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Read the Gospels in 40 Days

Read through the four Gospels--Matthew, Mark, Luke, and John--in 40 days.
Duration: 40 days
La Palabra (España) (BLP)
Version
Marcos 10-12

Enseñanza sobre el matrimonio (Mt 19,1-12)

10 Jesús partió de aquel lugar y se fue a la región de Judea situada en la otra orilla del Jordán. Allí la gente volvió a reunirse a su alrededor, y él, como tenía por costumbre, se puso de nuevo a instruirlos. En esto se le acercaron unos fariseos y, para tenderle una trampa, le preguntaron si está permitido al marido separarse de su mujer. Jesús les contestó:

— ¿Qué os mandó Moisés?

Ellos dijeron:

— Moisés dispuso que el marido levante acta de divorcio cuando vaya a separarse de su mujer.

Jesús entonces les dijo:

— Moisés escribió esa disposición a causa de vuestra incapacidad para entender los planes de Dios; pero Dios, cuando creó al género humano, los hizo hombre y mujer. Por esta razón, dejará el hombre a sus padres, [ se unirá a su mujer] y ambos llegarán a ser como una sola persona. De modo que ya no son dos personas, sino una sola. Por tanto, lo que Dios ha unido no deben separarlo los humanos.

10 Cuando volvieron de nuevo a casa, los discípulos preguntaron a Jesús qué había querido decir. 11 Él les contestó:

— El que se separa de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera; 12 y si una mujer se separa de su marido y se casa con otro, también comete adulterio.

Jesús bendice a los niños (Mt 19,13-15; Lc 18,15-17)

13 Llevaron unos niños a Jesús para que los bendijese. Los discípulos reñían a quienes los llevaban; 14 pero Jesús, al verlo, se enojó y les dijo:

— Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, porque el reino de Dios es para los que son como ellos. 15 Os aseguro que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.

16 Y estrechaba a los niños entre sus brazos y los bendecía poniendo las manos sobre ellos.

El joven rico (Mt 19,16-30; Lc 18,18-30)

17 Iba Jesús de camino, cuando vino uno corriendo, se arrodilló delante de él y le preguntó:

— Maestro bueno, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?

18 Jesús le dijo:

— ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino solamente Dios. 19 Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no des falso testimonio, no engañes a nadie; honra a tu padre y a tu madre.

20 El joven respondió:

— Maestro, todo eso lo he guardado desde mi adolescencia.

21 Jesús entonces, mirándolo con afecto, le dijo:

— Una cosa te falta: Ve, vende cuanto posees y reparte el producto entre los pobres. Así te harás un tesoro en el cielo. Luego vuelve y sígueme.

22 Al oír esto, se sintió contrariado y se marchó entristecido, porque era muy rico. 23 Entonces Jesús, mirando a su alrededor, dijo a sus discípulos:

— ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!

24 Los discípulos se quedaron asombrados al oír estas palabras. Pero Jesús repitió:

— Hijos míos, ¡qué difícil va a ser entrar en el reino de Dios! 25 Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el reino de Dios.

26 Con esto, los discípulos quedaron todavía más sorprendidos, y se preguntaban unos a otros:

— En ese caso, ¿quién podrá salvarse?

27 Jesús los miró y les dijo:

— Para los hombres es imposible, pero no lo es para Dios, porque para Dios todo es posible.

28 Pedro le dijo entonces:

— Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte.

29 Jesús le respondió:

— Os aseguro que no hay nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o tierras por causa mía y de la buena noticia, 30 y no reciba en este mundo cien veces más en casas, hermanos, madres, hijos y tierras, aunque todo ello sea con persecuciones, y en el mundo venidero la vida eterna. 31 Muchos que ahora son primeros, serán los últimos, y muchos que ahora son últimos, serán los primeros.

Jesús anuncia por tercera vez su muerte y su resurrección (Mt 20,17-19; Lc 18,31-34)

32 En el camino que sube hacia Jerusalén, Jesús iba delante de sus discípulos, que estaban admirados; por su parte, quienes iban detrás estaban asustados. Jesús entonces, llamando de nuevo a los Doce, se puso a hablarles de lo que estaba a punto de sucederle. 33 Les dijo:

— Ya veis que estamos subiendo a Jerusalén. Allí el Hijo del hombre será entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la ley que lo condenarán a muerte y lo pondrán en manos de extranjeros 34 que se burlarán de él, lo escupirán, lo golpearán y lo matarán. Pero después de tres días resucitará.

Petición de los hijos de Zebedeo (Mt 20,20-28)

35 Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron:

— Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte.

36 Jesús les preguntó:

— ¿Qué queréis que haga por vosotros?

37 Le dijeron:

— Concédenos que nos sentemos junto a ti en tu gloria: el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.

38 Jesús les respondió:

— No sabéis lo que estáis pidiendo. ¿Podéis vosotros beber la misma copa de amargura que yo estoy bebiendo, o ser bautizados con el mismo bautismo con que yo estoy siendo bautizado?

39 Ellos le contestaron:

— ¡Sí, podemos hacerlo!

Jesús les dijo:

— Pues bien, beberéis de la copa de amargura que yo estoy bebiendo y seréis bautizados con mi propio bautismo; 40 pero que os sentéis el uno a mi derecha y el otro a mi izquierda, no es cosa mía concederlo; es para quienes ha sido reservado.

41 Cuando los otros diez discípulos oyeron esto, se enfadaron con Santiago y Juan. 42 Entonces Jesús los reunió y les dijo:

— Como muy bien sabéis, los que se tienen por gobernantes de las naciones las someten a su dominio, y los que ejercen poder sobre ellas las rigen despóticamente. 43 Pero entre vosotros no debe ser así. Antes bien, si alguno quiere ser grande, que se ponga al servicio de los demás; 44 y si alguno quiere ser principal, que se haga servidor de todos. 45 Porque así también el Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de todos.

Curación del ciego Bartimeo (Mt 20,29-34; Lc 18,35-43)

46 En esto llegaron a Jericó. Y más tarde, cuando Jesús salía de allí acompañado de sus discípulos y de otra mucha gente, un ciego llamado Bartimeo (es decir, hijo de Timeo) estaba sentado junto al camino pidiendo limosna. 47 Al enterarse de que era Jesús de Nazaret quien pasaba, empezó a gritar:

— ¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!

48 Muchos le decían que se callara, pero él gritaba cada vez más:

— ¡Hijo de David, ten compasión de mí!

49 Entonces Jesús se detuvo y dijo:

— Llamadlo.

Llamaron al ciego, diciéndole:

— Ten confianza, levántate, él te llama.

50 El ciego, arrojando su capa, dio un salto y se acercó a Jesús. 51 Jesús le preguntó:

— ¿Qué quieres que haga por ti?

Contestó el ciego:

— Maestro, que vuelva a ver.

52 Jesús le dijo:

— Puedes irte. Tu fe te ha salvado.

Al punto recobró la vista y siguió a Jesús por el camino.

Jesús en Jerusalén (11—13)

La entrada en Jerusalén (Mt 21,1-11; Lc 19,28-40; Jn 12,12-19)

11 Cerca ya de Jerusalén, al llegar a Betfagé y Betania, al pie del monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos con este encargo:

— Id a la aldea que tenéis ahí enfrente, y nada más entrar encontraréis un pollino atado, sobre el cual nunca ha montado nadie. Desatadlo y traédmelo. Y si alguien os pregunta por qué hacéis eso, contestadle que el Señor lo necesita y que en seguida lo devolverá.

Los discípulos fueron y encontraron un pollino atado junto a una puerta, en la calle; y lo desataron. Algunos de los que estaban allí les dijeron:

— ¿Por qué desatáis al pollino?

Ellos contestaron lo que Jesús les había dicho, y les dejaron que se lo llevaran. Trajeron el pollino a donde estaba Jesús, colocaron encima sus mantos y Jesús montó sobre él. Muchos alfombraban con sus mantos el camino, mientras otros llevaban ramas cortadas en el campo. Y los que iban delante y los que iban detrás gritaban:

¡Viva ! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! 10 ¡Bendito el reino que viene, el reino de nuestro padre David! ¡ Gloria al Dios Altísimo!

11 Cuando Jesús entró en Jerusalén, se dirigió al Templo. Después de echar una ojeada por todas partes, como ya estaba anocheciendo, se fue a Betania acompañado de los doce apóstoles.

La higuera sin fruto (Mt 21,18-19)

12 Al día siguiente, cuando salieron de Betania, Jesús sintió hambre. 13 Al ver de lejos una higuera muy frondosa, se acercó a ella a ver si tenía fruto; pero encontró únicamente hojas, porque aún no era el tiempo de los higos. 14 Entonces Jesús exclamó de forma que sus discípulos lo oyeran:

— ¡Que nunca jamás coma nadie fruto de ti!

Los comerciantes expulsados del Templo (Mt 21,12-17; Lc 19,45-48; Jn 2,13-22)

15 Llegaron a Jerusalén y, entrando en el Templo, Jesús se puso a expulsar a los que allí estaban vendiendo y comprando. Volcó las mesas de los cambistas de moneda y los puestos de los vendedores de palomas, 16 y no permitía que nadie anduviera por el Templo llevando objetos de un lado a otro. 17 Y los instruía increpándolos:

— ¿Acaso no dicen las Escrituras que mi casa ha de ser casa de oración para todas las naciones? Pero vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones.

18 Oyeron estas palabras los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, y comenzaron a buscar la manera de matar a Jesús. Aunque le tenían miedo, porque toda la gente estaba pendiente de su enseñanza. 19 Al llegar la noche, Jesús y sus discípulos salieron de la ciudad.

La higuera maldecida aparece sin fruto (Mt 21,20-22)

20 Cuando a la mañana siguiente pasaron junto a la higuera, vieron que se había secado hasta la raíz. 21 Entonces Pedro, recordando lo sucedido, dijo a Jesús:

— Maestro, mira: la higuera que maldijiste se ha secado.

22 Jesús le contestó:

— Tened fe en Dios. 23 Os aseguro que si alguien dice a ese monte que se quite de ahí y se arroje al mar, y lo dice sin vacilar, creyendo de todo corazón que va a realizarse lo que pide, lo obtendrá. 24 Por eso os digo que obtendréis todo lo que pidáis en oración, si tenéis fe en que vais a recibirlo. 25 Y cuando estéis orando, si tenéis algo contra alguien, perdonádselo, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone el mal que vosotros hacéis. 26 [Pero, si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre os perdonará el mal que vosotros hacéis].

Cuestionan la autoridad de Jesús (Mt 21,23-27; Lc 20,1-8)

27 Cuando llegaron de nuevo a Jerusalén, mientras Jesús estaba paseando por el Templo, se acercaron a él los jefes de los sacerdotes, los maestros de la ley y los ancianos, 28 y le preguntaron:

— ¿Con qué derecho haces tú todo eso? ¿Quién te ha autorizado a hacer lo que estás haciendo?

29 Jesús les contestó:

— Yo también voy a preguntaros una cosa. Respondedme y os diré con qué derecho hago todo esto. 30 ¿De quién recibió Juan el encargo de bautizar: de Dios o de los hombres? ¡Respondedme!

31 Ellos se pusieron a razonar entre sí: “Si contestamos que lo recibió de Dios, él dirá: ‘¿Por qué, pues, no le creísteis?’ 32 Pero ¿cómo vamos a decir que lo recibió de los hombres?”. Y es que temían la reacción del pueblo, porque todos tenían a Juan por profeta. 33 Así que respondieron:

— No lo sabemos.

Entonces Jesús les replicó:

— Pues tampoco yo os diré con qué derecho hago todo esto.

Parábola de los labradores criminales (Mt 21,33-46; Lc 20,9-19)

12 Jesús les contó entonces esta parábola:

— Un hombre plantó una viña, la cercó con una valla, construyó un lagar y levantó una torre; luego la arrendó a unos labradores y se fue de viaje. En el tiempo oportuno envió un criado para percibir de los labradores la parte correspondiente del fruto de la viña. Pero ellos le echaron mano al criado, lo golpearon y lo mandaron de vuelta con las manos vacías. Volvió a enviarles otro criado, y ellos lo hirieron en la cabeza y lo llenaron de injurias. Luego mandó a otro, y a este lo asesinaron. Y lo mismo hicieron con otros muchos; a unos los hirieron y a otros los mataron. Cuando al amo ya únicamente le quedaba su hijo querido, lo envió por último a los viñadores pensando: “A mi hijo lo respetarán”. Pero aquellos labradores se dijeron unos a otros: “Este es el heredero. Matémoslo, y la herencia será nuestra”. Y, echándole mano, lo asesinaron y lo arrojaron fuera de la viña. ¿Qué hará, pues, el dueño de la viña? Llegará, hará perecer a esos labradores y dará la viña a otros. 10 ¿No habéis leído este pasaje de las Escrituras:

La piedra que desecharon los constructores,
se ha convertido en la piedra principal.
11 Esto lo ha hecho el Señor,
y nos resulta verdaderamente maravilloso?

12 Sus adversarios comprendieron que Jesús se había referido a ellos con esta parábola. Por eso trataban de apresarlo, aunque finalmente desistieron y se marcharon, porque temían a la gente.

La cuestión del tributo al emperador (Mt 22,15-22; Lc 20,20-26)

13 Los fariseos y los del partido de Herodes enviaron algunos de los suyos con el encargo de sorprender a Jesús en alguna palabra comprometedora. 14 Vinieron, pues, y le preguntaron:

— Maestro, sabemos que tú eres sincero y que no te preocupa el qué dirán, pues no juzgas a la gente por las apariencias, sino que enseñas con toda verdad a vivir como Dios quiere; así pues, ¿estamos o no estamos obligados a pagar el tributo al emperador romano? ¿Tenemos o no tenemos que dárselo? 15 Jesús, conociendo la hipocresía que había en ellos, les contestó:

— ¿Por qué me ponéis trampas? Traedme un denario para que yo lo vea.

16 Ellos se lo presentaron y Jesús les preguntó:

— ¿De quién es esta efigie y esta inscripción?

Le contestaron:

— Del emperador.

17 Entonces Jesús les dijo:

— Pues dad al emperador lo que es del emperador, y a Dios lo que es de Dios.

Con esta respuesta quedaron estupefactos.

La cuestión de la resurrección (Mt 22,23-33; Lc 20,27-40)

18 Después de esto vinieron unos saduceos que, como dicen que no hay resurrección, hicieron a Jesús esta pregunta:

19 — Maestro, Moisés nos dejó escrito que si el hermano de uno muere y deja esposa , pero no hijos, el hermano mayor superviviente deberá casarse con la viuda para dar descendencia al hermano difunto. 20 Pues bien, hubo una vez siete hermanos; el primero de ellos se casó, pero murió sin haber tenido descendencia. 21 Entonces el segundo hermano se casó con la viuda, pero él también murió sin dejar descendencia. Lo mismo pasó con el tercero, 22 y con los siete: ninguno tuvo descendencia de aquella mujer, que fue la última de todos en morir. 23 Así, pues, en la resurrección, cuando todos resuciten, ¿de cuál de ellos será esposa, si los siete estuvieron casados con ella?

24 Jesús les dijo:

— Estáis en esto muy equivocados al no conocer las Escrituras ni tener idea del poder de Dios. 25 En la resurrección ya no habrá matrimonios, sino que todos serán como los ángeles que están en los cielos. 26 En cuanto a que los muertos han de resucitar, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el pasaje de la zarza, lo que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? 27 Pues bien, él es Dios de vivos y no de muertos. ¡Estáis muy equivocados!

El mandamiento principal (Mt 22,34-40; Lc 10,25-28)

28 Uno de los maestros de la ley que había escuchado toda la discusión, al ver lo bien que Jesús les había respondido, se acercó a él y le preguntó:

— ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?

29 Jesús le contestó:

— El primero es: Escucha, Israel : el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. 30 Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas. 31 Y el segundo es : Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que estos.

32 El maestro de la ley contestó a Jesús:

— ¡Muy bien, Maestro! Es cierto lo que dices: Dios es único y no hay otro fuera de él. 33 Y amar a Dios con todo nuestro corazón, con todo nuestro entendimiento y con todas nuestras fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios. 34 Jesús entonces, viendo que había contestado con sabiduría, le dijo:

— Tú no estás lejos del reino de Dios.

Después de esto, ya nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

¿De quién es hijo el Mesías? (Mt 22,41-46; Lc 20,41-44)

35 Jesús estaba enseñando en el Templo e interpelaba a sus oyentes diciendo:

— ¿Cómo es que los maestros de la ley dicen que el Mesías es hijo de David? 36 El propio David afirmó, inspirado por el Espíritu Santo:

Dijo el Señor a mi Señor:
“Siéntate a mi derecha
hasta que ponga a tus enemigos
debajo de tus pies”.

37 Pues si el propio David llama Señor al Mesías, ¿cómo puede el Mesías ser hijo suyo?

Y era mucha la gente que disfrutaba escuchando a Jesús.

Contra los maestros de la ley (Mt 23,1-36; Lc 20,45-47)

38 Decía también Jesús en su enseñanza:

— Guardaos de esos maestros de la ley, a quienes agrada pasear vestidos con ropaje suntuoso, ser saludados en público 39 y ocupar los lugares preferentes en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes. 40 ¡Esos que devoran las haciendas de las viudas, recitando largas oraciones para disimular, recibirán el más severo castigo!

La ofrenda de la viuda (Lc 21,1-4)

41 Estaba Jesús sentado frente al arca de las ofrendas y miraba cómo la gente echaba dinero en ella. Muchos ricos echaban en cantidad. 42 En esto llegó una viuda pobre que echó dos monedas de muy poco valor. 43 Jesús llamó entonces a los discípulos y les dijo:

— Os aseguro que esta viuda pobre ha echado en el arca más que todos los demás. 44 Porque todos los otros echaron lo que les sobraba, pero ella, dentro de su necesidad, ha echado cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir.

La Palabra (España) (BLP)

La Palabra, (versión española) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España