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The Daily Audio Bible

This reading plan is provided by Brian Hardin from Daily Audio Bible.
Duration: 731 days

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Traducción en lenguaje actual (TLA)
Version
Levítico 27:14 - Números 1:54

14 »Si alguien me dedica una casa, el sacerdote le pondrá un precio. Ese precio no podrá ser cambiado, 15 y si alguien quiere recuperar su casa, tendrá que pagar un veinte por ciento más.

16 »Si alguien me dedica un terreno de su propiedad, su precio se calculará según la cantidad de semilla que pueda sembrarse en él, y se pagarán cincuenta monedas de plata por cada doscientos veinte kilos de semilla de cebada.

17 »Si esa persona me dedica el terreno en el año de liberación, el precio establecido no podrá ser cambiado. 18 Una vez pasado ese año, el precio se establecerá según los años que falten para el próximo año de liberación.

19 »Si la persona que me dedicó el terreno quisiera rescatarlo, tendrá que pagar un veinte por ciento más del valor establecido. 20 Pero debe hacerlo antes de que el terreno sea vendido a otro, o de lo contrario no podrá recuperarlo. 21 Cuando el terreno sea liberado en el año de liberación, pasará a ser propiedad de los sacerdotes, pues se trata de algo que me fue ofrecido de manera especial.

22 »Si alguien me dedica un terreno que no es de su propiedad familiar sino que lo compró de otra persona, 23 el sacerdote contará los años que faltan hasta el próximo año de liberación, y ese mismo día la persona pagará el precio que el sacerdote establezca. 24 Cuando llegue el año de liberación, el terreno volverá a ser propiedad de su verdadero dueño.

25 »Todos estos precios se calcularán según la moneda de plata que se usa en el santuario, la cual pesa once gramos.

Casos especiales

26 »Nadie podrá dedicarme la primera cría de sus vacas o de sus ovejas, porque de todos modos toda primera cría me pertenece.

27 »Si el animal que se ofrece está en la lista de animales impuros, el dueño podrá rescatarlo. En ese caso, deberá pagarse el precio establecido, más un veinte por ciento. En caso de que no sea rescatado, podrá venderse en el precio fijado.

28 »No se podrá vender nada de lo que haya sido dedicado a mí, pues se trata de algo muy especial. Será como si esa ofrenda hubiera sido destruida. 29 Esto vale también para las personas que sean dedicadas a mi servicio.

30-32 »La décima parte de lo que produzcan los campos sembrados y los árboles frutales me pertenece. También me pertenece la décima parte de los ganados y de los rebaños. El que quiera recuperar algo de esa décima parte, tendrá que pagar un veinte por ciento más del precio establecido.

33 »Nadie debe quedarse con los animales buenos y presentarme los animales malos. Si lo hacen, tanto los buenos como los malos serán míos, y no podrán ser rescatados».

34 Éstos son los mandamientos que Dios le dio a Moisés en el monte Sinaí, para los israelitas.

El ejército israelita

Los israelitas estaban en el desierto del Sinaí, cuando Dios habló con Moisés en el santuario. Habían pasado trece meses desde que ellos habían salido de Egipto. Dios le dijo a Moisés:

«Haz una lista de todos los israelitas por tribus y familias. Así sabrás el número exacto y el nombre de todos los varones mayores de veinte años capaces de ir a la guerra. Anótalos, según el grupo a que pertenezcan. Que te ayuden Aarón 4-16 y los jefes de familia que van a representar a cada tribu. Éstos son los jefes de familia que te deben ayudar:

De la tribu de Rubén: Elisur hijo de Sedeúr.

De la tribu de Simeón: Salumiel hijo de Surisadai.

De la tribu de Judá: Nahasón hijo de Aminadab.

De la tribu de Isacar: Natanael hijo de Suar.

De la tribu de Zabulón: Eliab hijo de Helón.

De la tribu de Efraín: Elisamá hijo de Amihud.

De la tribu de Manasés: Gamaliel hijo de Pedasur.

De la tribu de Benjamín: Abidán hijo de Guidoní.

De la tribu de Dan: Ahiézer hijo de Amisadai.

De la tribu de Aser: Paguiel hijo de Ocrán.

De la tribu de Gad: Eliasaf hijo de Reuel.

De la tribu de Neftalí: Ahirá hijo de Enán».

17-19 Un mes después todavía estaban en el desierto del Sinaí. Entonces Moisés y Aarón reunieron a todos estos jefes que Dios había elegido, y a los varones mayores de veinte años. El resto del pueblo también estaba allí. Entonces los contaron y los anotaron según la tribu de Israel a la que pertenecían. Lo hicieron tal y como Dios se lo había ordenado a Moisés.

20-46 Éste fue el número total de varones capaces de ir a la guerra:

De la tribu de Rubén: cuarenta y seis mil quinientos.

De la tribu de Simeón: cincuenta y nueve mil trescientos.

De la tribu de Gad: cuarenta y cinco mil seiscientos cincuenta.

De la tribu de Judá: setenta y cuatro mil seiscientos cincuenta.

De la tribu de Isacar: cincuenta y cuatro mil cuatrocientos.

De la tribu de Zabulón: cincuenta y siete mil cuatrocientos.

De la tribu de Efraín: cuarenta mil quinientos.

De la tribu de Manasés: treinta y dos mil doscientos.

De la tribu de Benjamín: treinta y cinco mil cuatrocientos.

De la tribu de Dan: sesenta y dos mil setecientos.

De la tribu de Aser: cuarenta y un mil quinientos.

De la tribu de Neftalí: cincuenta y tres mil cuatrocientos.

El número total de soldados fue de seiscientos tres mil quinientos cincuenta.

Los descendientes de Leví

47 Los descendientes de Leví no fueron contados entre sus antepasados, como los otros, 48 porque Dios le había dicho a Moisés:

49 «Cuando cuentes a los israelitas, no incluyas entre ellos a los descendientes de Leví. 50 Debes ponerlos al servicio del santuario, para que cuiden de todo lo que hay dentro de ese lugar santo. Se encargarán de transportar el santuario y todo lo que hay allí dentro, y también acamparán a su alrededor.

51 »Además, los de la tribu de Leví desarmarán el santuario cuando el pueblo se ponga en marcha; cuando se detenga, lo armarán de nuevo.

»Toda persona que se acerque al santuario y no sea de la tribu de Leví, morirá.

52 »Las otras once tribus de Israel acamparán al estilo militar: cada una en su propio campamento, y junto a su propia bandera. 53 Los de la tribu de Leví acamparán alrededor del santuario y lo cuidarán, para que Dios no se enoje con el pueblo».

54 Los israelitas hicieron todo lo que Dios le mandó a Moisés.

Marcos 11:1-26

Jesús entra en Jerusalén

11 Jesús y sus discípulos llegaron al Monte de los Olivos, cerca de los pueblos de Betfagé y Betania, y de la ciudad de Jerusalén. Allí, Jesús dijo a dos de sus discípulos:

«Vayan a ese pueblo que se ve desde aquí. Tan pronto como entren, van a encontrar un burro atado, que nunca ha sido montado. Desátenlo y tráiganlo. Si alguien les pregunta por qué lo están desatando, respondan: “El Señor lo necesita y pronto lo devolverá.”»

Los discípulos fueron al pueblo. Allí encontraron un burro atado en la calle, y lo desataron.

Algunas personas que estaban por allí les preguntaron: «¿Qué están haciendo? ¿Por qué desatan al burro?»

Los discípulos contestaron lo que Jesús les había dicho. Y entonces aquéllos los dejaron ir. Luego pusieron sus mantos sobre el burro, lo llevaron a donde estaba Jesús, y Jesús se montó sobre él.

Mucha gente empezó a extender sus mantos sobre el camino por donde iba a pasar Jesús. Algunos cortaban ramas de los árboles del campo, y también las ponían en el suelo como alfombra. Y toda la gente, tanto la que iba delante de Jesús como la que iba detrás, gritaba:

«¡Sálvanos!

¡Bendito tú, que vienes en el nombre de Dios!

10 ¡Que Dios bendiga el futuro reinado
de nuestro antepasado David!

Por favor, ¡sálvanos, Dios altísimo!»

11 Cuando Jesús entró en Jerusalén, fue al templo y se puso a ver cómo estaba todo. Pero como ya era tarde, se fue con sus discípulos al pueblo de Betania.

Jesús y la higuera

12 Al día siguiente, Jesús y sus discípulos salieron de Betania. En el camino, Jesús tuvo hambre. 13 A lo lejos vio una higuera que tenía hojas pero, cuando se acercó, no encontró ningún higo para comer. El árbol sólo tenía hojas, porque todavía no era época de higos. 14 Entonces Jesús le dijo al árbol: «¡Que nadie vuelva a comer de tus higos!» Y sus discípulos lo oyeron.

Jesús y los comerciantes del templo

15 Cuando llegaron a Jerusalén, Jesús entró en el templo y empezó a sacar de allí a los que estaban vendiendo y comprando. Derribó las mesas de los que cambiaban dinero de otros países por dinero del templo, y también derribó los cajones de los que vendían palomas. 16 Y Jesús no dejaba que nadie anduviera por el templo llevando cosas. 17 Luego se puso a enseñar a la gente y le dijo: «Dios dice en la Biblia: “Mi casa será llamada ‘Casa de oración para todos los pueblos’.” Pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones.»

18 Cuando los sacerdotes principales y los maestros de la Ley escucharon a Jesús, empezaron a buscar la forma de matarlo. Y es que le tenían miedo, pues toda la gente estaba asombrada por lo que enseñaba.

19 Al llegar la noche, Jesús y sus discípulos salieron de la ciudad.

La lección de la higuera

20 A la mañana siguiente, Jesús y sus discípulos pasaron junto a la higuera, y vieron que se había secado hasta la raíz.

21 Pedro recordó lo que había pasado el día anterior, y le dijo a Jesús:

—Maestro, ¡mira! El árbol que maldijiste está seco.

22 Jesús les dijo:

—Confíen en Dios. 23-24 Les aseguro que, si tienen confianza y no dudan del poder de Dios, todo lo que pidan en sus oraciones sucederá. Si le dijeran a esta montaña: “Quítate de aquí y échate en el mar”, así sucedería. Sólo deben creer que ya está hecho lo que han pedido.

25-26 »Cuando oren, perdonen todo lo malo que otra persona les haya hecho. Así Dios, su Padre que está en el cielo, les perdonará a ustedes todos sus pecados.

Salmos 46

Dios nos brinda protección

SALMO 46 (45)

Poema compuesto por la familia de Coré. Instrucciones para el director del coro: para cantarlo en un funeral.

46 Nuestro Dios es como un castillo
que nos brinda protección.
Dios siempre nos ayuda
cuando estamos en problemas.
2-3 Aunque tiemble la tierra
y se hundan las montañas
hasta el fondo del mar;
aunque se levanten grandes olas
y sacudan los cerros con violencia,
¡no tendremos miedo!

Un río alegra a los que viven
en la ciudad de Dios;
sus arroyos llenan de alegría
el templo del Dios altísimo.
La ciudad de Dios jamás caerá
porque Dios habita en ella;
Dios mismo vendrá en su ayuda
al comenzar el día.

Cuando Dios deja oír su voz,
se asustan las naciones,
se tambalean los reinos
y se estremece la tierra.

Con nosotros está
el Dios del universo;
él es Dios de nuestro pueblo,
¡él es nuestro refugio!

¡Vengan, vengan a ver
las grandes maravillas
que Dios ha hecho
en toda la tierra!
Hasta en los lugares más lejanos
les puso fin a las guerras;
destrozó arcos y lanzas,
y echó al fuego los escudos.
10 Y dijo:
«¡Todas las naciones del mundo
reconocen mi grandeza!
¡Reconózcanme como su Dios
y ya no se peleen!»

11 Con nosotros está
el Dios del universo;
él es Dios de nuestro pueblo,
¡él es nuestro refugio!

Proverbios 10:23

23 Al tonto lo divierte la maldad;
al sabio lo entretiene la sabiduría.