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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
Génesis 44

La copa de José

44 Después José ordenó a su mayordomo:

— Llena los costales de estos hombres con todos los víveres que les quepan y pon el dinero de cada uno de ellos en la boca de su costal. Además, esconde mi copa, la de plata, en la boca del costal del hermano menor, junto con el dinero de la compra.

El mayordomo hizo lo que José le ordenó. Con los primeros rayos del sol, dejaron partir a los hombres con sus asnos. Todavía no estaban muy lejos de la ciudad, cuando José dijo a su mayordomo:

— Vete tras ellos y cuando los alcances diles:

— ¿Por qué han pagado mal por bien? ¿Por qué han robado la copa que mi señor usa para beber y para adivinar? No debieron obrar así.

Cuando el mayordomo los alcanzó, les repitió esas mismas palabras. Pero ellos respondieron:

— ¿Por qué mi señor dice eso? ¡Lejos de nosotros hacer tal cosa! Si vinimos desde Canaán a devolver el dinero que encontramos en la boca de nuestros costales, ¿por qué, entonces, habríamos de robar oro o plata de la casa de tu señor? Si encuentras la copa en poder de alguno de nosotros, que muera el que la tenga; el resto de nosotros seremos esclavos de mi señor.

10 Entonces el mayordomo dijo:

— Que sea como ustedes dicen, pero sólo el que tenga la copa será mi esclavo, los demás podrán marcharse.

11 Cada uno de ellos bajó aprisa su costal al suelo, y lo abrió. 12 El mayordomo registró cada costal, comenzando por el del hermano mayor y terminando por el del menor. ¡Y encontró la copa en el costal de Benjamín! 13 Al ver esto, ellos se rasgaron las vestiduras, volvieron a cargar cada uno su asno y regresaron a la ciudad.

14 Todavía estaba José en casa cuando llegaron Judá y los otros hermanos. Entonces se inclinaron rostro en tierra, 15 y José les preguntó:

— ¿Qué es lo que han hecho? ¿Acaso no saben que un hombre como yo tiene el don de adivinar?

16 Judá respondió:

— ¿Qué podemos responder a nuestro señor? ¿Qué palabras pronunciar? ¿Cómo podremos probar nuestra inocencia? Dios ha puesto al descubierto la culpa de tus siervos. Seremos tus esclavos, mi señor, tanto nosotros como aquel en cuyo poder fue hallada la copa.

17 Pero José dijo:

— ¡Lejos de mí hacer tal cosa! Sólo aquel en cuyo poder fue hallada la copa será mi esclavo. Los demás pueden regresar tranquilos a casa de su padre.

Judá intercede por Benjamín

18 Entonces Judá se acercó a José y le dijo:

— Te ruego, mi señor, que permitas a este siervo tuyo hablarte en privado, sin que te enfades conmigo, porque tú eres como el faraón. 19 Cuando mi señor nos preguntó si todavía teníamos padre o algún hermano, 20 nosotros contestamos a mi señor que teníamos un padre anciano y un hijo que le nació ya en su vejez. Nuestro padre quiere muchísimo a este hijo porque es el único que le queda de la misma madre, ya que el otro murió. 21 Entonces, mi señor, nos pediste que lo trajéramos, porque querías verlo. 22 Nosotros dijimos a mi señor que el joven no podía dejar a su padre porque, si lo hacía, el padre moriría. 23 Pero mi señor insistió y nos advirtió que, si no traíamos a nuestro hermano menor, no seríamos recibidos por ti. 24 Entonces regresamos adonde vive tu siervo, mi padre, y le comunicamos las palabras de mi señor. 25 Y cuando nuestro padre nos mandó que volviéramos a comprar más alimento, 26 nosotros le respondimos que no podíamos bajar sin nuestro hermano menor, porque no seríamos recibidos por aquel hombre a no ser que nuestro hermano menor viniera con nosotros. 27 A lo que tu siervo, mi padre, respondió: “Ya saben que mi mujer me dio dos hijos; 28 uno de ellos se fue de mi lado y pienso que lo descuartizó una fiera, porque no he vuelto a verlo. 29 Si arrancan de mi lado también al otro hijo y le pasa alguna desgracia, ustedes tendrán la culpa de que este pobre viejo se muera de pena”. 30 La vida, pues, de mi padre, tu siervo, está tan unida a la vida del muchacho que, si el muchacho no va con nosotros cuando yo regrese, 31 con toda seguridad mi padre, al no verlo, morirá y nosotros seremos los culpables de que nuestro padre muera de pena. 32 Este tu siervo se hizo responsable ante mi padre del cuidado del muchacho. Le dije que si no se lo devuelvo, la culpa será mía de por vida. 33 Por eso, ruego a mi señor permita que yo me quede como esclavo en lugar del muchacho, y que este regrese con sus hermanos. 34 ¿Cómo podría volver junto a mi padre, si el muchacho no va conmigo? Yo no podría soportar el dolor que sufriría mi padre.

Marcos 14

La Pascua de Jesús (14,1—16,8)

Complot contra Jesús (Mt 26,1-5; Lc 22,1-2; Jn 11,45-53)

14 Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los Panes sin levadura, y los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley andaban buscando el modo de tender una trampa a Jesús para prenderlo y matarlo. Decían, sin embargo:

— No lo hagamos durante la fiesta, a fin de evitar una alteración del orden público.

Estaba Jesús en Betania, en casa de un tal Simón, a quien llamaban el leproso. Mientras se hallaba sentado a la mesa, llegó una mujer que llevaba en un frasco de alabastro un perfume de nardo auténtico y muy valioso. Rompió el frasco y vertió el perfume sobre la cabeza de Jesús. Molestos por ello, algunos comentaban entre sí: “¿A qué viene tal derroche de perfume? Podía haberse vendido este perfume por más de trescientos denarios y haber entregado el importe a los pobres”. Así que murmuraban contra aquella mujer. Pero Jesús les dijo:

— Déjenla. ¿Por qué la molestan? Lo que ha hecho conmigo es bueno. A los pobres los tendrán siempre entre ustedes y podrán hacerles todo el bien que ustedes quieran; pero a mí no me tendrán siempre. Ha hecho lo que estaba en su mano preparando por anticipado mi cuerpo para el entierro. Les aseguro que, en cualquier lugar del mundo donde se anuncie la buena noticia, se recordará también a esta mujer y lo que hizo.

Judas traiciona a Jesús (Mt 26,14-16; Lc 22,3-6)

10 Entonces Judas Iscariote, uno de los doce discípulos, fue a hablar con los jefes de los sacerdotes para entregarles a Jesús. 11 Ellos se alegraron al oírlo y prometieron darle dinero a cambio. Así que Judas comenzó a buscar una oportunidad para entregarlo.

Los discípulos preparan la cena de Pascua (Mt 26,17-19; Lc 22,7-13)

12 El primer día de los Panes sin levadura, cuando se sacrificaba el cordero de Pascua, los discípulos le preguntaron a Jesús:

— ¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?

13 Jesús envió a dos de sus discípulos diciéndoles:

— Vayan a la ciudad y encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo 14 y, allí donde entre, díganle al dueño de la casa: “El Maestro dice: ¿Cuál es la estancia donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. 15 Él les mostrará en el piso de arriba una sala amplia, ya dispuesta y arreglada. Prepárenlo todo allí para nosotros. 16 Los discípulos salieron y fueron a la ciudad, donde encontraron todo como Jesús les había dicho. Y prepararon la cena de Pascua.

Jesús anuncia la traición de Judas (Mt 26,20-25; Lc 22,14.21-23; Jn 13,21-30)

17 Al anochecer llegó Jesús con los Doce, se sentaron a la mesa 18 y mientras estaban cenando, Jesús dijo:

— Les aseguro que uno de ustedes va a traicionarme. Uno que está comiendo conmigo.

19 Se entristecieron los discípulos y uno tras otro comenzaron a preguntarle:

— ¿Acaso seré yo, Señor?

20 Jesús les dijo:

— Es uno de los Doce; uno que ha tomado un bocado de mi propio plato. 21 Es cierto que el Hijo del hombre tiene que seguir su camino, como dicen de él las Escrituras. Sin embargo, ¡ay de aquel que traiciona al Hijo del hombre! Mejor le sería no haber nacido.

La cena del Señor (Mt 26,26-30; Lc 22,14-23; 1 Co 11,23-25)

22 Durante la cena, Jesús tomó pan, bendijo a Dios, lo partió y se lo dio diciendo:

— Tomen, esto es mi cuerpo.

23 Tomó luego en sus manos una copa, dio gracias a Dios y la pasó a sus discípulos. Y bebieron todos de ella. 24 Él les dijo:

— Esto es mi sangre, la sangre de la alianza, que va a ser derramada en favor de todos. 25 Les aseguro que no volveré a beber de este fruto de la vid hasta el día aquel en que beba un vino nuevo en el reino de Dios.

26 Cantaron después el himno y salieron hacia el monte de los Olivos.

Jesús predice la negación de Pedro (Mt 26,31-35; Lc 22,31-34; Jn 13,36-38)

27 Jesús les dijo:

— Todos me van a abandonar, porque así lo dicen las Escrituras: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. 28 Pero después de mi resurrección iré delante de ustedes a Galilea.

29 Pedro le dijo:

— ¡Aunque todos te abandonen, yo no te abandonaré!

30 Jesús le contestó:

— Te aseguro que hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante por segunda vez, tú me habrás negado tres veces.

31 Pedro insistió, asegurando:

— ¡Yo no te negaré, aunque tenga que morir contigo!

Y lo mismo decían todos los demás.

Oración de Jesús en Getsemaní (Mt 26,36-46; Lc 22,39-46)

32 Llegados al lugar llamado Getsemaní, Jesús dijo a sus discípulos:

— Quédense aquí sentados mientras yo voy a orar.

33 Se llevó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y comenzó a sentirse atemorizado y angustiado. 34 Les dijo:

— Me está invadiendo una tristeza de muerte. Quédense aquí y manténganse vigilantes.

35 Se adelantó unos pasos más y, postrándose en tierra, oró pidiéndole a Dios que, si era posible, pasara de él aquel trance. 36 Decía:

— ¡Abba, Padre, todo es posible para ti! Líbrame de esta copa de amargura; pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.

37 Volvió entonces y, al encontrar dormidos a los discípulos, dijo a Pedro:

— Simón, ¿duermes? ¿Ni siquiera has podido velar una hora? 38 Manténganse vigilantes y oren para que no desfallezcan en la prueba. Es cierto que tienen buena voluntad, pero les faltan las fuerzas.

39 Otra vez se alejó de ellos y oró diciendo lo mismo. 40 Regresó de nuevo a donde estaban los discípulos y volvió a encontrarlos dormidos, pues tenían los ojos cargados de sueño. Y no supieron qué contestarle. 41 Cuando volvió por tercera vez, les dijo:

— ¿Aún siguen durmiendo y descansando? ¡Ya basta! Ha llegado la hora: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores. 42 Levántense, vámonos. Ya está aquí el que me va a entregar.

Jesús es arrestado (Mt 26,47-56; Lc 22,47-53; Jn 18,1-12)

43 Todavía estaba Jesús hablando cuando se presentó Judas, uno de los Doce. Venía acompañado de un tropel de gente armada con espadas y garrotes, que habían sido enviados por los jefes de los sacerdotes, los maestros de la ley y los ancianos. 44 Judas, el traidor, les había dado esta contraseña:

— Aquel a quien yo bese, ese es. Aprésenlo y llévenselo bien sujeto.

45 Al llegar, se acercó en seguida a Jesús y le dijo:

— ¡Maestro!

Y lo besó. 46 Los otros, por su parte, echando mano a Jesús, lo apresaron. 47 Uno de los que estaban con él sacó la espada y, de un golpe, le cortó una oreja al criado del sumo sacerdote. 48 Jesús, entonces, tomó la palabra y les dijo:

— ¿Por qué han venido a arrestarme con espadas y garrotes como si fuera un ladrón? 49 Todos los días he estado entre ustedes enseñando en el Templo, y no me han arrestado. Pero así debe ser para que se cumplan las Escrituras.

50 Y todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. 51 Un muchacho, cubierto sólo con una sábana, iba siguiendo a Jesús. También quisieron echarle mano; 52 pero él, desprendiéndose de la sábana, huyó desnudo.

Jesús ante el Consejo Supremo (Mt 26,57-68; Lc 22,54-55.63-71; Jn 18,12-14.19-24)

53 Llevaron a Jesús ante el sumo sacerdote; y se reunieron también todos los jefes de los sacerdotes, los ancianos y los maestros de la ley. 54 Pedro, que lo había seguido de lejos hasta la mansión del sumo sacerdote, se sentó con los criados a calentarse junto al fuego. 55 Los jefes de los sacerdotes y el pleno del Consejo Supremo andaban buscando un testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte; pero no lo encontraban 56 porque, aunque muchos testificaban falsamente contra él, sus testimonios no concordaban. 57 Algunos se levantaron y testificaron en falso contra Jesús, diciendo:

58 — Nosotros lo hemos oído afirmar: “Yo derribaré este Templo obra de manos humanas y en tres días construiré otro que no será obra humana”.

59 Pero ni aun así conseguían hacer coincidir los testimonios. 60 Poniéndose, entonces, de pie en medio de todos, el sumo sacerdote preguntó a Jesús:

— ¿No tienes nada que alegar a lo que estos testifican contra ti?

61 Pero Jesús permaneció en silencio, sin contestar ni una palabra. El sumo sacerdote insistió preguntándole:

— ¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito?

62 Jesús respondió:

— Sí, lo soy. Y ustedes verán al Hijo del hombre sentado junto al Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo.

63 Al oír esto, el sumo sacerdote se rasgó las vestiduras y exclamó:

— ¿Para qué necesitamos más testimonios? 64 ¡Ya han oído su blasfemia! ¿Qué les parece?

Todos juzgaron que merecía la muerte. 65 Algunos se pusieron a escupirlo y, tapándole la cara, lo golpeaban y le decían:

— ¡A ver si adivinas!

Y también los criados le daban bofetadas.

Pedro niega a Jesús (Mt 26,69-75; Lc 22,54-62; Jn 18,15-18.25-27)

66 Entre tanto, Pedro estaba abajo, en el patio de la casa. Llegó una criada del sumo sacerdote 67 y, al ver a Pedro calentándose junto al fuego, lo miró atentamente y dijo:

— Oye, tú también estabas con Jesús, el de Nazaret.

68 Pedro lo negó, diciendo:

— Ni sé quién es ese ni de qué estás hablando.

Y salió al vestíbulo. Entonces cantó un gallo. 69 La criada lo volvió a ver y dijo de nuevo a los que estaban allí:

— Este es uno de ellos.

70 Pedro lo negó otra vez. Poco después, algunos de los presentes insistieron dirigiéndose a Pedro:

— No cabe duda de que tú eres de los suyos, pues eres galileo.

71 Entonces él comenzó a jurar y perjurar:

— ¡No sé quién es ese hombre del que ustedes hablan!

72 Al instante cantó un gallo por segunda vez y Pedro se acordó de que Jesús le había dicho: “Antes que cante el gallo dos veces, me habrás negado tres veces”. Y se echó a llorar.

Job 10

10 Me da asco mi existencia,
daré rienda suelta a mis quejas,
hablaré repleto de amargura.
Diré a Dios: “No me declares culpable;
y dime por qué eres mi adversario.
¿Disfrutas acaso oprimiéndome,
rechazando la obra de tus manos,
y aprobando los planes del malvado?
¿Son acaso tus ojos de carne
y ves las cosas lo mismo que un humano?
¿Es tu vida la de un simple mortal,
tu existencia la de un ser humano,
para que busques algo malo en mí
e indagues si tengo pecado?
De sobra sabes que no soy culpable,
pero nadie me librará de tus manos.
Tus manos me modelaron, me hicieron,
¿y ahora te vuelves y me destruyes?
Recuerda que me hiciste de barro
y que al polvo me vas a devolver.
10 ¿No me vertiste como leche
y me cuajaste como al queso?
11 Me forraste de piel y carne,
me tejiste con huesos y tendones.
12 Me concediste el favor de la vida,
rodeaste mi existencia de atenciones.
13 Pero algo planeabas en secreto,
sé que planeabas lo siguiente:
14 si pecaba, me estarías vigilando
y no disculparías mis fallos;
15 si era culpable, ¡pobre de mí!;
si inocente, no alzaría la frente,
saciado de afrentas, harto de aflicción;
16 si tratara de mostrarme firme,
me darías caza como un león,
repitiendo tus hazañas a mi costa;
17 renovarías tu enemistad contra mí,
contra mí aumentarías tu furor
atacándome con tropas de relevo.
18 ¿Para qué me sacaste del vientre?
Habría muerto sin que nadie lo viese,
19 sería como si no hubiera existido,
arrastrado del vientre a la tumba.
20 ¡Qué rápida discurre mi vida!
¡Déjame! ¡Aléjate de mí!
Deja que disfrute un poco,
21 antes de que vaya al país de tinieblas,
y de sombras de muerte,
sin que pueda regresar,
22 al país lúgubre como la oscuridad,
con sombras de muertos, caótico,
donde la luz sólo es oscuridad”.

Romanos 14

Condescendencia y apoyo mutuo

14 Acojan a los que tienen una fe poco formada y no se enzarcen en cuestiones opinables. Algunos creen que se puede comer de todo; otros, en cambio, tienen la fe poco formada y sólo comen alimentos vegetales. Quien come de todo, que no desprecie a quien se abstiene de comer ciertos alimentos; y el que no come ciertos alimentos, que no critique al que come de todo, pues ambos han sido acogidos por Dios. ¿Quién eres tú para erigirte en juez de alguien que no está bajo tu dominio? Que se mantenga en pie o que caiga es algo que incumbe solamente a su amo. Y no cabe duda de que se mantendrá en pie, pues le sobra poder al Señor para mantenerlo.

Algunos dan especial importancia a ciertos días mientras que otros piensan que todos los días son iguales. Actúe cada uno conforme al dictamen de su propia conciencia. El que piensa que hay que celebrar determinadas fechas, con intención de honrar al Señor lo hace. Y el que come de todo, también lo hace para honrar al Señor; de hecho, da gracias a Dios por ello. De la misma manera, el que se abstiene de comer ciertos manjares, lo hace para honrar al Señor, y también da gracias a Dios.

Nadie vive ni muere para sí mismo. Si vivimos, para el Señor vivimos; si morimos, para el Señor morimos. Así pues, en vida o en muerte, pertenecemos al Señor. Para eso murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos. 10 ¿Cómo te atreves, entonces, a erigirte en juez de tu hermano? ¿Quién eres tú para despreciarlo? Todos hemos de comparecer ante el tribunal de Dios, 11 pues dice la Escritura:

Por mi vida, dice el Señor,
que ante mí se doblará toda rodilla,
y todos reconocerán la grandeza de Dios.

12 En una palabra, cada uno de nosotros habrá de rendir cuentas a Dios de sí mismo.

Convivir en paz y armonía

13 Por tanto, dejemos ya de criticarnos unos a otros. Propónganse, más bien, no ser para el hermano ocasión o motivo de pecado. 14 Apoyado en Jesús, el Señor, estoy plenamente convencido de que nada es en sí mismo impuro; una cosa es impura sólo para aquel que la considere como tal. 15 Claro que si, por comer un determinado alimento, haces daño a tu hermano, ya no es el amor la norma de tu vida. ¡Triste cosa sería hacer que perezca por cuestiones de alimentos alguien por quien Cristo ha muerto! 16 No permitan, pues, que se les critique por algo que en sí mismo es bueno. 17 El reino de Dios no consiste en lo que se come o en lo que se bebe; consiste en una vida recta, alegre y pacífica que procede del Espíritu Santo. 18 Quien sirve así a Cristo, agrada a Dios y se granjea la estima humana.

19 Así que busquemos con afán lo que contribuye a la paz y a la convivencia mutua. 20 ¿Por qué destruir la obra de Dios por una cuestión de alimentos? Todo lo que se come es bueno, pero se convierte en malo para quien, al comerlo, pone a otro en ocasión de pecado. 21 Más vale, pues, que te abstengas de carne, de vino o de cualquier otra cosa, antes que poner a tu hermano en trance de pecar. 22 La fe bien formada que tú tienes, resérvala para tus relaciones personales con Dios. ¡Dichoso el que puede tomar una decisión sin angustias de conciencia! 23 Pero quien tiene dudas de si un alimento está prohibido o permitido y, sin embargo, lo come, se hace culpable al no proceder conforme al dictamen de su conciencia. Pues todo lo que se hace con mala conciencia es pecado.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España