Bible in 90 Days
Jesús alimenta a los cinco mil
6 Después de esto, Jesús se fue al otro lado del mar de Galilea o de Tiberíades. 2 Mucha gente lo seguía, porque veía las señales milagrosas que él hacía en los enfermos. 3 Entonces Jesús subió a una colina y se sentó con sus discípulos. 4 Faltaba poco tiempo para la Pascua, la fiesta de los judíos. 5 Cuando Jesús alzó la vista, vio mucha gente que venía hacía él; entonces le dijo a Felipe:
―¿Dónde vamos a comprar pan para tanta gente?
6 Dijo esto para ponerlo a prueba, porque él ya sabía lo que iba a hacer.
7 Felipe respondió:
―Ni con el salario de ocho meses de trabajo nos alcanzaría para darle un pedazo de pan a tanta gente.
8 Andrés, que era otro de sus discípulos y hermano de Simón Pedro, le dijo:
9 ―Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es esto para tanta gente?
10 Jesús les ordenó:
―Díganle a la gente que se siente.
Allí había mucha hierba, así que todos se sentaron. Sólo los hombres eran como cinco mil. 11 Jesús tomó los panes, dio gracias y los fue repartiendo a los que estaban sentados. Luego hizo lo mismo con los pescados. Todos comieron cuanto quisieron.
12 Cuando ya todos estuvieron satisfechos, les dijo a sus discípulos:
―Recojan los pedazos que sobraron, para que no se desperdicie nada.
13 Ellos los recogieron, y con los pedazos que sobraron de los panes, llenaron doce canastas.
14 Al darse cuenta de la señal milagrosa que Jesús realizó, la gente comenzó a decir:
―No cabe duda de que este es el profeta que tenía que venir al mundo.
15 Jesús se dio cuenta de que querían llevárselo a la fuerza para hacerlo su rey, por lo que se retiró otra vez a la montaña él solo.
Jesús camina sobre el agua
16 Al anochecer, sus discípulos bajaron al lago, 17 subieron a una barca y comenzaron a cruzar el lago rumbo a Capernaúm. Ya había oscurecido y Jesús todavía no regresaba.
18 Soplaba un fuerte viento que levantó unas olas muy altas. 19 Los discípulos habían remado unos cinco o seis kilómetros cuando vieron que Jesús caminaba sobre el agua. Él venía hacia la barca y ellos se asustaron. 20 Pero él les dijo: «Soy yo, no tengan miedo». 21 Entonces lo recibieron con gusto en la barca y en seguida la barca llegó a la orilla a donde iban.
22 Al día siguiente, la gente que se había quedado en el otro lado del lago se dio cuenta de que los discípulos se habían ido solos en la única barca que había y que Jesús no se había ido en la barca con ellos. 23 Otras barcas de Tiberíades llegaron al lugar donde la gente había comido el pan después que el Señor diera gracias. 24 Cuando la gente se dio cuenta de que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, subió a las barcas y se fue a buscarlo a Capernaúm.
Jesús, el pan de vida
25 Cuando lo encontraron al otro lado del lago, le preguntaron:
―Maestro, ¿cuándo llegaste acá?
26 Jesús les respondió:
―La verdad es que ustedes me buscan, no porque han visto señales milagrosas sino porque comieron hasta llenarse. 27 No trabajen por la comida que se acaba. Trabajen más bien por la comida que permanece y da vida eterna, que es la comida que el Hijo del hombre les dará. Sobre él ha puesto Dios el Padre su sello de aprobación.
28 Le preguntaron:
―¿Qué tenemos que hacer para llevar a cabo las obras que Dios exige?
29 Jesús les respondió:
―La obra que Dios exige es que crean en aquel a quien él envió.
30 Ellos insistieron:
―¿Qué señal milagrosa harás para que al verla te creamos? ¿Qué puedes hacer? 31 Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: “Les dio a comer pan del cielo”.
32 Jesús les respondió:
―Les aseguro que no fue Moisés el que les dio a ustedes el pan del cielo. Mi Padre es el que da el verdadero pan del cielo. 33 El pan que da Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.
34 Le dijeron:
―Señor, danos siempre ese pan.
35 Jesús les dijo:
―Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí no volverá a tener hambre, y el que cree en mí no volverá a tener sed. 36 Pero como ya les dije, aunque ustedes me han visto, no creen en mí. 37 Todos los que el Padre me da vendrán a mí; y al que viene a mí, no lo rechazo. 38 Yo he venido del cielo a cumplir la voluntad del que me envió y no la mía. 39 Y esta es la voluntad del que me envió: que no pierda a ninguno de los que él me ha dado, sino que los resucite en el día final, 40 porque mi Padre quiere que todo el que reconozca al Hijo y crea en él, tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final.
41 Entonces los judíos empezaron a murmurar contra Jesús, porque dijo: «Yo soy el pan que bajó del cielo». 42 Y decían: «¿No es este Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo se atreve a decir que él bajó del cielo?».
43 Jesús les respondió:
―Dejen de murmurar. 44 Nadie puede venir a mí si el Padre que me envió no lo trae, y yo lo resucitaré en el día final. 45 En los profetas está escrito: “Dios les enseñará a todos”. Así que todos los que escuchan al Padre y aprenden de él, vienen a mí. 46 Nadie ha visto al Padre, sólo el que viene de Dios ha visto al Padre. 47 Les aseguro que el que cree tiene vida eterna. 48 Yo soy el pan de vida. 49 Los antepasados de ustedes comieron el maná en el desierto, y aun así murieron. 50 Pero yo soy el pan que baja del cielo; el que come de él, no muere. 51 Yo soy el pan vivo que bajó del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre. Este pan es mi carne, que daré para que el mundo viva.
52 Entonces los judíos se pusieron a discutir entre ellos, diciendo: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?».
53 Jesús les dijo:
―Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tienen realmente vida. 54 El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final. 55 Porque mi carne es comida verdadera y mi sangre es bebida verdadera. 56 El que come mi carne y bebe mi sangre vive unido a mí y yo vivo unido a él. 57 Yo vivo por el Padre viviente que me envió; por eso, el que come de mí, vivirá por mí. 58 Yo soy el pan que bajó del cielo. Los antepasados de ustedes comieron maná y, sin embargo, murieron; pero el que come de este pan vivirá para siempre.
59 Jesús enseñó todo esto en la sinagoga de Capernaúm.
Muchos discípulos abandonan a Jesús
60 Al escucharlo, muchos de sus discípulos dijeron: «Esto que tú enseñas es muy difícil de aceptar. ¿Quién puede estar de acuerdo con eso?».
61 Jesús comprendió que los discípulos estaban murmurando por lo que había dicho y les preguntó:
―¿Esto les ofende? 62 ¿Qué pasaría si vieran al Hijo del hombre subir a donde antes estaba? 63 El Espíritu es el que da vida; la carne no vale para nada. Las palabras que yo les he dicho son espíritu y vida. 64 Pero todavía hay algunos de ustedes que no creen.
Es que Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién lo traicionaría. Por eso dijo:
65 ―A eso me refería cuando les dije que nadie puede venir a mí, a menos que el Padre se lo permita.
66 Desde ese momento muchos de sus discípulos lo abandonaron. Entonces, Jesús les preguntó a los doce:
67 ―¿También ustedes quieren irse?
68 Simón Pedro le contestó:
―Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna. 69 Y nosotros hemos creído, y sabemos que eres el Santo de Dios.
70 Jesús les respondió:
―Yo los escogí a ustedes doce, pero uno de ustedes es un diablo.
71 Hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote, uno de los doce, que lo iba a traicionar.
Jesús va a la fiesta de los Tabernáculos
7 Después de esto, Jesús andaba por Galilea. No quería ir a Judea porque allí los judíos lo esperaban para matarlo. 2 Como se acercaba la fiesta judía de los Tabernáculos, 3 los hermanos de Jesús le dijeron:
―Tienes que salir de aquí. Vete a Judea para que tus discípulos vean las obras que haces, 4 porque nadie puede darse a conocer si hace las cosas en secreto. Ya que haces estas cosas, deja que todo el mundo te conozca.
5 Era evidente que ni siquiera sus hermanos creían en él.
6 Por eso Jesús les respondió:
―Para ustedes cualquier tiempo es bueno, pero todavía no ha llegado mi tiempo. 7 A ustedes el mundo no los odia, pero a mí sí me odia, porque yo les muestro que sus obras son malas. 8 Vayan ustedes a la fiesta. Yo ahora no voy, porque todavía no ha llegado mi tiempo.
9 Después de haberles dicho esto, se quedó en Galilea. 10 Pero después que sus hermanos se fueron a la fiesta, él también fue, aunque en secreto, no de manera pública.
11 Por eso los jefes judíos lo buscaban durante la fiesta, y decían: «¿Dónde estará ese hombre?». 12 Entre la gente había muchos rumores acerca de él. Unos decían: «Él es un buen hombre». Otros afirmaban: «No es bueno porque engaña a la gente». 13 Sin embargo, nadie se atrevía a hablar de él abiertamente, por miedo a los jefes judíos.
Jesús enseña en la fiesta
14 A la mitad de la fiesta, Jesús entró al templo y comenzó a enseñar. 15 Los jefes judíos estaban admirados y decían:
―¿Cómo sabe tanto este hombre, si nunca ha estudiado?
16 Jesús les respondió:
―Lo que yo enseño no viene de mí, sino del que me envió. 17 Si alguien se decide a hacer la voluntad de Dios, reconocerá si mis enseñanzas provienen de Dios o si yo hablo por mi propia cuenta. 18 El que habla por su cuenta busca su propia gloria. Por el contrario, el que busca la gloria del que lo envió es una persona justa y dice la verdad. 19 ¿No es cierto que Moisés les dio a ustedes la ley? Sin embargo, ninguno de ustedes la obedece. ¿Por qué quieren matarme?
20 La gente le contestó:
―Estás endemoniado. ¿Quién te quiere matar?
21 Jesús les dijo:
―Todos ustedes han quedado asombrados por un solo milagro que hice. 22 Aunque en realidad la circuncisión no proviene de Moisés, sino de los patriarcas, fue Moisés quien les mandó practicarla. Y ustedes la practican incluso el sábado. 23 Ahora bien, si para obedecer la ley de Moisés ustedes circuncidan a un varón aunque sea sábado, ¿por qué se enojan conmigo por sanarlo completamente en sábado? 24 No juzguen por lo que a ustedes les parece; juzguen con justicia.
¿Es este el Cristo?
25 Algunos de los que vivían en Jerusalén decían: «¿No es este al que quieren matar? 26 Ahí está, hablando ante los ojos de todo mundo y nadie le dice nada. ¿Será que las autoridades se convencieron de que es el Cristo? 27 Nosotros sabemos de dónde viene este hombre, pero cuando venga el Cristo nadie sabrá de dónde viene».
28 Por eso Jesús, que estaba enseñando en el templo, dijo con voz fuerte:
―¡Así que ustedes me conocen y saben de dónde vengo! Yo no vengo por mi propia cuenta sino que me envió alguien en quien se puede confiar. Ustedes no lo conocen, 29 pero yo sí lo conozco porque vengo de él, y él mismo me envió.
30 Entonces quisieron arrestarlo, pero nadie le echó mano porque todavía no había llegado su tiempo.
31 Aun así, muchos de los que estaban entre la multitud creyeron en él, y decían: «Cuando venga el Cristo, ¿acaso va a hacer más señales milagrosas que este hombre?».
32 Cuando los fariseos oyeron que la gente murmuraba estas cosas acerca de él, se pusieron de acuerdo con los jefes de los sacerdotes y mandaron unos guardias del templo para arrestarlo.
33 Jesús les dijo:
―Todavía voy a estar con ustedes un poco más de tiempo, y después volveré al que me envió. 34 Ustedes me buscarán, pero no me encontrarán, porque no podrán llegar a donde yo esté.
35 Los judíos se preguntaban entre ellos: «¿Y a dónde piensa irse este que no podremos encontrarlo? ¿Acaso pensará ir a los judíos que están dispersos entre las naciones, y enseñar a los griegos? 36 ¿Qué quiere decir con eso de que “me buscarán, pero no me encontrarán”, y “no podrán llegar a donde yo esté”?».
Jesús en el último día de la fiesta
37 El último día de la fiesta, que era el más importante, Jesús se puso de pie y dijo con fuerte voz:
―¡Si alguno tiene sed, venga a mí y beba! 38 De aquel que cree en mí, brotarán ríos de agua viva, como dice la Escritura.
39 Lo que quería decir con esto era que los que creyeran en él recibirían el Espíritu. El Espíritu Santo todavía no había venido, porque Jesús aún no había sido glorificado.
40 Al oír sus palabras, algunos de entre la multitud decían: «No cabe duda de que este es el Profeta».
41 Otros decían: «¡Es el Cristo!». Pero otros preguntaban: «¿Cómo puede el Cristo venir de Galilea?».
42 La Escritura dice que el Cristo será descendiente de David, y que nacerá en Belén, el pueblo de donde era David.
43 La gente estaba dividida por causa de Jesús. 44 Algunos querían arrestarlo, pero nadie le echó mano.
Incredulidad de los dirigentes judíos
45 Los guardias del templo volvieron a donde estaban los jefes de los sacerdotes y los fariseos, quienes les preguntaron:
―¿Por qué no lo han traído?
46 Los guardias contestaron:
―¡Nadie ha hablado nunca como ese hombre!
47 Los fariseos respondieron:
―¿Así que también ustedes se han dejado engañar? 48 ¿Acaso ha creído en él alguno de nuestros jefes o de los fariseos? 49 ¡No! Pero esta gente, que no conoce la ley, está bajo maldición.
50 Entonces Nicodemo, que era uno de ellos y antes había ido a ver a Jesús, les dijo:
51 ―Nuestra ley no condena a un hombre sin antes escucharlo y saber lo que hace.
52 Ellos protestaron diciendo:
―¿También tú eres de Galilea? Investiga y verás que de Galilea no ha salido ningún profeta.
53 Y después cada uno se fue a su casa.
La mujer sorprendida en adulterio
8 Pero Jesús se fue al monte de los Olivos. 2 A la mañana siguiente regresó al templo. La gente se le acercó, y él se sentó a enseñarles. 3 Entonces los maestros de la ley y los fariseos llevaron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio. La pusieron en medio del grupo 4 y le dijeron a Jesús:
―Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el momento mismo en que cometía adulterio. 5 La ley de Moisés nos ordena que debemos apedrear a esa clase de mujeres. ¿Tú qué dices?
6 Ellos le estaban poniendo una trampa al hacerle esa pregunta, para así tener de qué acusarlo. Pero Jesús se inclinó y comenzó a escribir en el suelo con su dedo. 7 Como seguían haciéndole preguntas, se enderezó y les dijo:
―Aquel de ustedes que nunca haya pecado, tire la primera piedra.
8 Y se inclinó de nuevo a seguir escribiendo en el suelo. 9 Al oír esto, los más viejos comenzaron a irse, y luego poco a poco los demás también se fueron. Sólo la mujer seguía allí y Jesús se quedó solo con ella.
10 Entonces él se enderezó y le preguntó:
―Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?
11 Ella dijo:
―Nadie, Señor.
―Yo tampoco te condeno. Vete y no vuelvas a pecar.
Validez del testimonio de Jesús
12 Jesús, una vez más le habló a la gente diciendo:
―Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en oscuridad, porque tendrá la luz de la vida.
13 Los fariseos le dijeron:
―Tú eres tu propio testigo y por eso tu testimonio no es válido.
14 Jesús respondió:
―Aunque yo sea mi propio testigo, mi testimonio es válido. Porque yo sé de dónde vengo y a dónde voy; pero ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy. 15 Ustedes juzgan según criterios humanos; yo, en cambio, no juzgo a nadie. 16 Pero si lo hago, mi juicio es de acuerdo con la verdad, porque yo no juzgo por mi cuenta, sino que el Padre que me envió juzga conmigo. 17 En la ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos personas se considera verdadero. 18 Yo mismo soy uno de mis testigos; y mi Padre que me envió es el otro.
19 Le preguntaron:
―¿Dónde está tu padre?
―Si me conocieran a mí, también conocerían al Padre.
20 Jesús dijo estas palabras mientras enseñaba en el templo, en el lugar donde se ponen las ofrendas. Pero nadie lo arrestó porque todavía no había llegado su tiempo.
Yo no soy de este mundo
21 Jesús les dijo una vez más:
―Yo me voy, y ustedes me buscarán, pero morirán en su pecado. A donde yo voy, ustedes no pueden ir.
22 Los judíos decían: «¿Será que está pensando suicidarse, y por eso dice que a donde él va nosotros no podemos ir?».
23 Jesús continuó diciendo:
―Ustedes son de aquí abajo; yo soy de allá arriba. Ustedes son de este mundo; yo no soy de este mundo. 24 Por eso les dije que morirán en sus pecados. Pues si no creen que yo soy el que afirmo ser, morirán en sus pecados.
25 Le preguntaron:
―¿Quién eres tú?
Jesús les contestó:
―En primer lugar, ¿por qué tengo que darles explicaciones? 26 Yo tengo muchas cosas que decir y juzgar de ustedes. Pero el que me envió es verdadero, y yo le repito al mundo lo que le he oído decir a él.
27 Pero ellos seguían sin entender que les estaba hablando de Dios.
28 Por eso Jesús les dijo:
―Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, ustedes comprenderán que yo soy, y que no hago nada por mi propia cuenta, sino que hablo lo que el Padre me ha enseñado. 29 El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque siempre hago lo que a él le agrada.
30 Cuando Jesús dijo todo esto, muchos creyeron en él.
Los hijos de Abraham
31 Entonces Jesús les dijo a los judíos que creyeron en él:
―Si ustedes se mantienen obedientes a mis enseñanzas, serán de verdad mis discípulos. 32 Entonces conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.
33 Ellos le contestaron:
―Nosotros somos descendientes de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Qué quieres decir con eso de que seremos libres?
34 Jesús respondió:
―Es bien cierto que el que peca es esclavo del pecado. 35 El esclavo no se queda para siempre en la familia; el hijo, en cambio, sí se queda para siempre en la familia. 36 Así que si el Hijo los libera, serán libres de verdad. 37 Yo sé que ustedes son descendientes de Abraham. Sin embargo, tratan de matarme porque no quieren aceptar mi palabra. 38 Yo hablo de lo que he visto al estar con mi Padre. Así también ustedes, hagan lo que del Padre han escuchado.
39 Ellos respondieron:
―¡Nuestro padre es Abraham!
Él les dijo:
―Si ustedes fueran en verdad sus hijos, harían lo que él hizo. 40 Yo les he dicho la verdad que he recibido de Dios, y aun así ustedes quieren matarme. ¡Abraham nunca hizo tal cosa! 41 Lo que ustedes hacen es lo que hace su padre.
Ellos le respondieron:
―Nosotros no somos hijos que nacieron de prostitución. Nuestro Padre es sólo uno, y es Dios mismo.
Los hijos del diablo
42 Jesús les contestó:
―Si en verdad Dios fuera su Padre, ustedes me amarían, porque vine de Dios y aquí estoy. No vine por mi propia cuenta, sino porque Dios me envió. 43 ¿Por qué no entienden lo que les hablo? Porque no pueden aceptar mi mensaje. 44 Ustedes son de su padre el diablo y quieren cumplir los deseos de él. Desde el principio el diablo ha sido un asesino, y no se mantiene en la verdad porque no hay verdad en él. Él es mentiroso por naturaleza, y por eso miente. ¡Él es el padre de la mentira! 45 Pero a mí, que les digo la verdad, no me creen. 46 ¿Quién de ustedes me puede probar que he pecado? Si digo la verdad, ¿por qué no me creen? 47 El que es de Dios escucha lo que Dios dice. Pero ustedes no escuchan, porque no son de Dios.
Declaración de Jesús acerca de sí mismo
48 Los judíos respondieron:
―Tenemos razón al decir que eres samaritano, y que estás endemoniado.
49 Jesús les respondió:
―No tengo ningún demonio. Lo único que hago es honrar a mi Padre. Ustedes en cambio, me deshonran a mí. 50 Yo no busco que me den la gloria a mí; pero hay uno que sí la busca, y él es el que juzga. 51 La verdad es que el que obedece mi palabra, nunca morirá.
52 Los judíos dijeron:
―Ahora estamos seguros de que estás endemoniado. Abraham murió y también los profetas, pero tú dices que si alguno obedece tu palabra, nunca morirá. 53 ¿Acaso eres más importante que nuestro padre Abraham? Él murió, y también los profetas murieron. ¿Quién te has creído que eres?
54 Jesús les respondió:
―Si yo me doy gloria a mí mismo, mi gloria no sirve de nada. Pero el que me da la gloria es mi Padre, el que ustedes dicen que es su Dios. 55 Pero en realidad, ustedes no lo conocen. Yo, en cambio, sí lo conozco. Si yo les dijera que no lo conozco, sería tan mentiroso como ustedes. Pero lo conozco y obedezco su palabra. 56 Abraham, el padre de ustedes, se llenó de alegría al pensar que vería mi día; lo vio y se alegró.
57 Los judíos le dijeron:
―Todavía no tienes cincuenta años de edad, ¿y ya has visto a Abraham?
58 ―La verdad es que, antes que Abraham naciera, yo existo.
59 Entonces los judíos tomaron piedras para arrojárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.
Jesús sana a un ciego de nacimiento
9 Cuando pasaba, Jesús vio a un hombre que era ciego de nacimiento.
2 Y sus discípulos le preguntaron:
―Maestro, ¿este hombre nació ciego por culpa de su pecado o por el pecado de sus padres?
3 Jesús les respondió:
―Ni por el pecado de él ni por el de sus padres, sino para que todos vean lo que Dios hace en la vida de él. 4 Mientras es de día, tenemos que cumplir con el trabajo del que me envió. Viene la noche cuando ya nadie pueda trabajar. 5 Mientras yo estoy en el mundo, soy la luz del mundo.
6 Al acabar de decir esto, escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, se lo untó al ciego en los ojos y le dijo:
7 ―Ve y lávate en el estanque de Siloé (que significa: Enviado).
El ciego fue y se lavó, y al regresar ya veía.
8 Sus vecinos y los que antes lo habían visto pedir limosna decían: «¿No es este el que se sienta a pedir limosna?».
9 Unos decían: «Sí, es él». Otros decían: «No, no es él, sólo se parece a él». Pero él decía: «Sí, yo soy».
10 Le preguntaron:
―¿Cómo se te abrieron los ojos?
11 Él contestó:
―Un hombre que se llama Jesús hizo un poco de lodo, me lo untó en los ojos y me dijo: “Ve y lávate en Siloé”. Yo fui, me lavé, y ahora puedo ver.
12 Le preguntaron:
―¿Y dónde está ese hombre?
Él respondió:
―No lo sé.
Las autoridades investigan la sanidad del ciego
13 Al que había sido ciego lo llevaron ante los fariseos. 14 Era sábado cuando Jesús hizo el lodo y le abrió los ojos al ciego. 15 Por eso los fariseos le preguntaron cómo era que podía ver. Él les respondió: «Me untó lodo en los ojos, me lavé, y ahora puedo ver».
16 Algunos fariseos decían: «Ese hombre no viene de parte Dios, porque no respeta el sábado».
Pero otros decían: «¿Cómo puede un pecador hacer señales milagrosas como esta?».
Y no llegaban a ningún acuerdo entre ellos.
17 Por eso volvieron a preguntarle al que había sido ciego:
―Él fue quien te dio la vista; ¿qué opinas de él?
Él contestó:
―Yo digo que es un profeta.
18 Pero los judíos no creían que ese hombre hubiera sido ciego y que ahora pudiera ver. Así que llamaron a sus padres 19 y les preguntaron:
―¿Es este su hijo? ¿Es verdad que nació ciego? ¿Cómo es que ahora puede ver?
20 Los padres contestaron:
―Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego. 21 Pero no sabemos cómo ahora puede ver ni quién le dio la vista. Pregúntenselo a él, pues ya es mayor de edad y puede responder por sí mismo.
22-23 Sus padres contestaron así porque tenían miedo de los judíos, pues estos se habían puesto de acuerdo para expulsar de la sinagoga a todo el que reconociera que Jesús era el Cristo.
24 Los judíos llamaron una vez más al que había sido ciego, y le dijeron:
―Júralo por Dios. Nosotros sabemos que este hombre es pecador.
25 El hombre respondió:
―Yo no sé si es pecador. Lo único que sé es que yo era ciego y ahora veo.
26 Ellos volvieron a preguntarle:
―¿Qué te hizo? ¿Cómo te dio la vista?
27 Él les contestó:
―Ya se lo dije y no me hicieron caso. ¿Para qué quieren oírlo otra vez? ¿Acaso quieren hacerse sus discípulos?
28 Entonces ellos lo insultaron y le dijeron:
―Discípulo de ese hombre lo serás tú. Nosotros somos discípulos de Moisés. 29 Sabemos que Dios le habló a Moisés, pero de este no sabemos nada.
30 El hombre respondió:
―¡Qué extraño que ustedes no sepan nada de él y que a mí me haya dado la vista! 31 Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí escucha a los que lo adoran y hacen su voluntad. 32 Nunca se ha sabido que alguien le haya dado la vista a alguien que hubiera nacido ciego. 33 Si este hombre no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada.
34 Ellos le respondieron:
―Tú, que desde que naciste eres un pecador, ¿vas a darnos lecciones a nosotros?
Y lo echaron de allí.
La ceguera espiritual
35 Jesús se enteró de que habían expulsado a ese hombre, y al encontrarse con él le preguntó:
―¿Crees en el Hijo del hombre?
36 Él le dijo:
―¿Quién es, Señor? Dímelo, para que crea en él.
37 Jesús le contestó:
―Pues ya lo has visto; soy yo, que estoy hablando contigo.
38 El hombre le dijo:
―Creo, Señor.
Se puso de rodillas delante de Jesús, y lo adoró.
39 Entonces Jesús dijo:
―Yo he venido a este mundo para juzgarlo. Para que los ciegos vean, y para que se queden ciegos los que ven.
40 Algunos fariseos que estaban con él, al oír que decía esto, le preguntaron:
―¿Quieres decir que nosotros somos ciegos?
41 Jesús les contestó:
―Si ustedes fueran ciegos, no serían culpables de sus pecados. Pero como aseguran que ven, son culpables de pecado.
Jesús, el buen pastor
10 Jesús dijo: «Es verdad que para entrar al redil de las ovejas hay que entrar por la puerta, porque el que salta por otro lado es un ladrón y un bandido. 2 En cambio, el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. 3 El portero le abre a este la puerta y las ovejas oyen su voz. Llama a las ovejas por su nombre y las saca del redil. 4 Cuando ya ha sacado a todas las que son suyas, él va delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque reconocen su voz. 5 Pero a un desconocido no lo siguen; más bien, huyen de él porque no reconocen su voz».
6 Jesús les puso este ejemplo, pero ellos no entendieron lo que les quería decir. 7 Por eso, Jesús volvió a decirles: «Sí, yo soy la puerta de las ovejas. 8 Todos los que vinieron antes que yo eran unos ladrones y unos bandidos, por eso las ovejas no les hicieron caso. 9 Yo soy la puerta; el que entra por esta puerta, se salvará. Podrá entrar y salir, y hallará pastos. 10 El ladrón sólo viene a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
11 »Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. 12 El que trabaja por un salario no es el pastor, y las ovejas no le pertenecen a él. Por eso, cuando ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye. Entonces el lobo ataca al rebaño y lo dispersa por todos lados. 13 Y ese hombre huye porque sólo le importa su salario y no las ovejas. 14 Yo soy el buen pastor. Yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, 15 así como el Padre me conoce a mí y yo lo conozco a él, y doy mi vida por las ovejas.
16 »Tengo otras ovejas que no son de este redil, y también a ellas debo traerlas. Ellas escucharán mi voz, y formarán un solo rebaño con un solo pastor.
17 »El Padre me ama porque entrego mi vida para volver a recibirla. 18 Nadie me la quita, sino que yo la entrego por mi propia voluntad. Tengo poder para entregarla, y también tengo poder para volver a recibirla. Esto es lo que mi Padre me ordenó».
19 Una vez más, cuando los judíos oyeron las palabras de Jesús, surgieron divisiones entre ellos.
20 Muchos decían: «Este tiene un demonio, y está loco. ¿Por qué le hacen caso?».
21 Pero otros decían: «Nadie que tenga un demonio puede hablar así. Además, ¿acaso puede un demonio abrirles los ojos a los ciegos?».
Jesús y la fiesta de la Dedicación
22 Era invierno y por esos días se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. 23 Jesús andaba en el templo, por el pórtico de Salomón. 24 Entonces lo rodearon los judíos y le preguntaron:
―¿Hasta cuándo nos vas a tener con esta duda? Si tú eres el Cristo, dínoslo claramente.
25 Jesús les respondió:
―Ya se lo he dicho y ustedes no me creen. Las cosas que yo hago en nombre de mi Padre son las que lo demuestran. 26 Pero ustedes no me creen porque no son de mi rebaño. 27 Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. 28 Yo les doy vida eterna y jamás perecerán ni nadie podrá arrebatármelas de la mano. 29 Mi Padre me las dio, y él es más grande que todos; por eso, nadie se las puede arrebatar de la mano. 30 El Padre y yo somos uno.
31 Los judíos, una vez más, tomaron piedras para arrojárselas, 32 pero Jesús les dijo:
―Yo les he mostrado muchas cosas buenas que he hecho por el poder de mi Padre. ¿Por cuál de ellas me quieren apedrear?
33 Los judíos le respondieron:
―No te apedreamos por ninguna de ellas sino porque has blasfemado. Tú no eres más que un hombre y te haces pasar por Dios.
34 Jesús respondió:
―¿Acaso no está escrito en su ley: “Yo he dicho que ustedes son dioses”? 35 Si Dios llamó “dioses” a aquellos para los que vino su mensaje (y la Escritura no se puede negar), 36 ¿por qué me acusan de haber blasfemado si el Padre me apartó y me envió al mundo? ¿Me acusan porque dije que soy el Hijo de Dios? 37 Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; 38 pero si las hago, crean en mis obras, aunque no me crean a mí. Así se convencerán de que el Padre está en mí y que yo estoy en el Padre.
39 Una vez más trataron de arrestarlo, pero él se les escapó de las manos. 40 Regresó Jesús al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había estado bautizando, y allí se quedó.
41 Mucha gente iba a verlo y decían: «Juan nunca hizo ninguna señal milagrosa, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad».
42 Y muchos en aquel lugar creyeron en Jesús.
Muerte de Lázaro
11 Un hombre llamado Lázaro, estaba enfermo. Era del pueblo de Betania, como también sus hermanas María y Marta. 2 María fue la que derramó perfume sobre los pies del Señor y luego los secó con sus cabellos. 3 Las dos hermanas le enviaron este mensaje a Jesús: «Señor, tu amigo querido está enfermo».
4 Jesús oyó esto y dijo:
―Esta enfermedad no terminará en muerte, sino que servirá para darle la gloria a Dios, y para que también le den la gloria al Hijo de Dios.
5 Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. 6 A pesar de eso, cuando recibió la noticia de que Lázaro estaba enfermo, se quedó dos días más donde estaba. 7 Después dijo a sus discípulos:
―Regresemos a Judea.
8 Ellos le respondieron:
―Maestro, hace poco los judíos trataron de apedrearte, ¿y quieres volver allá?
9 Jesús les contestó:
―¿No es verdad que el día tiene doce horas? El que anda de día no tropieza porque tiene la luz de este mundo. 10 Pero el que anda de noche sí tropieza, porque le falta la luz.
11 Después dijo:
―Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy a despertarlo.
12 Sus discípulos respondieron:
―Señor, si está dormido, es que va a sanarse.
13 Aunque Jesús se refería a la muerte de Lázaro, sus discípulos pensaron que hablaba del sueño natural. 14 Por eso Jesús les dijo claramente:
―Lázaro ha muerto, 15 y me alegro de no haber estado allí, para que por medio de esto ustedes crean. Vamos a verlo.
16 Entonces Tomás, al que llamaban el Gemelo, dijo a los otros discípulos:
―Vamos también nosotros, para morir con él.
Jesús consuela a las hermanas de Lázaro
17 Cuando Jesús llegó a Betania, se enteró de que Lázaro ya llevaba cuatro días en el sepulcro.
18 Betania estaba cerca de Jerusalén, a sólo tres kilómetros. 19 Por eso muchos judíos habían ido a casa de Marta y María, para consolarlas por la muerte de su hermano.
20 Cuando Marta supo que Jesús llegaba, le salió al encuentro. Pero María se quedó en la casa.
21 Marta le dijo a Jesús:
―Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. 22 Pero a pesar de eso, yo sé que Dios te dará todo lo que le pidas.
23 Jesús le dijo:
―Tu hermano volverá a vivir.
24 Marta respondió:
―Yo sé que volverá a vivir, en la resurrección, cuando llegue el día final.
25 Jesús le dijo:
―Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; 26 y todo el que cree en mí nunca morirá. ¿Crees esto?
27 Ella le respondió:
―Sí, Señor. Yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo.
28 Después de decir esto, Marta regresó a la casa y llamó a su hermana María. Le dijo en secreto:
―El Maestro está aquí y te llama.
29 Sin perder tiempo, María se levantó y fue a verlo. 30 Jesús todavía estaba fuera del pueblo, en el lugar donde Marta se había encontrado con él. 31 Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que se levantaba y salía de prisa, la siguieron. Ellos pensaban que iba al sepulcro a llorar.
32 Cuando María llegó a donde estaba Jesús y lo vio, se arrojó a sus pies y le dijo:
―Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
33 Jesús, al ver llorar a María y a los judíos que la acompañaban, se conmovió mucho y se turbó.
34 Él les preguntó:
―¿Dónde lo sepultaron?
Ellos le respondieron:
―Ven a verlo, Señor.
35 Jesús lloró.
36 Los judíos dijeron:
―¡Miren cuánto lo quería!
37 Pero otros decían:
―Este, que le dio la vista al ciego, ¿no podía haber evitado que Lázaro muriera?
Jesús resucita a Lázaro
38 Jesús, conmovido una vez más, se acercó al sepulcro. Era una cueva que tenía tapada la entrada con una piedra.
39 Jesús ordenó:
―Quiten la piedra.
Marta, la hermana del muerto, respondió:
―Señor, ya debe oler mal, pues hace cuatro días que murió.
40 Jesús le respondió:
―¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios?
41 Entonces quitaron la piedra. Jesús miró al cielo y dijo:
―Padre, te doy gracias porque me has escuchado. 42 Yo sé que siempre me escuchas, pero lo dije para que la gente que está aquí crea que tú me enviaste.
43 Después de decir esto, gritó con todas sus fuerzas:
―¡Lázaro, sal de ahí!
44 Y el que había estado muerto salió, con las manos y los pies vendados, y el rostro cubierto con un lienzo.
Jesús les dijo:
―Quítenle las vendas y déjenlo ir.
La conspiración para matar a Jesús
45 Muchos de los judíos que estaban visitando a María y vieron lo que Jesús hizo, creyeron en él. 46 Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. 47 Entonces, los jefes de los sacerdotes y los fariseos reunieron al Consejo.
Y dijeron:
―¿Qué vamos a hacer? Este hombre está haciendo muchas señales milagrosas. 48 Si lo dejamos, todos van a creer en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro lugar sagrado y hasta nuestra nación.
49 Uno de ellos, llamado Caifás, que ese año era el sumo sacerdote, les dijo:
―¡Ustedes de verdad que no saben nada! 50 No entienden que es mejor que un solo hombre muera por el pueblo, y no que la nación entera sea destruida.
51 Pero él no dijo esto por su propia cuenta, sino que, como era el sumo sacerdote ese año, profetizó que Jesús moriría por la nación judía. 52 Y moriría no sólo por esa nación, sino también para reunir a todos los hijos de Dios que estaban dispersos.
53 Así que desde ese día tomaron la decisión de matarlo. 54 Por eso Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos. Se fue a un pueblo llamado Efraín que estaba cerca del desierto, y allí se quedó con sus discípulos.
55 Como faltaba poco para la Pascua judía, mucha gente iba del campo a Jerusalén para la ceremonia de su purificación, antes de la Pascua. 56 Buscaban a Jesús, y mientras andaban en el templo se preguntaban unos a otros: «¿Qué les parece? ¿Vendrá a la fiesta?».
57 Los jefes de los sacerdotes y los fariseos habían ordenado que si alguien sabía dónde estaba Jesús, debía denunciarlo para que lo arrestaran.
María unge a Jesús en Betania
12 Seis días antes de la Pascua, Jesús llegó a Betania, donde vivía Lázaro, el hombre al que Jesús había resucitado. 2 Allí hicieron una cena en honor de Jesús. Lázaro estaba sentado a la mesa con él, y Marta servía. 3 Entonces, María tomó un frasco como de medio litro de perfume de nardo puro, que era muy caro, y lo derramó sobre los pies de Jesús, secándoselos luego con sus cabellos. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
4 Pero Judas Iscariote, que era uno de los discípulos de Jesús, y el que más tarde lo traicionaría, dijo:
5 ―¿Por qué no se vendió este perfume, que vale muchísimo dinero, para dárselo a los pobres?
6 Dijo esto, no porque le importaran los pobres sino porque era un ladrón y, como tenía a su cargo la bolsa del dinero, robaba de lo que echaban en ella.
7 Jesús respondió:
―Déjenla en paz. Ella estaba guardando este perfume para el día de mi entierro. 8 A los pobres siempre los tendrán con ustedes, pero a mí no siempre me tendrán.
9 Muchos de los judíos se enteraron de que Jesús estaba allí y fueron a verlo; pero no sólo a él sino también a Lázaro, a quien Jesús había resucitado. 10 Entonces los jefes de los sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, 11 pues por su causa, muchos se apartaban de los judíos y creían en Jesús.
La entrada triunfal
12 Al día siguiente, muchos de los que habían ido a la fiesta se enteraron de que Jesús iba camino a Jerusalén. 13 Entonces tomaron ramas de palma y salieron a recibirlo, gritando:
―¡Hosanna!
―¡Bendito el que viene de parte del Señor!
―¡Bendito el Rey de Israel!
14 Jesús encontró un burrito y se montó en él, como dice la Escritura:
15 «No tengas miedo, oh ciudad de Sion;
aquí viene tu rey, montado sobre un burrito».
16 Al principio, sus discípulos no entendieron lo que estaba pasando. Pero después que Jesús fue glorificado, se acordaron de que todo lo que le habían hecho ya estaba escrito, y se refería a él.
17 La gente que había estado con Jesús cuando llamó a Lázaro del sepulcro y lo resucitó de entre los muertos, contaba todo esto. 18 Por eso mucha gente que se enteró de que Jesús había hecho esa señal milagrosa le salió al encuentro.
19 Pero los fariseos se decían unos a otros: «Dense cuenta, así no vamos a lograr nada. ¡Miren, todo el mundo lo sigue!».
Jesús predice su muerte
20 Entre la gente que había ido a adorar en la fiesta había algunos griegos. 21 Estos se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le dijeron:
―Señor, queremos ver a Jesús.
22 Felipe fue a contárselo a Andrés, y juntos fueron a decírselo a Jesús.
23 Jesús les respondió:
―Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado. 24 Es verdad que si un grano de trigo cae en tierra y no muere, se queda solo. Pero si muere, produce mucho fruto. 25 El que ama su vida la pierde; en cambio, quien desprecia su vida en este mundo, la conserva para la vida eterna. 26 El que quiera servirme, debe seguirme; y donde yo esté, allí también estará el que me sirve. Al que me sirva, mi Padre lo honrará.
27 »En este momento estoy lleno de angustia, ¿y por eso voy a decir: “Padre, sálvame de este sufrimiento”? ¡Si para eso he venido! 28 ¡Padre, glorifica tu nombre!».
Entonces se oyó una voz del cielo que decía: «Ya lo glorifiqué y lo volveré a glorificar». 29 La gente que estaba allí, y que oyó la voz, decía que había sido un trueno. Otros decían que un ángel le había hablado.
30 Jesús dijo:
―Esa voz no se oyó por mí sino por causa de ustedes. 31 A este mundo ya le ha llegado su juicio, y el príncipe de este mundo va a ser expulsado. 32 Pero cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo.
33 Con esto, Jesús les estaba diciendo de qué manera iba a morir.
34 La gente le respondió:
―Hemos aprendido de la ley que el Cristo vivirá para siempre; ¿por qué dices que el Hijo del hombre tiene que ser levantado? ¿Quién es ese Hijo del hombre?
35 Jesús les dijo:
―Ustedes van a tener la luz un poco más de tiempo. Caminen mientras tienen la luz, antes que los sorprenda la oscuridad; porque el que camina en la oscuridad no sabe a dónde va. 36 Mientras tienen la luz, crean en ella, para que sean hijos de la luz.
Después de decir esto, Jesús se fue y se escondió de ellos.
Los judíos siguen en su incredulidad
37 Jesús había hecho muchas señales milagrosas en presencia de ellos, y a pesar de eso, todavía no creían en él. 38 Así se cumplió lo que el profeta Isaías había dicho:
«Señor; ¿quién ha creído en nuestro mensaje? ¿A quién se le ha mostrado el poder del Señor?».
39 Por eso no podían creer, pues Isaías también había dicho:
40 «Les ha cegado los ojos y les endureció el corazón,
para que no puedan ver con los ojos,
ni entiendan con el corazón ni se conviertan; y yo los sane».
41 Isaías dijo esto porque vio la gloria de Jesús y habló de él. 42 Sin embargo, muchos de los judíos, y hasta algunos de sus jefes, creyeron en él, pero no lo decían porque tenían miedo que los fariseos los expulsaran de la sinagoga. 43 Preferían recibir honores de los hombres y no los honores que proceden de Dios.
44 Jesús exclamó con voz fuerte: «El que cree en mí, también cree en el que me envió. 45 Y el que me ve a mí, también ve al que me envió. 46 Yo soy la luz que ha venido al mundo, para que todo el que crea en mí no viva en la oscuridad.
47 »El que escucha mis palabras y no las obedece, no soy yo el que lo va a juzgar; pues yo no vine a juzgar al mundo sino a salvarlo. 48 El que me rechaza y no obedece mis palabras tiene quien lo juzgue. La palabra que yo he hablado será la que lo juzgue en el día final. 49 Yo no he hablado por mi propia cuenta, ha sido el Padre que me envió el que me ordenó qué decir y cómo decirlo, 50 y sé bien que su mandamiento es vida eterna. Así que todo lo que les he dicho es lo que el Padre me ha ordenado decir».
Jesús les lava los pies a sus discípulos
13 La fiesta de la Pascua se acercaba. Jesús sabía que había llegado la hora de dejar este mundo para reunirse con el Padre. Él había amado a los suyos que estaban en el mundo, y los amó hasta el fin. 2 Antes de llegar la hora de la cena, el diablo ya había hecho que Judas Iscariote se decidiera a traicionar a Jesús. 3 Jesús sabía que el Padre le había dado autoridad sobre todas las cosas, y que él había venido de Dios y a Dios iba a regresar, 4 así que se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. 5 Luego echó agua en un recipiente y se puso a lavarles los pies a sus discípulos y a secárselos con la toalla. 6 Cuando llegó a Simón Pedro, este le dijo:
―Señor, ¿vas tú a lavarme los pies a mí?
7 Jesús le respondió:
―Ahora no entiendes por qué lo hago, pero más tarde lo entenderás.
8 Pedro dijo:
―¡No! ¡Jamás dejaré que me laves los pies!
Jesús le respondió:
―Si no te los lavo, no serás uno de los míos.
9 Simón Pedro le dijo:
―¡Señor, entonces no sólo los pies sino también las manos y la cabeza!
10 Jesús le contestó:
―El que está recién bañado no necesita lavarse más que los pies, pues está completamente limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos.
11 Jesús sabía quién lo iba a traicionar, y por eso dijo que no todos estaban limpios.
12 Después de lavarles los pies, se puso el manto y otra vez se sentó. Entonces les preguntó:
―¿Entienden ustedes lo que les he hecho? 13 Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen la verdad porque lo soy. 14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. 15 Yo les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes. 16 Les aseguro que ningún sirviente es más que su amo, y ningún mensajero es más que el que lo envió. 17 Si entienden esto y lo hacen serán dichosos.
Jesús predice la traición de Judas
18 »No estoy hablando de todos ustedes; yo sé a quiénes he escogido. Pero esto es para que se cumpla la Escritura que dice: “El que come conmigo se ha puesto en contra mía”.
19 »Les digo esto ahora, antes que suceda, para que cuando ocurra, ustedes crean que yo soy. 20 Les aseguro que el que recibe al que yo envío me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe al que me envió».
21 Después de decir esto, Jesús se llenó de angustia y dijo:
―Les aseguro que uno de ustedes me va a traicionar.
22 Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién estaba hablando. 23 Uno de ellos, al que Jesús quería mucho, estaba junto a él. 24 Simón Pedro le hizo señas a ese discípulo para que le preguntara de quién hablaba. 25 Él se acercó más a Jesús y le preguntó:
―Señor, ¿quién es?
26 Jesús le contestó:
―Al que yo le dé este pedazo de pan que voy a mojar en el plato.
Luego, mojó el pedazo de pan y se lo dio a Judas Iscariote, el hijo de Simón. 27 En el momento en que Judas tomó el pan, Satanás entró en él.
Jesús le dijo:
―Lo que vas a hacer, apúrate a hacerlo.
28 Ninguno de los que estaban sentados a la mesa entendió por qué Jesús le dijo eso. 29 Como Judas era el encargado de la bolsa del dinero, algunos pensaron que Jesús le estaba pidiendo que comprara lo necesario para la fiesta, o que diera algo a los pobres.
30 Cuando Judas tomó el pan, salió de allí sin pérdida de tiempo. Ya era de noche.
Jesús predice la negación de Pedro
31 Después que Judas salió, Jesús les dijo:
―Ahora el Hijo del hombre es glorificado, y por ello también a Dios lo glorifican. 32 Si a Dios lo glorifican cuando glorifican al Hijo, también Dios hará que glorifiquen al Hijo. Y Dios hará esto muy pronto.
33 »Mis queridos hijos, ya me queda poco tiempo con ustedes, y lo que les dije a los judíos ahora se los digo a ustedes. Me buscarán, pero a donde yo voy, ustedes no pueden ir.
34 »Les doy este mandamiento nuevo: que se amen unos a otros. Así como yo los amo, ustedes deben amarse unos a otros. 35 Si se aman unos a otros, todos se darán cuenta de que son mis discípulos».
36 Simón Pedro preguntó:
―Señor, ¿y a dónde vas?
Jesús respondió:
―A donde yo voy, no puedes seguirme ahora, pero después me seguirás.
37 Pedro insistió:
―Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Por ti estoy dispuesto a dar mi vida.
38 Jesús le respondió:
―¿Estás dispuesto a dar tu vida por mí? ¡Te aseguro que antes que el gallo cante, me negarás tres veces!
Jesús consuela a sus discípulos
14 »No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí. 2 En la casa de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, no les habría dicho que voy a prepararles un lugar. 3 Y si me voy a prepararles un lugar, volveré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté. 4 Ustedes ya conocen el camino para ir a donde yo voy».
Jesús, el camino al Padre
5 Entonces Tomás dijo:
―Señor, si no sabemos a dónde vas, ¿cómo vamos a saber el camino?
6 Jesús le contestó:
―Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie puede llegar al Padre si no es por mí. 7 Si ustedes me conocieran, conocerían también a mi Padre. Y ya desde este momento lo conocen pues lo han visto.
8 Felipe le dijo:
―Señor, déjanos ver al Padre y con eso nos basta.
9 Jesús le contestó:
―¡Felipe! ¿Ya llevo mucho tiempo entre ustedes y todavía no me conoces? El que me ha visto a mí, también ha visto al Padre. ¿Cómo puedes decirme: “Déjanos ver al Padre”? 10 ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las cosas que yo les digo, no las digo por mi propia cuenta. El Padre que está en mí, es el que hace sus propias obras. 11 Créanme cuando les digo que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí. Y si no, al menos créanme por las obras mismas.
12 »Les aseguro que el que cree en mí hará las mismas obras que yo hago, y hará obras todavía mayores porque yo vuelvo al Padre. 13 Todo lo que ustedes pidan en mi nombre, yo lo haré; así el Padre será glorificado en el Hijo. 14 Yo haré lo que ustedes pidan en mi nombre.
Jesús promete el Espíritu Santo
15 »Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos. 16 Y yo le pediré al Padre, y él les enviará otro Consolador para que siempre esté con ustedes. 17 Él es el Espíritu de verdad; el mundo no lo puede recibir porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes sí lo conocen, porque vive con ustedes y estará en ustedes. 18 No los voy a dejar huérfanos; volveré a estar con ustedes. 19 Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán. Y porque yo vivo, también ustedes vivirán. 20 En aquel día ustedes se darán cuenta de que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí, y yo en ustedes. 21 El que hace suyos mis mandamientos y los obedece, ese es el que me ama. Y al que me ama, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y me mostraré a él».
22 Judas, (no el Iscariote) le dijo:
―Señor, ¿por qué te mostrarás a nosotros y no al mundo?
23 Jesús le contestó:
―El que me ama, obedece mi palabra. Por eso, Dios lo amará y vendremos a vivir con él. 24 El que no me ama, no obedece mi palabra. Estas palabras que ustedes oyen no son mías, sino del Padre, que me envió.
25 »Les digo todo esto ahora que todavía estoy con ustedes. 26 Pero el Consolador, el Espíritu Santo, vendrá en mi nombre porque el Padre lo enviará. Él les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que les he dicho.
27 »Les dejo la paz, les doy mi paz; pero no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni tengan miedo. 28 Ya me oyeron decirles que me voy, pero regreso a ustedes. Si me amaran, estarían alegres de que voy al Padre porque el Padre es más grande que yo. 29 Les digo esto antes que suceda, para que cuando suceda, crean. 30 Ya no hablaré mucho con ustedes, porque viene el príncipe de este mundo. Él no tiene poder sobre mí, 31 pero todos tienen que saber que amo al Padre y que hago lo que él me ordena. ¡Levántense, vámonos de aquí!
Jesús, la vid verdadera
15 »Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el que la cultiva. 2 Si alguna de mis ramas no da uvas, la corta; pero a todas las ramas que dan fruto, las poda para que den todavía más fruto.
3 »Ustedes ya están limpios a causa de la palabra que les he dado. 4 Sigan unidos a mí, y yo seguiré unido a ustedes. Así como una rama no puede dar fruto por sí misma, separada de la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si están separados de mí.
5 »Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que está unido a mí, como yo estoy unido a él, dará mucho fruto. Si están separados de mí no pueden hacer nada. 6 El que no está unido a mí lo echan fuera y se seca. Así como le pasa a las ramas que se recogen, se echan al fuego y se queman. 7 Si ustedes siguen unidos a mí y mis palabras permanecen en ustedes, pueden pedir lo que quieran y se les dará. 8 Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y de esa manera muestran que son mis discípulos.
9 »Así como el Padre me ama a mí, así también yo los amo a ustedes. No se aparten de mi amor. 10 Si obedecen mis mandamientos, no se apartarán de mi amor, así como yo obedezco los mandamientos de mi Padre y su amor no se aparta de mí. 11 Les digo esto para que también tengan mi alegría y así su alegría sea completa. 12 Y mi mandamiento es este: que se amen unos a otros como yo los amo. 13 Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos. 14 Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. 15 Ya no les llamo sirvientes, porque el sirviente no sabe lo que hace su amo. Ahora los llamo amigos, porque les he enseñado todo lo que he oído decir a mi Padre. 16 Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los escogí a ustedes, y los he mandado para que vayan y den fruto, un fruto que dure para siempre. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre. 17 Esto es lo que les mando: que se amen unos a otros.
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