Print Page Options
Previous Prev Day Next DayNext

Read the New Testament in 24 Weeks

A reading plan that walks through the entire New Testament in 24 weeks of daily readings.
Duration: 168 days
Traducción en lenguaje actual (TLA)
Version
Hebreos 6-7

Por eso, sigamos aprendiendo más y más, hasta que lleguemos a ser cristianos maduros. Dejemos de ocuparnos de las primeras enseñanzas que se nos dieron acerca de Cristo, y no sigamos hablando de cosas simples. Dejemos de hacer lo malo, sigamos a Cristo, y dejemos de pecar para no morir. Ya sabemos que debemos confiar en Dios, y que debemos bautizarnos; también sabemos que los que creen en Cristo reciben el Espíritu Santo, que los muertos volverán a vivir, y que habrá un juicio final. Claro que todo esto lo seguiremos enseñando, si Dios así nos lo permite.

4-6 Pero los que dejan de creer en Cristo ya no pueden volver a ser amigos de Dios, aunque alguna vez hayan creído que el mensaje de Dios es la verdad, y con gusto lo hayan recibido como un regalo. Si dejan de creer en Cristo, lo que habrán hecho será volver a clavarlo en la cruz y burlarse de él ante todo el mundo. No importa que hayan recibido el Espíritu Santo junto con los demás, ni que hayan sabido lo bueno que es el mensaje de Dios, ni lo poderoso que Dios será en el nuevo mundo, si dejan de creer en Cristo ya no podrán volver a él.

En esto la gente es como un terreno. Los que creen en Cristo son como el terreno que recibe mucha lluvia y produce una buena cosecha para el sembrador, y Dios lo bendice. Pero los que dejan de creer son como un terreno que sólo produce plantas con espinas: no sirve para nada, y Dios lo maldice. Al final, se le prende fuego.

Mis queridos hermanos, aunque les decimos estas cosas, estamos seguros de que ustedes no han dejado de creer, sino que siguen confiando en Dios. Eso es lo mejor para ustedes, pues así serán salvados. 10 Dios es justo, y nunca olvidará lo que ustedes han hecho, y siguen haciendo, para ayudar a su pueblo elegido. De esa manera, ustedes también demuestran que aman a Dios.

11 Deseamos que sigan con ese mismo entusiasmo hasta el fin, para que reciban todo lo bueno que con tanta paciencia esperan recibir. 12 No queremos que se vuelvan perezosos. Más bien, sin dudar ni un instante sigan el ejemplo de los que confían en Dios, porque así recibirán lo que Dios les ha prometido.

La promesa de Dios

13-14 Dios le hizo a Abraham esta promesa: «Yo te bendeciré mucho, y haré que tengas muchos descendientes.» Cuando Dios le juró a Abraham que cumpliría esta promesa, tuvo que jurar por sí mismo, porque no tenía a nadie más grande por quien jurar. 15 Abraham esperó con paciencia, y Dios cumplió su promesa.

16 Cuando alguien jura, usa el nombre de alguien más importante, para ponerlo por testigo. 17 Por eso, cuando Dios quiso asegurar que cumpliría su promesa, juró que daría lo prometido sin cambiar nada.

18 Ahora bien, como Dios no miente, su promesa y su juramento no pueden cambiar. Esto nos consuela, porque nosotros queremos que Dios nos proteja, y confiamos en que él nos dará lo prometido. 19 Esta confianza nos da plena seguridad; es como el ancla de un barco, que lo mantiene firme y quieto en el mismo lugar. Y esta confianza nos la da Jesucristo, que traspasó la cortina del templo de Dios en el cielo, y entró al lugar más sagrado. 20 Lo hizo para dejarnos libre el camino hacia Dios, pues Cristo es para siempre el Jefe de sacerdotes, como lo fue Melquisedec.

Jesús y Melquisedec

Melquisedec fue rey de Salem y sacerdote del Dios altísimo. Cuando Abraham regresaba de una batalla, en la que había derrotado a unos reyes, Melquisedec salió a recibirlo y lo bendijo. Entonces Abraham le dio a Melquisedec la décima parte de todo lo que había ganado en la batalla.

El nombre Melquisedec significa «rey justo», pero también se le llama Rey de Salem, que significa «rey de paz». Nadie sabe quiénes fueron sus padres ni sus antepasados, ni tampoco cuándo o dónde nació y murió. Por eso él, como sacerdote, se parece al Hijo de Dios, que es sacerdote para siempre.

Ahora bien, Melquisedec era tan importante que nuestro antepasado Abraham le dio la décima parte de lo que ganó en la batalla. De acuerdo con la ley de Moisés, si un sacerdote pertenece a la familia de Leví, tiene derecho a recibir la décima parte de todo lo que gana el pueblo. No importa que el sacerdote sea del mismo pueblo o familia; todos por igual tienen que dar la décima parte. Y aunque Melquisedec no pertenecía a la familia de Leví, recibió la décima parte de lo que había ganado Abraham, a quien Dios le había hecho promesas.

Melquisedec bendijo a Abraham y, como todos sabemos, el que bendice es más importante que el que recibe la bendición. Los sacerdotes que ahora reciben la décima parte de lo que ganamos son personas que algún día morirán. Melquisedec, en cambio, sigue vivo, porque la Biblia no dice que haya muerto. Por eso podemos decir que los sacerdotes de ahora, que pertenecen a la familia de Leví, también le dieron a Melquisedec la décima parte, porque Abraham actuó como su representante. 10 Esto fue así porque todos ellos son descendientes de Abraham. Aunque todavía no habían nacido cuando Abraham se encontró con Melquisedec, de alguna manera todos ellos estaban presentes en Abraham.

Dos clases de sacerdotes

11 Dios le dio la ley al pueblo de Israel. Esa ley se hizo pensando en que los sacerdotes de la familia de Leví ayudarían al pueblo a ser perfecto. Pero como aquellos sacerdotes no pudieron hacerlo, fue necesario que apareciera un sacerdote diferente: uno que no fuera descendiente del sacerdote Aarón,[a] sino como Melquisedec. 12 Porque si cambia la clase de sacerdote, también cambia la ley.

13-14 Ese sacerdote tan distinto, del cual estamos hablando, es nuestro Señor Jesucristo. Como todos sabemos, él no descendía de la familia de Aarón, sino de la de Judá. La ley de Moisés dice que de esa familia nadie puede ser sacerdote, y nunca un sacerdote ha salido de ella.

15 Todo esto es más fácil de entender si tenemos en cuenta que ese sacerdote diferente es como Melquisedec. 16 Es diferente porque no fue elegido por ser miembro de una familia determinada, sino porque vive para siempre. 17 Acerca de él, dice la Biblia:

«Tú eres sacerdote para siempre,
como lo fue Melquisedec.»

18 Así que la ley de Moisés ha quedado anulada, porque resultó inútil. 19 Esa ley no pudo hacer perfecta a la gente. Por eso, ahora esperamos confiadamente que Dios nos dé algo mucho mejor, y eso nos permite que seamos sus amigos.

El mejor sacerdote

20 Además, Dios juró que tendríamos un sacerdote diferente. Los otros sacerdotes fueron nombrados sin que Dios jurara nada; 21 en cambio, en el caso de Cristo, Dios sí hizo un juramento, pues en la Biblia dice:

«Dios juró:
“Tú eres sacerdote para siempre.”
Y Dios no cambia de idea.»

22 Por eso Jesús nos asegura que ahora tenemos con Dios un pacto mejor. 23 Antes tuvimos muchos sacerdotes, porque ninguno de ellos podía vivir para siempre. 24 Pero como Jesús no morirá jamás, no necesita pasarle a ningún otro su oficio de sacerdote. 25 Jesús puede salvar para siempre a los que, por medio de él, quieren ser amigos de Dios. Pues vive eternamente, y siempre está pidiendo a Dios por ellos.

26 Jesús es el Jefe de sacerdotes que necesitábamos, pues es santo, en él no hay maldad, y nunca ha pecado. Dios lo apartó de los pecadores, lo hizo subir al cielo, y lo puso en el lugar más importante de todos. 27 Jesús no es como los otros sacerdotes, que todos los días tienen que matar animales para ofrecérselos a Dios y pedirle perdón por sus propios pecados, y luego tienen que hacer lo mismo por los pecados del pueblo. Por el contrario, cuando Jesús murió por nuestros pecados, ofreció su vida una sola vez y para siempre. 28 A los sacerdotes puestos por la ley de Moisés les resulta difícil obedecer a Dios en todo. Pero, después de darnos su ley, Dios juró que nos daría como Jefe de sacerdotes a su Hijo, a quien él hizo perfecto para siempre.