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Read the New Testament in 24 Weeks

A reading plan that walks through the entire New Testament in 24 weeks of daily readings.
Duration: 168 days
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
Juan 20-21

El sepulcro vacío (Mt 28,1.8; Mc 16,1-4.7; Lc 24,1-39.12)

20 El primer día de la semana, muy de mañana, antes incluso de amanecer, María Magdalena fue al sepulcro y vio que estaba quitada la piedra que tapaba la entrada. Volvió entonces corriendo adonde estaban Pedro y el otro discípulo a quien Jesús tanto quería y les dijo:

— Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.

Pedro y el otro discípulo salieron inmediatamente hacia el sepulcro. Iban corriendo los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más deprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro. Se asomó al interior y vio las vendas de lino en el suelo; pero no entró. Después, tras sus huellas, llegó Simón Pedro y entró en el sepulcro. Vio las vendas de lino en el suelo y vio también el paño que habían colocado alrededor de la cabeza de Jesús. Sólo que el paño no estaba en el suelo con las vendas, sino bien doblado y colocado aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Y es que hasta entonces no habían entendido la Escritura, según la cual Jesús tenía que resucitar triunfante de la muerte. 10 Después, los discípulos regresaron a casa.

Aparición a María Magdalena (Mc 16,9-11)

11 María se había quedado fuera, llorando junto al sepulcro. Sin cesar de llorar, se asomó al interior del sepulcro 12 y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. 13 Los ángeles le preguntaron:

— Mujer, ¿por qué lloras?

Ella contestó:

— Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.

14 Volvió entonces la vista atrás, y vio a Jesús que estaba allí, pero no lo reconoció. 15 Jesús le preguntó:

— Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién estás buscando?

Ella, creyendo que era el jardinero, le contestó:

— Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y yo misma iré a recogerlo.

16 Entonces Jesús la llamó por su nombre:

— ¡María!

Ella se volvió y exclamó en arameo:

— ¡Rabboní! (que quiere decir “Maestro”).

17 Jesús le dijo:

— No me retengas, porque todavía no he ido a mi Padre. Anda, ve y diles a mis hermanos que voy a mi Padre, que es también el Padre de ustedes; a mi Dios, que es también el Dios de ustedes.

18 María Magdalena fue a donde estaban los discípulos y les anunció:

— He visto al Señor y esto es lo que me ha encargado.

Jesús se aparece a los discípulos (Lc 24,36-49)

19 Aquel mismo primer día de la semana, al anochecer, estaban reunidos los discípulos en una casa, con las puertas bien cerradas por miedo a los judíos. Se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo:

— La paz esté con ustedes.

20 Dicho lo cual les enseñó las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 21 Jesús volvió a decirles:

— La paz esté con ustedes. Como el Padre me envió a mí, así los envío yo a ustedes.

22 Sopló entonces sobre ellos y les dijo:

— Reciban el Espíritu Santo. 23 A quienes perdonen los pecados, les quedarán perdonados; a quienes no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.

Jesús y Tomás

24 Tomás, uno del grupo de los doce, a quien llamaban “el Mellizo”, no estaba con ellos cuando se les presentó Jesús. 25 Así que le dijeron los otros discípulos:

— Hemos visto al Señor.

A lo que Tomás contestó:

— Si no veo en sus manos la señal de los clavos; más aún, si no meto mi dedo en la señal dejada por los clavos y mi mano en la herida del costado, no lo creeré.

26 Ocho días después, se hallaban también reunidos en casa los discípulos, y Tomás con ellos. Aunque tenían las puertas bien cerradas, Jesús se presentó allí en medio y les dijo:

— La paz esté con ustedes.

27 Después dijo a Tomás:

— Trae aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en la herida de mi costado. Y no seas incrédulo, sino creyente.

28 Tomás contestó:

— ¡Señor mío y Dios mío!

29 Jesús le dijo:

— ¿Crees porque has visto? ¡Dichosos los que crean sin haber visto!

Finalidad del evangelio

30 Jesús hizo en presencia de sus discípulos otros muchos milagros que no han sido recogidos en este libro. 31 Estos han sido narrados para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida por medio de él.

Conclusión (21,1-25)

Aparición junto al lago

21 Poco después, se apareció Jesús de nuevo a sus discípulos junto al lago de Tiberíades. El hecho ocurrió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás “el Mellizo”, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Pedro les dijo:

— Me voy a pescar.

Los otros le contestaron:

— Vamos también nosotros contigo.

Salieron, pues, y subieron a la barca; pero aquella noche no lograron pescar nada. Ya amanecía cuando se presentó Jesús a la orilla del lago, aunque los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo:

— Muchachos, ¿han pescado algo?

Ellos contestaron:

— No.

Él les dijo:

— Echen la red al lado derecho de la barca y encontrarán pescado.

Así lo hicieron, y la red se llenó de tal cantidad de peces, que apenas podían moverla. El discípulo a quien Jesús tanto quería dijo entonces a Pedro:

— ¡Es el Señor!

Al oír Simón Pedro que era el Señor, se puso la túnica (pues estaba sólo con la ropa de pescar) y se lanzó al agua. Los otros discípulos, como la distancia que los separaba de tierra era sólo de unos cien metros, llegaron a la orilla en la barca, arrastrando la red llena de peces. Cuando llegaron a tierra, vieron un buen rescoldo de brasas, con un pescado sobre ellas, y pan. 10 Jesús les dijo:

— Traigan algunos de los peces que acaban de pescar.

11 Simón Pedro subió a la barca y sacó a tierra la red llena de peces; en total eran ciento cincuenta y tres peces grandes. Y, a pesar de ser tantos, no se rompió la red. 12 Jesús les dijo:

— Acérquense y coman.

A ninguno de los discípulos se le ocurrió preguntar: “¿Quién eres tú?”, porque sabían muy bien que era el Señor. 13 Jesús, por su parte, se acercó, tomó el pan y se lo repartió; y lo mismo hizo con los peces.

14 Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de haber resucitado.

Jesús y Pedro

15 Terminada la comida, Jesús preguntó a Pedro:

— Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?

Pedro le contestó:

— Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

Jesús le dijo:

— Apacienta mis corderos.

16 Jesús volvió a preguntarle:

— Simón, hijo de Juan, ¿me amas?

Pedro respondió:

— Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

Jesús le dijo:

— Cuida de mis ovejas.

17 Por tercera vez le preguntó Jesús:

— Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?

Pedro se entristeció al oír que le preguntaba por tercera vez si lo quería, y contestó:

— Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero.

Entonces Jesús le dijo:

— Apacienta mis ovejas.

18 Y añadió:

— Te aseguro que cuando eras más joven, tú mismo te ajustabas la túnica con el cinturón e ibas a donde querías; pero, cuando seas viejo, tendrás que extender los brazos y será otro quien te atará y te conducirá a donde no quieras ir.

19 Jesús se expresó en estos términos para indicar la clase de muerte con la que Pedro daría gloria a Dios. Acto seguido dijo:

— Sígueme.

El discípulo amado

20 Pedro se volvió y vio que detrás de ellos venía el discípulo a quien Jesús tanto quería, el mismo que en la cena se había recostado sobre el pecho de Jesús y le había preguntado: “Señor, ¿quién es el que va a traicionarte?”. 21 Al verlo, Pedro preguntó a Jesús:

— Señor, y este, ¿qué suerte correrá?

22 Jesús le contestó:

— Si yo quiero que él quede hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú sígueme.

23 Estas palabras dieron pie para que entre los hermanos circulase el rumor de que este discípulo no iba a morir. Sin embargo, Jesús no dijo a Pedro que este discípulo no moriría; simplemente dijo: “Si yo quiero que él quede hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?”.

Conclusión

24 Este discípulo es el mismo que da testimonio de todas estas cosas y las ha escrito. Y nosotros sabemos que dice la verdad.

25 Jesús hizo además otras muchas cosas; tantas que, si se intentara ponerlas por escrito una por una, pienso que ni en el mundo entero cabrían los libros que podrían escribirse.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España