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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Dios Habla Hoy (DHH)
Version
Génesis 18

Dios promete un hijo a Abraham

18 El Señor se le apareció a Abraham en el bosque de encinas de Mamré, mientras Abraham estaba sentado a la entrada de su tienda de campaña, como a mediodía. Abraham levantó la vista y vio que tres hombres estaban de pie frente a él. Al verlos, se levantó rápidamente a recibirlos, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, y dijo:

—Mi señor, por favor le suplico que no se vaya en seguida. Si a usted le parece bien, voy a pedir un poco de agua para que se laven los pies y luego descansen un rato bajo la sombra del árbol. Ya que han pasado por donde vive este servidor suyo, les voy a traer algo de comer para que repongan sus fuerzas antes de seguir su camino.

—Bueno, está bien —contestaron ellos.

Abraham entró en su tienda de campaña y le dijo a Sara:

—¡Rápido! Toma unos veinte kilos de la mejor harina y haz unos panes.

Luego Abraham corrió a donde estaba el ganado, escogió el mejor de los becerros, y se lo dio a uno de sus sirvientes, quien lo preparó inmediatamente para la comida. Además del becerro, Abraham les ofreció cuajada y leche, y estuvo atento a servirles mientras ellos comían debajo del árbol.

Al terminar de comer, los visitantes le preguntaron a Abraham:

—¿Dónde está tu esposa Sara?

—Allí, en la tienda de campaña —respondió él.

10 Entonces uno de ellos dijo:

—El año próximo volveré a visitarte, y para entonces tu esposa Sara tendrá un hijo.

Mientras tanto, Sara estaba escuchando toda la conversación a espaldas de Abraham, a la entrada de la tienda. 11 Abraham y Sara ya eran muy ancianos, y Sara había dejado de tener sus periodos de menstruación. 12 Por eso Sara no pudo aguantar la risa, y pensó: «¿Cómo voy a tener este gusto, ahora que mi esposo y yo estamos tan viejos?» 13 Pero el Señor le dijo a Abraham:

—¿Por qué se ríe Sara? ¿No cree que puede tener un hijo a pesar de su edad? 14 ¿Hay acaso algo tan difícil que el Señor no pueda hacerlo? El año próximo volveré a visitarte, y para entonces Sara tendrá un hijo.

15 Al escuchar esto, Sara tuvo miedo y quiso negar. Por eso dijo:

—Yo no me estaba riendo.

Pero el Señor le contestó:

—Yo sé que te reíste.

Abraham pide a Dios por Sodoma

16 Después los visitantes se pusieron de pie y empezaron a caminar hacia la ciudad de Sodoma. Abraham los acompañó para despedirse de ellos. 17 Entonces el Señor pensó: «Debo decirle a Abraham lo que voy a hacer, 18 ya que él va a ser el padre de una nación grande y fuerte. Le he prometido bendecir por medio de él a todas las naciones del mundo. 19 Yo lo he escogido para que mande a sus hijos y descendientes que obedezcan mis enseñanzas y hagan todo lo que es bueno y correcto, para que yo cumpla todo lo que le he prometido.» 20 Así que el Señor le dijo:

—La gente de Sodoma y Gomorra tiene tan mala fama, y su pecado es tan grave, 21 que ahora voy allá, para ver si en verdad su maldad es tan grande como se me ha dicho. Así lo sabré.

22 Dos de los visitantes se fueron de allí a Sodoma, pero Abraham se quedó todavía ante el Señor. 23 Se acercó un poco más a él, y le preguntó:

—¿Vas a destruir a los inocentes junto con los culpables? 24 Tal vez haya cincuenta personas inocentes en la ciudad. A pesar de eso, ¿destruirás la ciudad y no la perdonarás por esos cincuenta? 25 ¡No es posible que hagas eso de matar al inocente junto con el culpable, como si los dos hubieran cometido los mismos pecados! ¡No hagas eso! Tú, que eres el Juez supremo de todo el mundo, ¿no harás justicia?

26 Entonces el Señor le contestó:

—Si encuentro cincuenta inocentes en la ciudad de Sodoma, por ellos perdonaré a todos los que viven allí.

27 Pero Abraham volvió a decirle:

—Perdona que sea yo tan atrevido al hablarte así, pues tú eres Dios y yo no soy más que un simple hombre; 28 pero tal vez falten cinco inocentes para completar los cincuenta. ¿Sólo por faltar esos cinco vas a destruir toda la ciudad?

Y el Señor contestó:

—Si encuentro cuarenta y cinco inocentes, no la destruiré.

29 —Tal vez haya sólo cuarenta inocentes... —insistió Abraham.

—Por esos cuarenta, no destruiré la ciudad —dijo el Señor.

30 Pero Abraham volvió a suplicar:

—Te ruego que no te enojes conmigo por insistir tanto en lo mismo, pero tal vez encuentres solamente treinta...

Y el Señor volvió a decirle:

—Hasta por esos treinta, perdonaré a la ciudad.

31 Abraham siguió insistiendo:

—Mi Señor, he sido muy atrevido al hablarte así, pero, ¿qué pasará si encuentras solamente veinte inocentes?

Y el Señor respondió:

—Por esos veinte, no destruiré la ciudad.

32 Todavía insistió Abraham:

—Por favor, mi Señor, no te enojes conmigo, pero voy a hablar tan sólo esta vez y no volveré a molestarte: ¿qué harás, en caso de encontrar únicamente diez?

Y el Señor le dijo:

—Hasta por esos diez, no destruiré la ciudad.

33 Cuando el Señor terminó de hablar con Abraham, se fue de allí; y Abraham regresó a su tienda de campaña.

Mateo 17

La transfiguración de Jesús(A)

17 Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de Santiago, y se fue aparte con ellos a un cerro muy alto. Allí, delante de ellos, cambió la apariencia de Jesús. Su cara brillaba como el sol, y su ropa se volvió blanca como la luz. En esto vieron a Moisés y a Elías conversando con Jesús. Pedro le dijo a Jesús:

—Señor, ¡qué bien que estemos aquí! Si quieres, haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Mientras Pedro estaba hablando, una nube luminosa se posó sobre ellos, y de la nube salió una voz, que dijo: «Éste es mi Hijo amado, a quien he elegido: escúchenlo.»

Al oír esto, los discípulos se postraron con la cara en tierra, llenos de miedo. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo:

—Levántense; no tengan miedo.

Y cuando miraron, ya no vieron a nadie, sino a Jesús solo.

Mientras bajaban del cerro, Jesús les ordenó:

—No cuenten a nadie esta visión, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado.

10 Los discípulos preguntaron entonces a Jesús:

—¿Por qué dicen los maestros de la ley que Elías ha de venir primero?

11 Y Jesús contestó:

—Es cierto que Elías viene primero, y que él lo arreglará todo. 12 Pero yo les digo que Elías ya vino, y que ellos no lo reconocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron. Del mismo modo, el Hijo del hombre va a sufrir a manos de ellos.

13 Entonces los discípulos se dieron cuenta de que Jesús les estaba hablando de Juan el Bautista.

Jesús sana a un muchacho que tenía un demonio(B)

14 Cuando llegaron a donde estaba la gente, se acercó un hombre a Jesús, y arrodillándose delante de él le dijo:

15 —Señor, ten compasión de mi hijo, porque le dan ataques y sufre terriblemente; muchas veces cae en el fuego o en el agua. 16 Aquí se lo traje a tus discípulos, pero no han podido sanarlo.

17 Jesús contestó:

—¡Oh gente sin fe y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Traigan acá al muchacho.

18 Entonces Jesús reprendió al demonio y lo hizo salir del muchacho, que quedó sano desde aquel momento.

19 Después los discípulos hablaron aparte con Jesús, y le preguntaron:

—¿Por qué no pudimos nosotros expulsar el demonio?

20 Jesús les dijo:

—Porque ustedes tienen muy poca fe. Les aseguro que si tuvieran fe, aunque sólo fuera del tamaño de una semilla de mostaza, le dirían a este cerro: “Quítate de aquí y vete a otro lugar”, y el cerro se quitaría. Nada les sería imposible.

Jesús anuncia por segunda vez su muerte(C)

22 Mientras andaban juntos por la región de Galilea, Jesús les dijo:

—El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, 23 y lo matarán; pero al tercer día resucitará.

Esta noticia los llenó de tristeza.

El pago del impuesto para el templo

24 Cuando Jesús y sus discípulos llegaron a Cafarnaúm, los que cobraban el impuesto para el templo fueron a ver a Pedro, y le preguntaron:

—¿Tu maestro no paga el impuesto para el templo?

25 —Sí, lo paga —contestó Pedro.

Luego, al entrar Pedro en la casa, Jesús le habló primero, diciendo:

—¿Tú qué opinas, Simón? ¿A quiénes cobran impuestos y contribuciones los reyes de este mundo: a sus propios súbditos o a los extranjeros?

26 Pedro le contestó:

—A los extranjeros.

Jesús añadió:

—Así pues, los propios súbditos no tienen que pagar nada. 27 Pero, para no servir de tropiezo a nadie, vete al lago, echa el anzuelo y saca el primer pez que pique. En su boca encontrarás una moneda, que será suficiente para pagar mi impuesto y el tuyo; llévala y págalos.

Nehemías 7

Nehemías nombra dirigentes

Cuando la muralla quedó reconstruida y se le colocaron las puertas, se nombraron porteros, cantores y levitas. Al frente de Jerusalén puse a mi hermano Hananí y a Hananías, el comandante de la ciudadela, que era un hombre digno de confianza y más temeroso de Dios que muchas personas. Les dije que no debían abrirse las puertas de Jerusalén hasta bien entrado el día, y que debían cerrarse y asegurarse estando en sus puestos los de la guardia. También nombré vigilantes entre los mismos habitantes de Jerusalén, para que vigilaran, unos en sus puestos y otros frente a su propia casa. La ciudad era grande y extensa, pero había en ella poca gente porque las casas no se habían reconstruido.

Los que volvieron del destierro(A)

Entonces Dios me impulsó a reunir a las personas importantes, las autoridades y el pueblo, para hacer un registro familiar, y encontré el libro del registro familiar de los que habían llegado antes. En él estaba escrito lo siguiente:

6-7 «Ésta es la lista de los israelitas nacidos en Judá que fueron desterrados a Babilonia por el rey Nabucodonosor, y que después del destierro volvieron a Jerusalén y a otros lugares de Judá, cada cual a su población, encabezados por Zorobabel, Josué, Nehemías, Azarías, Raamías, Nahamaní, Mardoqueo, Bilsán, Mispéret, Bigvai, Nehúm y Baaná:

»Los descendientes de Parós, dos mil ciento setenta y dos;
los de Sefatías, trescientos setenta y dos;
10 los de Árah, seiscientos cincuenta y dos;
11 los de Pahat-moab, que eran descendientes de Josué y de Joab, dos mil ochocientos dieciocho;
12 los de Elam, mil doscientos cincuenta y cuatro;
13 los de Zatú, ochocientos cuarenta y cinco;
14 los de Zacai, setecientos sesenta;
15 los de Binuy, seiscientos cuarenta y ocho;
16 los de Bebai, seiscientos veintiocho;
17 los de Azgad, dos mil trescientos veintidós;
18 los de Adonicam, seiscientos sesenta y siete;
19 los de Bigvai, dos mil sesenta y siete;
20 los de Adín, seiscientos cincuenta y cinco;
21 los de Ater, que eran descendientes de Ezequías, noventa y ocho;
22 los de Hasum, trescientos veintiocho;
23 los de Besai, trescientos veinticuatro;
24 los de Harif, ciento doce;
25 los de Gabaón, noventa y cinco.
26 Los hombres de Belén y de Netofá, ciento ochenta y ocho;
27 los de Anatot, ciento veintiocho;
28 los de Bet-azmávet, cuarenta y dos;
29 los de Quiriat-jearim, Quefirá y Beerot, setecientos cuarenta y tres;
30 los de Ramá y de Gueba, seiscientos veintiuno;
31 los de Micmás, ciento veintidós;
32 los de Betel y de Ai, ciento veintitrés;
33 los de Nebo, cincuenta y dos.
34 Los descendientes del otro Elam, mil doscientos cincuenta y cuatro;
35 los de Harim, trescientos veinte;
36 los de Jericó, trescientos cuarenta y cinco;
37 los de Lod, Hadid y Onó, setecientos veintiuno;
38 los de Senaá, tres mil novecientos treinta.
39 Los sacerdotes descendientes de Jedaías, de la familia de Josué, novecientos setenta y tres;
40 los descendientes de Imer, mil cincuenta y dos;
41 los de Pashur, mil doscientos cuarenta y siete;
42 los de Harim, mil diecisiete.

43 »Los levitas descendientes de Josué y de Cadmiel, que a su vez eran descendientes de Hodavías, eran setenta y cuatro.

44 »Los cantores descendientes de Asaf eran ciento cuarenta y ocho.

45 »Los porteros eran los descendientes de Salum, los de Ater, los de Talmón, los de Acub, los de Hatitá y los de Sobai. En total, ciento treinta y ocho.

46 »Los sirvientes del templo eran los descendientes de Sihá, los de Hasufá, los de Tabaot, 47 los de Queros, los de Siahá, los de Padón, 48 los de Lebaná, los de Hagabá, los de Salmai, 49 los de Hanán, los de Guidel, los de Gáhar, 50 los de Reaías, los de Resín, los de Necodá, 51 los de Gazam, los de Uzá, los de Paséah, 52 los de Besai, los de Meunim, los de Nefusim, 53 los de Bacbuc, los de Hacufá, los de Harhur, 54 los de Baslut, los de Mehidá, los de Harsá, 55 los de Barcós, los de Sísara, los de Temá, 56 los de Nesíah y los de Hatifá.

57 »Los descendientes de los sirvientes de Salomón eran los descendientes de Sotai, los de Soféret, los de Perudá, 58 los de Jaalá, los de Darcón, los de Guidel, 59 los de Sefatías, los de Hatil, los de Poquéret-hasebaím y los de Amón. 60 El total de los sirvientes del templo y de los descendientes de los sirvientes de Salomón era de trescientos noventa y dos.

61 »Los que llegaron de Tel-mélah, Tel-harsá, Querub, Adón e Imer, y que no pudieron demostrar si eran israelitas de raza o por parentesco, fueron los siguientes: 62 los descendientes de Delaías, los de Tobías y los de Necodá, que eran seiscientos cuarenta y dos. 63 Y de los parientes de los sacerdotes: los descendientes de Hobaías, los de Cos y los de Barzilai, el cual se casó con una de las hijas de Barzilai, el de Galaad, y tomó el nombre de ellos. 64 Éstos buscaron su nombre en el registro familiar, pero como no lo encontraron allí, fueron eliminados del sacerdocio. 65 Además, el gobernador les ordenó que no comieran de los alimentos consagrados hasta que un sacerdote decidiera la cuestión por medio del Urim y el Tumim.

66 »La comunidad se componía de un total de cuarenta y dos mil trescientas sesenta personas, 67 sin contar sus esclavos y esclavas, que eran siete mil trescientas treinta y siete personas. Tenían también doscientos cuarenta y cinco cantores y cantoras. 68 Tenían además setecientos treinta y seis caballos, doscientas cuarenta y cinco mulas, 69 (68b) cuatrocientos treinta y cinco camellos y seis mil setecientos veinte asnos.

70 (69) »Algunos jefes de familia entregaron donativos para la obra; el gobernador dio para la tesorería ocho kilos de oro, cincuenta tazones y quinientas treinta túnicas sacerdotales. 71 (70) Los jefes de familia dieron para la tesorería de la obra ciento sesenta kilos de oro y mil doscientos diez kilos de plata; 72 (71) y el resto del pueblo dio ciento sesenta kilos de oro, mil cien kilos de plata y sesenta y siete túnicas sacerdotales.

73 (72) »Los sacerdotes, los levitas, los porteros, los cantores, la gente del pueblo, los sirvientes del templo y todo Israel se establecieron en sus poblaciones.»

La ley es leída en público

Cuando llegó el mes séptimo, ya los israelitas estaban instalados en sus localidades.

Hechos 17

Alboroto en Tesalónica

17 En su viaje, Pablo y Silas pasaron por Anfípolis y Apolonia, y luego llegaron a Tesalónica, donde los judíos tenían una sinagoga. Pablo, según su costumbre, fue a la sinagoga, y cada sábado, durante tres semanas seguidas, discutió con ellos, basándose en las Escrituras. Les explicaba que el Mesías tenía que morir, y que después de muerto tenía que resucitar. Les decía:

—Este mismo Jesús que yo les anuncio a ustedes, es el Mesías.

Algunos de los judíos creyeron, y se unieron a Pablo y Silas. También creyeron muchos griegos que adoraban a Dios, y muchas mujeres distinguidas. Pero esto hizo que los judíos que no creían se llenaran de celos, y que reunieran a unos malvados que andaban ociosos por la calle para que alborotaran y perturbaran la ciudad. Atacaron además la casa de Jasón, buscando a Pablo y a Silas para sacarlos y entregarlos a la gente; pero como no los encontraron allí, llevaron a rastras a Jasón y a algunos otros hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando:

—¡Estos hombres, que han trastornado el mundo entero, también han venido acá, y Jasón los ha recibido en su casa! ¡Todos ellos están violando las leyes del emperador, pues dicen que hay otro rey, que es Jesús!

Al oír estas cosas, la gente y las autoridades se inquietaron. Pero Jasón y los otros dieron una fianza, y los soltaron.

Predicación en Berea

10 Ya de noche, los hermanos hicieron que Pablo y Silas partieran inmediatamente hacia Berea. En cuanto llegaron, se dirigieron a la sinagoga de los judíos. 11 Estos judíos, que eran de mejores sentimientos que los de Tesalónica, de buena gana recibieron el mensaje, y día tras día estudiaban las Escrituras para ver si era cierto lo que se les decía. 12 De modo que muchos de ellos creyeron, y también creyeron muchos de los griegos, tanto mujeres distinguidas como hombres. 13 Pero cuando los judíos de Tesalónica supieron que Pablo estaba anunciando el mensaje de Dios también en Berea, se fueron allá, y empezaron a alborotar y perturbar a la gente. 14 Pero los hermanos hicieron que Pablo saliera sin demora hacia la costa, mientras Silas y Timoteo se quedaban en Berea. 15 Los que acompañaban a Pablo fueron con él hasta la ciudad de Atenas. Luego volvieron con instrucciones para que Silas y Timoteo se le reunieran lo más pronto posible.

Pablo en Atenas

16 Mientras Pablo esperaba en Atenas a Silas y Timoteo, se indignó mucho al ver que la ciudad estaba llena de ídolos. 17 Por eso discutía en la sinagoga con los judíos y con otros que adoraban a Dios, y cada día discutía igualmente en la plaza con los que allí se reunían. 18 También algunos filósofos epicúreos y estoicos comenzaron a discutir con él. Unos decían:

—¿De qué habla este charlatán?

Y otros:

—Parece que es propagandista de dioses extranjeros.

Esto lo decían porque Pablo les anunciaba la buena noticia acerca de Jesús y de la resurrección. 19 Entonces lo llevaron al Areópago, y le preguntaron:

—¿Se puede saber qué nueva enseñanza es ésta que tú nos traes? 20 Pues nos hablas de cosas extrañas, y queremos saber qué significan.

21 Y es que todos los atenienses, como también los extranjeros que vivían allí, sólo se ocupaban de oír y comentar las últimas novedades.

22 Pablo se levantó en medio de ellos en el Areópago, y dijo:

«Atenienses, por todo lo que veo, ustedes son gente muy religiosa. 23 Pues al mirar los lugares donde ustedes celebran sus cultos, he encontrado un altar que tiene escritas estas palabras: “A un Dios no conocido”. Pues bien, lo que ustedes adoran sin conocer, es lo que yo vengo a anunciarles.

24 »El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él, es Señor del cielo y de la tierra. No vive en templos hechos por los hombres, 25 ni necesita que nadie haga nada por él, pues él es quien nos da a todos la vida, el aire y las demás cosas.

26 »De un solo hombre hizo él todas las naciones, para que vivan en toda la tierra; y les ha señalado el tiempo y el lugar en que deben vivir, 27 para que busquen a Dios, y quizá, como a tientas, puedan encontrarlo, aunque en verdad Dios no está lejos de cada uno de nosotros. 28 Porque en Dios vivimos, nos movemos y existimos; como también algunos de los poetas de ustedes dijeron: “Somos descendientes de Dios.” 29 Siendo, pues, descendientes de Dios, no debemos pensar que Dios sea como las imágenes de oro, plata o piedra que los hombres hacen según su propia imaginación. 30 Dios pasó por alto en otros tiempos la ignorancia de la gente, pero ahora ordena a todos, en todas partes, que se vuelvan a él. 31 Porque Dios ha fijado un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por medio de un hombre que él ha escogido; y de ello dio pruebas a todos cuando lo resucitó.»

32 Al oír eso de la resurrección de los muertos, unos se burlaron y otros dijeron:

—Ya te oiremos hablar de esto en otra ocasión.

33 Entonces Pablo los dejó. 34 Pero algunos lo siguieron y creyeron. Entre ellos estaba Dionisio, que era uno de los miembros del Areópago, y también una mujer llamada Dámaris, y otros más.

Dios Habla Hoy (DHH)

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