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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Nueva Traducción Viviente (NTV)
Version
Jueces 17

Los ídolos de Micaía

17 Había un hombre llamado Micaía que vivía en la zona montañosa de Efraín. Un día le dijo a su madre:

—Te oí maldecir a la persona que te robó mil cien piezas[a] de plata. Bueno, yo tengo el dinero; fui yo quien lo tomó.

—El Señor te bendiga por haberlo admitido—respondió la madre.

Entonces él le devolvió el dinero, y ella dijo:

—Ahora consagro estas monedas de plata al Señor. En honor a mi hijo, haré tallar una imagen y fundir un ídolo.

Así que, cuando Micaía le devolvió el dinero a su madre, ella tomó doscientas monedas de plata y se las dio a un platero, quien las convirtió en una imagen y un ídolo. Y los pusieron en la casa de Micaía. Micaía construyó un santuario para el ídolo e hizo un efod sagrado y algunos ídolos de familia y nombró como su sacerdote personal a uno de sus hijos.

En esos días, Israel no tenía rey; cada uno hacía lo que le parecía correcto según su propio criterio.

Cierto día llegó a la región un joven levita que vivía en Belén de Judá. Había salido de Belén en busca de otro lugar donde vivir y, viajando, llegó a la zona montañosa de Efraín. Mientras estaba de paso, se detuvo por casualidad en la casa de Micaía.

—¿De dónde vienes?—le preguntó Micaía.

Él contestó:

—Soy un levita de Belén de Judá, y busco un lugar para vivir.

10 —Quédate aquí, conmigo—le dijo Micaía—, y podrás ser un padre y sacerdote para mí. Te daré diez piezas de plata[b] al año, además de una muda de ropa y comida.

11 El joven levita aceptó y pasó a ser como uno de los hijos de Micaía.

12 Luego Micaía lo nombró su sacerdote personal, y el levita vivió en la casa de Micaía. 13 «Sé que el Señor ahora me bendecirá—dijo Micaía—, porque tengo un levita como sacerdote personal».

Hechos 21

Viaje de Pablo a Jerusalén

21 Después de despedirnos de los ancianos de Éfeso, navegamos directamente a la isla de Cos. Al día siguiente, llegamos a Rodas y luego fuimos a Pátara. Allí abordamos un barco que iba a Fenicia. Divisamos la isla de Chipre, la pasamos por nuestra izquierda y llegamos al puerto de Tiro, en Siria, donde el barco tenía que descargar.

Desembarcamos, encontramos a los creyentes[a] del lugar y nos quedamos con ellos una semana. Estos creyentes profetizaron por medio del Espíritu Santo, que Pablo no debía seguir a Jerusalén. Cuando regresamos al barco al final de esa semana, toda la congregación, incluidos las mujeres[b] y los niños, salieron de la ciudad y nos acompañaron a la orilla del mar. Allí nos arrodillamos, oramos y nos despedimos. Luego abordamos el barco y ellos volvieron a casa.

Después de dejar Tiro, la siguiente parada fue Tolemaida, donde saludamos a los hermanos y nos quedamos un día. Al día siguiente, continuamos hasta Cesarea y nos quedamos en la casa de Felipe el evangelista, uno de los siete hombres que habían sido elegidos para distribuir los alimentos. Tenía cuatro hijas solteras, que habían recibido el don de profecía.

10 Varios días después, llegó de Judea un hombre llamado Ágabo, quien también tenía el don de profecía. 11 Se acercó, tomó el cinturón de Pablo y se ató los pies y las manos. Luego dijo: «El Espíritu Santo declara: “De esta forma será atado el dueño de este cinturón por los líderes judíos en Jerusalén y entregado a los gentiles[c]”». 12 Cuando lo oímos, tanto nosotros como los creyentes del lugar le suplicamos a Pablo que no fuera a Jerusalén.

13 Pero él dijo: «¿Por qué todo este llanto? ¡Me parten el corazón! Yo estoy dispuesto no solo a ser encarcelado en Jerusalén, sino incluso a morir por el Señor Jesús». 14 Al ver que era imposible convencerlo, nos dimos por vencidos y dijimos: «Que se haga la voluntad del Señor».

Pablo llega a Jerusalén

15 Después de esto, empacamos nuestras cosas y salimos hacia Jerusalén. 16 Algunos creyentes de Cesarea nos acompañaron y nos llevaron a la casa de Mnasón, un hombre originario de Chipre y uno de los primeros creyentes. 17 Cuando llegamos, los hermanos de Jerusalén nos dieron una calurosa bienvenida.

18 Al día siguiente, Pablo fue con nosotros para encontrarnos con Santiago, y todos los ancianos de la iglesia de Jerusalén estaban presentes. 19 Después de saludarlos, Pablo dio un informe detallado de las cosas que Dios había realizado entre los gentiles mediante su ministerio.

20 Después de oírlo, alabaron a Dios. Luego dijeron: «Tú sabes, querido hermano, cuántos miles de judíos también han creído, y todos ellos siguen muy en serio la ley de Moisés; 21 pero se les ha dicho a los creyentes judíos de aquí, de Jerusalén, que tú enseñas a todos los judíos que viven entre los gentiles que abandonen la ley de Moisés. Ellos han oído que les enseñas que no circunciden a sus hijos ni que practiquen otras costumbres judías. 22 ¿Qué debemos hacer? Seguramente se van a enterar de tu llegada.

23 »Queremos que hagas lo siguiente: hay entre nosotros cuatro hombres que han cumplido su voto; 24 acompáñalos al templo y participa con ellos en la ceremonia de purificación, y paga tú los gastos para que se rapen la cabeza según el ritual judío. Entonces todos sabrán que los rumores son falsos y que tú mismo cumples las leyes judías.

25 »En cuanto a los creyentes gentiles, ellos deben hacer lo que ya les dijimos en una carta: abstenerse de comer alimentos ofrecidos a ídolos, de consumir sangre o la carne de animales estrangulados, y de la inmoralidad sexual».

Arresto de Pablo

26 Así que, al día siguiente, Pablo fue al templo con los otros hombres. Ya comenzado el ritual de purificación, anunció públicamente la fecha en que se cumpliría el tiempo de los votos y se ofrecerían sacrificios por cada uno de los hombres.

27 Cuando estaban por cumplirse los siete días del voto, unos judíos de la provincia de Asia vieron a Pablo en el templo e incitaron a una turba en su contra. Lo agarraron 28 mientras gritaban: «¡Hombres de Israel, ayúdennos! Este es el hombre que predica en contra de nuestro pueblo en todas partes y les dice a todos que desobedezcan las leyes judías. Habla en contra del templo, ¡y hasta profana este lugar santo llevando gentiles[d] adentro!». 29 (Pues más temprano ese mismo día lo habían visto en la ciudad con Trófimo, un gentil de Éfeso,[e] y supusieron que Pablo lo había llevado al templo).

30 Toda la ciudad fue estremecida por estas acusaciones y se desencadenó un gran disturbio. Agarraron a Pablo y lo arrastraron fuera del templo e inmediatamente cerraron las puertas detrás de él. 31 Cuando estaban a punto de matarlo, le llegó al comandante del regimiento romano la noticia de que toda Jerusalén estaba alborotada. 32 De inmediato el comandante llamó a sus soldados y oficiales[f] y corrió entre la multitud. Cuando la turba vio que venían el comandante y las tropas, dejaron de golpear a Pablo.

33 Luego el comandante lo arrestó y ordenó que lo sujetaran con dos cadenas. Le preguntó a la multitud quién era él y qué había hecho. 34 Unos gritaban una cosa, y otros otra. Como no pudo averiguar la verdad entre todo el alboroto y la confusión, ordenó que llevaran a Pablo a la fortaleza. 35 Cuando Pablo llegó a las escaleras, la turba se puso tan violenta que los soldados tuvieron que levantarlo sobre sus hombros para protegerlo. 36 Y la multitud seguía gritando desde atrás: «¡Mátenlo! ¡Mátenlo!».

Pablo habla a la multitud

37 Cuando estaban por llevarlo adentro, Pablo le dijo al comandante:

—¿Puedo hablar con usted?

—¿¡Hablas griego!?—le preguntó el comandante, sorprendido—. 38 ¿No eres tú el egipcio que encabezó una rebelión hace un tiempo y llevó al desierto a cuatro mil miembros del grupo llamado “Los Asesinos”?

39 —No—contestó Pablo—, soy judío y ciudadano de Tarso de Cilicia, que es una ciudad importante. Por favor, permítame hablar con esta gente.

40 El comandante estuvo de acuerdo, entonces Pablo se puso de pie en las escaleras e hizo señas para pedir silencio. Pronto un gran silencio envolvió a la multitud, y Pablo se dirigió a la gente en su propia lengua, en arameo.[g]

Jeremías 30-31

Promesas de liberación

30 El Señor le dio otro mensaje a Jeremías. Le dijo: «Esto dice el Señor, Dios de Israel: Jeremías, anota en un registro cada cosa que te he dicho. Pues se acerca la hora cuando restableceré el bienestar de mi pueblo, Israel y Judá. Los traeré a casa, a esta tierra que di a sus antepasados, y volverán a poseerla. ¡Yo, el Señor, he hablado!».

Este es el mensaje que dio el Señor con relación a Israel y Judá. Esto dice el Señor:

«Oigo gritos de temor;
    hay terror y no hay paz.
Déjenme hacerles una pregunta:
    ¿Acaso los varones dan a luz?
¿Entonces por qué están parados allí con sus caras pálidas
    y con las manos apoyadas sobre el vientre
    como una mujer en parto?
En toda la historia nunca ha habido un tiempo de terror como este.
    Será un tiempo de angustia para mi pueblo Israel.[a]
    ¡Pero al final será salvo!
Pues en ese día
    —dice el Señor de los Ejércitos Celestiales—,
quebraré el yugo de sus cuellos
    y romperé sus cadenas.
Los extranjeros no serán más sus amos.
    Pues mi pueblo servirá al Señor su Dios
y a su rey, descendiente de David,
    el rey que yo le levantaré.

10 »Así que no temas, Jacob, mi siervo;
    no te dejes abatir, Israel
    —dice el Señor—.
Pues desde tierras lejanas los traeré de regreso a casa,
    y sus hijos regresarán del destierro.
Israel regresará a una vida de paz y tranquilidad,
    y nadie lo atemorizará.
11 Yo estoy contigo y te salvaré
    —dice el Señor—.
Destruiré por completo a las naciones entre las cuales te esparcí,
    pero a ti no te destruiré por completo.
Te disciplinaré, pero con justicia;
    no puedo dejarte sin castigo».

12 Esto dice el Señor:
«Tu lesión es incurable,
    una herida terrible.
13 No hay nadie que te ayude
    ni que vende tu herida.
    Ningún medicamento puede curarte.
14 Todos tus amantes, tus aliados, te han abandonado
    y ya no se interesan por ti.
Te he herido cruelmente
    como si fuera tu enemigo.
Pues tus pecados son muchos
    y tu culpa es grande.
15 ¿Por qué te quejas de tu castigo,
    de esta herida que no tiene cura?
He tenido que castigarte
    porque tus pecados son muchos
    y tu culpa es grande.

16 »Pero todos los que te devoran serán devorados,
    y todos tus enemigos serán enviados al destierro.
Todos los que te saquean serán saqueados,
    y todos los que te atacan serán atacados.
17 Te devolveré la salud
    y sanaré tus heridas—dice el Señor—,
aunque te llamen desechada, es decir,
    “Jerusalén,[b] de quien nadie se interesa”».

18 Esto dice el Señor:
«Cuando del cautiverio traiga a Israel de regreso a casa
    y cuando restablezca su bienestar,
Jerusalén será reedificada sobre sus ruinas
    y el palacio reconstruido como antes.
19 Habrá alegría y canciones de acción de gracias,
    y multiplicaré a mi pueblo, no lo reduciré;
lo honraré, no lo despreciaré.
20     Sus hijos prosperarán como en el pasado.
Los estableceré como una nación delante de mí,
    y castigaré a cualquiera que les haga daño.
21 Volverán a tener su propio gobernante,
    quien surgirá de entre ellos mismos.
Lo invitaré a que se acerque a mí—dice el Señor—,
    porque ¿quién se atrevería a acercarse sin ser invitado?
22 Ustedes serán mi pueblo
    y yo seré su Dios».

23 ¡Miren! El enojo del Señor estalla como una tormenta,
    un viento devastador que se arremolina sobre las cabezas de los perversos.
24 La ira feroz del Señor no disminuirá
    hasta que haya terminado con todo lo que él tiene pensado.
En los días futuros
    ustedes entenderán todo esto.

Esperanza de restauración

31 «En ese día—dice el Señor—, seré el Dios de todas las familias de Israel, y ellas serán mi pueblo. Esto dice el Señor:

»Los que sobrevivan de la destrucción venidera
    encontrarán bendiciones aun en las tierras áridas,
    porque al pueblo de Israel le daré descanso».

Hace tiempo el Señor le dijo a Israel:
«Yo te he amado, pueblo mío, con un amor eterno.
    Con amor inagotable te acerqué a mí.
Yo te reedificaré, mi virgen Israel.
    Volverás a ser feliz
    y con alegría danzarás con las panderetas.
De nuevo plantarás tus viñedos sobre las montañas de Samaria
    y allí comerás de tus propios huertos.
Llegará el día cuando los centinelas gritarán
    desde la zona montañosa de Efraín:
“Vengan, subamos a Jerusalén[c]
    a adorar al Señor nuestro Dios”».

Ahora esto dice el Señor:
«Canten con alegría por Israel.[d]
    ¡Griten por la mejor de las naciones!
Griten de alabanza y alegría:
“¡Salva a tu pueblo, oh Señor,
    el remanente de Israel!”.
Pues los traeré del norte
    y de los extremos más lejanos de la tierra.
No me olvidaré del ciego ni del cojo,
    ni de las mujeres embarazadas ni de las que están en trabajo de parto.
    ¡Volverá un enorme grupo!
Por sus rostros correrán lágrimas de alegría,
    y con mucho cuidado los guiaré a casa.
Caminarán junto a arroyos quietos
    y por caminos llanos donde no tropezarán.
Pues soy el padre de Israel,
    y Efraín es mi hijo mayor.

10 »Ustedes, naciones del mundo,
    escuchen este mensaje del Señor;
    proclámenlo en las costas lejanas:
El Señor, quien dispersó a su pueblo,
    lo reunirá y lo cuidará
    como hace un pastor con su rebaño.
11 Pues el Señor ha rescatado a Israel
    de manos más fuertes.
12 Vendrán a su tierra y entonarán canciones de alegría en las alturas de Jerusalén.
    Estarán radiantes debido a los buenos regalos del Señor:
abundancia de grano, vino nuevo y aceite de oliva,
    y los rebaños y las manadas saludables.
Su vida será como un jardín bien regado,
    y desaparecerán todas sus tristezas.
13 Las jóvenes danzarán de alegría,
    y los hombres—jóvenes y viejos—se unirán a la celebración.
Convertiré su duelo en alegría.
    Los consolaré y cambiaré su aflicción en regocijo.
14 Los sacerdotes disfrutarán de la abundancia,
    y mi pueblo se saciará de mis buenos regalos.
    ¡Yo, el Señor, he hablado!».

La tristeza de Raquel se torna en alegría

15 Esto dice el Señor:

«En Ramá se oye una voz:
    profunda angustia y llanto amargo.
Raquel llora por sus hijos;
    se niega a que la consuelen,
    porque sus hijos se han ido».

16 Pero ahora esto dice el Señor:
«No llores más,
    porque te recompensaré—dice el Señor—.
Tus hijos volverán a ti
    desde la tierra lejana del enemigo.
17 Hay esperanza para tu futuro—dice el Señor—.
    Tus hijos volverán a su propia tierra.
18 Oí a Israel[e] decir:
“Me disciplinaste severamente,
    como a un becerro que necesita ser entrenado para el yugo.
Hazme volver a ti y restáurame,
    porque solo tú eres el Señor mi Dios.
19 Me aparté de Dios,
    pero después tuve remordimiento.
¡Me di golpes por haber sido tan estúpido!
    Estaba profundamente avergonzado por todo lo que hice en los días de mi juventud”.

20 »¿No es aún Israel mi hijo,
    mi hijo querido?—dice el Señor—.
A menudo tengo que castigarlo,
    pero aun así lo amo.
Por eso mi corazón lo anhela
    y ciertamente le tendré misericordia.
21 Pon señales en el camino;
    coloca postes indicadores.
Marca bien el camino
    por el que viniste.
Regresa otra vez, mi virgen Israel;
    regresa aquí a tus ciudades.
22 ¿Hasta cuándo vagarás,
    mi hija descarriada?
Pues el Señor hará que algo nuevo suceda:
    Israel abrazará a su Dios[f]».

23 Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: «Cuando los traiga de regreso del cautiverio, el pueblo de Judá y sus ciudades volverán a decir: “¡El Señor te bendiga, oh casa de rectitud, oh monte santo!”. 24 Tanto la gente de la ciudad como los agricultores y los pastores vivirán juntos en paz y felicidad. 25 Pues le he dado descanso al fatigado y al afligido, alegría».

26 Al oír esto, me desperté y miré a mi alrededor. Mi sueño había sido muy dulce.

27 «Se acerca el día—dice el Señor—, cuando aumentaré en gran manera la población humana y el número de los animales en Israel y Judá. 28 En el pasado con determinación desarraigué y derribé a esta nación. La derroqué, la destruí y sobre ella traje el desastre; pero en el futuro con la misma determinación la plantaré y la edificaré. ¡Yo, el Señor, he hablado!

29 »El pueblo ya no citará este proverbio:

“Los padres comieron uvas agrias,
    pero la boca de sus hijos se frunce por el sabor”.

30 Cada persona morirá por sus propios pecados, los que coman las uvas agrias serán los que tengan la boca fruncida.

31 »Se acerca el día—dice el Señor—, en que haré un nuevo pacto con el pueblo de Israel y de Judá. 32 Este pacto no será como el que hice con sus antepasados cuando los tomé de la mano y los saqué de la tierra de Egipto. Ellos rompieron ese pacto, a pesar de que los amé como un hombre ama a su esposa», dice el Señor.

33 «Pero este es el nuevo pacto que haré con el pueblo de Israel después de esos días—dice el Señor—. Pondré mis instrucciones en lo más profundo de ellos y las escribiré en su corazón. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. 34 Y no habrá necesidad de enseñar a sus vecinos ni habrá necesidad de enseñar a sus parientes diciendo: “Deberías conocer al Señor”. Pues todos ya me conocerán, desde el más pequeño hasta el más grande—dice el Señor—. Perdonaré sus maldades y nunca más me acordaré de sus pecados».

35 Es el Señor quien provee el sol para alumbrar el día
    y la luna y las estrellas para alumbrar la noche,
    y agita el mar y hace olas rugientes.
Su nombre es el Señor de los Ejércitos Celestiales,
    y esto es lo que dice:
36 «¡Igual de improbable es que anule las leyes de la naturaleza
    como que rechace a mi pueblo Israel!».
37 Esto dice el Señor:
«Así como no se pueden medir los cielos
    ni explorar los fundamentos de la tierra,
así tampoco consideraré echarlos fuera
    por las maldades que han hecho.
    ¡Yo, el Señor, he hablado!

38 »Se acerca el día—dice el Señor—, cuando toda Jerusalén será reconstruida para mí, desde la torre de Hananeel hasta la puerta de la Esquina. 39 Se extenderá una cuerda de medir sobre la colina de Gareb hasta Goa 40 y el área entera—incluidos el cementerio y el basurero de cenizas en el valle, y todos los campos en el oriente hasta el valle de Cedrón y hasta la puerta de los Caballos—será santa al Señor. Nunca más la ciudad será conquistada ni destruida».

Marcos 16

La resurrección

16 El sábado al atardecer, cuando terminó el día de descanso, María Magdalena, Salomé y María, la madre de Santiago, fueron a comprar especias para el entierro, a fin de ungir el cuerpo de Jesús. El domingo por la mañana[a] muy temprano, justo al amanecer, fueron a la tumba. En el camino, se preguntaban unas a otras: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada de la tumba?»; pero cuando llegaron, se fijaron y vieron que la piedra, que era muy grande, ya estaba corrida.

Cuando entraron en la tumba, vieron a un joven vestido con un manto blanco, sentado al lado derecho. Las mujeres estaban asustadas, pero el ángel les dijo: «No se alarmen. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret,[b] el que fue crucificado. ¡No está aquí! ¡Ha resucitado! Miren, aquí es donde pusieron su cuerpo. Ahora vayan y cuéntenles a sus discípulos, incluido Pedro, que Jesús va delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán, tal como les dijo antes de morir».

Las mujeres, desconcertadas, huyeron temblando de la tumba y no dijeron nada a nadie porque estaban muy asustadas.[c]

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[Los manuscritos más antiguos de Marcos terminan en el versículo 16:8. Otros manuscritos tardíos incluyen uno o ambos de los finales que aparecen a continuación].

[Final breve de Marcos]

Luego ellas informaron todo eso a Pedro y a sus compañeros brevemente. Tiempo después, Jesús mismo los envió del oriente al occidente con el sagrado e inagotable mensaje de salvación que da vida eterna. Amén.

[Final largo de Marcos]

Después de que Jesús resucitó el domingo por la mañana temprano, la primera persona que lo vio fue María Magdalena, la mujer de quien él había expulsado siete demonios. 10 Ella fue a ver a los discípulos, quienes estaban lamentándose y llorando, y les dijo lo que había sucedido. 11 Sin embargo, cuando les dijo que Jesús estaba vivo y que lo había visto, ellos no le creyeron.

12 Tiempo después, Jesús se apareció en otra forma a dos de sus seguidores que iban caminando desde Jerusalén hacia el campo. 13 Ellos regresaron corriendo para contárselo a los demás, pero ninguno les creyó.

14 Incluso más tarde, se apareció a los once discípulos mientras comían juntos. Los reprendió por su obstinada incredulidad, porque se habían negado a creer a los que lo habían visto después de que resucitó.[d]

15 Entonces les dijo: «Vayan por todo el mundo y prediquen la Buena Noticia a todos. 16 El que crea y sea bautizado será salvo, pero el que se niegue a creer, será condenado. 17 Estas señales milagrosas acompañarán a los que creen: expulsarán demonios en mi nombre y hablarán nuevos idiomas.[e] 18 Podrán tomar serpientes en las manos sin que nada les pase y, si beben algo venenoso, no les hará daño. Pondrán sus manos sobre los enfermos, y ellos sanarán».

19 Cuando el Señor Jesús terminó de hablar con ellos, fue levantado al cielo y se sentó en el lugar de honor, a la derecha de Dios. 20 Y los discípulos fueron por todas partes y predicaron, y el Señor actuaba por medio de ellos confirmando con muchas señales milagrosas lo que decían.

Nueva Traducción Viviente (NTV)

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