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Chronological

Read the Bible in the chronological order in which its stories and events occurred.
Duration: 365 days
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
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2 Crónicas 19-23

19 Cuando Josafat, rey de Judá, regresaba sano y salvo a su palacio de Jerusalén, le salió al encuentro el profeta Jehú, hijo de Jananí, para decirle:

— ¿Así que ayudas al malvado y amas a los que odian al Señor? Por eso, te ha castigado el Señor. Sin embargo, también tienes cosas buenas a tu favor, pues has quemado los postes sagrados del país y has puesto todo tu empeño en seguir a Dios.

Reforma judicial de Josafat

Aunque Josafat residía en Jerusalén, volvió a visitar al pueblo desde Berseba hasta la serranía de Efraín, con la intención de convertirlo al Señor, Dios de sus antepasados; nombró también jueces en todas y cada una de las ciudades fortificadas del territorio de Judá, y les dio estas órdenes:

— Miren bien lo que hacen, porque no administran la justicia humana, sino la justicia del Señor, que estará con ustedes cuando dicten sentencia. Por tanto, respeten al Señor y tengan cuidado con lo que hacen, porque el Señor nuestro Dios no tolera corrupciones, ni favoritismos, ni sobornos.

Josafat designó también en Jerusalén a algunos levitas, sacerdotes y cabezas de familia israelitas para administrar la justicia del Señor y para dirimir pleitos. Residían en Jerusalén y Josafat les dio estas instrucciones:

— Deberán actuar con respeto al Señor, con fidelidad y con total integridad. 10 En cualquier pleito que les presenten sus hermanos que habitan en sus ciudades, sean causas criminales o asuntos relativos a la ley, mandamientos, normas y decretos, los instruirán para que no pequen contra el Señor y no recaiga su ira sobre ustedes y sus hermanos. Si actúan así, no pecarán. 11 El sacerdote Amarías será el encargado de los asuntos religiosos y Zebadías, hijo de Ismael y jefe de Judá, el de los asuntos civiles. Los levitas les servirán como oficiales. ¡Ánimo y manos a la obra! ¡Que el Señor acompañe a los justos!

Victoria sobre Moab y Amón

20 Algún tiempo después los moabitas y amonitas, acompañados por meunitas, se movilizaron para atacar a Josafat. Sus informadores le dijeron:

— Una gran multitud procedente de Edom, al otro lado del mar, viene contra ti y ya está en Jasesón Tamar, o sea, en Enguedí.

Josafat se asustó y recurrió al Señor, proclamando un ayuno para todo Judá. Gente procedente de todas las ciudades de Judá se reunió para consultar al Señor. Josafat se puso en pie en medio de la asamblea de Judá y Jerusalén, que se encontraba reunida ante el atrio nuevo del Templo del Señor, y exclamó:

— Señor, Dios de nuestros antepasados: tú eres el Dios de los cielos, tú gobiernas todos los reinos de las naciones y tienes el poder y la fuerza, sin que nadie pueda resistirte. Tú, Dios nuestro, expulsaste a los habitantes de esta tierra ante tu pueblo Israel y se la entregaste a perpetuidad a la descendencia de tu amigo Abrahán. Ellos la habitaron y construyeron un santuario en tu honor, pensando: “Si nos sobreviene alguna desgracia (guerra, castigo, epidemia o hambre), nos presentaremos ante ti en este Templo, donde reside tu nombre, te invocaremos en nuestra angustia, y tú nos escucharás y nos salvarás”. 10 Ahí tienes a los amonitas, moabitas y habitantes de la montaña de Seír: tú no permitiste a Israel atravesar su territorio cuando venía de Egipto, sino que los evitaron para no tener que destruirlos. 11 Y ahora nos lo pagan viniendo a expulsarnos de la propiedad que nos diste en herencia. 12 Dios nuestro, dales su merecido, pues nosotros nos sentimos indefensos ante esta enorme multitud que nos ataca y no sabemos qué hacer, si no es poner en ti nuestra mirada.

13 Todos los judaítas estaban en pie ante el Señor con sus chiquillos, sus mujeres y sus hijos. 14 El espíritu del Señor inspiró entonces en medio de la asamblea a Jajaziel, hijo de Zacarías y descendiente de Benaías, Jeiel y Matanías, levita del clan de Asaf, 15 que dijo:

— Presten todos atención, pueblo de Judá, habitantes de Jerusalén y rey Josafat. Esto les dice el Señor: No teman ni se acobarden ante esa gran multitud, porque la batalla no es de ustedes sino de Dios. 16 Mañana bajarán hacia ellos cuando suban la cuesta de Sis y los encontrarán al final del arroyo, frente al desierto de Jeruel. 17 Pero no tendrán que luchar esta vez. Deténganse y quédense quietos y verán la victoria que les depara el Señor. Judá y Jerusalén, no teman ni se acobarden. Salgan mañana a su encuentro, que el Señor estará con ustedes.

18 Josafat se arrodilló rostro en tierra, y todo Judá y los habitantes de Jerusalén se inclinaron ante el Señor para adorarlo. 19 Los levitas descendientes de Queat y de Coré se levantaron para alabar a voz en grito al Señor, Dios de Israel. 20 Al día siguiente madrugaron para salir al desierto de Tecoa y mientras iban saliendo, Josafat, en pie, les decía:

— Escúchenme, Judá y habitantes de Jerusalén: Confíen en el Señor su Dios y estarán seguros; confíen en sus profetas y vencerán.

21 Tras consultar con el pueblo, designó a algunos para que fuesen delante de la formación vestidos con ornamentos sagrados, cantando y alabando al Señor con el estribillo: “Den gracias al Señor, porque es eterno su amor”. 22 Y en el momento en que comenzaron los cantos y las súplicas, el Señor sembró discordias entre los amonitas, los moabitas y los habitantes de la montaña de Seír que venían contra Judá, y se destruyeron entre sí. 23 Los amonitas y los moabitas atacaron a los habitantes de la montaña de Seír hasta destrozarlos y exterminarlos; y cuando acabaron con los habitantes de Seír se pusieron a destruirse mutuamente. 24 Cuando los de Judá llegaron al promontorio del desierto y miraron hacia la multitud, no vieron más que cadáveres caídos en tierra y ningún superviviente. 25 Cuando Josafat y su gente llegaron dispuestos al saqueo, encontraron tal cantidad de ganado, riquezas, vestidos y objetos preciosos que no pudieron cargar con ellos. Necesitaron tres días para consumar el saqueo. 26 El cuarto día se reunieron en el valle de Beracá, donde bendijeron al Señor. Por eso aquel lugar se llama valle de la Bendición hasta el presente. 27 Los hombres de Judá y Jerusalén, con Josafat a la cabeza, regresaron contentos a Jerusalén, pues el Señor los había llenado de alegría a costa de sus enemigos. 28 Llegaron a Jerusalén y entraron en el Templo al son de salterios, cítaras y trompetas.

29 Un pánico sagrado invadió a todos los reinos vecinos al enterarse de que el Señor luchaba contra los enemigos de Israel. 30 El reinado de Josafat, en cambio, fue tranquilo y Dios le concedió paz con sus vecinos.

Conclusión del reinado de Josafat (1 Re 22,41-46a.49)

31 Josafat reinó en Judá. Cuando comenzó a reinar tenía treinta y cinco años y reinó en Jerusalén durante veinticinco años. Su madre se llamaba Azubá y era hija de Siljí. 32 Josafat siguió los pasos de su padre Asá, sin apartarse lo más mínimo y actuando rectamente ante el Señor. 33 Sin embargo, los santuarios locales de los altos no desaparecieron, pues el pueblo seguía sin entregarse de corazón al Dios de sus antepasados.

34 El resto de la historia de Josafat, de principio a fin, está escrito en la Historia de Jehú, hijo de Jananí, que fue incluida en el libro de los Reyes de Israel. 35 Además, Josafat, rey de Judá, se alió con Ocozías, rey de Israel, de conducta perversa. 36 Se asociaron para construir naves con destino a Tarsis, y las construyeron en Esionguéber. 37 Pero Eliezer, hijo de Dodavahu, de Maresá, profetizó contra Josafat, diciendo:

— Por haberte aliado con Ocozías, el Señor destruirá tu obra.

Y, en efecto, las naves naufragaron y no pudieron ir a Tarsis.

De Jorán a Ajaz (21—28)

Reinado de Jorán (1 Re 22,51; 2 Re 8,17-22)

21 Cuando murió Josafat, lo enterraron con sus antepasados en la ciudad de David y su hijo Jorán lo sucedió como rey.

Los hermanos de Jorán fueron: Azarías, Jiel, Zacarías, Uzías, Miguel y Sefatías. Todos ellos eran hijos de Josafat, rey de Judá. Su padre les hizo cuantiosos regalos en plata, oro y objetos preciosos, junto con ciudades fortificadas de Judá; pero entregó el reino a Jorán, por ser el primogénito. Cuando Jorán subió al trono de su padre y se afianzó en él, mató a espada a todos sus hermanos y también a algunos jefes de Israel. Jorán tenía treinta y dos años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante ocho años. Siguió los pasos de los reyes de Israel, como había hecho la dinastía de Ajab, pues se había casado con una hija de Ajab, y ofendió al Señor. Pero el Señor no quiso destruir a la dinastía de David en consideración a la alianza que había sellado con David y a la lámpara que había prometido mantener por siempre a él y a sus hijos.

Durante su reinado, Edom se independizó del dominio de Judá y se eligió un rey. Jorán con sus jefes y todos sus carros atacó de noche a Edom, que los tenía cercados a él y a los jefes de los carros. 10 Pero Edom se independizó del dominio de Judá hasta el presente. Por entonces también Libná se independizó de su dominio, ya que Jorán había abandonado al Señor Dios de sus antepasados.

11 Además, había levantado santuarios locales en los montes de Judá, provocando la prostitución de los habitantes de Jerusalén y el extravío de Judá. 12 Le llegó un escrito del profeta Elías, que decía:

— Así dice el Señor, Dios de tu antepasado David: Puesto que no has seguido los pasos de tu padre Josafat, ni los de Asá, el rey de Judá, 13 sino que has seguido los pasos de los reyes de Israel, provocando la prostitución de Judá y de los habitantes de Jerusalén e imitando a la dinastía de Ajab, y has asesinado además a tus hermanos paternos, que eran mejores que tú, 14 el Señor va a azotar a tu pueblo, a tus hijos, a tus mujeres y a toda tu hacienda con una terrible plaga. 15 Tú mismo sufrirás graves enfermedades y un dolor de intestinos tal, que día tras día se te irán saliendo a causa de la enfermedad.

16 El Señor incitó contra Jorán la enemistad de los filisteos y de los árabes vecinos de los cusitas, 17 que atacaron Judá, la invadieron y se llevaron todas las riquezas que encontraron en el palacio, junto con sus hijos y mujeres, sin dejar ninguno, a excepción de Joacaz, su hijo menor. 18 Después de todo esto el Señor lo hirió con una enfermedad de intestinos incurable. 19 Pasó el tiempo y al cabo de dos años se le salieron los intestinos por culpa de la enfermedad y murió entre horribles dolores. Su pueblo no le dedicó una pira como las de sus antepasados. 20 Había comenzado a reinar con treinta y dos años y reinó en Jerusalén durante ocho años. Partió sin ser llorado y lo enterraron en la ciudad de David, fuera del panteón real.

Reinado de Ocozías (2 Re 8,25-29)

22 Los habitantes de Jerusalén proclamaron rey sucesor de Jorán a su hijo menor Ocozías, pues una banda de árabes llegada al campamento había asesinado a los hijos mayores. Por eso reinó Ocozías, hijo de Jorán, rey de Judá. Ocozías tenía veintidós años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante un año. Su madre se llamaba Atalía y era hija de Omrí. También él siguió los pasos de la dinastía de Ajab, pues su madre lo incitaba a hacer el mal y ofendió al Señor, como la dinastía de Ajab, pues tras la muerte de su padre ellos fueron sus consejeros para su perdición. Precisamente por su consejo se alió con Jorán, el hijo de Ajab, rey de Israel, para luchar contra Jazael, el rey de Siria, en Ramot de Galaad. Pero los sirios hirieron a Jorán, y tuvo que retirarse a Jezrael para curarse de las heridas que había recibido en Ramot, cuando luchaba contra Jazael, rey de Siria. Ocozías, el hijo de Jorán, rey de Judá, fue a Jezrael a visitar a Jorán, el hijo de Ajab, pues estaba enfermo. Por decisión divina, la visita de Ocozías a Jorán se convirtió en su perdición; apenas llegó, salió con Jorán al encuentro de Jehú, hijo de Nimsí, ungido por el Señor para exterminar a la dinastía de Ajab. Jehú hizo justicia con la dinastía de Ajab, matando también a los príncipes de Judá y a los parientes de Ocozías que estaban a su servicio. Luego mandó buscar a Ocozías, que se había escondido en Samaría; lo apresaron y lo llevaron ante Jehú, que lo mandó ejecutar. Pero, por ser hijo de Josafat, que había seguido íntegramente al Señor, lo enterraron. Y no quedó nadie en la familia de Ocozías capaz de reinar.

Reinado de Atalía (2 Re 11,1-3)

10 Cuando Atalía, la madre de Ocozías, supo que su hijo había muerto, se puso a eliminar a toda la familia real de Judá. 11 Pero la princesa Josebá tomó a Joás, hijo de Ocozías, lo apartó de sus hermanos que iban a ser asesinados y lo escondió con su nodriza en el dormitorio. De esta manera, Josebá, hija del rey Jorán, esposa del sacerdote Joyadá y hermana de Ocozías, lo ocultó de Atalía y evitó que lo matara. 12 Joás estuvo escondido con ellos en el Templo durante seis años, mientras Atalía reinaba en el país.

Conjura contra Atalía y entronización de Joás (2 Re 11,4-20)

23 El séptimo año Joyadá se armó de valor y tomó consigo a los centuriones Azarías, hijo de Jeroján, Ismael, hijo de Yojanán, Azarías, hijo de Obed, Maasías, hijo de Adaías, y Elisafat, hijo de Zicrí. Hicieron un pacto y recorrieron Judá convocando a los levitas de todas las ciudades de Judá y a los cabezas de familia de Israel para ir a Jerusalén. Luego toda la asamblea selló un pacto con el rey en el Templo de Dios, y Joyadá les dijo:

— Les presento al príncipe que debe reinar, tal como el Señor prometió a los descendientes de David. Esto es lo que harán: el tercio de sacerdotes y levitas que entra de servicio el sábado hará guardia en las puertas; otro tercio se ocupará del palacio real, y el otro de la puerta de la Fundación, mientras todo el pueblo se quedará en los atrios del Templo del Señor. Nadie entrará en el Templo del Señor, a excepción de los sacerdotes y los levitas que estén de servicio, que podrán entrar por estar consagrados. Pero el resto de la gente observará las prescripciones del Señor. Los levitas rodearán completamente al rey con las armas en la mano y si alguien intenta entrar en palacio, lo matan. Tienen que acompañar al rey a todas partes.

Los levitas y todo Judá hicieron todo lo que el sacerdote Joyadá les había ordenado: cada uno con sus hombres, tanto los que entraban de servicio el sábado, como los que salían, pues el sacerdote Joyadá no había licenciado a ningún turno. El sacerdote Joyadá entregó a los centuriones las lanzas y los escudos grandes y pequeños del rey David que se guardaban en el Templo; 10 al mismo tiempo distribuyó a toda la gente empuñando sus armas, desde el ala derecha del Templo hasta el ala izquierda, entre el altar y el Templo, alrededor del rey. 11 Entonces sacaron al príncipe, le entregaron la corona y el testimonio y lo proclamaron rey. Joyadá y sus hijos lo ungieron, aclamándolo:

— ¡Viva el rey!

12 Atalía oyó el griterío del pueblo que corría y aclamaba al rey, y se acercó a la gente que estaba en el Templo del Señor. 13 Cuando vio al rey de pie sobre el estrado, junto a la entrada, a los oficiales y a los que tocaban las trompetas junto al rey, y a todo el pueblo de fiesta, mientras sonaban las trompetas y los cantores con los instrumentos musicales entonaban cánticos de alabanza, se rasgó las vestiduras y gritó:

— ¡Traición! ¡Traición!

14 El sacerdote Joyadá ordenó a los centuriones que estaban al mando del ejército:

— Sáquenla de las filas y maten a cuchillo al que la siga.

Como el sacerdote había ordenado que no la matasen en el Templo, 15 le echaron mano cuando entraba en el palacio por la puerta de las caballerías y la mataron allí.

16 Joyadá selló un pacto con el rey y con todo el pueblo, que se comprometió a ser el pueblo del Señor. 17 Entonces toda la gente se dirigió al templo de Baal y lo destruyeron, hicieron trizas sus altares e imágenes y degollaron ante los altares a Matán, el sacerdote de Baal. 18 Luego Joyadá puso guardia en el Templo del Señor a las órdenes de los sacerdotes y levitas que David había asignado al Templo del Señor para ofrecer holocaustos al Señor, conforme está escrito en la ley de Moisés, con los cantos de alegría compuestos por David; 19 y colocó porteros a las puertas del Templo del Señor, para impedir la entrada de personas impuras por cualquier causa. 20 Finalmente tomó consigo a los centuriones, a los notables, a las autoridades y a toda la gente, bajó al rey desde el Templo, lo llevaron hasta el palacio real por la puerta superior y sentaron al rey en el trono real. 21 Todo el pueblo hizo fiesta y la ciudad quedó tranquila, una vez que Atalía había muerto a filo de espada.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España