Read the Gospels in 40 Days
La inminente destrucción del templo
13 Cuando él salía del templo, uno de sus discípulos dijo:
—Maestro, ¡mira qué piedras y qué edificios!
2 Y Jesús le dijo:
—¿Ven estos grandes edificios? Aquí no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada.
Señales que anticipan el fin
3 Estando él sentado en el monte de los Olivos frente al templo, Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaban aparte:
4 —Dinos, ¿cuándo sucederán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas estén por cumplirse?
5 Jesús comenzó a decirles:
—Miren que nadie los engañe. 6 Muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, y engañarán a muchos. 7 Pero cuando oigan de guerras y de rumores de guerras, no se turben. Es necesario que así suceda pero todavía no es el fin. 8 Porque se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá terremotos por todas partes. Habrá hambres. Estos son principio de dolores.
9 »Pero ustedes miren por ustedes mismos. Porque los entregarán en los concilios, y serán azotados en las sinagogas. Por mi causa serán llevados delante de gobernadores y de reyes, para testimonio a ellos. 10 Es necesario que primero el evangelio sea predicado a todas las naciones. 11 Cuando los lleven para entregarlos, no se preocupen por lo que tengan que decir. Más bien, hablen lo que les sea dado en aquella hora; porque no son ustedes los que hablan sino el Espíritu Santo. 12 El hermano entregará a muerte a su hermano, y el padre a su hijo. Se levantarán los hijos contra sus padres y los harán morir. 13 Y ustedes serán aborrecidos de todos por causa de mi nombre. Pero el que persevere hasta el fin, este será salvo.
La abominación desoladora
14 »Pero cuando vean que la abominación desoladora[a] se ha establecido donde no debe estar (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes. 15 El que esté en la azotea no descienda ni entre para sacar algo de su casa, 16 y el que esté en el campo no vuelva atrás para tomar su manto. 17 ¡Ay de las que estén embarazadas y de las que críen en aquellos días! 18 Oren, pues, que no acontezca en invierno. 19 Porque aquellos días serán de tribulación como nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios creó hasta ahora ni habrá jamás. 20 Si el Señor no hubiera acortado aquellos días, no se salvaría nadie; pero, por causa de los escogidos que él eligió, él ha acortado aquellos días.
Falsos cristos y falsos profetas
21 »Entonces, si alguien les dice: “He aquí, aquí está el Cristo”, o “He allí, allí está”, no le crean. 22 Porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas, y harán señales y maravillas para engañar, de ser posible, a los escogidos. 23 Pero ustedes, ¡miren! Se lo he dicho todo de antemano.
La venida del Hijo del Hombre
24 »Entonces en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá y la luna no dará su resplandor. 25 Las estrellas caerán del cielo y los poderes que están en los cielos serán sacudidos[b]. 26 Entonces verán al Hijo del Hombre viniendo en las nubes[c] con gran poder y gloria. 27 Después enviará a sus ángeles y reunirá a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
28 »De la higuera aprendan la parábola: Cuando su rama ya está tierna y brotan sus hojas, saben que el verano está cerca. 29 Así también ustedes, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que está cerca, a las puertas. 30 De cierto les digo que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas sucedan. 31 El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán.
32 »Pero acerca de aquel día o de la hora, nadie sabe; ni siquiera los ángeles en el cielo, ni aun el Hijo sino solo el Padre. 33 Miren y velen[d] porque no saben cuándo será el tiempo. 34 Será como el hombre que al salir de viaje dejó su casa y dio autoridad a sus siervos, a cada uno su obra, y al portero mandó que velase. 35 Velen, pues, porque no saben cuándo vendrá el Señor de la casa, sea a la tarde, a la medianoche, al canto del gallo o a la mañana; 36 no sea que cuando vuelva de repente los halle durmiendo. 37 Lo que a ustedes les digo, a todos les digo: ¡Velen!
Acuerdo para matar a Jesús
14 Dos días después era la Pascua y la fiesta de los Panes sin levadura. Y los principales sacerdotes y los escribas estaban buscando cómo prenderlo por engaño y matarlo 2 pues decían: “No en la fiesta, de modo que no se haga alboroto en el pueblo”.
Jesús es ungido en Betania
3 Estando él en Betania sentado a la mesa en casa de Simón el leproso, vino una mujer que tenía un frasco de alabastro con perfume de nardo puro de gran precio. Y quebrando el frasco de alabastro, lo derramó sobre la cabeza de Jesús. 4 Pero había allí algunos que se indignaron entre sí y dijeron:
—¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume? 5 Porque podría haberse vendido este perfume por casi un año de salario y haberse dado a los pobres.
Y murmuraban contra ella, 6 pero Jesús dijo:
—Déjenla. ¿Por qué la molestan? Ella ha hecho una buena obra conmigo. 7 Porque siempre tienen a los pobres con ustedes, y cuando quieren les pueden hacer bien, pero a mí no siempre me tienen. 8 Ella ha hecho lo que podía, porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura. 9 De cierto les digo que dondequiera que sea predicado este evangelio en todo el mundo, también lo que esta ha hecho será contado para memoria de ella.
Judas ofrece traicionar a Jesús
10 Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregárselo. 11 Ellos, al oírlo, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él buscaba cómo entregarlo en un momento oportuno.
Preparativos para la Pascua
12 El primer día de la fiesta de los Panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero de la Pascua, sus discípulos le dijeron:
—¿Dónde quieres que vayamos y hagamos los preparativos para que comas la Pascua?
13 Él envió a dos de sus discípulos y les dijo:
—Vayan a la ciudad, y les saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua. Síganlo 14 y, donde entre, digan al dueño de casa: “El Maestro dice: ‘¿Dónde está mi habitación donde he de comer la Pascua con mis discípulos?’”. 15 Y él les mostrará un gran aposento alto ya dispuesto y preparado. Preparen allí para nosotros.
16 Salieron sus discípulos, entraron en la ciudad, hallaron como les había dicho y prepararon la Pascua.
Jesús anuncia la traición de Judas
17 Al atardecer fue con los doce 18 y, cuando estaban sentados a la mesa comiendo, Jesús dijo:
—De cierto les digo que uno de ustedes, el que come conmigo, me va a entregar.
19 Entonces comenzaron a entristecerse y a decirle uno tras otro:
—¿Acaso seré yo?
20 Él les dijo:
—Es uno de los doce, el que moja el pan conmigo en el plato. 21 A la verdad, el Hijo del Hombre va, tal como está escrito de él. Pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado el Hijo del Hombre! Bueno le fuera a aquel hombre no haber nacido.
La Cena del Señor
22 Mientras ellos comían, Jesús tomó pan y lo bendijo; lo partió, les dio y dijo:
—Tomen; esto es mi cuerpo.
23 Tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio y bebieron todos de ella. 24 Y él les dijo:
—Esto es mi sangre del pacto[e], la cual es derramada a favor de muchos. 25 De cierto les digo que no beberé más del fruto de la vid hasta aquel día cuando lo beba nuevo en el reino de Dios.
26 Y después de cantar un himno, salieron al monte de los Olivos.
Jesús predice la negación de Pedro
27 Entonces Jesús les dijo:
—Todos se escandalizarán de mí; porque está escrito: Heriré al Pastor y serán dispersadas las ovejas[f]. 28 Pero después de haber resucitado iré delante de ustedes a Galilea.
29 Entonces Pedro le dijo:
—Aunque todos sean escandalizados, yo no.
30 Jesús le dijo:
—De cierto te digo que hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, tú me negarás tres veces.
31 Pero él le decía con mayor insistencia:
—Aunque me sea necesario morir contigo, jamás te negaré.
También todos decían lo mismo.
Angustia de Jesús en Getsemaní
32 Llegaron al lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos:
—Siéntense aquí mientras yo oro.
33 Tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse. 34 Y les dijo:
—Mi alma está muy triste, hasta la muerte. Quédense aquí y velen.
35 Pasando un poco adelante, se postraba en tierra y oraba que de ser posible, pasase de él aquella hora. 36 Decía:
—¡Abba, Padre, todo es posible para ti! ¡Aparta de mí esta copa! Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.
37 Volvió y los halló durmiendo, y le dijo a Pedro:
—Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una sola hora? 38 Velen y oren, para que no entren en tentación. El espíritu, a la verdad, está dispuesto pero la carne es débil.
39 De nuevo se apartó y oró diciendo las mismas palabras. 40 Cuando vino otra vez, los halló durmiendo porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Y no sabían qué responderle.
41 Volvió por tercera vez y les dijo:
—¿Todavía están durmiendo y descansando? Basta ya. La hora ha venido. He aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores. 42 ¡Levántense, vamos! He aquí, está cerca el que me entrega.
Jesús es arrestado
43 En seguida, mientras él aún hablaba, llegó Judas, uno de los doce, y con él una multitud con espadas y palos de parte de los principales sacerdotes, de los escribas y de los ancianos. 44 El que lo entregaba les había dado señal diciendo: “Al que yo bese, ese es. Préndanlo y llévenlo con seguridad”. 45 Cuando llegó, de inmediato se acercó a él y dijo:
—¡Rabí!
Y le besó. 46 Entonces ellos le echaron mano y lo prendieron; 47 pero uno de los que estaban allí, sacando su espada, hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja.
48 Jesús respondió y les dijo:
—¿Como contra un asaltante han salido con espadas y palos para prenderme? 49 Cada día yo estaba delante de ustedes enseñando en el templo, y no me prendieron. Pero así es, para que se cumplan las Escrituras.
50 Entonces todos los suyos lo abandonaron y huyeron. 51 Pero cierto joven, habiendo cubierto su cuerpo desnudo con una sábana, lo seguía; y lo prendieron. 52 Pero él, dejando la sábana, huyó desnudo.
Jesús ante el Sanedrín
53 Llevaron a Jesús ante el sumo sacerdote; y se reunieron con él todos los principales sacerdotes, los ancianos y los escribas. 54 Y Pedro le siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote, y estaba sentado con los guardias y se calentaba ante el fuego.
55 Los principales sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban testimonio contra Jesús para entregarlo a muerte, pero no lo hallaban. 56 Porque muchos daban falso testimonio contra Jesús, pero sus testimonios no concordaban. 57 Entonces se levantaron unos y dieron falso testimonio contra él diciendo:
58 —Nosotros le oímos decir: “Yo derribaré este templo que ha sido hecho con manos, y en tres días edificaré otro hecho sin manos”.
59 Pero ni aun así concordaba el testimonio de ellos. 60 Entonces el sumo sacerdote se levantó en medio y le preguntó a Jesús diciendo:
—¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra ti?
61 Pero él callaba y no respondió nada. Otra vez el sumo sacerdote le preguntó y le dijo:
—¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?
62 Jesús le dijo:
—Yo soy. Y además, verán al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder[g] y viniendo con las nubes del cielo[h].
63 Entonces el sumo sacerdote rasgó su vestidura y dijo:
—¿Qué más necesidad tenemos de testigos? 64 Ustedes han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?
Y todos ellos lo condenaron como reo de muerte. 65 Algunos comenzaron a escupirle, a cubrirle la cara y a darle bofetadas diciendo:
—¡Profetiza!
También los guardias lo recibieron a bofetadas.
Pedro niega a Jesús
66 Estando Pedro abajo en el patio, vino una de las criadas del sumo sacerdote. 67 Cuando vio a Pedro calentándose, se fijó en él y le dijo:
—¡Tú también estabas con Jesús de Nazaret!
68 Pero él negó diciendo:
—No lo conozco, ni sé lo que dices.
Y salió afuera a la entrada, y el gallo cantó. 69 Cuando la criada lo vio, comenzó otra vez a decir a los que estaban allí:
—Este es uno de ellos.
70 Pero él negó otra vez.
Poco después, los que estaban allí decían otra vez a Pedro:
—Verdaderamente tú eres uno de ellos, porque eres galileo[i].
71 Pero él comenzó a maldecir y a jurar:
—¡No conozco a este hombre de quien hablan!
72 Y en seguida cantó el gallo por segunda vez; y Pedro se acordó de la palabra que Jesús le había dicho: “Antes que cante el gallo dos veces, me negarás tres veces”. Y pensando en esto, lloraba.
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