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Read the Gospels in 40 Days

Read through the four Gospels--Matthew, Mark, Luke, and John--in 40 days.
Duration: 40 days
Reina-Valera 1995 (RVR1995)
Version
Marcos 4-6

Parábola del sembrador(A)

Otra vez comenzó Jesús a enseñar junto al mar. Y se reunió alrededor de él tanta gente, que subió a una barca que estaba en el mar, y se sentó; mientras, la gente se quedaba en la orilla.

Entonces les enseñaba por medio de parábolas muchas cosas. Les decía en su enseñanza:

—Oíd: El sembrador salió a sembrar; y, al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y se la comieron. Otra parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra, y brotó pronto, porque la tierra no era profunda; pero cuando salió el sol se quemó, y como no tenía raíz, se secó. Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto. Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó, creció y produjo a treinta, a sesenta y a ciento por uno.

Entonces añadió:

—El que tiene oídos para oír, oiga.

Propósito de las parábolas(B)

10 Cuando quedó solo, los que estaban cerca de él con los doce le preguntaron sobre la parábola. 11 Y les dijo:

—A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios; pero a los que están fuera, por parábolas todas las cosas, 12 para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan y les sean perdonados los pecados.

Jesús explica la parábola del sembrador(C)

13 Y les dijo:

—¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas? 14 El sembrador es el que siembra la palabra. 15 Los de junto al camino son aquellos en quienes se siembra la palabra, pero después que la oyen viene Satanás y quita la palabra que se sembró en sus corazones. 16 De igual modo, los que fueron sembrados en pedregales son los que, al oír la palabra, al momento la reciben con gozo; 17 pero no tienen raíz en sí y no se mantienen firmes; por eso, cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, tropiezan. 18 Los que fueron sembrados entre espinos son los que oyen la palabra, 19 pero los afanes de este siglo, el engaño de las riquezas y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y la hacen infructuosa. 20 Y los que fueron sembrados en buena tierra son los que oyen la palabra, la reciben y dan fruto a treinta, a sesenta y a ciento por uno.

Nada oculto que no haya de ser manifestado(D)

21 También les dijo:

—¿Acaso se trae la luz para ponerla debajo de una vasija o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero? 22 Pues bien, nada hay oculto que no haya de ser manifestado, ni escondido que no haya de salir a luz. 23 Si alguno tiene oídos para oír, oiga.

24 Les dijo también:

—Prestad atención a lo que oís, porque con la medida con que medís, os será medido, y aun se os añadirá a vosotros los que oís, 25 porque al que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.

Parábola del crecimiento de la semilla

26 Decía además:

«Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra. 27 Duerma y vele, de noche y de día, la semilla brota y crece sin que él sepa cómo, 28 porque de por sí lleva fruto la tierra: primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga; 29 y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado.»

Parábola de la semilla de mostaza(E)

30 Decía también:

«¿A qué compararemos el reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? 31 Es como el grano de mostaza, que cuando se siembra es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra, 32 pero después de sembrado crece y se hace la mayor de todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo pueden morar bajo su sombra.»

El uso que Jesús hace de las parábolas(F)

33 Con muchas parábolas como éstas les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír. 34 Y sin parábolas no les hablaba; aunque a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

Jesús calma la tempestad(G)

35 Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo:

—Pasemos al otro lado.

36 Una vez despedida la multitud, se lo llevaron tal como estaba en la barca. También había otras barcas. 37 Pero se levantó una gran tempestad de viento que echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. 38 Él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal. Lo despertaron y le dijeron:

—¡Maestro!, ¿no tienes cuidado que perecemos?

39 Él, levantándose, reprendió al viento y dijo al mar:

—¡Calla, enmudece!

Entonces cesó el viento y sobrevino una gran calma. 40 Y les dijo:

—¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?

41 Entonces sintieron un gran temor, y se decían el uno al otro:

—¿Quién es éste, que aun el viento y el mar lo obedecen?

El endemoniado gadareno(H)

Vinieron al otro lado del mar, a la región de los gadarenos. Cuando salió él de la barca, en seguida vino a su encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu impuro que habitaba en los sepulcros y nadie podía atarlo, ni aun con cadenas. Muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, pero las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos. Nadie lo podía dominar. Y siempre, de día y de noche, andaba gritando en los montes y en los sepulcros, e hiriéndose con piedras. Cuando vio, pues, a Jesús de lejos, corrió y se arrodilló ante él. Y clamando a gran voz, dijo:

—¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Te conjuro por Dios que no me atormentes!

(Porque le decía: «Sal de este hombre, espíritu impuro.»)

Jesús le preguntó:

—¿Cómo te llamas?

Y respondió diciendo:

—Legión me llamo, porque somos muchos.

10 Y le rogaba mucho que no los enviara fuera de aquella región. 11 Estaba allí cerca del monte un gran hato de cerdos paciendo. 12 Y le rogaron todos los demonios, diciendo:

—Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos.

13 Jesús, de inmediato, les dio permiso. Y saliendo aquellos espíritus impuros, entraron en los cerdos, los cuales eran como dos mil. El hato se precipitó al mar por un despeñadero, y en el mar se ahogaron.

14 Los que cuidaban los cerdos huyeron y dieron aviso en la ciudad y en los campos. Y la gente salió a ver qué era aquello que había sucedido. 15 Llegaron a Jesús y vieron al que había estado atormentado por el demonio, el que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo. 16 Y los que lo habían visto les contaron lo que le había acontecido al que había tenido el demonio, y lo de los cerdos. 17 Entonces comenzaron a rogarle que se fuera de sus contornos.

18 Al entrar él en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que lo dejara quedarse con él. 19 Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo:

—Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo y cómo ha tenido misericordia de ti. 20 Él se fue y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se maravillaban.

La hija de Jairo, y la mujer con flujo de sangre(I)

21 Al pasar otra vez Jesús en una barca a la otra orilla, se reunió a su alrededor una gran multitud; y él estaba junto al mar. 22 Y vino un alto dignatario de la sinagoga, llamado Jairo. Al verlo, se postró a sus pies, 23 y le rogaba mucho, diciendo:

—Mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y viva.

24 Fue, pues, con él, y lo seguía una gran multitud, y lo apretaban. 25 Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, 26 y había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía y de nada le había servido, antes le iba peor, 27 cuando oyó hablar de Jesús se acercó por detrás entre la multitud y tocó su manto, 28 porque decía: «Si toco tan sólo su manto, seré salva.» 29 Inmediatamente la fuente de su sangre se secó, y sintió en el cuerpo que estaba sana de su azote. 30 Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, preguntó:

—¿Quién ha tocado mis vestidos?

31 Sus discípulos le dijeron:

—Ves que la multitud te aprieta, y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”

32 Pero él miraba alrededor para ver quién lo había hecho. 33 Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él y le dijo toda la verdad.

34 Él le dijo:

—Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad.

35 Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del alto dignatario de la sinagoga, diciendo:

—Tu hija ha muerto, ¿para qué molestas más al Maestro?

36 Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al alto dignatario de la sinagoga:

—No temas, cree solamente.

37 Y no permitió que lo siguiera nadie sino Pedro, Jacobo y Juan, hermano de Jacobo. 38 Vino a casa del alto dignatario de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho. 39 Entró y les dijo:

—¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino dormida.

40 Y se burlaban de él. Pero él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la niña. 41 Tomó la mano de la niña y le dijo:

—¡Talita cumi! (que significa: “Niña, a ti te digo, levántate”).

42 Inmediatamente la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y la gente se llenó de asombro. 43 Pero él les insistió en que nadie lo supiera, y dijo que dieran de comer a la niña.

Jesús en Nazaret(J)

Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y lo seguían sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndolo, se admiraban y preguntaban:

—¿De dónde saca éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es ésta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos? ¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas?

Y se escandalizaban de él.

Pero Jesús les dijo:

—No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, entre sus parientes y en su casa.

No pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos poniendo sobre ellos las manos. Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos.

Misión de los doce discípulos(K)

Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando. Después llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, y les dio autoridad sobre los espíritus impuros. Les mandó que no llevaran nada para el camino, sino solamente bastón. Ni bolsa, ni pan, ni dinero en el cinto; sino que calzaran sandalias y no llevaran dos túnicas. 10 Y añadió:

—Dondequiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que salgáis de aquel lugar. 11 Y si en algún lugar no os reciben ni os oyen, salid de allí y sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, para testimonio a ellos. De cierto os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para los de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad.

12 Y, saliendo, predicaban que los hombres se arrepintieran. 13 Y echaban fuera muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban.

Muerte de Juan el Bautista(L)

14 Oyó el rey Herodes la fama de Jesús, porque su nombre se había hecho notorio, y dijo:

—Juan el Bautista ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes.

15 Otros decían: «Es Elías.» Y otros: «Es un profeta, como los profetas antiguos.»

16 Al oír esto, Herodes dijo:

—Éste es Juan, el que yo decapité, que ha resucitado de los muertos.

17 El mismo Herodes había enviado a prender a Juan, y lo había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, mujer de Felipe, su hermano, pues la había tomado por mujer, 18 porque Juan había dicho a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano.»

19 Por eso, Herodías lo acechaba y deseaba matarlo; pero no podía, 20 porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía, se quedaba muy perplejo, pero lo escuchaba de buena gana. 21 Llegó el día oportuno cuando Herodes, en la fiesta de su cumpleaños, daba una cena a sus príncipes y tribunos y a los altos dignatarios de Galilea. 22 Entró la hija de Herodías y danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa. El rey entonces dijo a la muchacha:

—Pídeme lo que quieras y yo te lo daré.

23 Y le juró:

—Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino.

24 Saliendo ella, dijo a su madre:

—¿Qué pediré?

Y ésta le dijo:

—La cabeza de Juan el Bautista.

25 Entonces ella entró apresuradamente ante el rey, y pidió diciendo:

—Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista.

26 El rey se entristeció mucho, pero a causa del juramento y de los que estaban con él a la mesa, no quiso desairarla. 27 En seguida el rey, enviando a uno de la guardia, mandó que fuera traída la cabeza de Juan. 28 El guarda fue y lo decapitó en la cárcel, trajo su cabeza en un plato y la dio a la muchacha, y la muchacha la dio a su madre.

29 Cuando oyeron esto sus discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y lo pusieron en un sepulcro.

Alimentación de los cinco mil(M)

30 Entonces los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado.

31 Él les dijo:

—Venid vosotros aparte, a un lugar desierto, y descansad un poco.

(Eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer.) 32 Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto. 33 Pero muchos los vieron ir y lo reconocieron; entonces muchos fueron allá a pie desde las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se juntaron a él. 34 Salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas. 35 Cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a él, y le dijeron:

—El lugar es desierto y la hora ya muy avanzada. 36 Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor y compren pan, pues no tienen qué comer.

37 Respondiendo él, les dijo:

—Dadles vosotros de comer.

Ellos le dijeron:

—¿Quieres que vayamos y compremos pan por doscientos denarios y les demos de comer?

38 Él les preguntó:

—¿Cuántos panes tenéis? Id a ver.

Y al saberlo, dijeron:

—Cinco, y dos peces.

39 Entonces les mandó que hicieran recostar a todos por grupos sobre la hierba verde. 40 Se recostaron por grupos, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta. 41 Entonces tomó los cinco panes y los dos peces y, levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió los panes y dio a sus discípulos para que los pusieran delante; también repartió los dos peces entre todos. 42 Comieron todos y se saciaron. 43 Y recogieron, de los pedazos y de lo que sobró de los peces, doce cestas llenas. 44 Los que comieron eran cinco mil hombres.

Jesús anda sobre el mar(N)

45 En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. 46 Y después que los despidió, se fue al monte a orar. 47 Al llegar la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra. 48 Viéndolos remar con gran esfuerzo, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles. 49 Viéndolo ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y gritaron, 50 porque todos lo veían, y se asustaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo:

—¡Tened ánimo! Soy yo, no temáis.

51 Subió a la barca con ellos, y se calmó el viento. Ellos se asustaron mucho, y se maravillaban, 52 pues aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones.

Jesús sana a los enfermos en Genesaret(O)

53 Terminada la travesía, vinieron a tierra de Genesaret y arribaron a la orilla. 54 Al salir ellos de la barca, en seguida la gente lo reconoció. 55 Mientras recorrían toda la tierra de alrededor, comenzaron a traer de todas partes enfermos en camillas a donde oían que estaba. 56 Y dondequiera que entraba, ya fuera en aldeas, en ciudades o en campos, ponían en las calles a los que estaban enfermos y le rogaban que los dejara tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que lo tocaban quedaban sanos.

Reina-Valera 1995 (RVR1995)

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