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Chronological

Read the Bible in the chronological order in which its stories and events occurred.
Duration: 365 days
La Palabra (España) (BLP)
Version
1 Reyes 17-19

Historia de Elías (1 Re 17—2 Re 1)

La gran sequía

17 Elías, natural de Tisbé, de Galaad dijo a Ajab:

— Te juro por el Señor, Dios de Israel, a quien sirvo, que en estos años no habrá lluvia ni rocío, hasta que yo lo ordene.

Luego el Señor mandó a Elías este mensaje:

— Vete de aquí en dirección a oriente y escóndete en el arroyo de Querit, al este del Jordán. Allí podrás beber agua del arroyo y, además, he ordenado a los cuervos que te lleven comida.

Elías se marchó e hizo como le había dicho el Señor: se fue a vivir junto al arroyo Querit, al este del Jordán. Los cuervos le llevaban pan y carne por la mañana y por la tarde, y bebía agua del arroyo.

Al cabo de un tiempo, el arroyo se secó, porque no había llovido en el país. Entonces el Señor le envió este mensaje:

— Dirígete a Sarepta, en Sidón, y quédate a vivir allí, que yo le he ordenado a una viuda que te proporcione comida.

10 Elías se puso en camino hacia Sarepta y a la entrada de la ciudad encontró a una viuda recogiendo leña. Elías la llamó y le dijo:

— Por favor, tráeme en una jarra un poco de agua para beber.

11 Cuando iba a buscarla, Elías le gritó:

— Por favor, trae también un trozo de pan.

12 Pero ella le respondió:

— Te juro por el Señor, tu Dios, que no me queda pan. Apenas me queda un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en la alcuza. Precisamente estaba recogiendo algo de leña, para ir a cocerlo para mí y para mi hijo. Nos lo comeremos y luego moriremos.

13 Elías le dijo:

— No te apures. Anda y haz lo que dices. Pero primero prepárame de ahí un panecillo y tráemelo. Después podrás hacerlo para ti y para tu hijo. 14 Porque el Señor, Dios de Israel, ha dicho que ni la tinaja de harina se acabará ni la alcuza de aceite se vaciará hasta el día en que él mande la lluvia sobre la tierra.

15 La mujer fue a hacer lo que le dijo Elías y pudieron comer él, ella y su familia durante mucho tiempo. 16 La tinaja de harina no se acabó ni la alcuza de aceite se vació, tal y como el Señor había anunciado por medio de Elías.

17 Algún tiempo después de estos sucesos, el hijo de la dueña de la casa cayó enfermo y la enfermedad se agudizó tanto que murió. 18 Entonces la mujer dijo a Elías:

— ¿Qué tienes contra mí, hombre de Dios? ¿Has venido a mi casa para recordarme mis culpas y hacer morir a mi hijo?

19 Pero él le dijo:

— Dame a tu hijo.

Y tomándolo de su regazo, lo subió a la habitación donde se alojaba y lo acostó en su cama. 20 Luego clamó al Señor:

— Señor, Dios mío, ¿es que vas a hacer sufrir también a esta viuda que me ha hospedado, haciendo morir a su hijo?

21 Luego se tendió tres veces sobre el niño y volvió a clamar al Señor:

— ¡Señor, Dios mío, devuelve el aliento a este niño!

22 El Señor escuchó a Elías y el niño recuperó el aliento y revivió. 23 Entonces Elías tomó al niño, lo bajó de su habitación y se lo entregó a su madre, diciéndole:

— Mira, tu hijo está vivo.

24 La mujer dijo a Elías:

— Ahora reconozco que eres un hombre de Dios y que Dios habla de verdad por medio de ti.

Elías, Abdías y Ajab

18 Mucho tiempo después, al tercer año, el Señor envió este mensaje a Elías:

— Vete y preséntate a Ajab, porque voy a mandar la lluvia sobre la tierra.

Elías marchó a presentarse a Ajab. En Samaría había un hambre atroz. Ajab llamó a Abdías, el mayordomo de palacio. Abdías era profundamente religioso y cuando Jezabel quiso acabar con los profetas del Señor, recogió a cien de ellos, los escondió en cuevas en dos grupos de cincuenta y les proporcionó alimento y agua. Ajab dijo a Abdías:

— Vamos a recorrer todas las fuentes y arroyos del país, a ver si encontramos pasto y mantenemos vivos a caballos y mulos sin tener que sacrificar animales.

Se dividieron el territorio a recorrer: Ajab se fue por un lado y Abdías por otro. Mientras Abdías iba de camino, Elías le salió al encuentro. Al reconocerlo, Abdías se inclinó ante él y le pregunto:

— ¿Eres tú mi señor Elías?

Él le respondió:

— Sí, soy yo. Vete y dile a tu amo que Elías está aquí.

Abdías le dijo:

— ¿Qué pecado he cometido para que me entregues a Ajab y me mate? 10 ¡Te juro por el Señor, tu Dios, que no hay nación ni reino donde mi amo no haya mandado a buscarte! Y cuando respondían que no estabas, él hacía jurar a la nación o al reino que no te habían encontrado. 11 ¡Y ahora me dices que vaya a decirle a mi amo que Elías está aquí! 12 Seguro que cuando me separe de ti, el espíritu del Señor te llevará a un lugar desconocido; así que cuando yo llegue a comunicárselo a Ajab, al no encontrarte, me matará. Este siervo tuyo ha respetado al Señor desde su juventud. 13 ¿No te han contado lo que hice cuando Jezabel estaba matando a los profetas del Señor? Escondí a cien de ellos en dos cuevas, cincuenta por cueva, y les proporcioné alimento y comida. 14 ¡Y ahora me dices que vaya a decirle a mi amo que Elías está aquí! ¡Me matará!

15 Elías le dijo:

— ¡Te juro por el Señor del universo, a quien sirvo, que hoy me presentaré ante Ajab!

16 Abdías fue a buscar a Ajab para informarle. Entonces Ajab salió al encuentro de Elías 17 y cuando lo vio, le dijo:

— ¿Eres tú, azote de Israel?

18 Elías le respondió:

— No soy yo el azote de Israel, sino tú y tu familia que habéis abandonado los mandamientos del Señor para seguir a los baales. 19 Pero ahora manda que se reúna conmigo todo Israel en el monte Carmelo, con los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y de Astarté, mantenidos por Jezabel.

El sacrificio del Carmelo

20 Ajab envió emisarios a todos los israelitas y reunió a los profetas en el monte Carmelo. 21 Elías se acercó a la gente y dijo:

— ¿Hasta cuándo seguiréis danzando una vez sobre un pie y otra vez sobre otro? Si el Señor es Dios, seguidlo; si lo es Baal, seguid a Baal.

Pero la gente no respondió. 22 Elías dijo a la gente:

— De los profetas del Señor he quedado yo solo, mientras que los profetas de Baal son cuatrocientos cincuenta. 23 Pues bien, que nos den dos novillos y que ellos escojan uno, lo descuarticen y lo pongan sobre la leña sin prenderle fuego; yo haré lo mismo con el otro novillo. 24 Vosotros invocaréis a vuestro dios y yo invocaré al Señor; el que responda enviando fuego será el verdadero Dios.

Toda la gente asintió:

— Es una buena propuesta.

25 Elías dijo entonces a los profetas de Baal:

— Elegid un novillo y preparadlo vosotros primero, ya que sois más numerosos. Luego invocáis a vuestro dios, pero sin prenderle fuego.

26 Prepararon ellos el novillo que les dieron y se pusieron a invocar a Baal desde la mañana hasta el mediodía, gritando:

— Baal, respóndenos.

Pero no se oyó ninguna voz ni respuesta. Entonces se pusieron a danzar alrededor del altar que habían hecho. 27 Hacia el mediodía Elías comenzó a burlarse de ellos, diciendo:

— ¡Gritad más fuerte! Aunque Baal sea dios, tendrá sus ocupaciones y sus necesidades, o estará de viaje. A lo mejor está dormido y tendrá que despertar. 28 Ellos se pusieron a gritar más fuerte y, como tenían por costumbre, se hicieron cortes con espadas y lanzas hasta quedar cubiertos de sangre. 29 Después de mediodía entraron en éxtasis hasta la hora de la ofrenda. Pero no se oyó ninguna voz, ni hubo respuesta ni reacción alguna. 30 Entonces Elías dijo a la gente:

— Acercaos a mí.

Toda la gente se acercó y Elías reconstruyó el altar del Señor que estaba derrumbado. 31 Tomó doce piedras, conforme a las tribus de los hijos de Jacob, a quien el Señor había dicho: “Te llamarás Israel”, 32 y con ellas levantó un altar en honor del Señor. Hizo también una zanja alrededor del altar con una capacidad de dos medidas de grano, 33 colocó la leña, descuartizó el novillo y lo puso sobre la leña. 34 Luego ordenó:

— Traed cuatro cántaros de agua y echadla sobre la víctima y la leña.

Y añadió:

— Hacedlo otra vez.

Lo hicieron, pero Elías insistió:

— Hacedlo por tercera vez.

Y así lo hicieron. 35 El agua corrió alrededor del altar e incluso llenó la zanja. 36 Al llegar la hora del sacrificio, el profeta Elías se acercó y dijo:

— Señor, Dios de Abrahán, Isaac e Israel: haz que hoy se reconozca que tú eres el Dios de Israel y que yo soy tu siervo que he actuado así por orden tuya. 37 Respóndeme, Señor, respóndeme, para que este pueblo reconozca que tú, Señor, eres Dios, y que eres tú el que harás volver sus corazones a ti.

38 Entonces descendió el fuego divino, devoró el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y secó el agua de la zanja. 39 Al verlo, toda la gente cayó en tierra, exclamando:

— ¡El Señor es Dios! ¡El Señor es Dios!

40 Elías les ordenó:

— ¡Apresad a los profetas de Baal y que no escape ni uno!

Los apresaron y Elías mandó bajarlos al arroyo Quisón y allí los degolló.

El fin de la sequía

41 Elías dijo a Ajab:

— Vete a comer y a beber, pues se oye el ruido del aguacero.

42 Ajab se fue a comer y beber. Elías, por su parte, subió a la cima del Carmelo, se sentó en tierra con el rostro entre las rodillas 43 y dijo a su criado:

— Sube y mira en dirección al mar.

El criado subió, miró y dijo:

— No se ve nada.

Por siete veces Elías le dijo:

— Vuelve a hacerlo. 44 A la séptima vez, el criado dijo:

— Viene del mar una nube pequeña como la palma de la mano.

Entonces Elías le dijo:

— Vete a decirle a Ajab: “Engancha y márchate, antes de que la lluvia te lo impida”.

45 Inmediatamente, por efecto de las nubes y el viento, el cielo se encapotó y se desencadenó el aguacero. Ajab montó en su carro y marchó a Jezrael. 46 Elías, impulsado por la fuerza del Señor, se ciñó la ropa a la cintura y se fue corriendo delante de Ajab hasta llegar a Jezrael.

Elías en el Horeb

19 Ajab contó a Jezabel todo lo que había hecho Elías y cómo había degollado a todos los profetas. Entonces Jezabel envió un mensajero a comunicar a Elías:

— Que los dioses me castiguen, si mañana a estas horas no hago contigo lo que les has hecho a ellos.

Elías se asustó y emprendió la huida para ponerse a salvo. Cuando llegó a Berseba de Judá, dejó allí a su criado. Luego siguió por el desierto una jornada de camino y al final se sentó bajo una retama y se deseó la muerte diciendo:

— ¡Basta ya, Señor! Quítame la vida, pues yo no valgo más que mis antepasados.

Se echó bajo la retama y se quedó dormido. Pero un ángel lo tocó y le dijo:

— Levántate y come.

Elías miró y a su cabecera vio una torta de pan cocido sobre piedras calientes junto a una jarra de agua. Comió, bebió y volvió a acostarse. Pero el ángel del Señor lo tocó de nuevo y le dijo:

— Levántate y come, porque el camino se te hará muy largo. Elías se levantó, comió y bebió; y con la fuerza de aquella comida caminó durante cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios. Una vez allí, se metió en una cueva para pasar la noche. El Señor le dirigió la palabra, preguntándole:

— ¿Qué haces aquí, Elías?

10 Él contestó:

— Ardo en celo por el Señor, Dios del universo, porque los israelitas han roto tu alianza, han derribado tus altares y han asesinado a filo de espada a tus profetas. Sólo he quedado yo y me andan buscando para matarme.

11 El Señor le dijo:

— Sal y quédate de pie sobre el monte ante el Señor, que el Señor va a pasar.

Vino un viento huracanado y violento que sacudía los montes y quebraba las peñas delante del Señor, pero el Señor no estaba en el viento. Tras el viento hubo un terremoto, pero el Señor tampoco estaba en el terremoto. 12 Tras el terremoto hubo un fuego, pero el Señor tampoco estaba en el fuego. Tras el fuego se oyó un ligero susurro, 13 y al escucharlo, Elías se tapó el rostro con su manto, salió de la cueva y se quedó de pie a la entrada. Entonces oyó una voz que le preguntaba:

— ¿Qué haces aquí, Elías?

14 Él contestó:

— Ardo en celo por el Señor, Dios del universo, porque los israelitas han roto tu alianza, han derribado tus altares y han asesinado a filo de espada a tus profetas. Sólo he quedado yo y me andan buscando para matarme.

15 El Señor le dijo:

— Anda, vuelve por el camino por el que has venido hacia el desierto en dirección a Damasco. Cuando llegues, unge a Jazael como rey de Siria; 16 unge a Jehú, hijo de Nimsí, como rey de Israel; y unge a Eliseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá, como profeta sucesor tuyo. 17 A quien escape de la espada de Jazael, lo matará Jehú; y a quien escape de la espada de Jehú, lo matará Eliseo. 18 Sólo dejaré en Israel un resto de siete mil: aquellos que no doblaron la rodilla ante Baal, ni lo besaron con sus labios.

La vocación de Eliseo

19 Elías se marchó de allí y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando con doce yuntas de bueyes e iba detrás de la última. Elías pasó junto a él y lo cubrió con su manto. 20 Eliseo dejó los bueyes, corrió detrás de Elías y le dijo:

— Déjame despedirme de mis padres. Luego te sigo.

Elías le respondió:

— Vete y vuelve. Yo no te lo impido.

21 Eliseo se volvió, agarró la yunta de bueyes y los sacrificó. Luego asó la carne con los aperos de los bueyes e invitó a comer a la gente. Después emprendió la marcha tras Elías y se puso a su servicio.

La Palabra (España) (BLP)

La Palabra, (versión española) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España