New Testament in a Year
24 Por segunda vez llamaron los judíos al que había sido ciego, y le dijeron:
―¡Da gloria a Dios! A nosotros nos consta que ese hombre es pecador.
25 ―Si es pecador, no lo sé —respondió el hombre—. Lo único que sé es que yo era ciego y ahora veo.
26 Pero ellos le insistieron:
―¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?
27 ―Ya os lo dije y no me hicisteis caso. ¿Por qué queréis oírlo de nuevo? ¿Es que también vosotros queréis haceros sus discípulos?
28 Entonces lo insultaron y le dijeron:
―¡Discípulo de ese lo serás tú! ¡Nosotros somos discípulos de Moisés! 29 Y sabemos que a Moisés le habló Dios; pero de este no sabemos ni de dónde salió.
30 ―¡Ahí está lo sorprendente! —respondió el hombre—: que vosotros no sepáis de dónde salió, y que a mí me haya abierto los ojos. 31 Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí a los piadosos y a quienes hacen su voluntad. 32 Jamás se ha sabido que alguien le haya abierto los ojos a uno que naciera ciego. 33 Si este hombre no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada.
34 Ellos replicaron:
―Tú, que naciste sumido en pecado, ¿vas a darnos lecciones?
Y lo expulsaron.
La ceguera espiritual
35 Jesús se enteró de que habían expulsado a aquel hombre, y al encontrarlo le preguntó:
―¿Crees en el Hijo del hombre?
36 ―¿Quién es, Señor? Dímelo, para que crea en él.
37 ―Pues ya lo has visto —le contestó Jesús—; es el que está hablando contigo.
38 ―Creo, Señor —declaró el hombre.
Y, postrándose, lo adoró.
39 Entonces Jesús dijo:
―Yo he venido a este mundo para juzgarlo, para que los ciegos vean, y los que ven se queden ciegos.
40 Algunos fariseos que estaban con él, al oírlo hablar así, le preguntaron:
―¿Qué? ¿Acaso también nosotros somos ciegos?
41 Jesús les contestó:
―Si fuerais ciegos, no seríais culpables de pecado, pero, como afirmáis ver, vuestro pecado permanece.
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