ti hay misericordia y verdad.
21 Y respondió Itai al rey, diciendo: Vive Dios, y vive mi señor el rey, que, o para muerte o para vida, donde mi señor el rey estuviere, allí estará también tu esclavo.
22 Entonces David dijo a Itai: Ven pues, y pasa. Y pasó Itai, el geteo, y todos sus varones, y todos sus pequeños.
23 Y todos los de la tierra lloraron en alta voz; y pasó todo el pueblo el arroyo de Cedrón; y después pasó el rey, y todo el pueblo pasó, al camino que va al desierto.
24 ¶ Y he aquí, también iba Sadoc, y con él todos los levitas que llevaban el arca del pacto de Dios; y asentaron el arca del pacto de Dios. Y subió Abiatar después que hubo acabado de salir de la ciudad todo el pueblo.
25 Pero dijo el rey a Sadoc: Vuelve el arca de Dios a la ciudad; que si yo hallare gracia en los ojos del SEÑOR, él me volverá, y me hará ver a ella y a su tabernáculo.
26 Y si dijere: No me agradas; aquí estoy, haga de mí lo que bien le pareciere.
27 Dijo aún el rey a Sadoc sacerdote: ¿No eres tú el vidente? Vuélvete en paz a la ciudad; y con vosotros vuestros dos hijos, tu hijo Ahimaas, y Jonatán hijo de Abiatar.
28 Mirad, yo me detendré en los campos del desierto, hasta que venga respuesta de vosotros que me dé aviso.
29 Entonces Sadoc y Abiatar volvieron el arca de Dios a Jerusalén; y se estuvieron allá.
30 Y David subió la cuesta de las olivas; y la subió llorando, llevando la cabeza cubierta, y los pies descalzos. También todo el pueblo que tenía consigo cubrió cada uno su cabeza, y lloraban mientras subían.
31 ¶ Y dieron aviso a David, diciendo: Ahitofel también está con los que conspiraron con Absalón. Entonces dijo David: Enloquece ahora, oh SEÑOR, el consejo de Ahitofel.
32 Y cuando David llegó a la cumbre del monte para adorar allí a Dios, he aquí Husai, el arquita, que le salió al encuentro, trayendo rota su ropa, y tierra sobre su cabeza.
33 Y le dijo David: Si pasares conmigo, me serás de carga;
34 mas si volvieres a la ciudad, y dijeres a Absalón: Rey, yo seré tu esclavo; como hasta aquí he sido esclavo de tu padre, así seré ahora esclavo tuyo, entonces tú disiparás el consejo de Ahitofel.
35 ¿No estarán allí contigo Sadoc y Abiatar sacerdotes? Por tanto, todo lo que oyeres en la casa del rey, darás aviso de ello a Sadoc y a Abiatar sacerdotes.
36 Y he aquí que están con ellos sus dos hijos, Ahimaas el de Sadoc, y Jonatán el de Abiatar; por mano de ellos me enviaréis aviso de todo lo que oyereis.
37 Así se vino Husai compañero especial de David a la ciudad; y Absalón entró en Jerusalén.
17 ¶ Y a sus discípulos dice: Imposible es que no vengan escándalos; mas ¡ay de aquel por quien vienen!
2 Mejor le fuera, si una muela de un molino de asno le fuera puesta al cuello, y le lanzaran en el mar, que escandalizar a uno de estos pequeñitos.
3 Mirad por vosotros; si pecare contra ti tu hermano, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale.
4 Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día se volviere a ti, diciendo, me arrepiento; tú le perdonarás.
5 Y dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe.
6 Entonces el Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diréis a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecerá.
7 ¿Y quién de vosotros tiene un esclavo que ara o apacienta, que vuelto del campo le diga luego: Pasa, siéntate a la mesa?
8 ¿No le dice antes: Adereza qué cene, y arremángate, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come tú y bebe?
9 ¿Da gracias al esclavo porque hizo lo que le había sido mandado? Pienso que no.
10 Así también vosotros, cuando hubiereis hecho todo lo que os es mandado, decid: Esclavos inútiles somos, porque lo que debíamos hacer, hicimos.
11 ¶ Y aconteció que yendo él a Jerusalén, pasaba por medio de Samaria y de Galilea.
12 Y entrando en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos,
13 y alzaron la voz, diciendo: Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros.
14 Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció, que yendo ellos, fueron limpios.
15 Entonces uno de ellos, como se vio que estaba limpio, volvió, glorificando a Dios a gran voz;
16 y se derribó sobre el rostro a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano.
17 Y respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpios? ¿Y los nueve dónde están?
18 ¿No hubo quien volviera y diera gloria a Dios sino este extranjero?
19 Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.
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