M’Cheyne Bible Reading Plan
Josué se despide
24 Luego Josué reunió a todas las tribus de Israel en Siquén. Convocó a todos los ancianos líderes de Israel, a los jefes, a los jueces y a los oficiales. Ellos se presentaron ante Dios.
2 Luego Josué le dijo a todo el pueblo:
—Esto es lo que el SEÑOR, el Dios de Israel dice: Hace mucho tiempo sus antepasados, incluido Téraj, el padre de Abraham y de Najor, vivían al otro lado del río Éufrates y servían a otros dioses. 3 Luego, yo traje a su antepasado Abraham desde el otro lado del río Éufrates y lo guié a través de toda la tierra de Canaán, le di muchos descendientes. Le di a Isaac 4 y a Isaac le di a Jacob y a Esaú. A Esaú le di las montañas de Seír como posesión, pero Jacob y sus hijos se fueron a Egipto. 5 Luego envié a Moisés y a Aarón, y con lo que hice allí metí en graves dificultades a los egipcios, y después de eso yo los saqué a ustedes. 6 Cuando saqué de Egipto a sus antepasados, ustedes llegaron al mar, y los egipcios persiguieron a sus antepasados con carros de combate y caballería hasta el mar Rojo. 7 Sus antepasados me pidieron ayuda a gritos. Entonces yo, el SEÑOR, puse oscuridad entre ustedes y los egipcios, eché el mar sobre ellos y los cubrí. Ustedes vieron con sus propios ojos lo que le hice a Egipto.
»Luego ustedes vivieron en el desierto por largo tiempo. 8 Después yo los llevé a la tierra de los amorreos que vivían al otro lado del río Jordán. Ellos pelearon contra ustedes, pero yo hice que ustedes los derrotaran y tomaran posesión de su tierra; yo los destruí a ellos ante ustedes. 9 Luego Balac, hijo de Zipor y rey de Moab, se preparó para luchar contra Israel. Mandó a traer a Balán hijo de Beor, para que los maldijera, 10 pero yo no le hice caso a Balán. Así que él tuvo que bendecirlos y yo los protegí a ustedes de su poder. 11 Cuando ustedes cruzaron el río Jordán y vinieron a Jericó, los habitantes de Jericó lucharon contra ustedes, así como lo hicieron también los amorreos, los ferezeos, los cananeos, los hititas, los gergeseos, los heveos y los jebuseos, pero yo hice que ustedes los vencieran. 12 Envié avispas[a] delante de ustedes, y ellas expulsaron a los dos reyes amorreos ante ustedes. No fue por sus espadas ni por sus arcos. 13 Yo les di a ustedes una tierra que no habían trabajado y ciudades que no habían construido, en las cuales viven ahora. Comen la fruta de viñedos y de olivos que ustedes no plantaron.
14 Entonces Josué le dijo a la gente:
—Así que ahora respeten al SEÑOR y sírvanle total y fielmente. Quiten de entre ustedes los dioses que sus antepasados adoraban al otro lado del río Éufrates y en Egipto, y sirvan al SEÑOR. 15 Si no desean servir al SEÑOR, decidan hoy a quien servirán, ya sea a los dioses a los que sus antepasados servían al otro lado del río Éufrates, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra viven. Pero yo y mi familia serviremos al SEÑOR.
16 Entonces la gente contestó:
—Nosotros nunca dejaremos al SEÑOR para servir a otros dioses. 17 Pues el SEÑOR nuestro Dios es el que nos trajo a nosotros y a nuestros antepasados de la tierra de Egipto donde éramos esclavos, y él es quien hizo esos grandes milagros ante nuestros ojos. Él nos protegió por todo nuestro viaje y a través de todas las naciones por cuyas tierras atravesamos. 18 El SEÑOR expulsó ante nuestros ojos a todos los pueblos y a los amorreos que vivían en la tierra. También serviremos al SEÑOR, porque él es nuestro Dios.
19 Entonces Josué le dijo a la gente:
—Ustedes no podrán servir al SEÑOR, pues él es un Dios santo. Él es un Dios celoso. Él no perdonará sus rebeliones y sus pecados. 20 Si ustedes abandonan al SEÑOR y sirven a dioses distintos, entonces él se volverá contra ustedes y les traerá desastres y los destruirá, aun cuando ya los ha hecho prósperos.
21 Entonces el pueblo le dijo a Josué:
—¡No! ¡Nosotros serviremos al SEÑOR!
22 Entonces Josué dijo al pueblo:
—Observen a toda esta gente y obsérvense ustedes mismos. Todos ustedes ya saben y están de acuerdo que han decidido servir al SEÑOR, ¿cierto? Ustedes mismos son sus propios testigos, ¿verdad?
Y ellos dijeron:
—Somos testigos.
23 Así que Josué dijo:
—Ahora quiten los otros dioses de entre ustedes y vuélvanse de todo corazón al SEÑOR, el Dios de Israel.
24 Entonces la gente le dijo a Josué:
—Serviremos al SEÑOR nuestro Dios y lo obedeceremos.
25 Así que ese día Josué hizo un pacto con el pueblo. Le hizo estatutos y leyes en Siquén. 26 Josué escribió esas leyes en el libro de las enseñanzas de Dios. Luego tomó una roca grande y la puso debajo de la encina que estaba en el santuario del SEÑOR. 27 Entonces Josué le dijo a la gente:
—Miren, esta piedra será testigo ante nosotros, porque ha escuchado todas las palabras que el SEÑOR nos ha dicho. Así que será testigo ante ustedes, para que no mientan a su Dios.
28 Entonces Josué despidió a la gente, cada uno a su propia tierra.
Muerte de Josué
(Jue 2:6-10)
29 Después de esto murió Josué hijo de Nun, el siervo del SEÑOR. Tenía 110 años de edad. 30 Fue enterrado en su propia tierra, en Timnat Sera, que está en las montañas de Efraín, al norte del monte Gaas.
31 Israel sirvió al SEÑOR durante la vida de Josué y la de los ancianos que vivieron después de su muerte, quienes conocían toda la obra que el SEÑOR hizo por Israel.
Entierro de los restos de José
32 Los huesos de José, que los israelitas trajeron de Egipto, fueron enterrados en Siquén en el terreno que Jacob había comprado por 100 monedas de plata[b] a los hijos de Jamor, el padre de Siquén. Esta tierra se convirtió en la herencia de los descendientes de José.
33 Eleazar hijo de Aarón murió, y lo enterraron en Guibeá, el pueblo de su hijo Finés, que le había sido dado en las montañas de Efraín.
Pedro y Juan ante el Consejo
4 Unos sacerdotes, el capitán de la guardia del templo y algunos saduceos se acercaron mientras Pedro y Juan todavía le estaban hablando al pueblo. 2 Estaban resentidos porque Pedro y Juan enseñaban que Jesús había demostrado que los muertos resucitan. 3 Arrestaron a Pedro y a Juan y los metieron en la cárcel. Como ya era tarde, los dejaron en la cárcel hasta el día siguiente. 4 Pero muchos de los que habían escuchado el mensaje, creyeron. Ahora había como 5000 hombres en el grupo de creyentes.
5 Al día siguiente, los dirigentes del pueblo, los ancianos líderes y los maestros de la ley, se reunieron en Jerusalén. 6 También estaban allí el sumo sacerdote Anás, Caifás, Juan y Alejandro. Todos los que pertenecían a la familia del sumo sacerdote estaban reunidos. 7 Ellos mandaron traer a Juan y a Pedro para interrogarlos:
—¿Por medio de qué tipo de poder y autoridad sanaron al paralítico?
8 Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo:
—Dirigentes del pueblo y ancianos líderes de Israel, 9 ¿nos están juzgando hoy por sanar a un paralítico? ¿Quieren saber quién lo sanó? 10 Pues sepan ustedes y todo el pueblo de Israel que este hombre fue sanado por el poder de Jesucristo de Nazaret, a quien ustedes crucificaron, pero Dios lo levantó de la muerte. Este hombre estaba paralítico y ahora está completamente sano gracias a Jesús. 11 (A)Este Jesús es:
“La piedra que ustedes los constructores rechazaron
se ha convertido en la piedra principal”.[a]
12 ¡Sólo en Jesús hay salvación! No hay otro nombre en este mundo por el cual los seres humanos podamos ser salvos.
13 Pedro y Juan eran hombres sencillos y sin educación. Las autoridades se asombraron cuando vieron que ellos no tenían miedo de hablar. Entonces se dieron cuenta de que Pedro y Juan habían estado con Jesús. 14 Además, el que había sido sanado estaba junto a ellos, por eso no podían decir nada en contra. 15 Entonces les ordenaron salir del Consejo, y discutieron entre ellos lo que debían hacer. 16 Dijeron: «¿Qué hacemos con estos hombres? Todos en Jerusalén saben que hicieron un gran milagro. No podemos decir nada en su contra. 17 Para evitar que esto se siga difundiendo entre el pueblo, amenacémoslos para que dejen de hablar en el nombre de Jesús».
18 Entonces los llamaron y les ordenaron estrictamente que no hablaran ni enseñaran más acerca de Jesús. 19 Pero Pedro y Juan les respondieron:
—Decidan ustedes mismos si es mejor obedecerlos a ustedes o a Dios. 20 No nos podemos quedar callados sin decir lo que hemos visto y oído.
21 Así que las autoridades volvieron a amenazar a los apóstoles y los dejaron libres. No podían encontrar la manera de castigarlos porque toda la gente estaba alabando a Dios por lo que había pasado. 22 Es que el paralítico que había sido sanado tenía más de 40 años cuando recibió este milagro.
Los creyentes oran
23 Pedro y Juan quedaron en libertad y fueron a contarles a sus compañeros todo lo que habían dicho los jefes de los sacerdotes y los ancianos líderes. 24 Cuando los creyentes escucharon esto, oraron todos juntos en voz alta a Dios y dijeron: «Señor, tú creaste el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en el mundo. 25 Nuestro antepasado David, tu siervo, dijo por medio del Espíritu Santo:
»“¿Por qué se enfurecieron las naciones?
¿Por qué la multitud hizo planes contra Dios?
26 (B)Los reyes de la tierra se preparan para la guerra.
Los gobernantes se ponen en contra del Señor y en contra de su Mesías”.[b]
27 De hecho, Herodes, Poncio Pilato, las naciones y la multitud de Israel se juntaron en contra de Jesús aquí en Jerusalén. Jesús es tu santo siervo, tu elegido para ser el Mesías. 28 Al ponerse en contra de él, hicieron que tus planes se cumplieran. Todo esto sucedió por tu poder y porque así lo quisiste. 29 Ahora, Señor, escucha sus amenazas y ayúdanos a nosotros que somos tus siervos a anunciar tu mensaje con valentía. 30 Al mismo tiempo, extiende tu mano para sanar a los enfermos y realizar señales milagrosas por el poder de tu santo siervo Jesús».
31 Cuando los creyentes terminaron de orar, el lugar donde estaban reunidos tembló. Fueron llenos todos del Espíritu Santo y siguieron anunciando valientemente el mensaje de Dios.
Los creyentes comparten
32 Todos los creyentes pensaban de la misma manera y estaban todos de acuerdo. Ninguno de ellos decía que lo que tenía era sólo suyo, sino que era de todos. 33 Obrando milagros los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y Dios bendecía mucho a todos los creyentes. 34 En el grupo no había ningún necesitado porque vendían sus tierras y sus casas, traían el dinero de la venta 35 y se lo daban a los apóstoles. Después repartían a cada uno según sus necesidades.
36 Un ejemplo de esto fue José, un levita natural de Chipre, a quien los apóstoles llamaban Bernabé, que quiere decir «el que consuela a los demás». 37 José era dueño de un terreno, lo vendió, trajo el dinero y se lo dio a los apóstoles.
La señal del cinturón
13 Esto es lo que me dijo el SEÑOR:
«Jeremías, ve y cómprate un cinturón de lino, colócatelo en la cintura y no te la quites nunca, ni para lavarla».
2 Así que compré el cinturón tal como el SEÑOR me había dicho y me lo coloqué en la cintura. 3 Luego, el SEÑOR me dio un segundo mensaje: 4 «Toma el cinturón que compraste y que llevas en la cintura, ve a Perat[a] y escóndelo allí en una roca». 5 Así que fui y lo escondí en Perat, tal como me lo había ordenado el SEÑOR.
6 Después de mucho tiempo, el SEÑOR me dijo: «Levántate, y ve a Perat y toma el cinturón que te ordené que escondieras». 7 Así que fui a Perat, cavé y saqué el cinturón del lugar donde lo había escondido. El cinturón ya estaba podrido y no servía para nada.
8 Entonces el SEÑOR me dio este mensaje: 9 «Así como destruí este cinturón, destruiré el esplendor de Judá y de Jerusalén, 10 pueblo perverso que se niega a escuchar mis palabras y que se guía por la terquedad de su corazón perverso. Se ha ido tras otros dioses para servirlos y adorarlos; es como este cinturón que no sirve para nada. 11 Así como uno se ajusta el cinturón a la cintura, así hice que todo el pueblo de Israel y de Judá se ajustara a mí, dice el SEÑOR. Yo quería que ellos fueran mi pueblo y me dieran fama, honor y gloria, pero no me obedecieron.
Las vasijas rotas
12 »Diles también lo siguiente: “Esto dice el SEÑOR, Dios de Israel: Toda jarra debe llenarse de vino. Y ellos te dirán: ¡Pues claro que sabemos que toda jarra debe llenarse de vino! 13 Y tú les dirás que esto dice el SEÑOR: Voy a embriagar a todos los habitantes de este país; a los reyes que se sientan en el trono de David, a los sacerdotes, a los profetas y a todos los habitantes de Jerusalén. 14 Haré que se hagan pedazos unos a otros, padres e hijos por igual. No habrá nada que me impida destruirlos; lo haré sin compasión y no les tendré piedad ni lástima. Es la decisión del SEÑOR”».
Advertencia a tiempo
15 ¡Escuchen y atiéndame!
No sean arrogantes, el SEÑOR habla.
16 Da gloria al SEÑOR tu Dios
antes de que a la madrugada
tropiecen tus pies en las montañas.
Esperas la luz y se te vuelve tristeza.
Se convierte en densa oscuridad,
la luz esperas.
17 Pero si no escuchas
en secreto lloraré amargamente por tu orgullo.
Y mis ojos derramarán lágrimas
porque el rebaño del SEÑOR ha sido capturado.
18 Diles esto al rey y a la reina madre:
«Bajen de sus tronos y siéntense con el resto de la gente,
pues se les han caído de la cabeza sus hermosas coronas».
19 Las ciudades del Néguev están cerradas
y no hay nadie que las abra.
Todos los habitantes de Judá han sido expulsados de su tierra,
desterrados en su totalidad.
20 Levanten sus ojos y vean
a los que vienen del norte.
¿Dónde está el rebaño que te fue entregado,
aquel rebaño que era tu orgullo?
21 ¿Qué dirás cuándo él nombre como tus jefes
a aquellos a quienes tú misma enseñaste?
¿No te llenarás de un dolor tan grande
como el que siente una mujer que da a luz?
22 Y si te preguntas:
«¿Por qué me sucede esto?»
Pues por tus muchos pecados,
te alzaron la falda y te violaron.
23 ¿Puede el etíope cambiar el color de su piel?
¿Puede un leopardo cambiar sus manchas?
Así mismo, ustedes no pueden hacer el bien,
estando tan acostumbrados a hacer el mal.
24 «Los esparciré a ustedes por todas partes
como la paja que el viento del desierto se lleva lejos.
25 Eso es lo que te mereces,
lo que yo planeé para ti,
dice el SEÑOR.
Es por haberme olvidado
y por haber confiado en dioses falsos.
26 Yo también te alzaré la falda hasta cubrirte la cara
para exponerte a la vergüenza.
27 Yo lo he visto todo,
tus infidelidades, tus relinchos,
la vergüenza de tu prostitución en las colinas
y tus horribles pecados en los campos.
¡Pobre de ti, Jerusalén!
¿Cuánto tiempo seguirás siendo impura?»
Llevan a Jesús ante Pilato
(Mr 15:1; Lc 23:1-2; Jn 18:28-32)
27 Por la mañana, todos los jefes de los sacerdotes y los ancianos líderes del pueblo concertaron un plan para dar muerte a Jesús. 2 Lo llevaron atado y se lo entregaron al gobernador Pilato.
Judas se quita la vida
(Hch 1:18-19)
3 Entonces cuando Judas, el que lo había traicionado, vio que habían condenado a Jesús y sintió pesar por lo que había hecho. Así que les devolvió las 30 monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos líderes, 4 y les dijo:
—He pecado al entregar a un hombre inocente para que lo maten.
Ellos dijeron:
—¿Qué nos importa? ¡Ese es tu problema!
5 Entonces Judas tiró las monedas de plata en el templo, salió de allí y se ahorcó. 6 Los jefes de los sacerdotes tomaron las monedas y dijeron: «Es en contra de la ley recibir este dinero, pues fue usado para matar a alguien».
7 Así que tomaron una decisión. Con ese dinero compraron el campo del alfarero para usarlo como cementerio para enterrar a los extranjeros que murieran mientras visitaran Jerusalén. 8 Por eso este campo se conoce hasta hoy en día como «Campo de sangre». 9 Así se cumplió lo que había dicho el profeta Jeremías:
«Ellos tomaron 30 monedas de plata. Era la cantidad que el pueblo de Israel había acordado pagar por su vida. 10 Lo usaron para comprar el campo del alfarero, como el Señor me lo había ordenado».[a]
Pilato interroga a Jesús
(Mr 15:2-5; Lc 23:3-5; Jn 18:33-38)
11 Mientras tanto, Jesús se presentó ante el gobernador, y este le preguntó:
—¿Eres tú el rey de los judíos?
Jesús dijo:
—Tú lo has dicho.
12 Pero cuando los jefes de los sacerdotes y los ancianos líderes lo acusaron, no respondió nada. 13 Entonces Pilato le preguntó:
—¿No escuchas todas las acusaciones que están haciendo en tu contra?
14 Pero Jesús no le respondió nada, ni siquiera a una sola acusación. Pilato estaba muy sorprendido.
Jesús condenado a muerte
(Mr 15:6-15; Lc 23:13-25; Jn 18:39-19:16)
15 Ahora bien, era costumbre que durante la fiesta[b], el gobernador dejara libre al preso que pidiera el pueblo. 16 En ese entonces, había un prisionero muy conocido llamado Barrabás[c]. 17 Entonces cuando el pueblo estaba reunido, Pilato les preguntó:
—¿A quién quieren que libere? ¿A Barrabás o a Jesús al que llaman el Mesías?
18 Porque Pilato sabía que habían entregado a Jesús por pura envidia.
19 Cuando Pilato estaba sentado en el tribunal, recibió un mensaje de su esposa que decía: «No le hagas nada a ese hombre inocente. He estado intranquila todo el día porque soñé con él».
20 Pero los jefes de los sacerdotes y los ancianos líderes convencieron a las multitudes para que pidieran a Pilato que pusiera en libertad a Barrabás y ordenara matar a Jesús. 21 El gobernador preguntó:
—¿Cuál de estos dos presos quieren que deje libre?
Ellos contestaron:
—¡A Barrabás!
22 Pilato preguntó otra vez:
—¿Entonces qué debo hacer con Jesús, al que llaman el Mesías?
Todos dijeron:
—¡Crucifícalo!
23 Pilato preguntó:
—¿Por qué? ¿Qué ha hecho de malo?
Pero todos gritaban más fuerte:
—¡Crucifícalo!
24 Pilato se dio cuenta de que no podía hacer nada para cambiar la intención de ellos. Vio que se iba a formar un disturbio, así que agarró un poco de agua y se lavó las manos enfrente de todos y dijo:
—Yo no soy responsable por la muerte de este hombre. Allá ustedes.
25 La gente respondió:
—¡Nosotros y nuestros hijos cargamos con la responsabilidad de su muerte!
26 Entonces Pilato puso en libertad a Barrabás. Luego hizo que le dieran latigazos a Jesús y lo entregó para ser crucificado.
Los soldados se burlan de Jesús
(Mr 15:16-20; Jn 19:2-3)
27 Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al palacio. Reunieron a toda la compañía de soldados alrededor de él. 28 Le quitaron la ropa y le pusieron un manto de color morado. 29 Hicieron una corona hecha de espinas, se la colocaron en la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Se arrodillaron ante él y se burlaban, diciendo: «¡Viva el rey de los judíos!»
30 Luego le escupieron, tomaron la caña y le pegaron en la cabeza. 31 Cuando acabaron de burlarse de él, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo sacaron para crucificarlo.
Crucifixión de Jesús
(Mr 15:21-32; Lc 23:26-39; Jn 19:17-19)
32 Al salir encontraron a un hombre de Cirene llamado Simón y lo obligaron a cargar la cruz de Jesús. 33 Llegaron a un sitio llamado «Gólgota» que significa «Lugar de la Calavera». 34 Le dieron a Jesús vino mezclado con hiel[d] para que bebiera, pero después de probarlo no quiso beberlo. 35 Clavaron a Jesús de pies y manos a la cruz y rifaron entre ellos la ropa de Jesús. 36 Luego, se sentaron a vigilarlo. 37 Por encima de su cabeza escribieron un aviso con la razón de su condena: «Este es Jesús, el Rey de los judíos».
38 Ese mismo día dos ladrones fueron crucificados con Jesús, uno a su derecha y otro a su izquierda. 39 La gente que pasaba lo insultaba, meneando la cabeza 40 y diciendo:
—Tú que ibas a destruir el templo y reconstruirlo en tres días, ¡sálvate a ti mismo! Si eres el Hijo de Dios, entonces bájate de esa cruz.
41 También los jefes de los sacerdotes junto con los maestros de la ley y los ancianos líderes se burlaban de él, diciendo:
42 —Salvó a otros, pero no se puede salvar a sí mismo. Si es rey de Israel, que baje de la cruz ahora mismo, y entonces creeremos en él. 43 Como confía en Dios, dejemos que Dios lo rescate si es que lo quiere de verdad. Después de todo, él dijo: “Yo soy el Hijo de Dios”.
44 Los ladrones que estaban crucificados junto a él, también lo insultaban.
Muerte de Jesús
(Mr 15:33-41; Lc 23:44-49; Jn 19:28-30)
45 Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, toda la tierra quedó sumida en oscuridad. 46 (A)A eso de las tres, Jesús gritó fuerte: «Elí, Elí, ¿lama sabactani?» que significa: «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?»[e]
47 Algunos de los que estaban allí lo oyeron y decían:
—¡Está llamando a Elías![f]
48 Entonces inmediatamente uno de ellos corrió y tomó una esponja. La empapó en vinagre, la puso en un palo y se la ofreció a Jesús para que bebiera. 49 Pero los demás seguían diciendo:
—Déjenlo, vamos a ver si Elías viene a salvarlo.
50 Pero Jesús dio nuevamente un fuerte grito y murió[g]. 51 Al instante, la cortina que estaba dentro del templo se rasgó en dos, de arriba a abajo, y la tierra tembló. Las rocas se partieron, 52 los sepulcros se abrieron y muchos del pueblo de Dios que habían muerto, fueron resucitados. 53 Después de la resurrección de Jesús, dejaron sus sepulcros, fueron a la ciudad santa de Jerusalén y se le aparecieron a mucha gente.
54 El capitán y los que estaban cuidando el cuerpo de Jesús vieron el terremoto y todo lo que pasó, se asustaron mucho y dijeron:
—Este hombre sí era el Hijo de Dios.
55 Muchas mujeres estaban viendo desde lejos. Ellas habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderlo. 56 Entre ellas estaban María Magdalena, María la mamá de Santiago y José, y la mamá de los hijos de Zebedeo[h].
Jesús es sepultado
(Mr 15:42-47; Lc 23:50-56; Jn 19:38-42)
57 Al atardecer, un hombre rico llamado José de Arimatea, vino a Jerusalén. Él también se había convertido en seguidor de Jesús. 58 Fue a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo entregaran. 59 José llevó el cuerpo y lo envolvió en una sábana limpia. 60 Después puso el cuerpo en un sepulcro nuevo que había sido cavado en la roca. Luego corrió una piedra muy grande hasta la entrada del sepulcro y se fue. 61 María Magdalena y la otra María estaban sentadas al frente del sepulcro.
El sepulcro es puesto bajo vigilancia
62 Al día siguiente, después del día de la preparación, los jefes de los sacerdotes y los fariseos se reunieron con Pilato, 63 y le dijeron:
—Señor, le recordamos que en vida ese engañador dijo: “Dentro de tres días voy a resucitar”. 64 Ordene, pues, que vigilen el sepulcro hasta el tercer día para que así sus seguidores no puedan venir y robar el cuerpo. Porque después podrían decirle a la gente: “Él ha resucitado de la muerte”. Este engaño sería peor que el primero.
65 Pilato les dijo:
—Pueden disponer una guardia de soldados. Vayan y aseguren el sepulcro lo mejor que puedan.
66 Entonces se fueron y aseguraron el sepulcro, sellaron la piedra y colocaron guardias.
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