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Chronological

Read the Bible in the chronological order in which its stories and events occurred.
Duration: 365 days
Reina Valera Actualizada (RVA-2015)
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Hechos 20:4-23:35

Le acompañaron Sópater hijo de Pirro, de Berea, los tesalonicenses Aristarco y Segundo, Gayo de Derbe, Timoteo, y Tíquico y Trófimo de Asia. Estos salieron antes y nos esperaron en Troas. Pero después de los días de los Panes sin levadura, nosotros navegamos desde Filipos y los alcanzamos después de cinco días en Troas, donde nos detuvimos siete días.

Pablo visita Troas

El primer día de la semana, cuando estábamos reunidos para partir el pan, Pablo comenzó a hablarles, porque había de partir al día siguiente, y alargó el discurso hasta la medianoche. Había muchas lámparas en el piso superior, donde estábamos reunidos. Y a cierto joven llamado Eutico, que estaba sentado en la ventana, le iba dominando un profundo sueño. Como Pablo seguía hablando por mucho tiempo, el joven, ya vencido por el sueño, cayó del tercer piso abajo y fue levantado muerto. 10 Entonces Pablo descendió y se echó sobre él, y al abrazarlo dijo: “¡No se alarmen, porque su vida está en él!”.

11 Después de subir, de partir el pan y de comer, habló largamente hasta el alba; y de esta manera salió. 12 Ellos llevaron al joven vivo y fueron grandemente consolados.

Viaje desde Troas hasta Mileto

13 Habiendo ido nosotros al barco con anticipación, navegamos hasta Asón para recibir a Pablo allí, pues así lo había dispuesto, debiendo ir él por tierra. 14 Cuando se reunió con nosotros en Asón, le tomamos a bordo y fuimos a Mitilene. 15 Navegamos de allí al día siguiente y llegamos frente a Quío. Al otro día, atracamos en Samos[a], y llegamos a Mileto al próximo día, 16 pues Pablo había decidido pasar de largo a Éfeso para no detenerse en Asia; porque, de serle posible, se apresuraba para pasar el día de Pentecostés en Jerusalén.

Despedida de los ancianos de Éfeso

17 Desde Mileto, Pablo envió a Éfeso e hizo llamar a los ancianos de la iglesia. 18 Cuando ellos llegaron a él, les dijo: “Ustedes saben bien cómo me he comportado con ustedes todo el tiempo, desde el primer día que llegué a Asia, 19 sirviendo al Señor con toda humildad y con muchas lágrimas y pruebas que me vinieron por las asechanzas de los judíos. 20 Y saben que no he rehuido el anunciarles nada que les fuera útil, y el enseñarles públicamente y de casa en casa, 21 testificando a los judíos y a los griegos acerca del arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesús.

22 “Ahora, he aquí yo voy a Jerusalén con el espíritu encadenado, sin saber lo que me acontecerá allí; 23 salvo que el Espíritu Santo me da testimonio en una ciudad tras otra, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones. 24 Sin embargo, no estimo que mi vida sea de ningún valor ni preciosa para mí mismo, con tal que acabe[b] mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.

25 “Ahora, he aquí yo sé que ninguno de todos ustedes, entre los cuales he pasado predicando el reino, volverá a ver mi cara. 26 Por tanto, yo declaro ante ustedes en el día de hoy que soy limpio de la sangre de todos, 27 porque no he rehuido el anunciarles todo el consejo de Dios. 28 Tengan cuidado por ustedes mismos y por todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo les ha puesto como obispos[c], para pastorear la iglesia del Señor, la cual adquirió para sí mediante su propia sangre. 29 Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de ustedes lobos rapaces que no perdonarán la vida al rebaño; 30 y que de entre ustedes mismos se levantarán hombres que hablarán cosas perversas para descarriar a los discípulos tras ellos. 31 Por tanto, velen, acordándose que por tres años, de noche y de día, no cesé de amonestar con lágrimas a cada uno.

32 “Y ahora, hermanos, les encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, a aquel que tiene poder para edificar y para dar herencia entre todos los santificados.

33 “No he codiciado ni la plata ni el oro ni el vestido de nadie. 34 Ustedes saben que estas manos proveyeron para mis necesidades y para aquellos que estaban conmigo. 35 En todo les he demostrado que trabajando así es necesario apoyar a los débiles, y tener presente las palabras del Señor Jesús, que dijo: ‘Más bienaventurado es dar que recibir’ ”.

36 Cuando había dicho estas cosas, se puso de rodillas y oró con todos ellos. 37 Entonces hubo gran llanto de todos. Se echaron sobre el cuello de Pablo y le besaban, 38 lamentando sobre todo por la palabra que había dicho que ya no volverían a ver su cara. Y le acompañaron al barco.

Rumbo a Jerusalén

21 Habiéndonos despedido de ellos, zarpamos y navegamos con rumbo directo a Cos, y al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara. Hallando un barco que hacía la travesía a Fenicia, nos embarcamos y zarpamos. Después de avistar Chipre y de dejarla a la izquierda, navegábamos a Siria y arribamos a Tiro, porque el barco debía descargar allí. Nos quedamos siete días allí, ya que hallamos a los discípulos. Mediante el Espíritu ellos decían a Pablo que no subiera a Jerusalén. Cuando se nos pasaron los días, salimos acompañados por todos con sus mujeres e hijos hasta fuera de la ciudad y, puestos de rodillas en la playa, oramos. Nos despedimos los unos de los otros y subimos al barco, y ellos volvieron a sus casas.

Habiendo completado la travesía marítima desde Tiro, arribamos a Tolemaida; y habiendo saludado a los hermanos, nos quedamos con ellos un día. Al día siguiente, partimos[d] y llegamos a Cesarea. Entramos a la casa de Felipe el evangelista, quien era uno de los siete[e], y nos alojamos con él. Este tenía cuatro hijas solteras que profetizaban. 10 Y mientras permanecíamos allí por varios días, un profeta llamado Agabo descendió de Judea. 11 Al llegar a nosotros, tomó el cinto de Pablo, se ató los pies y las manos, y dijo:

—Esto dice el Espíritu Santo: “Al hombre a quien pertenece este cinto, lo atarán así los judíos en Jerusalén, y le entregarán en manos de los gentiles”.

12 Cuando oímos esto, nosotros y también los de aquel lugar le rogamos que no subiera a Jerusalén. 13 Entonces Pablo respondió:

—¿Qué hacen llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy listo no solo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.

14 Como él no se dejaba persuadir, desistimos diciendo:

—Que se haga la voluntad del Señor.

15 Después de estos días, habiendo hecho los preparativos, subimos a Jerusalén. 16 También vinieron con nosotros unos discípulos de Cesarea, trayendo consigo a un tal Mnasón de Chipre, discípulo antiguo, en cuya casa nos hospedaríamos.

17 Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron de buena voluntad.

Pablo y los hermanos en Jerusalén

18 Al día siguiente, Pablo entró con nosotros para ver a Jacobo, y todos los ancianos se reunieron. 19 Después de saludarlos, les contaba una por una todas las cosas que Dios había hecho entre los gentiles por medio de su ministerio. 20 Cuando lo oyeron, glorificaron a Dios. Y le dijeron:

—Tú ves, hermano, cuántos miles de judíos hay que han creído; y todos son celosos por la ley. 21 Pero se les ha informado acerca de ti, que tú enseñas a apartarse de Moisés a todos los judíos que están entre los gentiles, diciéndoles que no circunciden a sus hijos ni anden según nuestras costumbres. 22 ¿Qué hay, pues, de esto? Seguramente oirán que has venido. 23 Por tanto, haz esto que te decimos. Entre nosotros hay cuatro hombres que han hecho votos. 24 Toma contigo a estos hombres, purifícate con ellos, paga por ellos para que se rapen sus cabezas, y todos sabrán que no hay nada de lo que se les ha informado acerca de ti, sino que tú también sigues guardando la ley. 25 Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros hemos escrito lo que habíamos decidido[f]: que se abstengan de lo que es ofrecido a los ídolos, de sangre, de lo estrangulado y de inmoralidad sexual.

Pablo es apresado en el templo

26 Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres. Al día siguiente, después de purificarse con ellos, entró en el templo para dar aviso del día en que se cumpliría la purificación, cuando se ofrecería el sacrificio por cada uno de ellos.

27 Cuando iban a terminar los siete días, los judíos de Asia, al verle en el templo, comenzaron a alborotar a todo el pueblo y le echaron mano, 28 gritando: “¡Hombres de Israel! ¡Ayuden! ¡Este es el hombre que por todas partes anda enseñando a todos contra nuestro pueblo, la ley y este lugar! Y además de esto, ha metido griegos dentro del templo y ha profanado este lugar santo”. 29 Porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo, un efesio, y suponían que Pablo lo había metido en el templo.

30 Así que toda la ciudad se agitó, y se hizo un tumulto del pueblo. Se apoderaron de Pablo y le arrastraron fuera del templo, y de inmediato las puertas fueron cerradas.

31 Mientras ellos procuraban matarle, llegó aviso al tribuno de la compañía que toda Jerusalén estaba alborotada. 32 De inmediato, este tomó soldados y centuriones, y bajó corriendo a ellos. Y cuando vieron al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo.

33 Entonces llegó el tribuno y le apresó, y mandó que le ataran con dos cadenas. Preguntó quién era y qué había hecho; 34 pero entre la multitud, unos gritaban una cosa y otros, otra. Como él no podía entender nada de cierto a causa del alboroto, mandó llevarlo a la fortaleza. 35 Y sucedió que cuando llegó a las gradas, Pablo tuvo que ser llevado en peso por los soldados a causa de la violencia de la multitud; 36 porque la muchedumbre del pueblo venía detrás gritando: “¡Mátalo!”.

Defensa de Pablo ante el pueblo

37 Cuando ya iba a ser metido en la fortaleza, Pablo dijo al tribuno:

—¿Se me permite decirte algo?

Y él dijo:

—¿Sabes griego? 38 Entonces, ¿no eres tú aquel egipcio que provocó una sedición antes de estos días, y sacó al desierto a cuatro mil hombres de los asesinos?

39 Entonces dijo Pablo:

—A la verdad, yo soy judío, ciudadano de Tarso de Cilicia, una ciudad no insignificante. Y te ruego, permíteme hablar al pueblo.

40 Como él se lo permitió, Pablo, de pie en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo. Hecho un profundo silencio, comenzó a hablar en hebreo diciendo:

22 —Hermanos y padres, oigan ahora mi defensa ante ustedes.

Cuando oyeron que Pablo les hablaba en lengua hebrea, guardaron aún mayor silencio. Entonces dijo:

—Soy un hombre judío, nacido en Tarso de Cilicia pero criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel en la estricta observancia de la ley de nuestros padres, siendo celoso de Dios como lo son todos ustedes hoy. Yo perseguí este Camino hasta la muerte, tomando presos y entregando en las cárceles a hombres y también a mujeres, como aun el sumo sacerdote es mi testigo, y todos los ancianos de quienes también recibí cartas para los hermanos. Y fui a Damasco para traer presos a Jerusalén a los que estaban allí, para que fueran castigados. Pero me sucedió[g], cuando viajaba y llegaba cerca de Damasco, como a mediodía, que de repente me rodeó de resplandor una gran luz del cielo. Yo caí al suelo y oí una voz que me decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. Entonces yo respondí: “¿Quién eres, Señor?”. Y me dijo: “Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues”. A la verdad, los que estaban conmigo vieron la luz[h], pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo. 10 Yo dije: “¿Qué haré, Señor?”. Y el Señor me dijo: “Levántate y ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que te está ordenado hacer”.

11 »Como no podía ver a causa del resplandor de aquella luz, fui guiado de la mano por los que estaban conmigo, y entré en Damasco. 12 Entonces un tal Ananías, hombre piadoso conforme a la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que moraban allí, 13 vino a mí y puesto de pie me dijo: “Hermano Saulo, recibe la vista”. Y yo le vi en aquel instante. 14 Y él me dijo: “El Dios de nuestros padres te ha designado de antemano para que conozcas su voluntad y veas al Justo, y oigas la voz de su boca. 15 Porque serás su testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído. 16 Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre”.

17 »Entonces, cuando volví a Jerusalén, mientras oraba en el templo, sucedió que caí en éxtasis 18 y vi al Señor que me decía: “Date prisa y sal de inmediato de Jerusalén, porque no recibirán tu testimonio acerca de mí”. 19 Y yo dije: “Señor, ellos saben bien que yo andaba encarcelando y azotando a los que creían en ti en todas las sinagogas; 20 y cuando se derramaba la sangre de tu testigo Esteban, yo también estaba presente, aprobaba su muerte y guardaba la ropa de los que le mataban”[i]. 21 Pero él me dijo: “Anda, porque yo te enviaré lejos, a los gentiles”.

Pablo ante el tribuno

22 Le escucharon hasta esta palabra. Entonces alzaron la voz diciendo:

—¡Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva!

23 Como ellos daban voces, arrojaban sus ropas y echaban polvo al aire, 24 el tribuno mandó que metieran a Pablo en la fortaleza y ordenó que le sometieran a interrogatorio mediante azotes, para saber por qué causa daban voces así contra él. 25 Pero apenas lo estiraron con las correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente:

—¿Es lícito a ustedes azotar a un ciudadano romano que no ha sido condenado?

26 Cuando el centurión oyó esto, fue e informó al tribuno diciendo:

—¿Qué vas a hacer? Pues este hombre es romano.

27 Vino el tribuno y le dijo:

—Dime, ¿eres tú romano?

Y él dijo:

—Sí.

28 El tribuno respondió:

—Yo logré esta ciudadanía con una gran suma.

Entonces Pablo dijo:

—Pero yo la tengo por nacimiento.

29 Así que, en seguida se retiraron de él los que le iban a interrogar. También el tribuno tuvo temor cuando supo que Pablo era ciudadano romano y que le había tenido atado.

Defensa de Pablo ante el Sanedrín

30 Al día siguiente, queriendo saber con certeza la verdadera razón por la que era acusado por los judíos, le desató y mandó reunir a todos los principales sacerdotes y a todo el Sanedrín de ellos. Y sacando a Pablo, lo presentó delante de ellos.

23 Entonces Pablo, fijando la vista en el Sanedrín, dijo:

—Hermanos, yo he vivido delante de Dios con toda buena conciencia hasta el día de hoy.

Y el sumo sacerdote Ananías mandó a los que estaban a su lado, que le golpearan en la boca. Entonces Pablo dijo:

—¡Dios te ha de golpear a ti, pared blanqueada! Tú estás sentado para juzgarme conforme a la ley; y quebrantando la ley, ¿mandas que me golpeen?

Los que estaban presentes le dijeron:

—¿Insultas tú al sumo sacerdote de Dios?

Y Pablo dijo:

—No sabía, hermanos, que fuera el sumo sacerdote; pues escrito está: No maldecirás al gobernante de tu pueblo[j].

Entonces Pablo, sabiendo que una parte del Sanedrín eran saduceos y la otra parte fariseos, gritó en el Sanedrín:

—Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos. Es por la esperanza y la resurrección de los muertos que soy juzgado.

Cuando dijo esto, se produjo disensión entre los fariseos y los saduceos. La asamblea se dividió, porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángeles, ni espíritus; pero los fariseos afirman todas estas cosas. Se levantó un gran vocerío, y algunos de los escribas del partido de los fariseos se levantaron y contendían diciendo:

—No hallamos ningún mal en este hombre. ¿Y qué hay si un espíritu o un ángel le ha hablado[k]?

10 Como hubo grande disensión, el tribuno, temiendo que Pablo fuese despedazado, mandó a los soldados que bajaran para arrebatarlo de en medio de ellos y llevarlo a la fortaleza.

11 A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: “Sé valiente, Pablo, pues así como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma”.

Complot para asesinar a Pablo

12 Cuando llegó el día, los judíos tramaron un complot y se juraron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubieran dado muerte a Pablo. 13 Eran más de cuarenta los que habían hecho esta conjuración. 14 Ellos fueron a los principales sacerdotes y a los ancianos, y les dijeron:

—Nosotros hemos jurado bajo maldición, que no gustaremos nada hasta que hayamos dado muerte a Pablo. 15 Ahora, pues, ustedes con el Sanedrín soliciten al tribuno que le saque mañana a ustedes, como si tuvieran que investigar su caso con más exactitud. Pero nosotros estaremos preparados para matarle antes de que él llegue.

16 Pero el hijo de la hermana de Pablo oyó hablar de la emboscada. Él fue, entró en la fortaleza y se lo informó a Pablo. 17 Pablo llamó a uno de los centuriones y le dijo:

—Lleva a este joven al tribuno, porque tiene algo que comunicarle.

18 Entonces él le tomó, le llevó al tribuno y le dijo:

—El preso Pablo me llamó y me rogó que trajera este joven a ti, porque tiene algo que decirte.

19 El tribuno le tomó de la mano, y llevándolo aparte le preguntó en privado:

—¿Qué es lo que tienes que decirme?

20 Y él dijo:

—Los judíos han acordado rogarte que mañana saques a Pablo al Sanedrín, como si fueran a indagar algo más exacto acerca de él. 21 Pues tú, no les creas, porque más de cuarenta hombres de ellos le están preparando una emboscada. Se han jurado bajo maldición que no comerán ni beberán hasta que le hayan asesinado. Ahora están listos, esperando una promesa de parte tuya.

22 Luego el tribuno despidió al joven encargándole:

—No digas a nadie que me has informado de esto.

Pablo es llevado a Cesarea

23 Entonces el tribuno llamó a dos de los centuriones y dijo:

—Para las nueve de la noche[l] preparen doscientos soldados, más setenta de caballería y doscientos lanceros para que vayan a Cesarea.

24 A la vez, ordenó que proveyeran cabalgaduras para que Pablo montara, y le llevaran a salvo al procurador Félix.

25 También escribió una carta en estos términos:

26 Claudio Lisias, al excelentísimo procurador Félix. Saludos.

27 Cuando este hombre fue prendido por los judíos y estaba a punto de ser muerto por ellos, yo le rescaté acudiendo con la tropa, habiendo entendido que era romano. 28 Queriendo saber el delito por el cual le acusaban, le hice bajar al Sanedrín de ellos. 29 Hallé que era acusado de cuestiones de la ley de ellos, pero sin ninguna acusación de crimen digno de muerte o de prisión. 30 Pero como se me informó que habría un complot contra el hombre, inmediatamente le envié a ti y he informado también a sus acusadores que declaren delante de ti lo que tienen contra él[m].

31 Por tanto, de acuerdo con las órdenes que habían recibido, los soldados tomaron a Pablo y le llevaron de noche a Antípatris. 32 Y al día siguiente, dejando que la caballería siguiera con él, regresaron a la fortaleza. 33 Después de llegar a Cesarea y entregar la carta al procurador, presentaron también a Pablo delante de él.

34 El procurador leyó la carta y le preguntó de qué provincia era. Informado que era de Cilicia, dijo:

35 —Oiré tu causa cuando vengan tus acusadores.

Y mandó que le guardaran en el Pretorio de Herodes.

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