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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Nueva Biblia Viva (NBV)
Version
Jueces 4

Débora

Después de la muerte de Aod, el pueblo de Israel volvió a pecar contra el Señor, por lo que el Señor los entregó en manos de Jabín, rey de Jazor en Canaán. El comandante de su ejército era Sísara, que vivía en Jaroset Goyim, y tenía novecientos carros de hierro. Durante veinte años hizo que la vida fuera insoportable para los israelitas. Finalmente, Israel rogó a Dios que le diera ayuda.

El caudillo que gobernaba a Israel en aquel tiempo fue Débora, una profetisa, esposa de Lapidot. Ella celebraba audiencias en un lugar que ahora se conoce con el nombre de Palmera de Débora, entre Ramá y Betel, en la región montañosa de Efraín. Los israelitas acudían a ella para que decidiera sus querellas.

Un día citó a Barac, hijo de Abinoán, que vivía en Cedes, en la tierra de Neftalí y le dijo:

―El Señor Dios de Israel te manda que movilices diez mil hombres de las tribus de Neftalí y Zabulón. Llévalos hasta el monte Tabor, para ofrecer batalla a Jabín y a su poderoso ejército con todos sus carros, que están al mando del general Sísara. El Señor dice: “Yo los conduciré hasta el río Quisón, y allí los derrotarás”.

―Iré si tú vas conmigo —le dijo Barac.

―Muy bien —contestó ella—, iré contigo, pero te advierto que el honor de vencer a Sísara será de una mujer y no tuyo.

Entonces ella fue con él a Cedes.

10 Cuando Barac convocó a los hombres de Zabulón y Neftalí para movilizarse hacia Cedes, se presentaron diez mil voluntarios. Y Débora fue con ellos. 11 (Héber el quenita, descendiente de Hobab el suegro de Moisés, se había apartado del clan de los quenitas y había estado viviendo junto a la encina de Zanayin, cerca de Cedes).

12 Cuando el general Sísara supo que Barac estaba acampado en el monte Tabor, 13 marchó con todo su ejército, incluyendo novecientos carros de hierro, y marchó desde Jaroset Goyin hasta el arroyo Quisón.

14 Débora le dijo a Barac:

―Ahora es el momento de entrar en acción. El Señor nos dirige, y ha entregado a Sísara en tus manos.

Entonces Barac lanzó a sus diez mil hombres a la batalla por las laderas del monte Tabor.

15 El Señor hizo que el pánico cundiera entre el enemigo, tanto entre los soldados como en los que conducían los carros, y Sísara saltó de su carro y escapó corriendo. 16 Barac y sus hombres persiguieron a sus enemigos y a los carros hasta Jaroset Goyin, hasta que todo el ejército de Sísara fue destruido. Ni un solo hombre quedó vivo. 17 Mientras tanto, Sísara había escapado a refugiarse en la tienda de Jael, esposa de Héber el quenita, porque había un pacto de ayuda mutua entre el rey Jabín de Jazor y el clan de Héber.

18 Jael salió a encontrar a Sísara y le dijo:

―Entra en mi tienda, señor. Estarás a salvo bajo nuestra protección. No tengas miedo.

Él entró en la tienda y ella lo cubrió con una frazada.

19 ―Dame un poco de agua —dijo él—, porque tengo mucha sed.

Ella le dio leche y lo volvió a cubrir.

20 ―Ponte en la puerta de la tienda —le pidió él a ella— y si alguien viene buscándome, dile que no hay nadie aquí.

21 Entonces Jael tomó una aguda estaca de tienda y un mazo, y acercándose silenciosamente a donde él dormía profundamente a causa del cansancio, le clavó la estaca en las sienes, le atravesó la cabeza y se la encajó en el suelo, y así murió.

22 Cuando Barac llegó buscando a Sísara, Jael salió a encontrarlo y le dijo: «Ven y te mostraré al hombre que estás buscando». Ella lo condujo dentro de la tienda y encontró a Sísara muerto, con la estaca atravesada en las sienes.

23 Ese día el Señor subyugó al rey Jabín, rey cananeo, ante Israel. 24 Desde ese día en adelante Israel se fortaleció cada vez más contra el rey Jabín, hasta que él y todo su pueblo fueron destruidos.

Hechos 8

Y Saulo estaba de acuerdo en que asesinaran a Esteban.

La iglesia perseguida y dispersa

Aquel mismo día, una gran ola de persecución se levantó contra los creyentes y barrió la iglesia de Jerusalén. Todos, excepto los apóstoles, huyeron a Judea y Samaria. Varios judíos piadosos, llenos de tristeza, enterraron a Esteban.

Saulo, por su parte, iba por todas partes persiguiendo a la iglesia. Entraba a las casas, arrastraba a hombres y mujeres y los metía en la cárcel.

Felipe en Samaria

Los creyentes que huyeron de Jerusalén continuaron predicando las buenas noticias por dondequiera que iban. Felipe, por ejemplo, huyó a Samaria y se puso a hablarle del Mesías al pueblo. Grandes multitudes lo escuchaban atentamente, al ver los milagros que realizaba. Felipe echaba fuera demonios, que salían de sus víctimas dando gritos, y también sanaba paralíticos y cojos. Y había gran gozo en la ciudad.

Simón el hechicero

Vivía en Samaria un tal Simón, que había ejercido la magia durante muchos años, y tenía asombrada a la gente haciéndose pasar por alguien muy grande.

10 Todos, desde el más pequeño hasta el más importante, le prestaban atención y decían: «Este es al que llaman el Gran Poder de Dios». 11 La gente le hacía caso, porque por mucho tiempo las había engañado con su magia.

12 Cuando los samaritanos creyeron el mensaje de Felipe, que afirmaba que Jesús era el Mesías y hablaba del reino de Dios, se bautizaron muchos hombres y mujeres. 13 Simón también creyó, recibió el bautismo y se dedicó a seguir a Felipe a dondequiera que este iba, maravillado por los milagros que realizaba.

14 Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén se enteraron de que el pueblo de Samaria había aceptado el mensaje de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan. 15 Tan pronto llegaron, comenzaron a orar para que recibieran el Espíritu Santo, 16 que todavía no había descendido sobre ellos y sólo estaban bautizados en el nombre del Señor Jesús. 17 Entonces Pedro y Juan pusieron las manos sobre los creyentes y ellos recibieron el Espíritu Santo.

18 Al ver Simón que el Espíritu Santo descendía sobre aquellos a quienes los apóstoles les ponían las manos, les hizo una oferta de dinero.

19 ―Este dinero es para que me permitan obtener ese poder —les dijo—. Quiero que al imponer las manos sobre la gente, reciban el Espíritu Santo.

20 ―Que tu dinero perezca contigo —le contestó Pedro—, que piensas que los dones de Dios se pueden comprar. 21 Tú no puedes tener parte en esto, porque tu corazón no es recto ante Dios. 22 Arrepiéntete de esta maldad y ora. Quizás Dios te perdone los malos pensamientos, 23 porque veo que tienes el corazón lleno de envidia y de pecado.

24 ―Oren por mí —suplicó Simón—. No quiero que eso tan horrible me suceda.

25 Tras testificar y predicar en Samaria, Pedro y Juan regresaron a Jerusalén. A lo largo del camino fueron deteniéndose en los pueblos samaritanos, para predicar las buenas noticias.

Felipe y el etíope

26 Un ángel del Señor le dijo a Felipe: «Ve hacia el sur por el camino desierto que va de Jerusalén a Gaza». 27 Así lo hizo. Y por el camino se encontró con un etíope eunuco, el tesorero de Etiopía, funcionario poderoso de la reina Candace. El etíope había ido a Jerusalén a adorar en el templo. 28 En el viaje de regreso, el funcionario iba en su carroza leyendo el libro del profeta Isaías.

29 «Da alcance a esa carroza —le dijo el Espíritu Santo a Felipe—, y acércate a ella».

30 Felipe obedeció presuroso y, al acercarse, escuchó lo que el funcionario iba leyendo.

―¿Entiendes eso que lees? —le preguntó.

31 ―¿Cómo lo voy a entender si nadie me lo ha explicado? —contestó.

Entonces invitó a Felipe a que subiera a la carroza y se sentara con él.

32 El pasaje de las Escrituras que estaba leyendo era el siguiente:

«Como oveja a la muerte lo llevaron, y como cordero mudo ante los que lo trasquilan, no abrió la boca. 33 En su humillación, no se le hizo justicia. ¿Quién podrá hablar de su descendencia? porque arrancaron su vida de esta tierra».

34 ―¿Hablaba el profeta de sí mismo o de otra persona? —le preguntó el eunuco a Felipe.

35 Y Felipe, comenzando con ese mismo pasaje de la Escritura, se puso a hablarle de las buenas noticias acerca de Jesús.

36 A un lado del camino encontraron agua.

―¡Mira! ¡Aquí hay agua! —exclamó el funcionario—. ¿Por qué no me bautizas?

37 ―Siempre y cuando creas de corazón, no hay nada que lo impida —le dijo Felipe.

―Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios —respondió el eunuco.

38 Detuvieron entonces la carroza, bajaron ambos al agua y Felipe lo bautizó.

39 Al salir del agua, el Espíritu del Señor se llevó a Felipe y el funcionario ya no lo vio: Pero a pesar de esto, siguió gozoso su camino.

40 Mientras tanto, Felipe estaba en Azoto, y allí, como en cada una de las ciudades que encontró en el viaje a Cesarea, predicó las buenas noticias.

Jeremías 17

17 Mi pueblo peca como por encargo, como si sus maldades fueran leyes esculpidas con cincel de hierro o punta de diamante sobre su empedernido corazón o en las esquinas de sus altares. 2-3 Sus jóvenes son especialistas en cometer maldades, rinden homenaje a ídolos debajo de cada árbol, en lo alto de los montes o en las llanuras de abajo. Por eso entregaré yo todas sus propiedades valiosas a sus enemigos como precio que deben pagar por sus actos malvados. Y la magnífica herencia que les tenía reservada se les escapará de las manos, y los enviaré a servir como esclavos a sus enemigos en tierras lejanas. Porque han provocado mi gran cólera la cual será muy difícil de aplacar.

El Señor dice: Maldita la persona que ponga su confianza en cualquier mortal y aleja del Señor su corazón. Es como si fuera sólo un raquítico arbusto del desierto, sin esperanza para el futuro, sólo a duras penas sobreviviendo en la planicie salitrosa de un inhóspito desierto; la prosperidad lo abandonó para siempre.

Pero está destinada a prosperar la persona que confía en el Señor y en el Señor ha puesto su esperanza y fe. Esta persona es semejante a un árbol plantado a orillas de un río, cuyas raíces penetran hasta encontrar el agua; este es un árbol al que no agobia el calor ni angustian los largos meses de sequía. Su follaje se mantiene siempre verde y produce con regularidad jugosos frutos.

Nada hay tan engañoso ni tan absolutamente perverso como el corazón. Nadie es capaz de conocer a fondo su maldad. 10 Sólo el Señor lo conoce, porque el examina con cuidado todos los corazones y examina los más ocultos móviles de las personas para poder dar a cada cual su recompensa según sus hechos, según como haya vivido.

11 Como ave que llena su nido de polluelos que ella no empolló y que pronto la abandonarán y se irán volando, así es la persona que obtiene su riqueza por medios injustos. Tarde o temprano perderá sus bienes y al final de sus días será sólo una persona miserable.

12 ¡Pero nuestro refugio, oh Señor, eres tú, en quien siempre podemos encontrar protección!

13 ¡Oh Señor, esperanza de Israel, todos cuantos de ti se apartan serán deshonrados y avergonzados! Su futuro es muy mediocre, sólo cosas terrenales, porque han abandonado al Señor, quien es como una fuente de aguas dadoras de vida. 14 ¡Señor, sólo tú puedes sanarme, sólo tú puedes salvarme de todos los peligros, por eso toda la gratitud de mi corazón es sólo para ti!

15 Toda la gente se burla de mí diciendo: «¿Qué es esa palabra del Señor de la que hablas sin parar? Si tus amenazas proceden realmente de Dios, ¿por qué no se cumplen?».

16 Señor, no quiero que alguna terrible calamidad caiga sobre tu pueblo. Tuyo y no mío es el plan, tuyo y no mío es el mensaje que les doy. ¡No soy yo quien quiere su condena! 17 ¡Señor, no me abandones! ¡Siempre te he dicho sinceramente lo que siento! 18 Acarréales confusión y congojas a cuantos me persiguen, y a mí dame paz. ¡Sí, doble destrucción para ellos!

La observancia del sábado

19 Entonces el Señor me dijo: Ve y ponte de pie ante las puertas de la ciudad de Jerusalén, primero ante la puerta por donde entra y sale el rey, y luego ante cada una de las otras, 20 y dile al pueblo: ¡Escuchen el mensaje del Señor, reyes de Judá y todos los habitantes de este país, y ustedes, vecinos de Jerusalén! 21-22 El Señor dice: Sigan la instrucción del Señor para que vivan; no hagan trabajo innecesario el sábado, sino respétenlo como día apartado. Este mandamiento di a sus antepasados, 23 pero ellos no escucharon ni obedecieron. Tercamente se negaron a recibir mi instrucción y seguirla. 24 Pero si ustedes obedecen mi instrucción, dice el Señor, y se abstienen de trabajar el día sábado y lo guardan como día especial y apartado, 25 esta nación nunca será destruida. Los descendientes de David serán nombrados reyes aquí en Jerusalén; nunca faltarán los reyes y príncipes que cabalguen con pompa y esplendor como señal de fuerza entre el pueblo y esta ciudad nunca será destruida. 26 Y de todas las regiones de Jerusalén, y de las ciudades de Judá y de Benjamín, y más al sur, y de las tierras bajas que se localizan al oeste de Judá, acudirá el pueblo con sus ofrendas quemadas y sus ofrendas de grano y perfumes agradables, trayendo sus sacrificios para rendir homenaje al Señor en su templo.

27 Pero si no me escuchan, y se niegan a dedicar para mí el sábado, y en sábado meten cargamentos de mercancía por estas puertas de Jerusalén como si fuera un día común, entonces incendiaré las puertas. El fuego se extenderá a los palacios y los destruirá, sin que nadie pueda apagar un incendio tan destructivo.

Marcos 3

En otra ocasión, Jesús entró en la sinagoga y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Como era el día de reposo, quienes querían acusar a Jesús lo vigilaban para ver si se atrevería a curar al enfermo.

Jesús le pidió al hombre que tenía la mano paralizada que se parara frente a todos. Y les preguntó a los otros:

―¿Qué es correcto hacer en el día de reposo: el bien o el mal? ¿Es este un día para salvar una vida o para matar?

No le contestaron.

Jesús, mirándolos con una mezcla de enojo y tristeza por la indiferencia que mostraban, le dijo al hombre:

―Extiende la mano.

Y al extenderla, se le sanó.

En cuanto salieron, los fariseos se reunieron con los herodianos[a] para urdir un plan con el propósito de matar a Jesús.

La multitud sigue a Jesús

Jesús y sus discípulos se retiraron a la orilla del lago, y los siguieron una gran multitud que venía de Galilea, Judea, Jerusalén, Idumea, de más allá del Jordán y de las regiones de Tiro y Sidón. Las noticias de los milagros de Jesús atraían a toda esta gente.

Jesús le había ordenado a sus discípulos que le tuvieran siempre lista una barca para evitar que el gentío lo oprimiera, 10 pues como había realizado muchas curaciones, todos los enfermos lo rodeaban tratando de tocarlo. 11 Cada vez que los endemoniados lo veían, caían de rodillas ante él gritando:

―¡Tú eres el Hijo de Dios!

12 Actuaban así a pesar de que les tenía prohibido revelar quién era.

Nombramiento de los doce apóstoles

13 Jesús subió a una montaña y llamó a los que él quiso; y ellos vinieron a él. 14 De entre todos seleccionó a doce para que estuvieran siempre con él y salieran a predicar. A estos los llamó apóstoles, 15 y les dio autoridad para echar fuera demonios. 16 Aquellos doce fueron:

Simón (a quien llamó Pedro), 17 Jacobo y Juan (hijos de Zebedeo, a quienes Jesús les puso el apodo de Boanerges, es decir, Hijos del Trueno), 18 Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo (hijo de Alfeo), Tadeo, Simón el zelote 19 y Judas Iscariote (el que lo traicionó).

Jesús y Beelzebú

20 Luego Jesús entró en una casa a la que acudió tanta gente que ni siquiera pudieron comer él y sus discípulos. 21 Los familiares de Jesús, al enterarse de lo que estaba pasando, salieron a buscarlo porque creían que se había vuelto loco.

22 Los maestros de la ley que habían llegado de Jerusalén decían: «Los demonios lo obedecen porque tiene a Beelzebú, el príncipe de los demonios».

23 Jesús los llamó y les habló en parábolas: «¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás? 24 Si un reino está dividido y los distintos bandos luchan entre sí, pronto desaparecerá. 25 Si un hogar está dividido contra sí mismo, se destruirá. 26 Y si Satanás pelea contra sí mismo y se divide, no podrá mantenerse y, entonces, ¿en qué irá a parar? 27 Nadie puede entrar en la casa de alguien fuerte y despojarlo de sus bienes si primero no lo ata. Sólo entonces podrá robar su casa. 28 Les aseguro que todos los pecados y blasfemias se les perdonarán a todos por igual. 29 Pero la blasfemia contra el Espíritu Santo nunca tendrá perdón, pues será un pecado de consecuencias eternas».

30 Así respondió Jesús a la acusación de que tenía un espíritu inmundo.

La madre y los hermanos de Jesús

31 Cuando la madre y los hermanos de Jesús llegaron, se quedaron afuera y le enviaron un recado para llamarlo, 32 ya que había mucha gente sentada alrededor de él.

―Tu madre y tus hermanos están afuera y quieren verte —le dijeron.

33 ―¿Quién es mi madre? ¿Quiénes son mis hermanos? —replicó Jesús. 34 Y mirando a los que estaban a su alrededor, añadió:

―Estos son mi madre y mis hermanos. 35 Cualquiera que hace la voluntad de Dios es mi hermano, mi hermana y mi madre.

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