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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Palabra de Dios para Todos (PDT)
Version
Génesis 34

Violación de Dina

34 Dina era la hija de Lea y Jacob. Un día, Dina salió a ver a las mujeres de ese lugar. La vio Siquén, que era hijo de Jamor el heveo, príncipe de la región. Él la agarró y la violó. Pero él se apegó mucho a Dina, la hija de Jacob, se enamoró y la trató amablemente. Siquén le dijo a su papá, Jamor:

—¡Consígueme a esa muchacha para casarme con ella!

Jacob se enteró de que Siquén había deshonrado a su hija Dina, pero como sus hijos estaban en el campo cuidando el ganado, guardó silencio hasta que ellos llegaron. En ese momento Jamor, el papá de Siquén, fue a buscar a Jacob para hablar con él. Los hijos de Jacob volvieron del campo y se enteraron de lo que había pasado. Se indignaron y se enfurecieron porque Siquén, al tener relaciones sexuales con la hija de Jacob, había hecho algo terrible contra Israel. Decían: «¡Eso no debió hacerlo nunca!» Pero Jamor les dijo:

—Mi hijo Siquén está muy enamorado de Dina, les ruego que lo dejen casarse con la hija de ustedes. Hagamos un arreglo matrimonial. Así nuestros hombres de nuestra ciudad se podrán casar con sus mujeres y sus hombres entre ustedes se podrán casar con nuestras mujeres. 10 Quédense a vivir en esta misma tierra con nosotros. La tierra está a su disposición. Vivan en ella, hagan negocios y compren más tierras.

11 Luego Siquén les dijo al papá y a los hermanos de Dina:

—Acéptenme y les daré lo que me pidan. 12 Cóbrenme un precio muy alto y muchos regalos, yo les pagaré lo que me pidan, pero déjenme casarme con ella.

13 Los hijos de Jacob decidieron engañar a Siquén y a su papá, debido a que Siquén había violado a Dina, la hermana de ellos. 14 Les dijeron:

—No podemos dejar que nuestra hermana se case con un hombre que no esté circuncidado. Eso sería una vergüenza para nosotros. 15 Nuestra única condición es que se vuelvan como nosotros, haciéndose la circuncisión ustedes y todos sus hombres. 16 Sólo así sus hombres se pueden casar con nuestras mujeres y nuestros hombres se pueden casar con sus mujeres. Nos quedaremos a vivir con ustedes y seremos un solo pueblo. 17 Si no aceptan lo que les decimos y no se hacen la circuncisión nos llevaremos a Dina[a] y nos iremos.

18 Jamor y su hijo Siquén consideraron razonable lo que les habían pedido. 19 Siquén no dudó en hacer lo que le habían pedido porque amaba a la hija de Jacob.

La venganza

Siquén era el hombre más respetado de su familia. 20 Jamor y su hijo Siquén fueron a la entrada del pueblo y les dijeron a los habitantes:

21 —Estos hombres son nuestros amigos. Déjenlos quedarse a vivir y hacer negocios aquí. Miren, hay bastante espacio para ellos. Tomemos a sus hijas para casarnos y démosles nuestras hijas para que se casen. 22 Sólo con esta condición ellos van a aceptar quedarse a vivir con nosotros y convertirnos en un solo pueblo: Así como ellos están circuncidados, todo hombre entre nosotros debe hacerse la circuncisión. 23 Sus propiedades, su ganado y todos sus animales serán nuestros. Sólo aceptemos lo que nos piden para que se queden a vivir con nosotros.

24 Todos los habitantes de la ciudad estuvieron de acuerdo con Jamor y su hijo Siquén. Entonces todos ellos se hicieron la circuncisión.

25 Tres días más tarde, los hombres de la ciudad todavía estaban adoloridos. Entonces dos de los hijos de Jacob, Simeón y Leví, los hermanos de Dina, tomaron sus espadas y atacaron ferozmente la ciudad, matando a todos los hombres. 26 Usando sus espadas mataron a Jamor y a su hijo Siquén. Luego tomaron a Dina de la casa de Siquén y se fueron. 27 Después los otros hijos de Jacob, pasando sobre los cuerpos, saquearon todo lo que había en la ciudad, porque Siquén había deshonrado a su hermana. 28 Tomaron sus rebaños, su ganado, sus burros y todo lo que había en la ciudad y en los campos. 29 Capturaron sus riquezas, sus mujeres, sus hijos y todo lo que tenían en sus casas.

30 Después Jacob les dijo a Simeón y Leví:

—Ustedes me han metido en un lío. La gente de estas tierras, los cananeos y los ferezeos, me odiarán. Nosotros no somos muchos y la gente de estas tierras se va a unir en contra mía, me van a atacar y van a acabar conmigo y con mi familia.

31 Pero los hijos de Jacob le dijeron:

—Él no debió tratar a nuestra hermana como a una prostituta.

Marcos 5

Jesús expulsa unos demonios

(Mt 8:28-34; Lc 8:26-39)

Jesús y sus seguidores llegaron a la otra orilla del lago, a la región de los gerasenos[a]. Apenas salió Jesús de la barca, llegó a recibirlo un hombre que tenía un espíritu maligno. Venía de las tumbas, donde vivía. Ni siquiera con cadenas lo podían sujetar. Varias veces le habían encadenado las manos y le habían puesto hierros en los pies, pero el hombre rompía las cadenas y destrozaba los hierros. Nadie podía controlarlo. Vagaba por las colinas y las cuevas de día y de noche, siempre gritando y cortándose con piedras.

Cuando el hombre vio a Jesús a lo lejos, fue a él corriendo, se postró ante él y gritando muy fuerte le dijo:

—¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? En el nombre de Dios, te suplico que no me atormentes.

El hombre gritaba así porque Jesús le había dicho: «¡Espíritu maligno, sal de ese hombre!»

Después Jesús le preguntó:

—¿Cuál es tu nombre?

Él contestó:

—Mi nombre es Legión[b] porque somos muchos.

10 Le rogaba repetidas veces a Jesús que no lo mandara fuera de esa región. 11 Como en un cerro cerca de allí había muchos cerdos comiendo, 12 los espíritus le suplicaban:

—¡Mándanos a esos cerdos y déjanos entrar en ellos!

13 Jesús les permitió hacerlo, y los espíritus malignos salieron del hombre y entraron en los cerdos, que eran como 2000. Los cerdos corrieron pendiente abajo por el barranco, cayeron en el lago y se ahogaron.

14 Los encargados de cuidar los cerdos salieron huyendo a contar en el pueblo y en el campo lo que había pasado. Entonces vinieron a ver qué había sucedido. 15 Se acercaron a Jesús y vieron al hombre que había tenido los demonios, sentado, vestido y en su sano juicio. La gente se asustó. Sabían que ese hombre había tenido una legión de espíritus malignos. 16 Pero los que vieron lo sucedido les explicaron a los demás cómo había sido sanado el hombre que tenía demonios y lo que había pasado con los cerdos. 17 Entonces la gente comenzó a pedirle a Jesús que se fuera de esa región.

18 Cuando Jesús estaba por partir en la barca, el hombre que había tenido los demonios le rogaba que le permitiera acompañarlo. 19 Pero Jesús no se lo permitió y le dijo:

—Ve a tu casa y cuéntale a tu gente lo que el Señor ha hecho por ti, y cómo te ha tenido compasión.

20 Así que el hombre se fue a la región de Decápolis a contarles a todos lo mucho que Jesús había hecho por él. Toda la gente estaba muy asombrada.

La hija de Jairo y la mujer enferma

(Mt 9:18-26; Lc 8:40-56)

21 Cuando Jesús volvió a la otra orilla del lago en la barca, mucha gente se reunió junto a él a la orilla del lago. 22 Llegó uno de los dirigentes de la sinagoga que se llamaba Jairo. Cuando vio a Jesús, se arrodilló ante él y 23 le rogaba mucho:

—Mi hijita está a punto de morir. Te pido que vengas y coloques tu mano sobre ella para que se mejore y siga con vida.

24 Jesús se fue con él y mucha gente lo siguió. La gente apretujaba a Jesús por todos lados.

25 Había allí una mujer que llevaba doce años sufriendo de flujos de sangre. 26 Había sufrido mucho bajo el cuidado de varios médicos y había gastado todo lo que tenía sin ninguna mejoría. De hecho, cada vez se ponía peor. 27 La mujer oyó hablar de Jesús. Pasó en medio de la gente hasta llegar a Jesús por detrás y le tocó su manto. 28 Ella pensaba: «Si sólo puedo tocar su manto, quedaré sana». 29 Apenas lo tocó, la mujer dejó de sangrar. Sintió que su cuerpo había quedado sanado de la enfermedad. 30 En ese momento Jesús se dio cuenta de que había salido poder de él. Se detuvo, dio vuelta y preguntó:

—¿Quién me tocó el manto?

31 Los seguidores le dijeron:

—Hay tanta gente empujando y tú preguntas: “¿Quién me tocó?”

32 Pero Jesús siguió mirando para saber quién había sido. 33 La mujer sabía que había sanado. Así que se acercó y se arrodilló a sus pies. Ella estaba temblando de miedo y le contó toda la verdad. 34 Luego, Jesús le dijo:

—Hija, tu fe te ha sanado. Vete en paz y sin ninguna enfermedad.

35 Cuando Jesús estaba todavía hablando, llegaron mensajeros desde la casa del dirigente de la sinagoga y le dijeron:

—Tu hija ha muerto, ¿para qué molestas más al maestro?

36 Pero Jesús no les hizo caso y le dijo al dirigente de la sinagoga:

—No tengas miedo; sólo cree.

37 Jesús permitió que sólo Pedro, Santiago y su hermano Juan lo acompañaran. 38 Cuando llegaron a la casa del dirigente de la sinagoga, Jesús vio el alboroto de la gente que estaba llorando y lamentándose mucho. 39 Jesús entró y les dijo:

—¿Por qué tanta confusión y llanto? La niña no está muerta, está dormida.

40 La gente se burlaba de él, pero Jesús los hizo salir a todos y entró sólo con los padres de la niña y con los que lo acompañaban. 41 Jesús tomó la mano de la niña y le dijo:

Talitá, cum (que significa “óyeme pequeña, ¡levántate!”).

42 Al instante, la niña que tenía doce años, se levantó y empezó a caminar. Todos quedaron completamente atónitos. 43 Jesús dio órdenes estrictas de que no le contaran a nadie lo que había ocurrido. Luego les ordenó que le dieran de comer a la niña.

Job 1

La vida intachable de Job

En el país de Uz había un hombre llamado Job. Era honesto e intachable, respetaba a Dios y no le hacía mal a nadie. Job tenía siete hijos y tres hijas. Tenía, además, 7000 ovejas, 3000 camellos, 500 yuntas de bueyes, 500 burras y muchos siervos. Era el hombre más rico del oriente.

Los hijos de Job tomaban turno para hacer banquetes en la casa de cada uno de ellos, a los cuales invitaban a sus tres hermanas para comer y beber con ellos. Al terminar cada ronda de banquetes, Job les mandaba instrucciones a sus hijos para que se purificaran, y levantándose de madrugada ofrecía un sacrificio que debe quemarse completamente por cada uno de sus hijos, pues Job pensaba que tal vez sus hijos pudieran haber pecado y maldecido[a] a Dios con su pensamiento.

Entonces llegó el día en que los seres celestiales[b] se presentaron ante el SEÑOR, incluso Satanás[c] estaba allí con ellos. El SEÑOR le dijo a Satanás:

—¿Dónde has estado?

Y Satanás le respondió al SEÑOR:

—He estado vagando por la tierra.

Entonces el SEÑOR le dijo a Satanás:

—¿Te has fijado en mi siervo Job? No hay nadie en la tierra como él. Job es un hombre intachable, honesto, respeta a Dios y rechaza el mal.

Satanás le respondió al SEÑOR:

—¿Pero es que Job respeta a Dios por nada? 10 ¿Acaso no lo proteges a él, a su familia y a sus posesiones? Haces que le vaya bien en todo lo que hace, y sus rebaños se ven por todo el país. 11 Pero si le quitaras todo lo que tiene, seguro que te maldeciría en tu propia cara.

12 El SEÑOR le dijo a Satanás:

—Puedes hacer lo que quieras con lo que le pertenece a Job, pero a él mismo no le hagas daño.

Entonces Satanás se retiró de la presencia del SEÑOR.

13 Un día en que los hijos e hijas de Job estaban comiendo y bebiendo vino en casa del hermano mayor, 14 llegó un mensajero, se acercó a Job y le dijo:

—Tus bueyes estaban arando y tus mulas estaban pastando cerca, 15 cuando los sabeanos[d] atacaron y se los llevaron. Asesinaron a tus siervos a espada. Yo fui el único que pudo escapar para contártelo.

16 Mientras este mensajero todavía estaba hablando, llegó otro y le dijo a Job:

—Cayó un rayo del cielo e incineró a tus ovejas y a tus trabajadores. Yo fui el único que pudo escapar para contártelo.

17 Mientras este mensajero todavía estaba hablando, llegó otro y le dijo a Job:

—Los caldeos[e] enviaron tres grupos de soldados que nos atacaron, se llevaron los camellos y mataron a todos tus servidores a filo de espada. Yo fui el único que pudo escapar para contártelo.

18 Mientras este mensajero todavía estaba hablando, llegó otro y le dijo a Job:

—Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en la casa de tu hijo mayor, 19 de repente, sopló un fuerte viento desde el desierto y destruyó la casa. La casa cayó sobre ellos y todos murieron. Yo fui el único que pudo escapar para contártelo.

20 Cuando Job escuchó todo esto, rasgó su ropa y luego se rapó la cabeza. Después se postró en tierra en actitud de adoración 21 y dijo:

«Desnudo salí del vientre de mi mamá
    y desnudo saldré de este mundo.
El SEÑOR dio y el SEÑOR quitó.
    Alabado sea el nombre del SEÑOR».

22 Job no cometió ningún pecado en lo que dijo ni le reprochó a Dios lo que había pasado.

Romanos 5

Aprobados por Dios

Así que Dios nos aprobó gracias a la fe, y ahora, por medio de nuestro Señor Jesucristo, hay paz[a] entre Dios y nosotros. A través de la fe, Cristo nos ha traído al generoso amor de Dios que ahora disfrutamos, y estamos felices con la esperanza de compartir la gloria de Dios. Pero hay más, podemos sentirnos felices aun cuando tenemos sufrimientos porque los sufrimientos nos enseñan a ser pacientes. Si tenemos paciencia, nuestro carácter se fortalece y con un carácter así, nuestra esperanza aumenta. Esa esperanza no nos va a fallar porque Dios nos dio el Espíritu Santo, quien ha derramado el amor de Dios en nosotros.

Cristo murió por nosotros en el momento preciso: cuando éramos incapaces de salvarnos, siendo enemigos de Dios. Es muy difícil que alguien muera por salvar a una persona justa. Pero quizás alguien pudiera arriesgar su vida por una persona muy buena. En cambio, Dios nos demostró su amor en que Cristo murió por nosotros aun cuando éramos pecadores.

Con mucha más razón ahora, seremos salvos de la ira de Dios porque él nos aprobó por medio de la muerte de Cristo. 10 Cuando éramos enemigos de Dios, él hizo las paces con nosotros a través de la muerte de su Hijo. Con mayor razón ahora que somos amigos de Dios, él nos va a salvar por medio de la vida de Cristo. 11 Además, ahora nos alegramos por lo que Dios ha hecho ya que tenemos amistad con Dios a través de nuestro Señor Jesucristo.

Adán y Cristo

12 El pecado llegó al mundo por lo que hizo un hombre. Con el pecado llegó también la muerte. Todos tendrán que morir porque todos han pecado. 13 El pecado llegó al mundo antes que la ley, pero Dios no acusa a la gente de pecado si no hay una ley. 14 Sin embargo, desde el tiempo de Adán hasta el tiempo de Moisés todos tuvieron que morir. Adán tuvo que morir porque desobedeció el mandato de Dios. Incluso los que no cometieron el pecado que cometió Adán, tuvieron que morir.

Adán era como el que vendría en el futuro. 15 En cambio, el regalo de Dios no tiene comparación con el pecado de Adán: lo que mucha gente recibió por culpa de un solo hombre fue la muerte. En cambio, lo que mucha gente recibió por el generoso amor de Dios fue el regalo de la vida gracias a un solo hombre, Jesucristo. 16 Adán pecó y eso trajo la condenación, pero el regalo de Dios es diferente: se recibe después de cometer muchos pecados y lleva a la aprobación de Dios. 17 La muerte reinó porque un solo hombre pecó. Pero los que han recibido en abundancia el generoso amor de Dios, con mucha más razón ahora tendrán vida y reinarán. Ellos recibieron su aprobación mediante un solo hombre, Jesucristo.

18 Así como un pecado de Adán trajo la condenación a todos los seres humanos, así también un acto de bondad de Cristo trajo la aprobación de Dios y vida para todos. 19 Un hombre desobedeció a Dios e hizo que muchos llegaran a ser pecadores, pero de la misma manera un solo hombre obedeció a Dios y así hizo que muchos fueran aprobados por Dios. 20 La ley llegó para que el pecado aumentara, pero cuanto más aumentó el pecado, aumentó aun más el generoso amor de Dios. 21 El pecado reinó por medio de la muerte, pero ahora el generoso amor de Dios reina aprobándonos por medio de nuestro Señor Jesucristo y dándonos vida eterna.

Palabra de Dios para Todos (PDT)

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