Print Page Options
Previous Prev Day Next DayNext

M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Reina Valera Contemporánea (RVC)
Version
Josué 16-17

Territorio de Efraín y de Manasés

16 A los hijos de José les tocó en suerte recibir desde el Jordán de Jericó hasta los manantiales al oriente de Jericó, en dirección al desierto que va de Jericó a las montañas de Betel. De Betel, que es Luz, sigue a lo largo del territorio de los arquitas, hasta Atarot; baja luego hacia el occidente al territorio de los jafletitas, en los límites de Bet Jorón la de abajo, hasta Guézer, y sale al mar.

Manasés y Efraín, los hijos de José, también recibieron su parte. Por el oriente, el territorio que recibieron los hijos de Efraín, conforme al número de sus familias, partía de Atarot Adar hasta Bet Jorón la de arriba. La frontera sigue hasta el mar, y llega a Micmetat, al norte; da vuelta hacia el oriente hasta Tanat Siló, y pasa a Yanoja. De Yanoja desciende a Atarot y Narat, toca Jericó y sale al Jordán. De Tapuaj se vuelve hacia el mar, al arroyo de Caná, y sale al mar. Éste es el territorio que le tocó a la tribu de los hijos de Efraín, conforme al número de sus familias. Entre la heredad de los hijos de Manasés también se apartaron ciudades con sus aldeas para los hijos de Efraín. 10 Sin embargo, no pudieron arrojaron a los cananeos que habitaban en Guézer,(A) así que se quedaron a vivir entre la tribu de Efraín, y hasta el día de hoy son sus tributarios.

17 Se echaron a la suerte las tierras para la tribu de Manasés, el primer hijo de José. Maquir, que era un hombre de guerra y el primer hijo de Manasés y padre de Galaad, recibió Galaad y Basán. También se sortearon las tierras para los otros hijos de Manasés, conforme al número de sus familias. Los hijos de Abiezer, Jélec, Asriel, Siquén, Jéfer y Semida fueron los otros hijos varones de Manasés hijo de José.

Selofejad hijo de Jéfer, que era nieto de Galaad, bisnieto de Maquir y tataranieto de Manasés, sólo tuvo hijas. Se llamaban Malá, Nogá, Joglá, Milca y Tirsa. Ellas fueron a ver al sacerdote Eleazar, a Josué hijo de Nun y a los jefes del pueblo, y les dijeron:

«El Señor le ordenó a Moisés que nos diera tierras entre nuestros hermanos.»(B)

Y Josué les dio tierras entre los hermanos de su padre, conforme a la promesa del Señor. A Manasés le tocaron diez partes, además de la tierra de Galaad y de Basán, al otro lado del Jordán, porque a las hijas de Manasés les tocaron tierras como si se tratara de hijos, y la tierra de Galaad quedó en posesión de los otros hijos de Manasés.

El territorio de Manasés se extendía desde Aser hasta Micmetat, que está frente a Siquén, y de allí seguía al sur, hasta donde viven los de Tapuaj. La tierra de Tapuaj pertenecía a la tribu de Manasés, pero Tapuaj misma, que está en los límites de Manasés, es de los hijos de Efraín. Su frontera pasa al sur del arroyo de Caná. Las ciudades de Efraín están entre las ciudades de Manasés, y la frontera de Manasés parte del norte del mismo arroyo que tiene salidas al mar. 10 Efraín está al sur, Manasés al norte, y el mar es su frontera; Aser está al norte, e Isacar al oriente. 11 Manasés también tuvo, en Isacar y en Aser, a Bet Seán y sus aldeas, a Ibleam y sus aldeas, a los habitantes de Dor y sus aldeas, a los habitantes de Endor y sus aldeas, a los habitantes de Tanac y sus aldeas, y a los habitantes de Meguido y sus aldeas. Eran tres provincias. 12 Sin embargo, los hijos de Manasés no pudieron arrojar de aquellas ciudades a los cananeos, de modo que éstos siguieron habitando esas tierras. 13 Cuando los hijos de Israel se hicieron fuertes, obligaron a los cananeos a pagarles tributo, pero no los expulsaron de allí.(C)

14 Los descendientes de José fueron a hablar con Josué, y le preguntaron:

«¿Por qué nos has dado tan pocas tierras, siendo que nosotros somos un pueblo muy grande y también tenemos la bendición del Señor?»

15 Josué les respondió:

«Si en verdad son un pueblo tan grande como dicen, y ya que el monte de Efraín donde ustedes viven les queda chico, vayan al bosque y desmonten la tierra donde viven los ferezeos y los refaítas.»

16 Los hijos de José respondieron:

«Es un hecho que ese monte no nos basta. Pero los cananeos de la llanura tienen carros de hierro, lo mismo que los que están en Bet Seán y en sus aldeas, ¡y no se diga de los que están en el valle de Jezrel!»

17 Entonces Josué les respondió a Efraín y Manasés, de la casa de José:

«Ustedes son un gran pueblo y tienen mucho poder. Por eso se les van a dar más tierras. 18 Aquel monte será de ustedes, pero deben desmontarlo para que lo puedan habitar y poseerlo hasta sus límites más lejanos. Y aunque los cananeos tengan carros de hierro y sean muy fuertes, ustedes los vencerán.»

Salmos 148

Exhortación a la alabanza universal

Aleluya.

148 ¡Alabado sea el Señor desde los cielos!
¡Alabado sea el Señor en las alturas!
¡Que alaben al Señor todos sus ángeles!
¡Que alaben al Señor todos sus ejércitos!

¡Que alaben al Señor el sol y la luna!
Que alaben al Señor las estrellas refulgentes!
¡Que alaben al Señor los cielos de los cielos,
y las aguas que están sobre los cielos!

¡Alabado sea el nombre del Señor!
El Señor dio una orden, y todo fue creado.
Todo quedó para siempre en su lugar;
el Señor dio una orden que no se debe alterar.

Que alaben al Señor, desde la tierra,
los monstruos marinos y el mar profundo;
el fuego y el granizo, la nieve y el rocío,
y el viento tempestuoso que ejecuta su palabra;
los montes y las colinas,
los árboles frutales y los cedros,
10 los animales salvajes y los domésticos,
los reptiles y los pájaros,
11 los reyes de la tierra y todos los pueblos,
todos los jefes y gobernantes de la tierra,
12 los jóvenes y las doncellas,
los ancianos y los niños.

13 ¡Alabado sea el nombre del Señor!
¡Sólo su nombre merece ser exaltado!
¡Su gloria domina los cielos y la tierra!

14 ¡Que alaben al Señor todos sus fieles!
¡Que lo alabe Israel, su pueblo cercano!
¡El Señor ha dado poder a su pueblo!

¡Aleluya!

Jeremías 8

»Cuando llegue el momento, se sacarán de sus sepulcros los huesos de los reyes de Judá y de sus príncipes, los huesos de los sacerdotes y de los profetas, y los huesos de los habitantes de Jerusalén.

—Palabra del Señor.

»Puesto que ellos amaron y sirvieron al sol, a la luna y a todo el ejército del cielo, y se postraron delante de ellos y los siguieron y consultaron, sus huesos no serán recogidos ni enterrados, sino que serán lanzados a esos astros, y se quedarán tirados como estiércol sobre la faz de la tierra. A dondequiera que yo arroje a los pocos sobrevivientes de esta mala generación, éstos preferirán morir antes que seguir viviendo.

—Palabra del Señor de los ejércitos.

»También les dirás: “Así ha dicho el Señor: ¿Acaso el que cae no se levanta? ¿Y acaso el que se desvía no vuelve al camino? ¿Por qué, entonces, este pueblo de Jerusalén es rebelde todo el tiempo? Se aferran al engaño, y no quieren volverse a mí. Les he prestado atención, y he escuchado lo que dicen. No hablan con rectitud, y no hay nadie que se arrepienta de su maldad. Nadie se pregunta: ‘¿Pero qué he hecho?’ Son como caballos desbocados en medio de una batalla: cada uno corre como mejor le conviene. Hasta la cigüeña en el cielo sabe cuándo ha llegado su tiempo. La tórtola, la grulla y la golondrina respetan los tiempos de su llegada. ¡En cambio, mi pueblo no conoce la justicia de su Señor!”

»¿Cómo pueden decir que son sabios, y que la ley del Señor está con ellos? Lo cierto es que la pluma mentirosa de los escribas la ha convertido en mentira. Los sabios se avergüenzan, se espantan y quedan consternados. Es un hecho que aborrecen la palabra del Señor. Entonces, ¿de qué sabiduría hablan? 10 Por lo tanto, voy a entregar a otros sus mujeres, y sus campos a quienes los conquisten; porque todos, desde el más pequeño hasta el más grande, sólo siguen sus propios intereses; todos, desde el profeta hasta el sacerdote, sólo saben engañar. 11 Se les hace fácil sanar la herida de la hija mi pueblo, con sólo decir “¡Paz, paz!” ¡Pero no hay paz!(A) 12 ¿Acaso se avergüenzan de los hechos repugnantes que cometen? ¡No les causa la más mínima vergüenza! ¡No saben lo que es tener vergüenza! Por eso les advierto que, cuando los castigue, morirán entre los que van a morir.(B) 13 Voy a arrancarlos por completo. No quedarán uvas en la vid, ni higos en la higuera. Todas las hojas se caerán. ¡Voy a quitarles lo que les había dado!»

—Palabra del Señor.

14 ¿Qué hacemos aquí, sentados? ¡Vamos a juntarnos, y entremos en las ciudades fortificadas para morir allí! El Señor nuestro Dios nos ha condenado a morir; nos ha dado a beber aguas amargas, porque pecamos contra él. 15 Esperábamos vivir en paz, y no llegó el bien; esperábamos el momento de sanar, y sólo vemos confusión. 16 Desde Dan se oye cómo resoplan los caballos. Tiembla la tierra al escucharse los relinchos de los corceles. Llegaron y acabaron con la tierra y su abundancia, con la ciudad y sus habitantes.

17 «Es que yo estoy lanzando contra ustedes serpientes y áspides, para que los muerdan. Contra ellas, no hay encantamiento que sirva.»

—Palabra del Señor.

Lamento sobre Judá y Jerusalén

18 Es tan grande el dolor que siento, que mi corazón desfallece. 19 Escuchen el clamor de la hija de mi pueblo, que viene de lejanas tierras, y pregunta:

«¿Acaso ya no está el Señor en Sión? ¿Acaso ya no está en ella su Rey?»

Y el Señor contesta:

«¿Por qué me hicieron enojar con sus imágenes talladas y con falsos dioses ajenos?»

20 Ya ha terminado la cosecha; ya pasó el verano. ¡Y nosotros no hemos sido salvados! 21 La ruina de la hija de mi pueblo me tiene destrozado. Me siento apesadumbrado, ¡sobrecogido de terror! 22 ¿Acaso ya no hay bálsamo en Galaad? ¿No hay allí ningún médico? Si lo hay, ¿por qué no hay medicina para la hija de mi pueblo?

Mateo 22

Parábola de la fiesta de bodas

22 Jesús volvió a hablarles en parábolas, y les dijo: «El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo una fiesta de bodas para su hijo. Y envió el rey a sus siervos para convocar a los invitados a la fiesta de bodas, pero éstos no quisieron asistir. Volvió el rey a enviar otros siervos, y les dijo: “Díganles a los invitados que ya he preparado el banquete; que he matado mis toros y animales engordados, y que todo está dispuesto. Que vengan a la fiesta.” Pero los invitados no hicieron caso. Uno de ellos se fue a su labranza, otro a sus negocios, y otros más agarraron a los siervos, los maltrataron y los mataron. Cuando el rey supo esto, se enojó; así que envió a sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad. Entonces dijo a sus siervos: “La fiesta de bodas ya está preparada, pero los que fueron invitados no eran dignos de asistir. Por tanto, vayan a las encrucijadas de los caminos, e inviten a la fiesta de bodas a todos los que encuentren.” 10 Los siervos salieron por los caminos y juntaron a todos los que encontraron, lo mismo malos que buenos, y la fiesta de bodas se llenó de invitados.

11 »Cuando el rey entró para ver a los invitados y se encontró con uno que no estaba vestido para la boda, 12 le dijo: “Amigo, ¿cómo fue que entraste aquí, sin estar vestido para la boda?” Y aquél enmudeció. 13 Entonces el rey dijo a los que servían: “Aten a éste de pies y manos, y échenlo de aquí, a las tinieblas de afuera. ¡Allí habrá llanto y rechinar de dientes!”(A) 14 Porque son muchos los llamados, pero pocos los escogidos.»

La cuestión del tributo(B)

15 Entonces los fariseos se fueron para pensar en cómo atrapar a Jesús en sus propias palabras. 16 Enviaron a sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle: «Maestro, sabemos que eres amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios; sabemos también que no permites que nadie influya en ti ni te dejas llevar por las apariencias humanas. 17 Por tanto, dinos tu parecer. ¿Es lícito pagar tributo al César, o no?» 18 Pero Jesús, que conocía la malicia de ellos, les dijo: «¡Hipócritas! ¿Por qué me tienden trampas? 19 Muéstrenme la moneda del tributo.» Y ellos le mostraron un denario.[a] 20 Entonces él les preguntó: «¿De quién es esta imagen, y esta inscripción?» 21 Le respondieron: «Del César.» Y él les dijo: «Pues bien, den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.» 22 Al oír esto, se quedaron asombrados y se alejaron de él.

La pregunta sobre la resurrección(C)

23 Ese mismo día se le acercaron los saduceos, que dicen que no hay resurrección,(D) y le preguntaron: 24 «Maestro, Moisés dijo que si alguno muere sin tener hijos, su hermano debe casarse con la viuda, para que su hermano tenga descendencia.(E) 25 Ahora bien, entre nosotros se dio el caso de siete hermanos. El primero de ellos se casó y, como murió sin dejar descendencia, dejó su mujer al hermano que le seguía. 26 Lo mismo sucedió con el segundo, y el tercero, hasta el séptimo. 27 Al final, todos murieron, y también la mujer. 28 Así que en la resurrección, ¿esposa de cuál de los siete será esta mujer, puesto que todos estuvieron casados con ella?»

29 Jesús les respondió: «El error de ustedes es que no conocen las Escrituras ni el poder de Dios; 30 porque en la resurrección, ni se casarán ni se darán en casamiento, sino que serán como los ángeles de Dios en el cielo. 31 Pero en cuanto a la resurrección de los muertos, ¿acaso no han leído ustedes lo que Dios les dijo? Porque él dijo: 32 “Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.”(F) Así que Dios no es un Dios de muertos, sino de los que viven.» 33 Cuando la gente escuchaba esto, se admiraba de su enseñanza.

El gran mandamiento(G)

34 Al enterarse los fariseos que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron alrededor de él; 35 y uno de ellos, que era intérprete de la ley, para ponerlo a prueba le preguntó:(H) 36 «Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?» 37 Jesús le respondió: «“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.”(I) 38 Éste es el primero y más importante mandamiento. 39 Y el segundo es semejante al primero: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”(J) 40 De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.»

¿De quién es hijo el Cristo?(K)

41 Mientras los fariseos estaban reunidos, Jesús les preguntó: 42 «¿Qué piensan ustedes del Cristo? ¿De quién es hijo?» Y le respondieron: «De David». 43 Entonces él les dijo: «¿Y cómo es que, en el Espíritu, David lo llama Señor? Pues dijo:

44 »“El Señor le dijo a mi Señor:
Siéntate a mi derecha,
hasta que ponga a tus enemigos
por estrado de tus pies.”(L)

45 ¿Cómo, entonces, puede ser su hijo, si David lo llama Señor?» 46 Nadie podía responderle nada, y desde aquel día nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Reina Valera Contemporánea (RVC)

Copyright © 2009, 2011 by Sociedades Bíblicas Unidas