Old/New Testament
Cántico para los peregrinos que suben a Jerusalén.
129 Desde mi temprana juventud, mis enemigos me han perseguido.
    Que todo Israel repita:
2 Desde mi temprana juventud, mis enemigos me han perseguido,
    pero nunca me derrotaron.
3 Tengo la espalda cubierta de heridas,
    como si un agricultor hubiera arado largos surcos.
4 Pero el Señor es bueno;
    cortó las cuerdas con que me ataban los impíos.
5 Que todos los que odian a Jerusalén[a]
    retrocedan en vergonzosa derrota.
6 Que sean tan inútiles como la hierba que crece en un techo,
    que se pone amarilla a la mitad de su desarrollo,
7 que es ignorada por el cosechador
    y despreciada por el que hace los manojos.
8 Y que los que pasan por allí
    se nieguen a darles esta bendición:
«El Señor los bendiga;
    los bendecimos en el nombre del Señor».
Cántico para los peregrinos que suben a Jerusalén.
130 Desde lo profundo de mi desesperación, oh Señor,
    clamo por tu ayuda.
2 Escucha mi clamor, oh Señor.
    Presta atención a mi oración.
3 Señor, si llevaras un registro de nuestros pecados,
    ¿quién, oh Señor, podría sobrevivir?
4 Pero tú ofreces perdón,
    para que aprendamos a temerte.
5 Yo cuento con el Señor;
    sí, cuento con él.
    En su palabra he puesto mi esperanza.
6 Anhelo al Señor
    más que los centinelas el amanecer,
    sí, más de lo que los centinelas anhelan el amanecer.
7 Oh Israel, espera en el Señor,
    porque en el Señor hay amor inagotable;
    su redención sobreabunda.
8 Él mismo redimirá a Israel
    de toda clase de pecado.
Cántico para los peregrinos que suben a Jerusalén. Salmo de David.
131 Señor, mi corazón no es orgulloso;
    mis ojos no son altivos.
No me intereso en cuestiones demasiado grandes
    o impresionantes que no puedo asimilar.
2 En cambio, me he calmado y aquietado,
    como un niño destetado que ya no llora por la leche de su madre.
    Sí, tal como un niño destetado es mi alma en mi interior.
3 Oh Israel, pon tu esperanza en el Señor,
    ahora y siempre.
11 1 Y ustedes deberían imitarme a mí, así como yo imito a Cristo.
Instrucciones para la adoración en público
2 Cuánto me alegro de que ustedes siempre me tienen en sus pensamientos y de que siguen las enseñanzas que les transmití. 3 Pero hay algo que quiero que sepan: la cabeza de todo hombre es Cristo, la cabeza de la mujer es el hombre, y la cabeza de Cristo es Dios.[a] 4 El hombre deshonra a su cabeza[b] si se cubre la cabeza mientras ora o profetiza. 5 En cambio, la mujer deshonra a su cabeza[c] si ora o profetiza sin cubrirse la cabeza, porque es como si se la rapara. 6 Efectivamente, si ella se niega a ponerse algo para cubrirse la cabeza, ¡debería cortarse todo el cabello! Ya que es vergonzoso que la mujer se corte el cabello o se rape la cabeza, debería cubrírsela con algo.[d]
7 El hombre no debería ponerse nada sobre la cabeza cuando adora a Dios, porque el hombre fue hecho a la imagen de Dios y refleja la gloria de Dios. Y la mujer refleja la gloria del hombre. 8 Pues el primer hombre no provino de ninguna mujer, sino que la primera mujer provino de un hombre. 9 Y el hombre no fue hecho para la mujer, sino que la mujer fue hecha para el hombre. 10 Por esta razón y debido a que los ángeles observan, la mujer debería cubrirse la cabeza para mostrar que está bajo autoridad.[e]
11 Sin embargo, entre el pueblo del Señor, las mujeres no son independientes de los hombres, y los hombres no son independientes de las mujeres. 12 Pues, aunque la primera mujer provino de un hombre, todos los demás hombres nacieron de una mujer, y todo proviene de Dios.
13 Juzguen por sí mismos: ¿Es correcto que una mujer ore a Dios en público sin cubrirse la cabeza? 14 ¿No es obvio que es vergonzoso que un hombre tenga el cabello largo? 15 ¿Acaso el cabello largo no es el orgullo y la alegría de la mujer? Pues se le dio para que se cubra. 16 Pero si alguien quiere discutir este tema, simplemente digo que no tenemos otra costumbre más que esa, y tampoco la tienen las demás iglesias de Dios.
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