M’Cheyne Bible Reading Plan
David, rey en Jerusalén (11,1—12,41)
David, rey de Israel (2 Sm 5,1-3)
11 Todo Israel se reunió con David en Hebrón y le dijeron:
— Nosotros somos de tu misma raza. 2 Ya antes, cuando Saúl aún reinaba, eras tú el que dirigías a Israel. Además, el Señor tu Dios te ha dicho: “Tú pastorearás a mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel”.
3 Todos los ancianos de Israel llegaron, pues, a Hebrón ante el rey, y David hizo con ellos un pacto ante el Señor en Hebrón. Luego ungieron a David como rey de Israel, conforme había anunciado el Señor por medio de Samuel.
Conquista de Jerusalén (2 Sm 5,6-10)
4 David y todo Israel marcharon hacia Jerusalén, llamada Jebús, cuyo territorio estaba habitado por los jebuseos. 5 Los habitantes de Jebús dijeron a David:
— No entrarás aquí.
Pero David conquistó la fortaleza de Sión, la llamada Ciudad de David. 6 David había dicho:
— El primero que mate a un jebuseo será ascendido a capitán general.
Joab, el hijo de Seruyá, atacó en primer lugar y fue ascendido a capitán. 7 David se instaló en la fortaleza, por lo que la llamaron Ciudad de David. 8 Luego edificó la ciudad de alrededor, desde el terraplén hasta la muralla, mientras Joab restauraba el resto de la ciudad. 9 David iba haciéndose cada día más poderoso, pues el Señor del universo estaba con él.
Los héroes de David (2 Sm 23,8-39)
10 Estos son los principales héroes de David, los que lo afianzaron en su reinado junto con todo Israel, haciéndolo reinar conforme a la palabra anunciada por el Señor a Israel. 11 Esta es la lista de los héroes de David: Jasobán, hijo de Jacmoní y jefe de los Tres, que una vez mató a ochocientos con su lanza. 12 Después Eleazar, el hijo de Dodó el ajotita, que fue uno de los tres héroes. 13 Estaba con David en Pasdamín, donde los filisteos se habían concentrado para la batalla y donde había un campo sembrado de cebada; cuando la gente huyó ante los filisteos, 14 él se plantó en medio del campo, lo defendió, derrotó a los filisteos y el Señor les consiguió una gran victoria.
15 En otra ocasión, en la época de la cosecha, tres de los Treinta bajaron a la peña y fueron a la cueva de Adulán, a ver a David, mientras un destacamento filisteo estaba acampado en el valle de Refaín. 16 David se encontraba en el refugio, al tiempo que una patrulla filistea estaba en Belén. 17 David formuló este deseo:
— ¡Quién me diera a beber agua del pozo que hay a las puertas de Belén!
18 Entonces los tres irrumpieron en el campamento filisteo, sacaron agua del pozo que hay a las puertas de Belén y se la llevaron a David. Pero él no quiso beberla y la derramó como ofrenda al Señor, 19 diciendo:
— ¡Mi Dios me libre de beberla, pues sería como beber la sangre de los hombres que la han traído arriesgando sus vidas!
Y no quiso beberla. Eso es lo que hicieron los tres héroes.
20 Abisay, el hermano de Joab, era el jefe de los Treinta. Atacó con su lanza a trescientos hombres, los mató y adquirió fama con los Tres. 21 Recibió mayores honores que los Treinta y llegó a ser su jefe, pero no igualó a los Tres. 22 Benaías, hijo de Joyadá, era un valiente de Cabsel que realizó numerosas proezas: mató a los dos hijos de Ariel, de Moab, y en un día de nieve bajó a un aljibe a matar a un león. 23 También mató a un egipcio que medía unos dos metros y medio e iba armado con una lanza como el madero de un telar. Él lo atacó con un palo, arrebató al egipcio la lanza de las manos y lo mató con su propia lanza. 24 Esto hizo Benaías, el hijo de Joyadá, y adquirió fama con los tres héroes. 25 Pero, aunque recibió más honores que los Treinta, no llegó a igualar a los Tres. David lo puso al frente de su guardia personal.
26 Lista de guerreros valerosos: Asael, hermano de Joab; Eljanán, hijo de Dodó, de Belén; 27 Samot, el jarodita, Jeles, el paltita; 28 Irá, hijo de Iqués, de Tecoa; Abiezer, de Anatot; 29 Sibcay, el jusita; Ilay, el ajojita; 30 Maharay, de Netofá; Jéled, hijo de Baaná, también de Netofá; 31 Itay, hijo de Ribay, de Guibeá de Benjamín; Benaías, de Piratón; 32 Juray, de los arroyos de Gaás; Abiel, el arbateo; 33 Azmávet, de Bajurín; Elyajbá, el saalbonita; 34 Hasén, el guizonita; Jonatán, hijo de Sagué, el ararita; 35 Ajiab, hijo de Sacar, también ararita; Elifal, hijo de Ur; 36 Jéfer, el mequeratita; Ajías, el pelonita; 37 Jesró, de Carmel; Naaray, hijo de Ezbay; 38 Joel, hermano de Natán; Mibjar, hijo de Agrí; 39 Sélec, el amonita; Najeray, de Beerot, escudero de Joab, el hijo de Seruyá; 40 Irá, el jitrita; Garreb, también jitrita; 41 Urías, el hitita; Zabad, hijo de Ajlay; 42 Adiná, el de Sizá, el rubenita, jefe de los rubenitas, y treinta con él; 43 Janán, hijo de Maacá; Josafat, el mitnita; 44 Uzías, de Asterot; Samá y Jehiel, hijos de Jotán, de Aroer; 45 Jediael, hijo de Simrí; y su hermano Jojá, el tisita; 46 Eliel, el majavita; Jeribay y Josavías, hijos de Elnaán; Jitmá, el moabita; 47 Eliel, Obed y Jaasiel, de Sobá.
Los guerreros de David
12 Lista de los que se unieron con David en Siclag, cuando estaba proscrito de Saúl, el hijo de Quis, engrosando las filas de los guerreros que le ayudaron en sus batallas. 2 Eran arqueros, capaces de lanzar piedras o disparar flechas con ambas manos.
Benjaminitas, parientes de Saúl: 3 El jefe Ajiecer y Joás, hijos de Semaá, de Guibeá; Jeciel y Pélet, hijos de Azmávet; Beracá y Jehú, de Anatot; 4 Jismaías, el gabaonita, héroe de los Treinta y jefe de treinta; 5 Jeremías, Jajaciel, Yojanán y Jozabad, de Guederot; 6 Eluzay, Jerimot, Bealías, Semarías y Sefatías, de Jarif; 7 Elcaná, Jisías, Azarel, Joécer y Jasobán, corajitas; 8 Joelá y Zebadías, hijos de Jerotán, de Guedor.
9 También se retiraron con David al refugio del desierto algunos gaditas valerosos, guerreros expertos, armados de lanza y escudo, fieros como leones y ligeros como gacelas: 10 el primero era Ézer; el segundo, Abdías; el tercero, Eliab; 11 el cuarto, Mismaná; el quinto, Jeremías; 12 el sexto, Atay; el séptimo, Eliel; 13 el octavo, Yojanán; el noveno, Elzabad; 14 el décimo, Jeremías y el undécimo, Macbanay. 15 Estos gaditas eran jefes del ejército: el menor solo valía por cien y el mayor por mil. 16 Ellos fueron los que cruzaron el Jordán en el primer mes, cuando se desborda por ambas márgenes, y pusieron en fuga a todos los habitantes de los valles oriental y occidental.
17 Llegaron también al refugio, con David, algunos de Benjamín y de Judá. 18 Cuando David salió a recibirlos, les advirtió:
— Si venís a mí como amigos y colaboradores, os acepto de todo corazón. Pero si venís para entregarme a mis enemigos, siendo yo inocente, que el Dios de nuestros antepasados sea testigo y haga justicia.
19 Entonces Amasay, invadido por el espíritu, exclamó:
¡Tuyos somos, David!
¡Estamos contigo, hijo de Jesé!
¡Paz! ¡Paz a ti y paz a tus aliados,
pues tu Dios es tu auxilio!
David los acogió y los nombró jefes de tropa.
20 Algunos de Manasés se pasaron a David, cuando iba con los filisteos a luchar contra Saúl (aunque no llegó a ayudarlos, pues los príncipes filisteos, tras deliberar, decidieron expulsarlo, pensando: “Se pasará a su señor Saúl con riesgo de nuestras propias cabezas”). 21 Y cuando volvía a Siclag se pasaron a él de Manasés: Adnaj, Jozabad, Jediael, Miguel, Jozabad, Elihú y Siltay, jefes de millar en la tribu de Manasés. 22 Ellos ayudaron a David en sus incursiones, pues todos eran guerreros valerosos y se convirtieron en capitanes del ejército. 23 Y día tras día llegaban a David nuevos refuerzos, hasta formar un gran ejército, un ejército inmenso.
Censo del ejército
24 Número de soldados útiles para la guerra que se reunieron con David en Hebrón para traspasarle el reino de Saúl, conforme al mandato del Señor: 25 Seis mil ochocientos de Judá, útiles para la guerra, armados de escudo y lanza. 26 Siete mil cien de Simeón, guerreros valerosos para la guerra. 27 Cuatro mil seiscientos de Leví, 28 más tres mil setecientos al mando del príncipe aaronita Joyadá 29 y veintidós jefes de la familia de Sadoc, joven y valeroso guerrero. 30 Tres mil benjaminitas, parientes de Saúl, la mayoría de los cuales hasta entonces se habían mantenido fieles a la dinastía de Saúl. 31 Veinte mil ochocientos de Efraín, guerreros valientes y famosos en sus clanes. 32 Dieciocho mil de media tribu de Manasés, elegidos personalmente para ir a entronizar a David. 33 Doscientos jefes de Isacar al frente de todos sus hermanos. Eran expertos conocedores de los momentos y estrategias de actuación de Israel. 34 Cincuenta mil de Zabulón, que salían de campaña equipados con toda clase de armamento, prestos a la lucha y a ayudar a David con total lealtad. 35 Mil jefes de Neftalí con treinta y siete mil soldados armados de escudo y lanza. 36 Veintiocho mil seiscientos de Dan, prestos a la lucha. 37 Cuatro mil de Aser, que salían de campaña prestos a la lucha. 38 Y de Transjordania ciento veinte mil de Rubén, Gad y la otra mitad de Manasés, equipados con toda clase de armamento.
39 Todos estos soldados, formados en orden de batalla, llegaron a Hebrón plenamente decididos a entronizar a David como rey de todo Israel. Los demás israelitas estaban también unánimemente de acuerdo en entronizar a David. 40 Y estuvieron allí tres días con David, comiendo y bebiendo lo que sus compatriotas les habían preparado. 41 Además, sus vecinos hasta Isacar, Zabulón y Neftalí habían llevado en asnos, camellos, mulos y bueyes abundantes provisiones de harina, tortas de higos y pasas, vino y aceite, vacas y ovejas, pues Israel estaba de fiesta.
Exhortación a vivir como cristianos
13 Que no decaiga vuestro amor fraterno. 2 No echéis en olvido la hospitalidad pues, gracias a ella, personas hubo que, sin saberlo, alojaron ángeles en su casa. 3 Tened siempre presentes a los encarcelados como si vosotros mismos os encontraseis presos junto con ellos; y también a los que sufren malos tratos, como si vosotros estuvierais en su lugar.
4 Que todos respeten el matrimonio y mantengan limpia su vida conyugal, pues Dios juzgará con severidad a los adúlteros y lujuriosos. 5 Que la fiebre del dinero no se apodere de vosotros; contentaos con lo que tenéis, ya que es Dios mismo quien ha dicho: Nunca te abandonaré; jamás te dejaré solo. 6 Por eso podemos exclamar llenos de confianza:
El Señor es quien me ayuda, nada temo,
¿qué podrán hacerme los humanos?
7 Recordad a los dirigentes que os anunciaron el mensaje de Dios. Tomad nota de cómo culminaron su vida y seguid el ejemplo de su fe. 8 Jesucristo es siempre el mismo, ayer, hoy y por toda la eternidad. 9 No os dejéis arrastrar por cualquier doctrina que os venga de afuera. Lo que de veras importa es que la gracia os fortalezca; en lo que se refiere a las reglas sobre alimentos, de ningún provecho han servido a quienes las han observado.
El sacrificio agradable a Dios
10 Nosotros tenemos un sacrificio del que no tienen derecho a comer los que ofician en el santuario. 11 Sabido es que los cuerpos de los animales cuya sangre introduce el sumo sacerdote en el lugar santísimo como rito expiatorio por los pecados, son quemados fuera del campamento. 12 Por eso también Jesús, a fin de consagrar al pueblo con su propia sangre, murió fuera de la ciudad. 13 Salgamos, pues, a su encuentro fuera del campamento, compartiendo los ultrajes que él sufrió, 14 pues la ciudad que ahora habitamos no es definitiva, sino que buscamos una para el futuro. 15 Así que en todo momento ofrezcamos a Dios, por medio de Jesucristo, un sacrificio de alabanza que no es otro sino la ofrenda de unos labios que bendicen su nombre. 16 Y no os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros unos a otros, pues esos son los sacrificios que agradan a Dios.
Últimas recomendaciones
17 Obedeced a vuestros dirigentes y seguid sus instrucciones ya que se desvelan por vosotros como quienes tienen que rendir cuentas a Dios; de esta manera cumplirán con alegría y sin quejas su tarea, pues ¿de qué os serviría que lo hicieran a disgusto?
18 Nos encomendamos a vuestras oraciones, pues aunque confiamos estar limpios de culpa, deseamos comportarnos rectamente en todo. 19 Os ruego, pues, insistentemente que lo hagáis así para que pueda volver cuanto antes con vosotros.
Conclusión (13,20-25)
Bendición y doxología
20 Que el Dios de la paz, el que resucitó de entre los muertos a Jesús, nuestro Señor, y lo constituyó supremo pastor del rebaño mediante la sangre de una alianza eterna, 21 os ponga a punto para que cumpláis su voluntad en toda clase de buenas obras. Que él lleve a cabo en nosotros, por medio de Jesucristo, aquello que le agrada. A él sea la gloria por siempre jamás. Amén.
Nota de acompañamiento y saludos
22 Os ruego, hermanos, que aceptéis de buen grado esta exhortación que os envío acompañada de unas breves líneas.
23 Sabed que nuestro hermano Timoteo ha sido puesto en libertad. Si viene pronto, irá conmigo a visitaros. 24 Saludos a todos vuestros dirigentes y a todos los creyentes en general. Por su parte, os saludan los hermanos de Italia. 25 Que la gracia esté con todos vosotros.
II.— LIBRO DE LAS VISIONES (7—9)
Primera visión: las langostas
7 Esto me mostró el Señor Dios:
comenzaba a crecer la hierba,
la que brota a continuación
de la que se corta para el rey,
cuando [Dios] preparó una plaga de langostas.
2 Al verlas dispuestas a devorar
toda la hierba del país, dije:
“Perdona, te lo ruego, Señor mi Dios,
pues, ¿cómo podrá resistir Jacob,
siendo como es tan pequeño?”.
3 Se arrepintió de ello el Señor y dijo:
“Eso no sucederá” —aseguró el Señor—.
Segunda visión: el fuego
4 El Señor Dios me mostró otra visión:
convocaba el Señor Dios a un juicio por fuego;
[el fuego] había devorado al gran abismo
y amenazaba con devorar al territorio.
5 Entonces dije: “Señor Dios,
detente, te lo pido por favor;
pues, ¿cómo podrá resistir Jacob,
siendo como es tan pequeño?”.
6 Se arrepintió de ello el Señor y dijo:
“Tampoco eso sucederá”
—aseguró el Señor Dios—.
Tercera visión: la plomada
7 [El Señor] me mostró otra visión:
estaba mi Dios sobre una muralla,
sosteniendo con la mano una plomada.
8 El Señor preguntó: “¿Qué ves Amós?”.
Yo respondí: “Veo una plomada”.
Entonces mi Dios replicó:
“Pues yo aplicaré una plomada a Israel
y no le toleraré [un pecado] más.
9 Serán devastados los altozanos de Isaac,
arrasados los santuarios de Israel;
entonces pelearé espada en mano
contra la dinastía de Jeroboán”.
Amós y Amasías
10 Amasías, sacerdote de Betel, envió a decir a Jeroboán, rey de Israel: “Amós anda conspirando contra ti en medio de Israel y el país no puede tolerar más sus palabras, pues anda diciendo que 11 Jeroboán morirá a espada y todo Israel será deportado lejos de su tierra”.
12 Así que Amasías dijo a Amós:
— Vete, vidente, y ponte a salvo en el país de Judá donde puedes ganarte el pan profetizando allí. 13 Pero no vuelvas a profetizar en Betel porque aquí está el santuario del rey, el templo real.
14 Amós respondió a Amasías:
— Yo no soy un profeta de profesión. Yo estaba al cuidado del ganado y cultivaba higueras. 15 Pero el Señor me hizo dejar el rebaño y me dijo: Vete a hablar de mi parte a mi pueblo Israel. 16 Ahora pues, escucha la palabra del Señor: Tú dices: “¡No hables de parte de Dios contra Israel, no pronuncies oráculos contra la estirpe de Isaac!”. 17 Pues así habla el Señor: Tu mujer ejercerá de prostituta en plena ciudad; tus hijos e hijas sucumbirán a filo de espada; echarán a suertes tus tierras y tú morirás en un territorio impuro. Israel será deportado sin remedio lejos de su tierra.
Nacimiento de Jesús (Mt 1,18-25)
2 Augusto, el emperador romano, publicó por aquellos días un decreto disponiendo que se empadronaran todos los habitantes del Imperio. 2 Este fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. 3 Todos tenían que ir a empadronarse, cada uno a su ciudad de origen. 4 Por esta razón, también José, que era descendiente del rey David, se dirigió desde Nazaret, en la región de Galilea, a Belén, la ciudad de David, en el territorio de Judea, 5 para empadronarse allí juntamente con su esposa María, que se hallaba embarazada.
6 Y sucedió que, mientras estaban en Belén, se cumplió el tiempo del alumbramiento. 7 Y María dio a luz a su primogénito; lo envolvió en pañales y lo puso en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.
Los ángeles y los pastores
8 En unos campos cercanos había unos pastores que pasaban la noche a la intemperie cuidando sus rebaños. 9 De pronto, se les apareció un ángel del Señor y el resplandor de la gloria de Dios los llenó de luz de modo que quedaron sobrecogidos de temor. 10 Pero el ángel les dijo:
— No tengáis miedo, porque vengo a traeros una buena noticia, que será causa de gran alegría para todo el pueblo. 11 En la ciudad de David os ha nacido hoy un Salvador, que es el Mesías, el Señor. 12 Esta será la señal para que lo reconozcáis: encontraréis al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
13 En aquel mismo instante apareció junto al ángel una multitud de otros ángeles del cielo, que alababan al Señor y decían:
14 — ¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres que gozan de su favor!
15 Luego los ángeles volvieron al cielo, y los pastores se decían unos a otros:
— Vamos a Belén, a ver eso que ha sucedido y que el Señor nos ha dado a conocer.
16 Fueron a toda prisa y encontraron a María, a José y al recién nacido acostado en el pesebre. 17 Al verlo, contaron todo lo que el ángel les había dicho acerca del niño. 18 Y todos cuantos escuchaban a los pastores se quedaban asombrados de lo que decían. 19 María, por su parte, guardaba todas estas cosas, meditándolas en lo íntimo de su corazón.
20 Los pastores se volvieron dando gloria a Dios y alabándolo por lo que habían visto y oído, pues todo había sucedido tal y como se les había anunciado.
Jesús es circuncidado y presentado en el Templo
21 A los ocho días llevaron a circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, el nombre que el ángel le puso antes de ser concebido. 22 Más tarde, pasados ya los días de la purificación prescrita por la ley de Moisés, llevaron al niño a Jerusalén para presentárselo al Señor, 23 cumpliendo así lo que dispone la ley del Señor: Todo primogénito varón ha de ser consagrado al Señor, 24 y para ofrecer al mismo tiempo el sacrificio prescrito por la ley del Señor: una pareja de tórtolas o dos pichones.
25 Por aquel entonces vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso que esperaba la liberación de Israel. El Espíritu Santo estaba con Simeón 26 y le había hecho saber que no moriría antes de haber visto al Mesías enviado por el Señor. 27 Guiado por el Espíritu Santo, Simeón fue al Templo cuando los padres del niño Jesús llevaban a su hijo para hacer con él lo que ordenaba la ley. 28 Y tomando al niño en brazos, alabó a Dios diciendo:
29 Ahora, Señor, ya puedo morir en paz,
porque has cumplido tu promesa.
30 Con mis propios ojos he visto
la salvación que nos envías
31 y que has preparado
a la vista de todos los pueblos:
32 luz que se manifiesta a las naciones,
y gloria de tu pueblo Israel.
33 Los padres de Jesús estaban asombrados de lo que Simeón decía acerca del niño. 34 Simeón los bendijo y anunció a María, la madre del niño:
— Mira, este niño va a ser causa en Israel de que muchos caigan y otros muchos se levanten. Será también signo de contradicción 35 puesto para descubrir los pensamientos más íntimos de mucha gente. En cuanto a ti, una espada te atravesará el corazón.
36 Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana que en su juventud había estado casada siete años, 37 y permaneció luego viuda hasta los ochenta y cuatro años de edad. Ahora no se apartaba del Templo, sirviendo al Señor día y noche con ayunos y oraciones. 38 Se presentó, pues, Ana en aquel mismo momento alabando a Dios y hablando del niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.
El regreso a Nazaret
39 Después de haber cumplido todos los preceptos de la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su pueblo, Nazaret. 40 El niño iba creciendo y robusteciéndose; estaba lleno de sabiduría y gozaba del favor de Dios.
El niño Jesús en el Templo
41 Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén, a celebrar la fiesta de la Pascua. 42 Cuando el niño cumplió doce años, subieron juntos a la fiesta, como tenían por costumbre. 43 Una vez terminada la fiesta, emprendieron el regreso. Pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo advirtieran. 44 Pensando que iría mezclado entre la caravana, hicieron una jornada de camino y al término de ella comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. 45 Y como no lo encontraron, regresaron a Jerusalén para seguir buscándolo allí. 46 Por fin, al cabo de tres días, lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. 47 Cuantos lo oían estaban asombrados de su inteligencia y de sus respuestas. 48 Sus padres se quedaron atónitos al verlo; y su madre le dijo:
— Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo hemos estado muy angustiados buscándote.
49 Jesús les contestó:
— ¿Y por qué me buscabais? ¿No sabéis que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?
50 Pero ellos no comprendieron lo que les decía.
51 Después el niño regresó a Nazaret con sus padres y siguió sujeto a ellos. En cuanto a su madre, guardaba todas estas cosas en lo íntimo de su corazón. 52 Y Jesús crecía, y con la edad aumentaban su sabiduría y el favor de que gozaba ante Dios y la gente.
La Palabra, (versión española) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España