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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Palabra de Dios para Todos (PDT)
Version
Lucas 2-9

Nacimiento de Jesús

(Mt 1:18-25)

En esos días el emperador Augusto ordenó que se levantara un censo de todo el mundo habitado. Este primer censo se levantó cuando Cirenio era el gobernador de Siria. Por lo tanto, cada uno tenía que ir a inscribirse a su propio pueblo.

Entonces José también salió del pueblo de Nazaret de Galilea. Se fue a Judea, a Belén, al pueblo del rey David, porque era descendiente de él. Se registró con María, quien estaba comprometida con él. Ella estaba embarazada y mientras estaban allí, llegó el momento de que diera a luz. Al nacer su hijo primogénito, lo envolvió en retazos de tela y lo acostó en un pesebre dentro de la casa,[a] porque no había ningún lugar para ellos en el cuarto de huéspedes.[b]

Anuncio de los ángeles a los pastores

Cerca de ahí había algunos pastores que pasaban la noche en el campo cuidando su rebaño. Y se les apareció un ángel del Señor. El esplendor de la presencia del Señor los rodeó y se aterrorizaron. 10 Pero el ángel les dijo: «No tengan miedo, traigo buenas noticias que les darán mucha alegría a todos. 11 Hoy en el pueblo del rey David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. 12 Como señal, encontrarán a un bebé envuelto en retazos de tela, acostado en un pesebre».

13 De repente, junto al ángel, apareció una gran multitud de ángeles del cielo, y todos alababan a Dios:

14 «¡Alaben a Dios en los cielos!
    ¡Que haya paz en la tierra para la gente que agrada a Dios!»

15 Cuando los ángeles se fueron al cielo, los pastores se dijeron entre ellos: «Vamos a Belén a ver lo que ha sucedido y lo que el Señor nos ha anunciado».

16 Así que fueron de prisa y encontraron a María y a José, y vieron al bebé acostado en el pesebre. 17 Cuando los pastores lo vieron, les contaron a todos lo que se les había dicho acerca del niño. 18 Todos los que escucharon se asombraron de lo que los pastores les contaron, 19 pero María reflexionaba sobre todo esto y trataba de entenderlo. 20 Después los pastores regresaron alabando a Dios por su grandeza, por todo lo que habían visto y oído. Todo había sucedido como se les había dicho.

21 Cuando el bebé tenía ocho días de nacido, fue circuncidado y le pusieron por nombre Jesús. Este fue el nombre que el ángel le dio antes de que María quedara embarazada.

Jesús es presentado en el templo

22 Cuando llegó el día en que José y María debían ser purificados[c] como decía la ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarlo al Señor. 23 Como está escrito en la ley del Señor: «Todo primer varón debe ser dedicado al Señor».[d] 24 (A)Fueron a ofrecer el sacrificio tal como la ley del Señor dice: «Ofrezcan un par de tórtolas o dos pichones».[e]

25 Había un hombre en Jerusalén que se llamaba Simeón. Dedicaba su vida a Dios y hacía su voluntad. Vivía esperando el tiempo en que Dios le trajera consuelo a Israel.[f] El Espíritu Santo estaba con él y le había dado a conocer 26 que no moriría sin haber visto al Mesías, a quien el Señor enviaría. 27 El Espíritu hizo ir a Simeón al área del templo. Cuando María y José trajeron al niño Jesús al templo para cumplir la ley, 28 Simeón tomó al niño en sus brazos y alabó a Dios:

29 «Ahora, Señor, puedes dejar que tu siervo muera en paz,
    como lo prometiste.
30 He visto con mis propios ojos cómo nos vas a salvar.
31     Todas las naciones podrán ver ahora cuál es tu plan.
32 Él será una luz que revelará tu camino a todas las naciones,
    y traerá honor a tu pueblo Israel».

33 Los padres de Jesús se asombraron por lo que Simeón decía sobre él. 34 Entonces Simeón les dio su bendición y le dijo a María, la mamá de Jesús:

—Dios ha elegido a este niño. Por él, en Israel muchos caerán y muchos se levantarán. Él será una señal de Dios que muchos no aceptarán. 35 Sacará a la luz las verdaderas intenciones de muchos, las cuales han estado secretas hasta ahora. También te hará sufrir como si te traspasara una espada.

36 Había también una profetisa llamada Ana, de la tribu de Aser e hija de Fanuel. Ya era muy anciana. Había quedado viuda después de siete años de casada. 37 De ahí en adelante vivió sola hasta la edad de 84 años. No se alejaba nunca del área del templo. Alababa a Dios día y noche con oración y ayuno. 38 Ana llegaba en ese momento y comenzó a darle gracias a Dios y a hablarles del niño a todos los que estaban esperando la liberación de Jerusalén.

El regreso a Nazaret

39 Cuando María y José cumplieron con todo lo que la ley del Señor pedía, regresaron a Galilea, a su pueblo de Nazaret. 40 El niño crecía y se hacía más fuerte. Se llenaba de sabiduría y la bendición de Dios estaba con él.

El niño Jesús en el templo

41 Cada año los padres de Jesús iban a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. 42 Cuando Jesús tenía doce años, fueron allá como de costumbre. 43 Después de la fiesta se regresaron a su casa, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo supieran. 44 Pensaban que Jesús estaba con el grupo y viajaron por un día. Al buscarlo entre los familiares y amigos, 45 no lo encontraron. Así que regresaron a Jerusalén para buscarlo allí.

46 Después de tres días lo encontraron en el área del templo, sentado con los maestros. Los estaba escuchando y les hacía preguntas. 47 Todos los que lo escuchaban quedaban impresionados por su entendimiento y sus respuestas. 48 Sus padres quedaron asombrados cuando lo vieron, y su mamá le dijo:

—Hijo, ¿por qué nos hiciste esto? Tu papá y yo hemos estado muy preocupados buscándote.

49 Jesús les contestó:

—¿Por qué tenían que buscarme? ¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi Padre?

50 Pero no entendieron su respuesta. 51 Después regresaron a Nazaret. Jesús les obedecía a ellos. Su mamá reflexionaba sobre todo lo que había pasado. 52 Así, Jesús crecía en sabiduría y estatura, y Dios y la gente lo veían con buenos ojos.

Misión de Juan el Bautista

(Mt 3:1-12; Mr 1:1-8; Jn 1:19-28)

El emperador Tiberio llevaba 15 años gobernando, cuando Poncio Pilato gobernaba en Judea, Herodes gobernaba en Galilea, su hermano Felipe gobernaba en la región de Iturea y Traconite[g] y Lisanias gobernaba en Abilene. Anás y Caifás eran los sumos sacerdotes. En ese tiempo, Dios le habló en el desierto a Juan, el hijo de Zacarías. Juan iba por toda la región del río Jordán, anunciándoles a todos que cambiaran su manera de pensar y de vivir, y que se bautizaran para que Dios les perdonara sus pecados. Esto estaba de acuerdo con lo que había escrito el profeta Isaías:

«Alguien grita en el desierto:
“¡Preparen el camino para el Señor;
    háganle caminos derechos!
Todo valle será llenado,
    toda montaña y colina será allanada.
Las sendas torcidas serán enderezadas,
    y los caminos escabrosos serán alisados.
(B)Todo el mundo verá la salvación que viene de Dios”».[h]

Cuando la multitud venía para que Juan los bautizara, él les decía: «¡Partida[i] de víboras! ¿Quién les advirtió que escaparan de la ira de Dios que está por venir? Vivan de tal manera que demuestre que realmente han cambiado. Y no me vengan con que “Abraham es nuestro antepasado”, porque les aseguro que Dios puede convertir hasta estas piedras en descendientes de Abraham. Y ya también el hacha está lista para cortar los árboles de raíz. Por tanto, todo árbol que no produzca buenos frutos será cortado y echado al fuego para que se queme».

10 La multitud le preguntó:

—¿Entonces qué debemos hacer?

11 Juan les contestó:

—El que tenga dos mantos que le dé uno al que no tiene y el que tenga comida que la comparta.

12 Algunos cobradores de impuestos vinieron también a bautizarse y le dijeron a Juan:

—¿Maestro, qué debemos hacer?

13 Él les dijo:

—No cobren más de lo debido.

14 Algunos soldados también le preguntaron:

—¿Y qué debemos hacer nosotros?

Él les dijo:

—No estafen ni chantajeen a nadie y confórmense con su salario.

15 La gente estaba a la expectativa y se preguntaba: «¿Será posible que Juan sea el Mesías?» 16 Juan les respondió a todos: «Los bautizo con agua, pero el que viene después de mí es más poderoso que yo. Ni siquiera soy digno de desatar las correas de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. 17 Vendrá preparado para separar el trigo de la paja.[j] Guardará el trigo bueno en el granero y quemará la paja en un fuego que nunca se apagará». 18 Juan seguía anunciando las buenas noticias y animaba a la gente a cambiar.

Juan el Bautista en la cárcel

19 Tiempo después Juan criticó a Herodes, el gobernador, por vivir con Herodías, la esposa de su hermano, y también por otras maldades que había cometido. 20 Y a esas maldades, Herodes añadió una más: metió a Juan en la cárcel.

Bautismo de Jesús

(Mt 3:13-17; Mr 1:9-11)

21 Toda la gente se estaba bautizando, y Jesús también fue bautizado. Mientras estaba orando, el cielo se abrió 22 y el Espíritu Santo bajó en forma de paloma. Entonces vino una voz del cielo que decía: «Tú eres mi hijo amado. Estoy muy contento contigo».

Historia familiar de José

(Mt 1:1-17)

23 Jesús tenía unos 30 años cuando comenzó a enseñar. La gente creía que él era hijo de José, y

José era hijo de Elí.

24 Elí era hijo de Matat.

Matat era hijo de Leví.

Leví era hijo de Melquí.

Melquí era hijo de Jana.

Jana era hijo de José.

25 José era hijo de Matatías.

Matatías era hijo de Amós.

Amós era hijo de Nahúm.

Nahúm era hijo de Esli.

Esli era hijo de Nagai.

26 Nagai era hijo de Maat.

Maat era hijo de Matatías.

Matatías era hijo de Semei.

Semei era hijo de Josec.

Josec era hijo de Judá.

27 Judá era hijo de Joanán.

Joanán era hijo de Resa.

Resa era hijo de Zorobabel.

Zorobabel era hijo de Salatiel.

Salatiel era hijo de Neri.

28 Neri era hijo de Melquí.

Melquí era hijo de Adi.

Adi era hijo de Cosam.

Cosam era hijo de Elmodam.

Elmodam era hijo de Er.

29 Er era hijo de Josué.

Josué era hijo de Eliezer.

Eliezer era hijo de Jorim.

Jorim era hijo de Matat.

Matat era hijo de Leví.

30 Leví era hijo de Simeón.

Simeón era hijo de Judá.

Judá era hijo de José.

José era hijo de Jonán.

Jonán era hijo de Eliaquim.

31 Eliaquim era hijo de Melea.

Melea era hijo de Mainán.

Mainán era hijo de Matata.

Matata era hijo de Natán.

Natán era hijo de David.

32 David era hijo de Isaí.

Isaí era hijo de Obed.

Obed era hijo de Booz.

Booz era hijo de Salmón.

Salmón era hijo de Naasón.

33 Naasón era hijo de Aminadab.

Aminadab era hijo de Admín.

Admín era hijo de Arní.

Arní era hijo de Esrom.

Esrom era hijo de Fares.

Fares era hijo de Judá.

34 Judá era hijo de Jacob.

Jacob era hijo de Isaac.

Isaac era hijo de Abraham.

Abraham era hijo de Taré.

Taré era hijo de Nacor.

35 Nacor era hijo de Serug.

Serug era hijo de Ragau.

Ragau era hijo de Péleg.

Péleg era hijo de Héber.

Héber era hijo de Sala.

36 Sala era hijo de Cainán.

Cainán era hijo de Arfaxad.

Arfaxad era hijo de Sem.

Sem era hijo de Noé.

Noé era hijo de Lamec.

37 Lamec era hijo de Matusalén.

Matusalén era hijo de Enoc.

Enoc era hijo de Jared.

Jared era hijo de Mahalaleel.

Mahalaleel era hijo de Cainán.

38 Cainán era hijo de Enós.

Enós era hijo de Set.

Set era hijo de Adán.

Adán era hijo de Dios.

Jesús es puesto a prueba

(Mt 4:1-11; Mr 1:12-13)

Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó del río Jordán. El Espíritu lo guiaba en el desierto por 40 días, siendo tentado por el diablo. Jesús no comió nada durante ese tiempo y al final tenía mucha hambre.

El diablo le dijo:

—Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.

(C)Jesús le respondió:

—Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre”.[k]

Entonces el diablo llevó a Jesús a un lugar alto y en un instante le mostró todos los reinos del mundo. El diablo le dijo:

—Te daré la autoridad y grandeza de todos ellos. Me las han dado a mí, y se las puedo dar a quien yo quiera. Si te arrodillas y me adoras, todo será tuyo.

(D)Jesús le contestó:

—Está escrito: “Adora al Señor tu Dios y sírvele solamente a él”.[l]

Entonces el diablo llevó a Jesús a Jerusalén y lo puso en lo más alto de un extremo del área del templo, y le dijo:

—Si eres el Hijo de Dios, tírate abajo desde aquí, 10 (E)porque está escrito:

“El mandará a sus ángeles acerca de ti
    para que te cuiden”[m],

11 (F)y

“Sus manos te rescatarán
    para que ni siquiera te lastimes los pies contra las piedras”.[n]

12 (G)Jesús le contestó:

—Dicho está: “No pongas a prueba al Señor tu Dios”.[o]

13 Cuando el diablo había intentado todo, lo dejó hasta una próxima oportunidad.

Jesús comienza su obra

(Mt 4:12-17; Mr 1:14-15)

14 Jesús regresó a Galilea con el poder del Espíritu; toda la gente de esa región hablaba muy bien de él. 15 Jesús comenzó a enseñar en sus sinagogas, y todos lo honraban.

Jesús visita su pueblo

(Mt 13:53-58; Mr 6:1-6)

16 Entonces Jesús regresó a Nazaret, el pueblo donde había crecido. Como de costumbre, fue a la sinagoga en el día de descanso y se puso de pie para leer las Escrituras. 17 Le dieron el libro del profeta Isaías, lo abrió y encontró la parte donde está escrito:

18 «El Señor ha puesto su Espíritu en mí,
    porque me eligió para anunciar las buenas noticias a los pobres.
Me envió a contarles a los prisioneros que serán liberados.
    A contarles a los ciegos que verán de nuevo,
y a liberar a los oprimidos;
19     (H)para anunciar que este año
    el Señor mostrará su bondad».[p]

20 Luego Jesús enrolló el libro, se lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos los que estaban en la sinagoga le ponían mucha atención. 21 Entonces Jesús les dijo:

—Lo que acabo de leerles se ha cumplido hoy ante ustedes.

22 Todos hablaban bien de Jesús. Estaban impresionados por lo bien que hablaba, y dijeron:

—¿No es este el hijo de José?

23 Él les dijo:

—Yo sé que me van a venir con el viejo refrán: “Médico, cúrate a ti mismo. Haz aquí en tu propio pueblo lo mismo que oímos que hiciste en Capernaúm”. 24 Pero les digo la verdad: no se acepta a ningún profeta en su propio pueblo. 25 Les aseguro que en los tiempos de Elías no llovió durante tres años y medio, no había comida en todo el país y había muchas viudas en Israel. 26 Pero Elías no fue enviado a ninguna de ellas, sino a una viuda de Sarepta en la región de Sidón. 27 También en los tiempos del profeta Eliseo había mucha gente con lepra en Israel, pero ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán, que era sirio.

28 Cuando escucharon eso, todos en la sinagoga se enfurecieron tanto que 29 se levantaron y agarraron a Jesús y lo arrastraron fuera del pueblo. Lo llevaron a la cima del cerro donde estaba construido el pueblo para tirarlo desde allí. 30 Pero Jesús pasó por en medio de todos y siguió su camino.

Jesús sana a un endemoniado

(Mr 1:21-28)

31 Después, Jesús fue a Capernaúm, un pueblo de Galilea, y enseñaba a la gente en el día de descanso. 32 Ellos se admiraban de sus enseñanzas porque su mensaje tenía autoridad. 33 En la sinagoga había un hombre que tenía un espíritu maligno, quien gritó con fuerza:

34 —¡Oye! ¿Qué quieres de nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres tú: ¡el Santo de Dios!

35 Pero Jesús reprendió al espíritu maligno y le dijo:

—¡Cállate y sal de él!

Entonces delante de todos, el demonio tiró al hombre al suelo y después salió de él sin hacerle ningún daño.

36 Todos se quedaron atónitos y se decían unos a otros: «¿Qué clase de enseñanza es esta? Jesús ordena con autoridad y poder a los espíritus malignos que salgan, ¡y ellos salen!»

37 Entonces la fama de Jesús se extendió por toda la región.

Jesús sana a la suegra de Pedro

(Mt 8:14-15; Mr 1:29-31)

38 Jesús salió de la sinagoga y fue a casa de Simón[q]. La suegra de Simón tenía una fiebre muy alta y le rogaron a Jesús que la ayudara. 39 Jesús se acercó y le ordenó a la fiebre que saliera de ella, y la fiebre la dejó. En ese mismo instante se puso de pie y empezó a atenderlos a todos.

Jesús sana a mucha más gente

(Mt 8:16-17; Mr 1:32-34)

40 Al ponerse el sol, la gente llevó a Jesús a todos los que padecían de diversas enfermedades. Él impuso las manos sobre cada uno de ellos y los sanó. 41 También de muchos de ellos salieron demonios que gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios». Sin embargo, Jesús reprendía a los demonios y no los dejaba hablar porque ellos sabían que él era el Mesías.

Jesús anuncia el mensaje de Dios

(Mr 1:35-39)

42 Cuando se hizo de día, Jesús se fue a un lugar solitario. La multitud lo andaba buscando y llegaron a donde él estaba. Trataban de convencerlo de que no se fuera. 43 Pero Jesús les dijo:

—También tengo que anunciar la buena noticia del reino de Dios en otros pueblos. Para eso fui enviado.

44 Jesús iba anunciando su mensaje en las sinagogas de Judea.

Los primeros seguidores

(Mt 4:18-22; Mr 1:16-20)

Una vez Jesús estaba a la orilla del lago de Genesaret, y la gente lo apretujaba, tratando de escuchar la palabra de Dios. Jesús vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas para lavar sus redes. Jesús subió a la de Simón y le pidió que lo alejara un poco de la orilla. Luego se sentó y le enseñó a la multitud desde la barca.

Cuando terminó de hablar, le dijo a Simón:

—Lleva la barca a aguas profundas y lancen las redes para pescar.

Simón le respondió:

—Maestro, estuvimos trabajando toda la noche y no pescamos nada. Pero si tú lo dices, lanzaré las redes.

Así lo hicieron y atraparon tantos peces que las redes se rompían. Entonces les hicieron señales a sus compañeros de la otra barca para que los ayudaran. Ellos fueron y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían.

Al ver esto Simón Pedro se arrodilló delante de Jesús y le dijo:

—¡Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador!

Es que él y todos sus compañeros se llenaron de asombro por la gran pesca que habían hecho. 10 Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo y compañeros de Simón, también estaban asombrados. Entonces Jesús le dijo a Simón:

—No tengas miedo. De ahora en adelante vas a pescar gente.

11 Ellos trajeron sus barcas a la orilla, dejaron todo y siguieron a Jesús.

Jesús sana a un leproso

(Mt 8:1-4; Mr 1:40-45)

12 Un día, Jesús estaba en un pueblo donde había un hombre con lepra en todo el cuerpo. Cuando vio a Jesús, se postró rostro en tierra delante de él y le rogó:

—Señor, si quieres, puedes quitarme esta enfermedad.

13 Entonces Jesús extendió la mano, lo tocó y dijo:

—Sí quiero. ¡Sana ya!

En ese mismo instante la lepra desapareció. 14 Jesús le ordenó:

—No se lo cuentes a nadie. Ve y preséntate ante el sacerdote y da la ofrenda por haber sido sanado, como lo ordenó Moisés. Esto servirá para que la gente compruebe que has sido sanado.[r]

15 Sin embargo, estas noticias se extendían cada vez más. Se le acercaban multitudes para oírlo y para que los sanara de sus enfermedades. 16 A menudo Jesús se retiraba a lugares donde podía estar solo para orar.

Jesús sana a un paralítico

(Mt 9:1-8; Mr 2:1-12)

17 Un día Jesús estaba enseñando, y unos fariseos y maestros de la ley estaban sentados allí. Habían venido de todos los pueblos de Galilea, Judea y de Jerusalén. El Señor le daba poder a Jesús para sanar a la gente. 18 Entonces llegaron unos hombres que cargaban a un paralítico en una camilla. Querían entrar para ponerlo delante de Jesús, 19 pero había tanta gente que no pudieron llegar hasta él. Así que subieron al techo, quitaron unas tejas y lo bajaron en la camilla hasta que quedó en medio de la gente, ante Jesús. 20 Cuando Jesús vio la fe que tenían, dijo:

—Amigo, tus pecados quedan perdonados.

21 Entonces los maestros de la ley y los fariseos se dijeron: «¿Quién es este hombre? Lo que dice es una ofensa a Dios. El único que puede perdonar pecados es Dios». 22 Pero Jesús sabía lo que estaban pensando, y les dijo:

—¿Qué están pensando? 23 Tal vez piensen que es más fácil que yo le diga: “Tus pecados quedan perdonados”, porque eso no se puede comprobar. Pero si le digo: “¡Levántate y anda!” 24 y así sucede, entonces quedará comprobado que el Hijo del hombre tiene en la tierra el poder de perdonar pecados.

Así que Jesús le dijo al paralítico:

—A ti te digo: ¡levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa!

25 De inmediato el hombre se levantó delante de todos, recogió su camilla y se fue a su casa alabando a Dios. 26 Todos estaban asombrados y alababan a Dios. Estaban llenos de miedo y dijeron:

—¡Hoy hemos visto cosas increíbles!

Leví sigue a Jesús

(Mt 9:9-13; Mr 2:13-17)

27 Después de esto, Jesús salió y vio a un cobrador de impuestos llamado Leví, sentado en el lugar donde se pagaban los impuestos. Jesús le dijo:

—Sígueme.

28 Dejándolo todo, se levantó y lo siguió.

29 Luego Leví hizo una gran fiesta para Jesús en su casa. Muchos cobradores de impuestos y otros estaban comiendo con ellos. 30 Los fariseos y los maestros de la ley se quejaron con los seguidores de Jesús:

—¿Por qué beben y comen con cobradores de impuestos y pecadores?

31 Jesús les respondió:

—Los sanos no necesitan médico, los enfermos sí. 32 Yo no he venido a invitar a los buenos a que me sigan, sino a decirles a los pecadores que cambien su manera de pensar y de vivir.

Una pregunta sobre el ayuno

(Mt 9:14-17; Mr 2:18-22)

33 Le dijeron a Jesús:

—Los seguidores de Juan ayunan y oran con frecuencia al igual que los seguidores de los fariseos. En cambio, tus seguidores siempre están comiendo y bebiendo.

34 Jesús les contestó:

—Cuando hay una boda, no se puede exigir que los amigos del novio ayunen mientras él está con ellos. 35 Pero llegará el día en que se llevarán al novio y entonces en ese tiempo ayunarán.

36 También les contó una historia:

—Nadie quita un retazo de un vestido nuevo para arreglar uno viejo, porque echa a perder el vestido nuevo, y el retazo nuevo no queda bien con el vestido viejo. 37 Ni tampoco echa vino nuevo en cueros viejos, porque el vino nuevo revienta los cueros, se derrama y se dañan los cueros. 38 El vino nuevo se echa en cueros nuevos. 39 Después de tomar vino añejo, nadie quiere tomar vino nuevo, porque dice: “El vino añejo es bueno”.

Jesús es Señor del día de descanso

(Mt 12:1-8; Mr 2:23-28)

Un día de descanso Jesús iba por unos sembrados, y sus seguidores arrancaban espigas, las desgranaban en las manos y se las comían. Entonces algunos fariseos dijeron:

—¿Por qué hacen ustedes lo que está prohibido en el día de descanso?

Jesús les respondió:

—¿No han leído ustedes lo que hizo David cuando él y sus compañeros tuvieron hambre? Entró a la casa de Dios y tomó los panes que se consagran a Dios, comió de ellos y también les dio a sus compañeros. Y ustedes bien saben que no se permite a nadie comer de esos panes, sino sólo a los sacerdotes.

Entonces les dijo:

—El Hijo del hombre es Señor del día de descanso.

Jesús sana en el día de descanso

(Mt 12:9-14; Mr 3:1-6)

Otro día de descanso, Jesús fue a la sinagoga y enseñó. Había allí un hombre que tenía paralizada la mano derecha. Los maestros de la ley y los fariseos estaban esperando que Jesús sanara a alguien en el día de descanso porque buscaban alguna razón para acusarlo. Jesús sabía lo que estaban pensando. Le dijo al hombre que tenía la mano paralizada:

—Levántate y ponte frente a todos.

Entonces el hombre se levantó y se paró allí, y Jesús les dijo:

—Déjenme hacerles una pregunta: ¿qué se debe hacer en el día de descanso, el bien o el mal, salvar una vida o destruirla?

10 Entonces Jesús los miró a todos y le dijo al hombre:

—Extiende la mano.

El hombre extendió la mano y quedó sana. 11 Pero los fariseos y los maestros de la ley se pusieron furiosos, y discutían entre sí qué podrían hacer contra Jesús.

Jesús elige a los doce apóstoles

(Mt 10:1-4; Mr 3:13-19)

12 En esos días, Jesús se fue a un cerro a orar. Pasó toda la noche en oración con Dios. 13 Al amanecer llamó a sus seguidores, eligió a doce de ellos y los llamó apóstoles:

14 Simón (a quien también llamó Pedro),

Andrés, hermano de Simón,

Santiago,

Juan,

Felipe,

Bartolomé,

15 Mateo,

Tomás,

Santiago hijo de Alfeo,

Simón, llamado el zelote,

16 Judas hijo de Santiago,

Judas Iscariote (quien luego se convertiría en un traidor).

Jesús enseña y sana a la gente

(Mt 4:23-25; 5:1-12)

17 Jesús bajó con sus apóstoles y se detuvo en un llano. También estaban allí muchos de sus seguidores y una gran multitud de Jerusalén, de toda la región de Judea y de Tiro y de Sidón, ciudades de la costa. 18 Habían venido a escucharlo y a que los sanara de sus enfermedades. También fueron sanados los que eran atormentados por espíritus malignos. 19 Toda la gente quería tocarlo porque de él salía poder para sanar a todos.

20 Jesús miró a sus seguidores y les dijo:

«Afortunados ustedes los pobres,
    porque el reino de Dios les pertenece.
21 Afortunados ustedes los que ahora tienen hambre,
    porque serán completamente satisfechos.
Afortunados ustedes que ahora lloran,
    porque luego no podrán contener su alegría.

22 »Cuando la gente los odie por ser seguidores del Hijo del hombre, cuando los echen, los insulten y crean que sea malo hasta mencionar el nombre de ustedes, sepan que ustedes son afortunados ante los ojos de Dios. 23 Cuando les pase esto, salten de alegría, porque van a recibir una gran recompensa en los cielos. Así también fue como los antepasados de esa gente maltrataron a los profetas.

24 »Pero qué mal les irá a ustedes los ricos,
    porque ya se han dado la gran vida.
25 Qué mal les irá a ustedes los que están satisfechos ahora,
    porque luego tendrán hambre.
Qué mal les irá a ustedes los que ahora ríen,
    porque luego estarán tristes y llorarán.
26 Pero que mal les irá cuando todos hablen bien de ustedes,
    porque también los antepasados de esa gente hablaron bien de los falsos profetas.

Amen a sus enemigos

(Mt 5:38-48; 7:12a)

27 »Pero yo les digo a ustedes que me escuchan, amen a sus enemigos. Hagan el bien a los que los odian. 28 Bendigan a los que los maldicen y oren por los que los maltratan. 29 Si alguien te pega en una mejilla, ofrécele también la otra. Si alguien te quita la capa, deja que también tome tu camisa. 30 A todo el que te pida algo, dáselo. Si alguien toma de ti lo que no es suyo, no le pidas que te lo devuelva. 31 Traten a los demás como les gustaría que los trataran a ustedes.

32 »Si ustedes solamente aman a los que los aman, ¿qué gracia tiene? Hasta los pecadores aman a aquellos que los aman. 33 Si hacen el bien sólo a aquellos que les hacen el bien, ¿qué gracia tiene? Hasta los pecadores son así. 34 Si sólo prestan para recibir algo a cambio, ¿qué gracia tiene? Hasta los pecadores se prestan unos a otros para recibir unos de otros. 35 Más bien, amen a sus enemigos y háganles el bien. Presten sin esperar nada a cambio. Así tendrán una gran recompensa y serán hijos del Dios Altísimo, porque Dios es bueno aun con los desagradecidos y perversos. 36 Sean compasivos como su Padre es compasivo.

No juzguen a los demás

(Mt 7:1-5)

37 »No juzguen a los demás y Dios no los juzgará a ustedes. No condenen a los demás y no serán condenados. Perdonen y serán perdonados. 38 Den a los demás y ustedes también recibirán. Se les dará una cantidad mayor a la que puedan contener en su regazo, aunque se la haya agitado y apretado al máximo, siempre se rebosará. Porque con la misma medida que ustedes midan a los demás, Dios los volverá a medir a ustedes».

39 Jesús también les contó esta comparación[s]: «¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un hoyo? 40 Ningún estudiante es mejor que su maestro. Sin embargo, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.

41 »¿Por qué te fijas en la pajita que tiene tu hermano en el ojo, pero no te das cuenta de la viga que tienes tú en el tuyo? 42 ¿Cómo te atreves a decirle a tu hermano: “Déjame sacarte la pajita del ojo”, si ni siquiera puedes ver la viga que tienes en el tuyo? ¡No seas hipócrita! Primero saca la viga de tu ojo y verás mejor para poder sacar la pajita de tu hermano.

Lo que haces muestra lo que eres

(Mt 7:17-20; 12:34b-35)

43 »Un árbol bueno no da fruto malo. Tampoco un árbol malo puede dar fruto bueno. 44 El árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de espinos. Tampoco se cosechan uvas de las zarzas. 45 El que es bueno lo es en su interior y habla de lo que tiene allí, de igual manera el malo lo es en su interior y habla de lo que tiene allí; porque las palabras revelan lo que hay en el interior.

El prudente y el insensato

(Mt 7:24-27)

46 »¿Por qué me llaman: “Señor, Señor”, y no hacen lo que les digo? 47 Les voy a dar un ejemplo del que viene a mí, escucha y obedece mis enseñanzas: es como el que 48 construyó una casa. Cavó bien hondo y puso el cimiento sobre la roca. Luego vinieron las inundaciones y el río azotó contra la casa, pero no pudo destruirla porque estaba construida sobre la roca. 49 En cambio, el que escucha mis enseñanzas y no las obedece es como el que construyó su casa sin ponerle cimientos. Vinieron las inundaciones y el río golpeó la casa, e inmediatamente la casa se derrumbó y quedó completamente destruida».

Jesús sana al siervo de un capitán

(Mt 8:5-13; Jn 4:43-54)

Cuando Jesús terminó de hablarle a la gente, se fue a Capernaúm. Allí había un capitán romano que tenía un siervo que estaba enfermo, a punto de morir. El capitán estimaba mucho al siervo. Cuando el capitán oyó hablar de Jesús, envió a unos ancianos líderes de los judíos a pedirle que fuera y salvara la vida del siervo. Cuando encontraron a Jesús, le rogaron mucho:

—Este capitán merece que lo ayudes porque ama a nuestra nación y hasta nos construyó la sinagoga.

Entonces Jesús fue con ellos. Cuando ya estaban cerca de la casa, el capitán envió a algunos amigos para que le dijeran: «Señor, no te molestes, porque no merezco que entres a mi casa. Por eso no me atreví a ir a verte yo mismo. Sólo te pido que des la orden y mi siervo quedará sanado. Porque yo estoy bajo la autoridad de mis superiores, y a la vez tengo a muchos soldados bajo mi autoridad. Si le digo a un soldado: “Ve”, él va. Si le digo a otro: “Ven”, él viene. Y si le digo a mi siervo: “Haz esto”, él lo hace».

Al oír esto, Jesús se admiró mucho del capitán, se volvió a la multitud que lo seguía y dijo:

—Les aseguro que ni en Israel he visto una fe tan grande.

10 Al regresar a la casa, los que habían sido enviados encontraron que el siervo estaba sano.

Jesús resucita al hijo de una viuda

11 Un poco después, Jesús fue a un pueblo llamado Naín. Sus seguidores y una gran multitud lo acompañaban. 12 Cuando él llegó cerca de la entrada del pueblo, llevaban a enterrar al hijo único de una viuda. La viuda iba acompañada de mucha gente. 13 Al verla, el Señor tuvo compasión de ella y le dijo:

—No llores.

14 Se acercó y tocó el ataúd. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo:

—Joven, yo te digo: ¡levántate!

15 El joven se sentó, empezó a hablar y Jesús se lo entregó a su mamá. 16 Todos se llenaron de temor y alababan así a Dios:

—Un gran profeta está entre nosotros.

También decían:

—Dios ha venido a ayudar a su pueblo.

17 Esta noticia se divulgó por toda Judea y sus alrededores.

Jesús y Juan el Bautista

(Mt 11:2-19)

18 Los seguidores de Juan fueron y le contaron a él todo lo que había pasado. Entonces Juan llamó a dos de ellos y 19 los envió a preguntarle al Señor: «¿Eres el que iba a venir, o debemos esperar a alguien más?»

20 Los enviados llegaron hasta donde estaba Jesús y le dijeron:

—Juan el Bautista nos envió a preguntarte lo siguiente: “¿Eres el que iba a venir, o debemos esperar a alguien más?”

21 En ese momento Jesús sanó a mucha gente que tenía enfermedades, dolencias y espíritus malignos y les dio la vista a muchos ciegos. 22 Entonces les contestó:

—Vayan y cuéntenle a Juan lo que han visto y escuchado. Los ciegos ven, los cojos caminan, los leprosos son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia. 23 Afortunado el que no dude de mí.[t]

24 Después de que los mensajeros de Juan se fueron, Jesús comenzó a hablar a la multitud acerca de Juan: «¿Qué salieron a ver al desierto? ¿Hierba[u] azotada por el viento? 25 Si no, ¿qué salieron a ver? ¿A un hombre vestido con ropa fina? ¡Escuchen! La gente que se viste con ropa elegante y vive de lujo, habita en palacios. 26 ¿Entonces qué es lo que salieron a ver? ¿A un profeta? Sí, les digo que Juan es más que un profeta. 27 (I)Las Escrituras dicen de él:

»“Oye, te envío mi mensajero delante de ti,
    quien preparará el camino para tu venida”.[v]

28 Les digo que Juan es el mejor hombre que ha nacido; sin embargo, el menos importante en el reino de Dios es más importante que Juan».

29 Cuando toda la gente oyó esto, incluso los cobradores de impuestos, se hicieron bautizar por Juan. Así reconocieron que la enseñanza de Dios era correcta. 30 Pero los fariseos y los expertos de la ley rechazaron el plan de Dios para ellos, y no permitieron que Juan los bautizara.

31 «¿Con quién puedo comparar a la gente de esta generación? ¿Cómo son ellos? 32 Son como muchachos sentados en la plaza que se gritan unos a otros:

»“¡Nosotros tocamos la flauta,
    pero ustedes no bailaron.
Cantamos una canción triste,
    pero ustedes no lloraron!”

33 Porque vino Juan el Bautista, quien no comía pan ni bebía vino como los demás, pero ustedes dicen: “Tiene un demonio”. 34 Ha venido el Hijo del hombre que come y bebe como los demás, pero ustedes dicen: “Miren, es comilón, borracho y amigo de los cobradores de impuestos y de los pecadores”. 35 Pero la sabiduría divina se comprueba por la vida de todos los que la siguen».

Jesús y una mujer perdonada

36 Uno de los fariseos invitó a Jesús a comer, así que él fue a la casa del fariseo y ocupó su lugar en la mesa. 37 Había en el pueblo una mujer de mala vida. Cuando se enteró de que Jesús estaba comiendo en la casa del fariseo, le llevó un frasco de alabastro con perfume en aceite. 38 Se colocó detrás de Jesús, llorando a sus pies y empezó a mojarle los pies con sus lágrimas. Los secó con su cabello, los besó y los ungió con el perfume en aceite.

39 Al ver esto, el fariseo que había invitado a Jesús a comer se dijo a sí mismo: «Si este hombre fuera un profeta, sabría qué clase de mujer es esta que lo está tocando. Sabría que es una pecadora». 40 Entonces Jesús respondiendo a lo que el fariseo estaba pensando, dijo:

—Simón, tengo algo que decirte.

Simón le dijo:

—Dime, Maestro.

41 Jesús dijo:

—Dos hombres tenían una deuda con un prestamista. Uno le debía 500 monedas de plata y el otro le debía 50. 42 Ninguno de los dos tenía dinero y no podían pagar la deuda, así que como no podían pagar, les perdonó la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?

43 Simón respondió:

—Me imagino que al que más le perdonó.

Él le dijo:

—Tienes razón.

44 Jesús miró a la mujer y le dijo a Simón:

—¿Ves a esta mujer? Vine a tu casa y no me diste agua para lavarme los pies, mientras que ella los ha mojado con sus lágrimas y los ha secado con su cabello. 45 Tú no me saludaste de beso, pero desde que llegué, ella no ha cesado de besarme los pies. 46 No me diste aceite para arreglarme el cabello, pero ella ungió mis pies con perfume en aceite. 47 Te digo que se puede ver que sus muchos pecados le han sido perdonados y por eso ahora me demostró mucho amor. Pero al que poco se le perdona, poco ama.

48 Entonces Jesús le dijo a la mujer:

—Tus pecados son perdonados.

49 Los que estaban comiendo con ellos se dijeron a sí mismos:

—¿Quién es este hombre que se atreve a perdonar pecados?

50 Pero Jesús le dijo a la mujer:

—Tu fe te has salvado, vete en paz.

Los seguidores de Jesús

Después de esto, Jesús iba con sus doce apóstoles por las ciudades y pueblos anunciando a la gente la buena noticia del reino de Dios. También iban con él varias mujeres que Jesús había sanado de espíritus malignos y de enfermedades. Una de ellas era María, conocida como Magdalena, de quien habían salido siete demonios. También iban con él Juana, la esposa de Cuza el administrador de Herodes, Susana y muchas más. Estas mujeres ayudaban con su dinero a Jesús y a sus seguidores.

Historia del sembrador

(Mt 13:1-9; Mr 4:1-9)

Se reunió una multitud que venía de muchos pueblos para ver a Jesús. Él les contó una historia:

«El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron en el camino. La gente las pisaba y vinieron las aves del cielo y se las comieron. Otras semillas cayeron en terreno pedregoso. Cuando crecieron las plantas, se secaron porque no tenían agua. Otras cayeron entre espinos que crecieron con las plantas y las ahogaron. Otras semillas cayeron en tierra buena. Las semillas crecieron y dieron fruto 100 veces más de lo que se había sembrado». Y dijo en alta voz: «¡Oigan bien lo que les digo!»

El porqué de las historias

(Mt 13:10-17; Mr 4:10-12)

Los seguidores de Jesús le preguntaron qué significaba esta historia. 10 (J)Entonces les dijo: «Ustedes tienen el privilegio de entender la verdad que no se ha dado a conocer sobre el reino de Dios, pero a los demás se les da en forma de historias para que

»“miren, pero no vean,
    y oigan, pero no entiendan”.[w]

Jesús explica la historia del sembrador

(Mt 13:18-23; Mr 4:13-20)

11 »Esto es lo que quiere decir la historia: la semilla es el mensaje de Dios. 12 Las que cayeron a un lado del camino son como aquellos que oyen el mensaje, pero el diablo viene y se lo quita. Así no pueden creer ni ser salvos. 13 Las semillas que cayeron en las piedras son como aquellos que oyen y aceptan el mensaje con alegría, pero no tienen raíces profundas. Creen por un tiempo, pero cuando las dificultades los ponen a prueba se dan por vencidos. 14 Las semillas que cayeron entre espinos son como aquellos que oyen el mensaje, pero yéndose dejan que las preocupaciones, las riquezas y los placeres de esta vida los ahoguen, y no dan fruto. 15 La semilla que cayó en tierra buena son los que con corazón noble y bueno escuchan el mensaje. Lo obedecen y con paciencia producen buena cosecha.

Presten atención a Jesús

(Mr 4:21-25)

16 »Nadie enciende una lámpara para cubrirla con una vasija ni para ponerla debajo de la cama. Al contrario, la pone sobre un candelero para que los que entren tengan luz. 17 Todo lo que está escondido se descubrirá. Todo secreto se llegará a conocer y saldrá a la luz. 18 Así que tengan cuidado de entender lo que oyen. Porque al que entienda se le dará más a entender, y al que no entienda se le quitará hasta lo que cree que entiende».

La verdadera familia de Jesús

(Mt 12:46-50; Mr 3:31-35)

19 La mamá y los hermanos de Jesús querían verlo y no pudieron acercarse a él porque había mucha gente. 20 Entonces alguien le avisó:

—Tu mamá y tus hermanos están esperando afuera y quieren verte.

21 Pero Jesús les respondió:

—Mi mamá y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la obedecen.

Jesús calma una tormenta

(Mt 8:23-27; Mr 4:35-41)

22 Un día, Jesús subió a una barca con sus seguidores y les dijo:

—Crucemos al otro lado del lago.

Así que partieron, 23 y mientras iban en la barca, Jesús se quedó dormido. Se desató una tormenta de viento sobre el lago, y la barca estaba en peligro de hundirse. 24 Entonces despertaron a Jesús y le dijeron:

—¡Maestro, Maestro, vamos a ahogarnos!

Jesús se levantó y regañó al viento y a las olas. Entonces cesaron y todo quedó en gran calma. 25 Entonces Jesús les dijo:

—¿Dónde está su fe?

Pero ellos estaban asombrados y asustados y se decían unos a otros:

—¿Quién es este que hasta el viento y las olas obedecen sus órdenes?

Jesús expulsa unos demonios

(Mt 8:28-34; Mr 5:1-20)

26 Entonces navegaron al otro lado del lago a la región donde vivían los gerasenos, frente a Galilea. 27 Cuando Jesús bajó a tierra, se encontró con un hombre que venía del pueblo. El hombre estaba poseído por unos demonios. Hacía mucho tiempo que andaba desnudo y no vivía en ninguna casa, sino entre las tumbas.

28 Cuando el hombre vio a Jesús, cayó ante él, gritando muy fuerte:

—¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te suplico que no me atormentes.

29 Es que Jesús ordenaba al espíritu maligno que saliera del hombre. Muchas veces se había apoderado de él y a veces terminaba en la cárcel encadenado de pies y manos, pero el hombre siempre rompía las cadenas. El demonio lo hacía vagar por lugares solitarios. 30 Entonces Jesús le preguntó:

—¿Cómo te llamas?

Él contestó:

—Legión[x].

Dijo esto porque muchos demonios habían entrado en él. 31 Y ellos le rogaron a Jesús que no les diera orden de irse a la oscuridad eterna[y]. 32 Había muchos cerdos comiendo en el cerro. Los demonios le rogaron a Jesús que los dejara entrar en los cerdos y él los dejó. 33 Entonces los demonios salieron del hombre y entraron en los cerdos. Todos los cerdos se echaron a correr pendiente abajo por el barranco, cayeron en el lago y se ahogaron.

34 Los encargados de cuidar los cerdos vieron lo que había pasado, y salieron huyendo a contarlo en el pueblo y en el campo. 35 La gente salió a ver lo que había pasado. Se acercaron a Jesús y encontraron al hombre del que habían salido los demonios sentado a sus pies, vestido y en su sano juicio. La gente tuvo miedo. 36 Los que vieron lo ocurrido les contaron a los demás cómo había sido sanado el hombre que tenía demonios. 37 Entonces todos los de la región de Gerasa le pidieron a Jesús que se fuera porque estaban llenos de temor. Así que Jesús subió a la barca para regresar a Galilea. 38 El hombre del que habían salido los demonios le rogaba que lo dejara acompañarlo, pero Jesús le dijo que se fuera:

39 —Regresa a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho por ti.

De esa forma, el hombre se fue y le contó a todo el pueblo lo mucho que Jesús había hecho por él.

La hija de Jairo y la mujer enferma

(Mt 9:18-26; Mr 5:21-43)

40 Cuando Jesús regresó a Galilea, la multitud lo recibió muy bien, porque todos lo estaban esperando. 41 En ese momento llegó un hombre llamado Jairo, dirigente de la sinagoga. Se arrodilló a los pies de Jesús y le rogó que fuera a su casa, 42 porque su única hija, que tenía doce años, se estaba muriendo.

Toda la gente apretujaba a Jesús al ir hacia la casa de Jairo. 43 Había allí una mujer que llevaba doce años sufriendo de flujos de sangre. Había gastado todo su dinero en médicos,[z] pero ninguno la había podido sanar. 44 Ella se le acercó a Jesús por detrás, le tocó el borde de su manto e inmediatamente dejó de sangrar. 45 Entonces Jesús dijo:

—¿Quién me acaba de tocar?

Todos dijeron que nadie y Pedro le dijo:

—Maestro, toda la gente a tu alrededor está empujándote y apretujándote.

46 Sin embargo, Jesús insistió:

—Alguien me tocó. Sentí que salió poder de mí.

47 Cuando la mujer vio que no se podía esconder, se acercó a Jesús temblando y se arrodilló a sus pies. Todos la escucharon explicar por qué lo había tocado y cómo había sanado al instante. 48 Entonces Jesús le dijo:

—Hija, tu fe te ha sanado. Vete en paz.

49 Mientras Jesús decía esto, vino alguien de la casa del dirigente de la sinagoga y le dijo:

—Tu hija ha muerto. No molestes más al maestro.

50 Pero al oír esto, Jesús le dijo al dirigente de la sinagoga:

—No tengas miedo; sólo cree y ella será sanada.

51 Jesús llegó a la casa y no dejó que nadie entrara con él. Sólo dejó entrar a Pedro, Juan, Santiago y a los padres de la niña. 52 Toda la gente estaba llorando y lamentándose por ella. Jesús les dijo:

—Dejen de llorar. Ella no está muerta, sólo está dormida.

53 Entonces todos se burlaron de él porque sabían que la niña ya estaba muerta. 54 Pero Jesús la tomó de la mano y le dijo:

—¡Levántate, niña!

55 Ella volvió a la vida e inmediatamente se levantó. Luego Jesús ordenó que le dieran algo de comer. 56 Sus padres quedaron completamente atónitos, pero Jesús les dijo que no le contaran a nadie lo que había pasado.

Jesús envía a los doce apóstoles

(Mt 10:5-15; Mr 6:7-13)

Jesús reunió a los doce y les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar enfermedades. Luego los mandó a anunciar el reino de Dios y a sanar a los enfermos, diciéndoles:

—No lleven nada para el camino: ni bastón, ni bolsa, ni alimentos, ni dinero ni un cambio de ropa. Quédense en la casa a donde lleguen hasta que se vayan del pueblo. Si no les dan la bienvenida en un pueblo, sacúdanse el polvo de los pies a manera de advertencia para ellos.

Entonces los seguidores de Jesús salieron y fueron por todos los pueblos anunciando la buena noticia y sanando a la gente en todas partes.

Herodes está confuso acerca de Jesús

(Mt 14:1-12; Mr 6:14-29)

Herodes, el gobernador, se enteró de todo lo que estaba pasando. Quedó confuso porque algunos decían que Juan[aa] había resucitado de entre los muertos, otros que Elías había aparecido, y otros que era uno de los antiguos profetas que había resucitado. Pero Herodes dijo: «Yo le corté la cabeza a Juan. Entonces ¿quién es este del que oigo decir todo esto?» Y trataba de ver a Jesús.

Jesús alimenta a más de 5000

(Mt 14:13-21; Mr 6:30-44; Jn 6:1-14)

10 Cuando los apóstoles regresaron, le contaron a Jesús todo lo que había pasado. Entonces Jesús se los llevó a un pueblo llamado Betsaida para estar a solas. 11 Pero la gente se enteró y también fue. Jesús los recibió bien, les habló del reino de Dios y sanó a los que tenían enfermedades.

12 Al atardecer, los doce se acercaron a Jesús y le dijeron:

—Dile a la gente que se vaya a los pueblos y campos cercanos a conseguir comida y un lugar donde dormir, porque estamos en un lugar muy solitario.

13 Pero Jesús les dijo:

—Denles ustedes de comer.

Ellos le dijeron:

—Sólo tenemos cinco panes y dos pescados, a menos que quieras que vayamos a comprar comida para toda esta gente.

14 Había allí como 5000 hombres. Pero Jesús les dijo a sus seguidores:

—Díganles que se sienten en grupos de más o menos 50.

15 Ellos así lo hicieron y todos se sentaron. 16 Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados. Miró al cielo y dio gracias a Dios por la comida. Partió los panes y los peces y se los dio a sus seguidores para que se los repartieran a la gente. 17 Todos comieron y quedaron satisfechos. Recogieron de lo que les sobró doce canastas llenas.

Pedro dice que Jesús es el Mesías

(Mt 16:13-19; Mr 8:27-29)

18 Un día mientras Jesús estaba orando a solas, sus seguidores se acercaron y él les preguntó:

—¿Quién dice la gente que soy yo?

19 Ellos contestaron:

—Algunos creen que eres Juan el Bautista, otros dicen que eres Elías y otros que uno de los antiguos profetas que ha resucitado.

20 Él les dijo:

—¿Y ustedes quién dicen que soy yo?

Pedro respondió:

—El Mesías de Dios.

21 Jesús les advirtió que no se lo dijeran a nadie.

Jesús habla de su muerte

(Mt 16:21-28; Mr 8:31-9:1)

22 Entonces les dijo:

—El Hijo del hombre tiene que pasar por muchos sufrimientos y ser rechazado por los ancianos líderes, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley. Tiene que morir, pero a los tres días resucitará.

23 Después Jesús les dijo a todos:

—Si alguien quiere ser mi seguidor, tiene que renunciar a sí mismo, aceptar la cruz que se le da cada día y seguirme. 24 Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, la salvará. 25 De nada vale tener todo el mundo si uno mismo se destruye o se pierde. 26 Si alguien se avergüenza de mí[ab] y de mi enseñanza, entonces yo me avergonzaré de él cuando venga en mi gloria y en la gloria de mi Padre y de los santos ángeles. 27 Pero les digo la verdad: algunos de los que están aquí no morirán sin antes haber visto el reino de Dios.

Jesús con Moisés y Elías

(Mt 17:1-8; Mr 9:2-8)

28 Más o menos ocho días después de decir estas palabras, Jesús llevó a Pedro, a Juan y a Santiago a una montaña a orar. 29 Mientras Jesús oraba, su cara cambió y su ropa se volvió de color blanco muy brillante. 30 Entonces dos hombres hablaban con él; eran Moisés y Elías, 31 que se veían también llenos de esplendor. Los dos hablaban de la muerte de Jesús, que iba a ocurrir en Jerusalén. 32 Pedro y los que estaban con él, se habían quedado dormidos. Pero cuando se despertaron, vieron la gloria de Jesús y también a los dos hombres que estaban al lado de él. 33 Cuando Moisés y Elías se iban, Pedro, sin saber lo que decía, le dijo a Jesús:

—Maestro, qué bueno que estemos aquí. Permítenos hacer tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

34 Pero mientras decía esto, una nube llegó y los envolvió. Los seguidores estaban muy asustados cuando entraron en la nube. 35 Entonces salió de la nube una voz que decía: «Este es mi Hijo, mi elegido. ¡Escúchenlo!» 36 Después de que se dejó de oír la voz, Jesús quedó solo. Pedro, Juan y Santiago guardaron silencio. Por un tiempo no le dijeron a nadie lo que habían visto.

Jesús sana a un muchacho

(Mt 17:14-18; Mr 9:14-27)

37 Al día siguiente bajaron de la montaña y mucha gente salió al encuentro de Jesús. 38 Justo en ese momento, un hombre de la multitud gritó:

—Maestro, te ruego que veas a mi único hijo, porque 39 un espíritu se apodera de él. De repente grita, luego lo tira al suelo y le sale espuma por la boca. El espíritu lo sigue atormentando y lo deja rendido. 40 Les rogué a tus seguidores que expulsaran al espíritu, pero no pudieron.

41 Cuando Jesús escuchó esto, dijo:

—¡Partida[ac] de incrédulos y pervertidos! ¿Cuánto tiempo más tendré que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos?

Entonces Jesús le dijo:

—Trae a tu hijo aquí.

42 Cuando el muchacho se acercaba, el demonio lo tiró al suelo y lo hizo convulsionar. Pero Jesús reprendió al espíritu maligno, sanó al muchacho y lo regresó a su papá. 43 Toda la gente estaba asombrada por el gran poder de Dios.

Jesús habla otra vez de su muerte

(Mt 17:22-23; Mr 9:30-32)

Mientras toda la gente estaba asombrada de lo que Jesús había hecho, él les dijo a sus seguidores:

44 —Pongan mucha atención a lo que les voy a decir ahora. El Hijo del hombre está a punto de ser entregado en manos de los hombres.

45 Pero ellos no entendieron lo que decía, porque el mensaje estaba oculto para que no pudieran entenderlo. Tenían miedo de preguntarle qué quería decir.

El más importante

(Mt 18:1-5; Mr 9:33-37)

46 Los seguidores de Jesús comenzaron a discutir sobre quién de ellos era el más importante. 47 Jesús sabía lo que estaban pensando, por eso tomó a un niñito, lo puso a su lado y 48 les dijo:

—El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí. Y si me recibe a mí, también recibe a mi Padre que me envió. El más insignificante entre ustedes es el más importante.

El que no está en contra, está a favor

(Mr 9:38-40)

49 Juan le dijo:

—Maestro, vimos a alguien expulsando demonios en tu nombre y tratamos de impedírselo porque no era uno de nosotros.

50 Pero Jesús le dijo:

—No se lo impidan, porque el que no está contra ustedes, está con ustedes.

Un pueblo samaritano

51 Cuando se acercaba el momento de que Jesús fuera llevado al cielo, se dirigió resueltamente a Jerusalén. 52 Envió a unos mensajeros antes de él a un pueblo samaritano para que prepararan todo para su llegada. 53 Pero los samaritanos no lo recibieron porque iba hacia Jerusalén. 54 Cuando sus seguidores Santiago y Juan vieron esto, dijeron:

—Señor, ¿quieres que ordenemos que baje fuego del cielo para destruirlos?[ad]

55 Pero Jesús se dio vuelta y los regañó.[ae] 56 Luego se fueron a otro pueblo.

Seguir a Jesús

(Mt 8:19-22)

57 Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús:

—Te seguiré a dondequiera que vayas.

58 Entonces Jesús le dijo:

—Las zorras tienen sus madrigueras y las aves tienen sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene un lugar donde descansar la cabeza.

59 Jesús le dijo a otro:

—Sígueme.

Pero el hombre le dijo:

—Primero déjame ir a enterrar a mi papá.

60 Jesús le dijo:

—Deja que los muertos entierren a sus muertos, tú ve y anuncia el reino de Dios.

61 También otro hombre le dijo:

—Yo te seguiré, Señor, pero primero deja que vaya a despedirme de mi familia.

62 Pero Jesús le dijo:

—Aquel que empieza a arar un campo y mira hacia atrás, no sirve para el reino de Dios.

Palabra de Dios para Todos (PDT)

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