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Read the Gospels in 40 Days

Read through the four Gospels--Matthew, Mark, Luke, and John--in 40 days.
Duration: 40 days
Reina Valera Revisada (RVR1977)
Version
Marcos 4-6

Parábola del sembrador

Otra vez comenzó Jesús a enseñar junto al mar, y se reunió ante él una multitud tan grande, que hubo de subir a una barca y, ya en el mar, se sentó; y toda la multitud estaba en tierra, frente al mar.

Y les enseñaba muchas cosas en parábolas, y les decía en su enseñanza:

Oíd: Salió el sembrador a sembrar;

y aconteció que, al sembrar, una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves y se la comieron.

Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó en seguida, porque no tenía profundidad de tierra.

Pero cuando salió el sol, se agostó, y por no tener raíz, se marchitó.

Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto.

Y otra parte cayó en tierra buena, y daba fruto que brotaba y crecía, y producía treinta, sesenta y hasta ciento por uno.

Y les decía: El que tiene oídos para oír, que oiga.

10 Cuando se quedó solo, los que le rodeaban con los doce, le preguntaron sobre las parábolas.

11 Y les decía: A vosotros os ha sido dado el misterio del reino de Dios; pero a los que están fuera, todo se les presenta en parábolas;

12 para que, por mucho que sigan mirando, vean, pero no perciban; y por mucho que sigan escuchando, oigan, pero no entiendan; no sea que se conviertan, y se les perdone.

13 Y les dijo: ¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las demás?

14 El sembrador siembra la palabra.

15 Algunos son como los de junto al camino, donde se siembra la palabra, que, en cuanto la oyen, en seguida viene Satanás, y se lleva la palabra que ha sido sembrada en ellos.

16 Otros son como los que fueron sembrados en pedregales, que cuando oyen la palabra, al momento la reciben con gozo;

17 pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son inconstantes; y luego, cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, en seguida sufren tropiezo.

18 Otros son los que fueron sembrados entre espinos; éstos son los que oyen la palabra,

19 pero las preocupaciones del mundo, el engaño de las riquezas, y los deseos de las restantes cosas, entran y ahogan la palabra, y se vuelve infructuosa.

20 Otros, en fin, son los que fueron sembrados en tierra buena; los cuales oyen la palabra y la reciben, y dan fruto al treinta, al sesenta, y al ciento por uno.

Nada oculto que no haya de ser manifestado

21 También les decía: ¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del almud, o debajo de la cama? ¿No es para ser puesta sobre el candelero?

22 Porque no hay nada oculto sino para ser manifestado; ni ha sucedido en secreto, sino para salir a la luz.

23 El que tiene oídos para oír, que oiga.

24 Les decía también: Atended a lo que oís; con la medida con que midáis, os será medido, y aun se os añadirá.

25 Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.

Parábola del crecimiento de la semilla

26 Decía además: El reino de Dios es como un hombre que echa semilla en la tierra;

27 y, ya duerma, ya se levante, de noche y de día, la semilla brota y crece de un modo que él mismo no sabe.

28 La tierra da el fruto por sí misma, primero el tallo, luego la espiga, después grano abundante en la espiga;

29 y cuando el fruto lo admite, en seguida mete la hoz, porque ha llegado la siega.

Parábola de la semilla de mostaza

30 Decía también: ¿A qué compararemos el reino de Dios, o con qué parábola lo expondremos?

31 Es como un grano de mostaza, que cuando se siembra en tierra, es más pequeño que todas las semillas que hay en la tierra;

32 pero después de sembrado, crece, y se hace mayor que todas las hortalizas, y echa unas ramas tan grandes, que las aves del cielo pueden cobijarse bajo su sombra.

Jesucristo hace uso de las parábolas

33 Con muchas parábolas como éstas les hablaba la palabra conforme a lo que podían oír.

34 Y sin parábolas no les hablaba; pero a sus propios discípulos les explicaba todo en privado.

Jesucristo calma la tempestad

35 Aquel mismo día, al atardecer, les dijo: Pasemos al otro lado.

36 Y despidiendo a la multitud, se lo llevaron consigo en la barca, tal como estaba; y había otras barcas con él.

37 En esto, se levantó una violenta tempestad de viento, y las olas irrumpían en la barca, de tal manera que ya se estaba llenando.

38 Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal. Entonces le despiertan y le dicen: Maestro, ¿no te importa que estemos pereciendo?

39 Él se levantó, increpó al viento, y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! Entonces amainó el viento, y sobrevino una gran calma.

40 Y les dijo: ¿Por qué sois tan miedosos? ¿Cómo es que no tenéis fe?

41 Ellos se aterraron mucho, y se decían unos a otros: ¿Pues quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?

El endemoniado gadareno

Y llegaron al otro lado del mar, a la región de los gadarenos.

Y en cuanto desembarcó, en seguida le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre poseído de un espíritu inmundo,

que tenía su morada entre los sepulcros, y ya nadie podía atarle ni con cadenas,

porque le habían atado muchas veces con grilletes y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grilletes, y nadie tenía fuerza para dominarle.

Y continuamente, de noche y de día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos y cortándose con piedras.

Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante él,

y gritando con gran voz, le dice: ¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.

Porque le decía: Sal del hombre, espíritu inmundo.

Y le preguntaba: ¿Cuál es tu nombre? Y él le dice: Mi nombre es legión, porque somos muchos.

10 Y le suplicaba con insistencia que no los enviara fuera de la región.

11 Había allí en la ladera del monte una gran piara de cerdos paciendo;

12 y le rogaron los demonios diciendo: Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos.

13 Él les dio permiso. Y los espíritus inmundos, saliendo, entraron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, corrió a precipitarse por el acantilado al mar, y se ahogaron en el mar.

14 Los que los apacentaban huyeron a contarlo en la ciudad y por los campos; y vinieron a ver qué era lo que había sucedido.

15 Llegan adonde estaba Jesús, y se quedan contemplando al endemoniado, sentado, vestido, y en su sano juicio, al mismo que había tenido la legión, y les entró miedo.

16 Y los que lo habían visto les refirieron cómo le había ocurrido aquello al endemoniado, y lo de los cerdos.

17 Entonces comenzaron a rogarle que se alejara de los confines de ellos.

18 Al entrar en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le dejara quedarse con él.

19 Pero no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, adonde los tuyos, y cuéntales todo cuanto el Señor ha hecho por ti, y cómo tuvo compasión de ti.

20 Él se fue, y comenzó a proclamar en Decápolis cuanto había hecho Jesús por él; y todos se admiraban.

La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesucristo

21 Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla, y se aglomeró junto a él una gran multitud; y él estaba junto al mar.

22 En esto, llega uno de los dirigentes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae ante sus pies,

23 y le suplica con insistencia, diciendo: Mi hijita está a punto de morir; ven a poner las manos sobre ella para que se cure y viva.

24 Y se fue con él. Le seguía una gran multitud, y le apretujaban.

25 En esto, una mujer que padecía de continuas hemorragias desde hacía doce años,

26 que había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, sino que, por el contrario, había empeorado,

27 al oír hablar de Jesús, se acercó entre el gentío por detrás, y tocó su manto.

28 Porque decía: Si toco aunque sólo sea su manto, seré curada.

29 Inmediatamente cesó su hemorragia, y sintió en su cuerpo que había quedado curada de su aflicción.

30 Al instante, Jesús, percatándose en su interior de que había salido de él un poder, se dio la vuelta entre el gentío, y decía: ¿Quién ha tocado mis vestidos?

31 Sus discípulos le decían: Estás viendo que la multitud te apretuja, y dices: ¿Quién me ha tocado?

32 Pero él continuaba mirando en torno suyo para ver a la que lo había hecho.

33 Entonces, la mujer, temerosa y temblando, sabiendo lo que le había ocurrido, vino hacia él, y echándose a sus pies, le dijo toda la verdad.

34 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha sanado; vete en paz, y queda sana de tu aflicción.

35 Todavía estaba él hablando, cuando de casa del dirigente de la sinagoga llegan unos diciendo: Tu hija ha muerto; ¿por qué molestas aún al Maestro?

36 Pero Jesús, no haciendo caso de lo que se hablaba, le dice al dirigente de la sinagoga: No temas, cree solamente.

37 Y no permitió que nadie le acompañase, excepto Pedro, Jacobo y Juan el hermano de Jacobo.

38 Llegan a la casa del dirigente de la sinagoga, y allí observa el alboroto, y a los que lloraban y daban grandes alaridos;

39 y entrando, les dice: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino que duerme.

40 Y se reían de él. Pero él, después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña y a la madre, y a los que estaban con él, y entra adonde estaba la niña.

41 Y tomando la mano de la niña, le dice: Talitá cumi, que traducido significa: Muchacha, a ti te digo, levántate.

42 Y en seguida se levantó la muchacha, y se puso a caminar, pues tenía doce años. Al instante, quedaron fuera de sí, llenos de asombro.

43 Él les dio órdenes estrictas de que nadie se enterara de esto, y dijo que le dieran a la niña algo de comer.

Jesús en Nazaret

Salió de allí, y vino a su pueblo, y le acompañaban sus discípulos.

Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga; y los muchos que le escuchaban estaban asombrados y decían: ¿De dónde le viene esto? ¿Y qué sabiduría es ésta que se le ha dado? ¿Y tales milagros que se realizan mediante sus manos?

¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Jacobo, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí con nosotros? Y se escandalizaban a causa de él.

Jesús les decía: No hay profeta sin honra, excepto en su propio pueblo, entre sus parientes, y en su casa.

Y no podía hacer allí ningún milagro, excepto que sanó a unos pocos enfermos poniendo las manos sobre ellos.

Y se asombró de la incredulidad de ellos. [Y recorría las aldeas enseñando.][a]

Misión de los doce discípulos

Llamando a los doce, comenzó a enviarlos de dos en dos, y les daba autoridad sobre los espíritus inmundos;

y les encargaba que no tomasen nada para el camino, excepto un solo bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero en el cinto;

sino calzados con sandalias; y que no se pusiesen dos túnicas.

10 Y les decía: Dondequiera que entréis en una casa, permaneced allí hasta que salgáis de aquel lugar.

11 Y cualquier lugar que no os reciba o no os escuchen, sacudid el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos. De cierto os digo que más tolerable será en el día del juicio el castigo para los de Sodoma y Gomorra, que para aquella ciudad.

12 Y yéndose de allí, predicaron que se arrepintiesen.

13 También expulsaban muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban.

Muerte de Juan el Bautista

14 El rey Herodes se enteró de esto, pues su nombre se había hecho célebre, y decía: Juan el Bautista ha sido resucitado de entre los muertos, y por eso actúan en él estos poderes milagrosos.

15 Otros decían: Es Elías. Y otros decían: Un profeta es, o como uno de los profetas.

16 Al enterarse Herodes, decía: Juan, al que yo decapité, ése ha sido resucitado.

17 Pues el mismo Herodes había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la prisión por causa de Herodías, la mujer de Felipe su hermano, pues se había casado con ella.

18 Pues le decía Juan a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano.

19 Y Herodías le tenía un profundo rencor y deseaba matarle, pero no podía,

20 porque Herodes tenía temor de Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y le guardaba seguro; y escuchándole, se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba con gusto.

21 Pero llegó un día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, ofreció un banquete a sus magnates, a los altos oficiales del ejército, y a los principales de Galilea.

22 Y cuando entró la hija de la misma Herodías y bailó, agradó a Herodes y a los que se sentaban con él a la mesa. Entonces, el rey le dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras, y te lo daré.

23 Y le juró: Cualquier cosa que pidas, te la daré, hasta la mitad de mi reino.

24 Ella salió y le dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella contestó: La cabeza de Juan el Bautista.

25 Inmediatamente entró ella a toda prisa ante el rey con su petición, diciendo: Quiero que me des ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista.

26 El rey se puso muy triste, pero a causa de los juramentos, y en atención a los comensales, no quiso rehusárselo.

27 Al instante envió el rey a un verdugo y le ordenó traer la cabeza de Juan. Él fue y le decapitó en la cárcel,

28 y trajo la cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha; y la muchacha se la dio a su madre.

29 Cuando se enteraron sus discípulos, vinieron a recoger su cadáver, y lo pusieron en una tumba.

Alimentación de los cinco mil

30 Los apóstoles se reunieron con Jesús, y le contaron todo cuanto habían hecho y enseñado.

31 Entonces les dice: Venid vosotros mismos aparte a un lugar solitario y descansad un poco. Pues eran muchos los que iban y venían, y ellos no tenían tiempo conveniente ni aun para comer.

32 Y se marcharon en la barca, aparte, a un lugar solitario.

33 Pero los vieron marchar, y muchos les reconocieron y, desde todas las ciudades, corrieron allá en tropel a pie, y llegaron antes que ellos.

34 Salió él, y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tienen pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.

35 Y como se había hecho una hora muy avanzada, se le acercaron sus discípulos y comenzaron a decirle: El lugar es solitario, y la hora es ya muy avanzada;

36 déjalos marchar, para que vayan a las alquerías y a las aldeas circunvecinas, y se compren algo de comer.

37 Él respondió y les dijo: Dadles vosotros de comer. Le dicen ellos: ¿Iremos a comprar pan por doscientos denarios, y les daremos de comer?

38 Entonces les dice él: ¿Cuántos panes tenéis? Id a ver. Después de averiguarlo, le dicen: Cinco, y dos peces.

39 Él les dio instrucciones para que todos se acomodaran por grupos sobre la verde hierba.

40 Y se acomodaron por grupos de cien y de cincuenta.

41 Tomando entonces los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo y bendijo, partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los fueran sirviendo. También repartió entre todos los dos peces.

42 Y comieron todos y quedaron satisfechos.

43 Y recogieron doce canastas llenas de trozos de pan y de pescado.

44 Los que comieron de los panes eran cinco mil hombres.

Jesucristo anda sobre el mar

45 Inmediatamente obligó a sus discípulos a subir a la barca y a que fuesen por delante a la otra orilla, en dirección a Betsaida, mientras él despedía a la multitud.

46 Y después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar.

47 Al caer la tarde, la barca se hallaba en medio del mar, y él, solo, en tierra.

48 Viendo que ellos se fatigaban remando, puesto que el viento les era contrario, hacia la cuarta vigilia de la noche viene hacia ellos caminando sobre el mar, y quería pasarles de largo.

49 Pero ellos, al verle andando sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron,

50 pues todos le vieron y se asustaron. Pero él inmediatamente se puso a hablar con ellos, diciéndoles: Tened ánimo, soy yo, no temáis.

51 Y subió a la barca, adonde ellos, y amainó el viento; y ellos quedaron sumamente asombrados,

52 pues no habían comprendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada.

Jesucristo sana a los enfermos en Genesaret

53 Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret, y atracaron.

54 Y cuando salieron de la barca, en seguida le reconoció la gente,

55 recorrieron apresuradamente toda aquella comarca, y comenzaron a traer a los enfermos en sus camillas, dondequiera que oían que estaba él.

56 Y dondequiera que entraba, en aldeas, ciudades o alquerías, ponían a los enfermos en las plazas, y le rogaban que les permitiera tocar siquiera el borde de su manto; y cuantos lo tocaban quedaban sanos.

Reina Valera Revisada (RVR1977)

Texto bíblico tomado de La Santa Biblia, Reina Valera Revisada® RVR® Copyright © 2017 por HarperCollins Christian Publishing® Usado con permiso. Reservados todos los derechos en todo el mundo.