Bible in 90 Days
Tercer discurso de Bildad
25 Bildad de Súah responde:
2 «Dios es poderoso y temible. Él pone orden en las altura de los cielos. 3 ¿Quién podrá contar sus ejércitos de ángeles? Y su luz se derrama sobre toda la tierra. 4 ¿Cómo puede el simple hombre plantarse ante Dios y pretender que es justo? ¿Quién en el mundo entero puede alardear de ser puro? 5 Tan glorioso es Dios, que hasta la luna y las estrellas son menos que nada comparadas con él. 6 ¡Cuánto más insignificante es el hombre, que no es más que un simple gusano a la vista de él!».
Interrupción de Job
26 Respuesta de Job:
2 «¡Tú sí que ayudas al débil! ¡Cómo me has animado en mi gran necesidad! 3 ¡Cómo has instruido mi ignorancia! ¡Qué magnífica sabiduría has expresado! 4 ¿Cómo se te han ocurrido esos admirables comentarios?».
Bildad reanuda su discurso
5-6 «Desnudos y temblorosos se presentan los muertos ante Dios en el sitio adonde van. 7 Dios extiende el cielo sobre el espacio vacío, y cuelga la tierra de la nada. 8 Envuelve la lluvia en sus densas nubes, y las nubes no se rompen con ese peso. 9 Oculta su trono entre cortinas de nubes. 10 Pone límite al océano; sí, y limita el día y la noche. 11 Las columnas del cielo tiemblan cuando él reprende. 12 Y por su poder se calma el mar. Él es diestro en aplastar el orgullo de las aguas. 13 Embellece los cielos con su espíritu; clava a la serpiente que huye veloz. 14 Estas son algunas de sus obras más insignificantes; no más que un murmullo de su poder. ¿Quién podrá entonces resistir ante su trueno?».
Noveno discurso de Job
27 Defensa final de Job:
2 «Por el Dios viviente que me ha despojado de mis derechos; por el Dios Todopoderoso que ha amargado mi alma, 3 afirmo que mientras viva, mientras haya en mí aliento de Dios, 4 no dirán mis labios ningún mal; no habrá mentira en mi lengua. 5 Nunca jamás les daré la razón; hasta que muera, afirmaré mi inocencia. 6 No soy un pecador; lo repito una y otra vez. Mi conciencia estará limpia mientras viva.
7 »Quienes afirman lo contrario son perversos enemigos míos. Son hombres malvados. 8 Pero, ¿qué esperanza habrá para el impío cuando Dios le corte la existencia, le quite la vida? 9 ¿Escuchará Dios su clamor cuando la tribulación lo asalte? 10 Porque él se goza en el Todopoderoso o se acuerda de Dios sólo en tiempos de crisis.
11 »Les enseñaré acerca de Dios; 12 pero en realidad no es necesario, puesto que ustedes saben de él tanto como yo. Y sin embargo, vienen diciéndome tantas palabras inútiles».
Tercer discurso de Zofar
13 «Este es el destino que aguarda a los malvados, y que procede de la mano del Todopoderoso: 14 Si tienen multitud de hijos, es para que mueran en la guerra o perezcan de hambre. 15 Los que sobrevivan irán a la tumba por enfermedad o plaga, y no habrá quien los llore, ni siquiera sus esposas. 16 El malvado puede acumular dinero como polvo, y tener armarios llenos de vestidos; 17 sí, puede mandar que el sastre se los confeccione, pero serán los inocentes quienes los usen y quienes se repartan su oro. 18 Toda casa construida por los malvados es frágil como tela de araña, tan agrietada como choza de paja. 19 Era rico al acostarse, pero al despertar descubre que toda su riqueza ha desaparecido. 20 El terror lo abruma y lo arrastran las tormentas de la noche. 21 El viento del este se lo lleva y lo hace desaparecer. Lo arrastra a la eternidad. 22 Porque Dios lo acosará sin misericordia. Él ansía escapar de Dios. 23 Todos gritarán de júbilo cuando muera, y con burlas lo despedirán hacia la eternidad».
Elogio de la sabiduría
28 Hay minas donde se extrae la plata, y lugares especiales donde se refina el oro. 2 El hierro y el cobre se sacan de la tierra, y también tienen lugares donde se refinan. 3-4 Ya no hay obstáculos para que los mineros entren en las minas. Con sus linternas vencen a la más oscura cueva. En ella investigan hasta los más recónditos secretos de la tierra, balanceándose y suspendidos en sogas. 5 Los hombres saben obtener alimento de la superficie terrestre, bajo la cual hay fuego.
6 Saben descubrir zafiros y oro en polvo; 7 tesoros que ningún ave de rapiña puede ver y ningún ojo de águila descubrir, 8 porque se encuentran en lo profundo de las minas. Ningún animal salvaje ha pisado jamás estos tesoros; ningún león les ha puesto la zarpa encima. 9 Los hombres saben partir rocas como el pedernal y trastrocar el pie de las montañas. 10 Son capaces de abrir túneles en las rocas y de poner al desnudo piedras preciosas. 11 Construyen presas para detener el agua y sacan el oro.
12 Pero aunque los hombres pueden hacer todo esto, no saben dónde hallar la sabiduría y el entendimiento. 13 No sólo ignoran cómo obtenerla, sino que, en efecto, ella no puede hallarse entre los vivientes. 14 «Aquí no está», dicen los océanos; y los mares responden: «Ni aquí tampoco».
15 No puede comprarse con oro o plata, 16 ni con todo el oro refinado o las piedras preciosas de ónix y zafiro. 17 Ni el oro ni el cristal pueden compararse con la sabiduría, ni se cambia por áureas joyas. 18 El coral negro y el cristal de roca no tienen valor para obtenerla; vale mucho más que los rubíes. 19 Los topacios de Cus no pueden comprarla, ni tampoco el oro más fino.
20 ¿Dónde, entonces, obtenerla? ¿Dónde hallarla? 21 Porque está oculta a los ojos de la humanidad; ni las aves de aguda mirada que vuelan en el cielo pueden descubrirla.
22 ¡Pero la destrucción y la muerte dicen saber algo de ella! 23-24 Y Dios ciertamente sabe dónde se halla, porque él traspasa con la mirada toda la tierra y penetra todos los cielos. 25 El hace soplar los vientos y pone límite a los océanos. 26 Él establece las leyes de la lluvia y el sendero del relámpago. 27 Él sabe dónde se encuentra la sabiduría y lo declara a cuantos quieran escuchar. Él la estableció y la examinó plenamente. 28 Y esto dice él a todos los hombres: «Escuchen: temer al Señor es verdadera sabiduría; abandonar el mal es verdadero entendimiento».
Soliloquio de Job
29 Job prosiguió:
2 «¡Cómo extraño aquellos tiempos en que Dios cuidaba de mí, 3 cuando iluminaba el camino ante mis pasos y yo marchaba seguro entre las tinieblas!
4 »¡Si volvieran mis años de juventud, cuando la amistad de Dios reinaba en mi hogar; 5 cuando el Todopoderoso aún estaba conmigo y mis hijos en torno mío; 6 cuando mis planes prosperaban y hasta de la roca manaba aceite de olivas para mí!
7 »Aquellos eran los tiempos en que yo salía a la puerta de la ciudad y tomaba mi sitio entre los ancianos honorables. 8 Los jóvenes me veían y se apartaban, y hasta los ancianos se levantaban respetuosos a mi llegada. 9 Los príncipes se mantenían silenciosos y se tapaban la boca con la mano. 10 Los más altos dignatarios de la ciudad guardaban silencio. 11 Todos se regocijaban al oír mis palabras. Hablaban bien de mí cuantos me veían. 12 Pues yo, como juez honrado ayudaba a los pobres en sus necesidades y a los huérfanos que carecían de defensor. 13 Ayudaba a quienes estaban a punto de perecer, y ellos me bendecían. Y yo ponía en el corazón de las viudas un canto de alegría. 14 ¡Todo cuanto yo hacía era justo y honorable, porque la rectitud era mi vestidura! 15 Fui ojos para el ciego y pies para el cojo. 16 Fui padre de los pobres y me encargué de que hasta a los extranjeros se les hiciera justicia. 17 Quebranté los colmillos de los impíos opresores y los obligué a soltar a sus víctimas.
18 »Yo pensaba: “Sin duda moriré en paz en mi nido, tras larga y buena vida”. 19 Pues cuanto yo hacía prosperaba. Toda la noche había rocío en mis campos y los regaba. 20 Constantemente se me tributaban nuevos honores, y mis capacidades eran refrescadas y renovadas continuamente. 21 Todos me escuchaban y atendían mi consejo, y callaban hasta que yo hablara. 22 Y luego que yo hablaba no replicaban; porque mi consejo les satisfacía. 23 Ansiaban mis palabras como los que en la sequía ansían la lluvia. Esperaban ansiosos y con la boca abierta. 24 Cuando estaban desalentados, yo les sonreía y eso los animaba y les levantaba el espíritu. 25 Les decía lo que debían hacer, y los corregía como jefe de ellos, o como un rey instruye a su ejército, y como quien consuela a los dolientes.
30 »Pero ahora, quienes son menores que yo se burlan de mí, jovencitos cuyos padres no les llegaban ni a las pantorrillas de mis perros ovejeros. 2 ¡Ah! Cierto que tienen espaldas fuertes, pero son necios inútiles, insensatos. 3 Están enflaquecidos de hambre; han sido echados a los desiertos y a los páramos, desolados y tristes. 4 Comen raíces y hojas, 5 expulsados como están de la civilización. Los hombres gritaban tras ellos como quien corre a ladrones. 6 Así es que ahora habitan en cañadas espantosas; en cuevas y entre rocas. 7 Gritan como animales entre la maleza, apiñándose para protegerse bajo las ortigas. 8 Estos hijos suyos también resultaron necios, hijos sin nombre, proscritos de la civilización.
9 »¡Y ahora soy por tema de sus parodias! ¡Soy entre ellos motivo de burla! 10 Me desprecian y no quieren acercarse a mí, y no tienen empacho en escupirme a la cara. 11 Porque Dios ha puesto mi vida en peligro. Estos jovencitos, tras humillarme, ahora muestran todo desenfreno ante mí. 12 Este populacho me pone zancadillas y pone trampas a mis pies. 13 Ponen estorbos a mi camino y hacen cuanto pueden para que me sobrevenga la calamidad, sabiendo bien que no tengo quien me ampare. 14 Vienen contra mí de todos lados. Se lanzan sobre mí cuando estoy caído. 15 Ahora vivo aterrorizado. Me desprecian, y mi prosperidad se ha desvanecido como nube ante fuerte viento.
16 »Tengo el corazón quebrantado. La aflicción hace presa de mí. 17 Mis noches fatigosas están llenas de dolor, como si algo me perforara implacablemente los huesos. 18 Toda la noche la paso dando vueltas en el lecho, enredado en mi ropa. 19 Dios me ha derribado en el lodo. He llegado a ser como polvo y cenizas.
20 »Clamo a ti, oh Dios, pero no me respondes. Me presento ante ti, y no te dignas mirarme. 21 Te has vuelto cruel conmigo, y me persigues con gran poder y fuerza. 22 Me lanzas en el torbellino y me disuelves en la tormenta. 23 Y sé que tu propósito para conmigo es la muerte.
24 »Yo esperaba que mi caída se detuviera, como quien al caer extiende la mano o grita pidiendo auxilio en su calamidad. 25 ¿Acaso no lloré yo por los atribulados? ¿No me he condolido por los pobres? 26 Por eso esperaba yo que me viniera lo bueno, pero me vino lo malo. Esperaba la luz y vinieron las tinieblas. 27 Tengo el corazón atribulado e inquieto. Oleadas de aflicción me han asaltado. 28-29 Estoy ennegrecido, pero no por el sol. Me pongo de pie y grito pidiendo ayuda a la asamblea. Pero más valdría no desperdiciar el aliento, pues se me tiene por hermano de los chacales y compañero de las avestruces. 30 Tengo la piel negra, y se me está cayendo. Los huesos me arden de fiebre. 31 La voz de gozo y alegría se ha vuelto lamentación.
31 »Yo había convenido con mis ojos no mirar con lujuria a ninguna mujer. 2-3 Bien sé que el todopoderoso Dios que está en lo alto envía calamidades a quienes hacen eso. 4 El ve todo lo que hago y cada paso que doy.
5 »Si he mentido y engañado 6 que Dios me pese en una balanza justa y así sabrá que soy inocente. 7-8 Si me he desviado de la senda de Dios, o si mi corazón ha sentido concupiscencia por lo que mis ojos hayan visto, o si soy culpable de cualquier otro pecado, entonces, ¡que otro coseche lo que yo he sembrado y cuanto yo he plantado sea arrancado!
9 »Si he codiciado la mujer ajena, 10 ¡muera yo entonces y vaya mi esposa a parar a casa ajena, y otro hombre sea su marido! 11 Porque vergonzoso pecado es la lujuria; crimen que debe castigarse. 12 Es fuego devastador que nos consume y nos lanza al infierno, y arrancaría de raíz cuanto yo he plantado.
13 »Si yo hubiera sido injusto con mis siervos, 14 ¿cómo podría presentarme ante Dios? ¿Qué podría responderle cuando me pida cuentas? 15 Porque fue Dios quien me hizo, y él es también el hacedor de mi siervo. A ambos nos creó él.
16 »Jamás maltraté al pobre o hice llorar a la viuda; 17 jamás negué pan al huérfano hambriento. 18 Desde mi juventud he sido un padre para ellos; a las viudas las he guiado desde mi nacimiento. 19-20 Si vi al que se moría de frío y no le di abrigo o lana de mis ovejas para que se calentara, 21 o si he levantado contra el huérfano mi mano por contar con influencias en los tribunales. 22 Si algo de eso hice yo, ¡que me arranquen el brazo; que me lo disloquen desde el hombro! 23 Eso antes que enfrentarme al castigo de Dios. Lo que él manda es lo que más temo, porque si la majestad de Dios fuera en contra mía, ¿qué esperanza habría?
24 »Si puse mi confianza en el dinero; 25 si mi felicidad consistía en la riqueza, 26 o si he contemplado el sol que brilla en el cielo o la luna que viaja por su sendero de plata, 27 y en secreto, seducido mi corazón, los he adorado enviándoles besos con la mano, 28 también esto debe ser castigado por los jueces. Pues si tales cosas hubiera hecho yo, significaría que negaba al Dios del cielo.
29 »¿Acaso me alegré de la ruina de mi enemigo? 30 Jamás maldije a nadie ni pedí venganza. 31 A ninguno de mis siervos dejé pasar hambre. 32 Jamás rechacé a los extranjeros; mis puertas estuvieron abiertas para todos. 33 Jamás traté de ocultar mis pecados como el común de la gente, 34 por temor a la multitud y a su desprecio, negándome a reconocer mi transgresión.
35 »¡Cómo quisiera que Dios me escuchara! Estampo aquí mi firma; que me responda el Todopoderoso. Si él quiere contender conmigo, que lo haga por escrito. 36 Llevaré esta acusación como una corona. 37 Entonces yo le contaría exactamente lo que hice y por qué y le presentaría mi defensa como quien es escuchado por él.
38-39 »Si mis tierras me acusan de haber robado el fruto que ellas producen; o si asesiné a sus dueños para apropiarme de sus posesiones, 40 ¡que estas tierras produzcan espinos en lugar de trigo, y malas hierbas en vez de cebada!».
Fin de las palabras de Job.
Intervención de Eliú
32 Los tres hombres rehusaron dar ninguna otra respuesta a Job, porque este insistía en su inocencia.
2 Entonces Eliú, hijo de Baraquel de Buz, perteneciente a la familia de los Ram, se enojó porque Job se negaba a reconocer que había pecado y a aceptar que Dios tenía justa causa para castigarlo. 3 Pero también estaba enojado contra los tres amigos de Job, porque habiéndose mostrado incapaces de contestar a los argumentos de Job, sin embargo lo condenaban. 4 Eliú había esperado hasta este momento para hablar, porque los otros eran mayores que él. 5 Pero al ver que no tenían nada más que añadir, habló airadamente, 6 y dijo:
Primer discurso de Eliú
«Soy joven, y ustedes son ancianos; por eso me contuve, sin atreverme a decirles lo que pensaba, 7 pues dicen que los ancianos son más sabios. 8-9 Pero no son solamente los años los que dan sabiduría a los hombres; más bien es el espíritu que habita en el hombre, el hálito del Todopoderoso, el que lo hace inteligente.
10 »Así, pues, escúchenme un momento; permítanme expresar mi opinión. 11-12 He esperado todo este tiempo y he escuchado atentamente los argumentos de ustedes, pero ninguno de ellos ha convencido a Job de que es pecador, ni ha demostrado que lo sea. 13 Y no me vengan con aquello de que “sólo Dios puede convencer de su pecado al pecador”. 14 Si Job hubiera estado discutiendo conmigo, ¡yo no le habría respondido con esa clase de lógica!
15 »Allí están contrariados; sin más argumentos. 16 ¿Tengo que continuar esperando mientras ustedes permanecen silenciosos? 17 No; yo también daré mi respuesta. 18 Porque me siento ansioso y lleno de palabras: mi espíritu me impulsa. 19 Estoy como un odre lleno de vino y sin salida. ¡Mis palabras están a punto de estallar! 20 Tengo que hablar para desahogarme; déjenme, pues, que dé mis respuestas. 21-22 No insistan en que sea prudente para no herir a nadie, ni me pidan que adule a alguien. Déjenme ser franco, no vaya a ser que Dios me haga caer muerto.
33 »Job, te ruego que escuches lo que voy a decir: 2 Ya comencé a hablar; ahora déjame proseguir. 3 Diré la verdad desnuda. 4 Porque el espíritu de Dios me hizo: el hálito del Todopoderoso me da vida. 5 Si puedes responderme, no te detengas. 6 Mira, yo soy el que anhelabas: el intermediario entre tú y Dios, para actuar en representación de él y de ti. 7 No tienes por qué temerme. No soy persona famosa, que pueda ponerte nervioso o intimidarte. Yo también estoy hecho del barro común.
8 »Has dicho ante mis oídos; y varias veces, por cierto: 9 “Soy puro, soy inocente; no he pecado”. 10 Dices que Dios emplea un rastrillo muy fino tratando de hallar aunque sólo sea una falta, para tenerte por enemigo suyo. 11 “El mete mis pies en el cepo”, dices tú, “y vigila cada uno de mis movimientos”.
12 »Pues bien, esta es mi respuesta: Precisamente has pecado al hablar así de Dios. Porque Dios es más grande que el hombre. 13 ¿Por qué tienes que luchar contra él sólo porque no te rinde cuentas de lo que hace? 14 Porque Dios habla repetidamente 15 en sueños, en visiones nocturnas, cuando el sueño profundo cae sobre los hombres mientras yacen en sus lechos. 16 En tales ocasiones Dios les abre los oídos y les da sabiduría e instrucción, 17-18 haciéndoles cambiar de opinión, guardándolos del orgullo, y previniéndolos sobre los castigos del pecado, y evitando que caigan en algún lazo.
19 »A veces, Dios envía la enfermedad y el dolor, aunque no rompa ningún hueso, 20 de modo que el hombre pierde el gusto y el apetito, sin que le llame la atención ni el más delicioso manjar. 21 Se enflaquece; se vuelve huesos y pellejo, 22 y llega al borde de la muerte.
23-24 »Pero si hay un mensajero del cielo que interceda por él como amigo, para mostrarle lo que es recto, entonces Dios se compadece de él y dice: “Pónganlo en libertad; no lo hagan morir, pues he hallado un sustituto”. 25 Entonces el cuerpo se le volverá sano como el de un niño, robusto y juvenil otra vez. 26 Y cuando ore, Dios lo escuchará; contestará su oración y lo recibirá gozoso, y lo hará volver a sus deberes. 27 Y el hombre le declarará a sus amigos: “Pequé, pero Dios me dejó libre. 28 No me hizo morir. Continuaré viviendo en el mundo de la luz”.
29 »Sí, Dios suele hacer esto en favor del hombre. 30 Saca del hoyo su alma, para que pueda vivir bajo la luz de los vivientes.
31 »Fíjate bien en esto, Job, escúchame y déjame decir algo más. 32 Pero si ahora tienes algo que decir, dilo. Quiero escucharlo, pues estoy deseoso de justificarte. 33 De lo contrario, escúchame. ¡Mantén silencio, y yo te enseñaré sabiduría!».
Segundo discurso de Eliú
34 Eliú prosiguió:
2 «Escúchenme, hombres sabios. 3 Podemos elegir los sonidos que deseemos escuchar; podemos escoger el sabor de la comida que queramos; 4 y deberíamos también elegir la senda correcta. Pero ante todo debemos definir entre nosotros qué es el bien.
5 »Porque Job ha dicho: “Soy inocente, pero Dios dice que no lo soy. 6 Se me llama mentiroso, aunque soy inocente. Se me castiga espantosamente, aun cuando no he pecado”.
7-8 »¿Quién hay tan arrogante como Job? Debe de haber pasado mucho tiempo en compañía de hombres malos, 9 pues dijo: “¿Para qué malgastar tiempo tratando de agradar a Dios?”.
10 »Escúchenme con entendimiento. ¡Sin duda todos saben que Dios no peca! 11 Por el contrario, castiga a los pecadores. 12 No hay mayor verdad que esta: Dios nunca es malo ni injusto. 13 Sólo él tiene autoridad sobre la tierra y administra justicia para el mundo. 14 Si Dios retirara su espíritu, 15 toda la vida desaparecería y la humanidad volvería al polvo.
16 »Escucha ahora y procura entender. 17 ¿Podría Dios gobernar si detestara la justicia? Vas tú a condenar al Dios justo y poderoso? 18 ¿Vas a condenar a este Dios que dice a los reyes y a los nobles: “son malos e injustos”? 19 Porque a él no le impresiona lo grande que un hombre sea, ni favorece a los ricos más que a los pobres. A todos los hizo él. 20 En un instante mueren: a la medianoche, grandes y pequeños súbitamente fallecerán, llevados por una mano que no es de hombre.
21 »Porque Dios observa atentamente lo que hace la humanidad; a todos los ve. 22 No hay oscuridad tan densa que oculte al malo de sus ojos, 23 de modo que no hay que esperar que se produzca un crimen enorme para que el hombre sea llamado a juicio ante Dios. 24 Sin mucha ceremonia, Dios sencillamente hace trizas a los más grandes hombres, y pone a otros en su lugar. 25 Observa lo que hacen, y en sólo una noche los derriba y los destruye, 26 a plena luz los hace caer como malvados. 27 Porque ellos se desviaron de los caminos de Dios, 28 e hicieron que los clamores de los pobres llegaran a oídos del Señor. Sí, él escucha el llanto de los oprimidos. 29-30 Pero si él prefiere no hablar, ¿quién podrá censurarlo? También él puede impedir que un hombre indigno llegue a gobernar, evitándole ruina a una nación; y puede con igual facilidad echar por tierra a una nación entera.
31 »¿Por qué no clama el pueblo ante su Dios, diciendo: “Hemos pecado, pero nos apartaremos del mal”. 32 O, “ignoramos el mal que hayamos hecho; enséñanos cuál es, y lo abandonaremos de inmediato”? 33 ¿Tendría Dios que acomodar su justicia a tus exigencias? ¿Tendría que cambiar el orden del universo para satisfacer tus caprichos? ¡La respuesta tiene que ser evidente hasta para ti! 34-35 Aun sin ser muy listo, cualquiera estará de acuerdo conmigo en que tú, Job, hablas como un necio. 36 Deberías recibir el máximo castigo por la forma perversa en que has hablado acerca de Dios. 37 Porque ahora, a tus demás pecados has añadido la rebeldía, la arrogancia y la blasfemia».
Tercer discurso de Eliú
35 Eliú prosiguió:
2-3 «¿Crees que está bien que tú declares: “No he pecado, pero no por ello me va mejor delante de Dios?”. 4 Yo te responderé, y también a todos tus amigos. 5 Mira al cielo, muy por encima de ti. 6 Si pecas, ¿conmoverás con ello el cielo y derribarás a Dios de su trono? Aunque peques una y otra vez, ¿en qué lo afectarás a él? 7 O si te portas bien, ¿le estás haciendo un gran favor? 8 Tus pecados pueden dañar a otro hombre, o tus buenas acciones causarle provecho.
9-10 »Los oprimidos pueden gritar bajo sus males y gemir bajo el poder de los ricos; pero ninguno clama a Dios preguntando: “¿Dónde está Dios mi hacedor; que da cánticos en la noche, 11 y nos hace un poco más sabios que los cuadrúpedos y las aves?”. 12 Cuando alguno le lanza esta pregunta, nunca responde él castigando inmediatamente a los tiranos. 13 Pero es falso afirmar que no escucha esos clamores. 14-15 Y más falso aún decir que no ve lo que sucede. Dios sí hace justicia finalmente, si esperamos. Pero, ¿protestas contra él porque no responde airadamente al instante? 16 Has hablado como un necio, Job».
Cuarto discurso de Eliú
36 Eliú prosiguió:
2 «Permíteme continuar, y te mostraré la verdad de lo que digo. ¡Porque aún no he terminado mi defensa de Dios! 3 Voy a presentarte muchos ejemplos de la justicia de mi hacedor. 4 Te estoy diciendo la pura verdad, pues poseo conocimientos bien equilibrados.
5 »¡Dios es Todopoderoso y sin embargo a nadie menosprecia! Es perfecto en su entendimiento. 6 No recompensa con sus bendiciones a los malvados, sino que les da la justa medida de su castigo. 7 No se desentiende de los buenos; por el contrario, los honra colocándolos en tronos eternos. 8 Si les vienen tribulaciones y se ven esclavizados y afligidos, 9 él se toma el trabajo de indicarles la razón; lo que hayan hecho de malo o en qué se han portado altivamente. 10 Les ayuda a escuchar su instrucción para que se aparten de su pecado. 11 Si lo escuchan y obedecen, serán bendecidos con dicha y prosperidad toda su vida. 12 Si no lo escuchan, perecerán en batalla y morirán por su falta de sensatez.
13 »Pero los impíos cosechan la ira de Dios. Ni siquiera se vuelven a él cuando los castiga. 14 Mueren en su juventud, luego de vivir disipada y depravadamente. 15 A los que sufren, Dios los libra mediante el sufrimiento; en su aflicción, los consuela.
16 »¡Cómo ansiaba él atraerte y apartarte del peligro para llevarte a un extenso y agradable valle en donde hacerte prosperar! 17 Pero estás demasiado preocupado con tus imaginarias quejas contra el prójimo. 18 ¡Cuidado! No dejes que tu ira contra el prójimo te lleve a burlarte de Dios. No permitas que tus sufrimientos te amarguen en contra del único que puede librarte. 19 ¿Piensas realmente que si gritas bastante fuerte contra Dios, él se avergonzará y se arrepentirá? ¿Acabará ello con tu castigo? 20 No anheles la noche, con sus oportunidades para el crimen. 21 Apártate del mal, pues fue para evitar que cayeras en una vida de maldad que Dios te envió este sufrimiento.
22 »Mira, Dios es exaltado por su poder. ¿Qué maestro hay como él? 23 ¿Quién podrá decir que lo que él hace es absurdo o malo? 24 Por el contrario, glorifícalo por sus poderosas obras que lo han hecho famoso. 25 Desde lejos las han visto todos.
26 »Tan grande es Dios que ni siquiera hemos comenzado a conocerlo; nadie puede empezar a entender la eternidad. 27 Dios hace subir el vapor de agua, y luego lo hace caer como lluvia 28 que los cielos derraman. 29 ¿Puede alguien realmente comprender cómo se esparcen las nubes y los truenos que ellas encierran? 30 Mira cómo ilumina con el relámpago en torno suyo y cubre la cima de los montes. 31 Mediante sus tremendos poderes en la naturaleza castiga o bendice a la gente, dándoles alimento en abundancia. 32 Se llena de rayos las manos, y lanza cada uno al punto que quiere. 33 Sentimos su presencia en el trueno. Sirva esto de advertencia a todos los pecadores.
37 »Esto hace temblar mi corazón. 2 ¡Escucha, escucha el trueno de su voz! 3 Su rugido cruza los cielos y sus relámpagos dan fogonazos en todas direcciones. 4 Luego viene el rugido del trueno; la tremenda voz de su majestad. 5 Gloriosa en el trueno es su voz. No podemos abarcar la grandeza de su poder. 6 Porque él dirige la nieve, las lluvias y la tormenta para que caigan sobre la tierra. 7 La obra del hombre se detiene en esas temporadas, para que en todas partes puedan reconocer su poder. 8 Los animales salvajes se esconden en las rocas o en sus cuevas.
9 »Del sur viene la lluvia; del norte, el frío. 10 Dios sopla sobre los ríos, y hasta los más anchos torrentes se congelan. 11 Carga de humedad las nubes, y ellas despiden el relámpago. 12 Los rayos son dirigidos por su mano, y hacen en todo el mundo lo que él manda. 13 Por su bondad hace que vengan las nubes, ya sea para castigar o para bendecir.
14 »Escucha, Job: detente y medita en los admirables milagros de Dios. 15 ¿Sabes cómo domina Dios la naturaleza y hace que de las nubes broten relámpagos? 16-17 ¿Comprendes el equilibrio de las nubes, su perfección y sabia disposición? ¿Sabes por qué sientes calor cuando sopla el viento del sur y todo está en calma? 18 ¿Puedes tú extender el gigantesco espejo de los cielos como lo hace él?
19-20 »Tú que presumes de saber tanto, enséñanos a los demás cómo debemos acercarnos a Dios. ¡Porque somos demasiado torpes! Con tu sabiduría, ¿nos atreveríamos a acercárnosle? ¿Desearía el hombre que se lo tragaran vivo? 21 Porque así como no podemos mirar directamente al sol cuando el viento ha dispersado las nubes, 22 no podemos contemplar la terrible majestad de Dios que desde el cielo irrumpe sobre nosotros, vestida con deslumbrante esplendor. 23 No podemos imaginar el poder del Todopoderoso, y sin embargo, él es tan justo y misericordioso que no nos destruye. 24 Él no toma en cuenta a los que se creen sabios; por eso le temen los mortales».
Respuesta de Dios
38 Entonces el Señor respondió a Job desde el torbellino:
2 «¿Por qué con tu ignorancia niegas mi providencia? 3 Prepárate ahora para la lucha pues voy a exigir de ti algunas respuestas y tendrás que responderme.
4 »¿Dónde estabas tú cuando yo eché las bases de la tierra? Dímelo, si tanto sabes. 5 ¿Sabes cómo se calcularon las dimensiones y quién fue el agrimensor? 6-7 ¿En qué se apoyan sus bases, y quién puso la piedra angular mientras las estrellas de la mañana cantaban unidas y todos los ángeles clamaban de júbilo?
8-9 »¿Quién decretó las fronteras de los mares cuando ellos surgieron potentes desde lo profundo? ¿Quién los vistió de nubes y densas tinieblas, 10 y los encerró 11 diciendo: “¡Hasta aquí llegarán, y no más allá; y aquí se detendrá el orgullo de sus olas!”.
12 »¿Alguna vez ordenaste al amanecer que apareciera y mandaste a la aurora que surgiera en el oriente? 13 ¿Alguna vez ordenaste al día que se extendiera hasta los confines de la tierra para poner fin a las maldades nocturnas? 14 ¿Alguna vez diste a la aurora su manto rojo, 15 e invadiste la madriguera de los malvados y detuviste el brazo que estaba a punto de herir?
16 »¿Has explorado las fuentes en donde nacen los mares, o has andado por los rincones del abismo? 17-18 ¿Se te ha revelado el sitio en donde están las puertas de la muerte? ¿Sabes cuál es la extensión de la tierra? ¡Dímelo; si lo sabes!
19 »¿De dónde viene la luz, y cómo se llega allá? O dime respecto a la oscuridad: ¿de dónde viene? 20 ¿Puedes descubrir sus fronteras o ir a sus fuentes? 21 Pero ¡naturalmente que sabes todo esto, pues naciste antes que todo ello fuera creado, y tienes mucha experiencia!
22-23 »¿Has ido a los tesoros de la nieve, o visto en dónde se fabrica y almacena el granizo? Porque reservado lo tengo para cuando lo necesite en la guerra. 24 ¿Dónde está el sendero que lleva al punto de donde se distribuye la luz? ¿Cuál es el origen del viento oriental? 25-27 ¿Quién abrió los valles para que corran los torrentes de lluvia? ¿Quién trazó la senda al relámpago, para que la lluvia caiga en los desiertos estériles, de modo que la tierra reseca y yerma se sacie de agua, y nazca la tierna hierba? 28 ¿Acaso tiene padre la lluvia? ¿De dónde viene el rocío? 29 ¿Quién es la madre del hielo y la escarcha? 30 Porque el agua se transforma en hielo, duro como la piedra.
31 »¿Puedes detener las estrellas? ¿Puedes frenar a Orión o las Pléyades? 32 ¿Puedes garantizar la correcta sucesión de las estaciones, o guiar la constelación de la Osa con sus satélites a través de los cielos? 33 ¿Conoces las leyes del universo, y cómo los cielos influyen en la tierra?
34 »¿Puedes gritarles a las nubes y hacer que llueva? 35 ¿Puedes hacer que salga el relámpago y que el rayo caiga donde tú mandes? 36 ¿Quién da la intuición y el instinto? 37-38 ¿Quién es tan sabio que pueda enumerar todas las nubes? ¿Quién puede derramar los cántaros del cielo cuando todo se ha vuelto polvo y terrones?
39-40 »¿Puedes tú, como la leona, cazar la presa para satisfacer el hambre de sus cachorros que esperan en su guarida, o mantenerte al acecho en la selva? 41 ¿Quién alimenta a los cuervos cuando sus polluelos claman a Dios, y se agitan hambrientos en sus nidos?
39 »¿Sabes cómo paren las cabras monteses? ¿Alguna vez viste nacer sus cabritos? 2-3 ¿Sabes cuántos son sus meses de preñez antes de que se encorven para parir y librarse de su carga? 4 Sus cabritos crecen en campo abierto, luego abandonan a sus padres para no volver más.
5 »¿Quién hace montaraces a los burros salvajes? 6 Yo los puse en el desierto y les di llanos salados en donde vivir. 7 Porque ellos detestan el ruido de la ciudad, y no quieren que los arrieros les griten. 8 En la serranía están sus pastos; allá buscan toda brizna de hierba.
9 »¿Querrá de buen grado servirte el buey salvaje? ¿Querrá quedarse junto a tu pesebre? 10 ¿Puedes arar con el buey salvaje? ¿Querrá él arar con tu arado? 11 Por su mucha fuerza, ¿confiarás en él? ¿Dejarás que decida dónde trabajar? 12 ¿Podrás enviarlo a acarrear el trigo de la era?
13 »La hembra del avestruz aletea airosamente, pero ¿hay acaso amor maternal en su plumaje? 14 Pone los huevos a ras de tierra para que se calienten en el polvo. 15 Olvida que alguien puede aplastarlos con el pie, o que los animales salvajes pueden destruirlos. 16 Se desentiende de sus polluelos como si no fueran sus hijos y no le importa si mueren, 17 porque Dios no le ha dado sabiduría. 18 Pero si de correr se trata, es más veloz que el caballo y su jinete.
19 »¿Fuiste tú quien dio al caballo su fortaleza o coronó su cuello de ondeante crin? 20 ¿Le diste tú la capacidad de saltar como la langosta? ¡Su majestuoso relincho es digno de escucharse! 21-23 Golpea la tierra con su casco y se regocija en su vigor, y cuando va a la guerra no se arredra aunque las flechas y las fulgurantes espadas y jabalinas le golpeen el costado. 24 En frenética carrera devora las distancias; al toque de trompeta no es posible refrenarlo. 25 Al oír el clarín relincha: “¡Ea!”. De lejos olfatea la batalla. Se alegra con el clamor de la pelea y el rugido de las órdenes del capitán.
26 »¿Sabes cómo se remonta el halcón y tiende sus alas hacia el sur? 27 ¿Es por orden tuya que el águila se eleva sobre los riscos para hacer su nido? 28 Vive sobre los riscos, y hace su casa en la fortaleza de la montaña. 29 Desde allá espía su presa; desde grandísima distancia. 30 Sus polluelos tragan sangre; ella va a dondequiera que haya muertos».
40 El Señor prosiguió:
2 «¿Aún quieres disputar con el Todopoderoso? ¿O prefieres darte por vencido? Tú que censuras a Dios, ¿tienes las respuestas?».
3 Entonces Job respondió a Dios:
4 «No soy nada. ¿Cómo podría jamás hallar las respuestas? Me tapo la boca con la mano y guardo silencio. 5 Ya he hablado demasiado».
6 El Señor le volvió a hablar a Job desde el torbellino:
7 «¡Plántate como hombre y prepárate para la lucha! Deja que te pregunte y respóndeme. 8 ¿Vas a difamar mi justicia y a condenarme para poder decir que eres justo? 9 ¿Tienes fuerza como la de Dios y voz tan poderosa como la suya? 10 Pues ponte tus vestiduras de ceremonia; cúbrete de majestad y esplendor. 11 Da rienda suelta a tu ira: que se desborde contra los orgullosos. 12 Humilla al altivo con una mirada; aplasta a los malvados con tu pie. 13 Lánzalos al polvo, con rigidez de muerte en sus rostros. 14 Si puedes hacer eso, convendré contigo en que tu propia fortaleza puede salvarte.
15 »¡Mira al hipopótamo! También es hechura mía, como lo eres tú. Come hierba como el buey. 16 Mira sus formidables lomos y los músculos de su vientre. 17 Tiene la cola tan derecha como un cedro. Tiene los tendones de los muslos firmemente unidos. 18 Sus vértebras van derechas como un tubo de bronce. Tiene las costillas como barras de hierro. 19 Es de lo más feroz en toda la creación de Dios; quien quiera dominarlo, traiga espada aguda. 20 Los montes le brindan su mejor alimento: los demás animales que le sirven de comida. 21 Se echa bajo las plantas de loto ocultándose en sus tallos, 22 escondido a la sombra de los sauces junto a las aguas. 23 No lo asustan los ríos torrentosos, ni cuando el crecido Jordán se lanza contra él. 24 Nadie puede tomarle desprevenido ni ponerle anillos en la trompa para llevárselo cautivo.
41 »¿Puedes pescar al Leviatán con cuerda y anzuelo? ¿O echarle un nudo corredizo a la lengua? 2 ¿Puedes atarlo de la nariz con una cuerda, o atravesarle la quijada con un garfio? 3 ¿Te suplicará que lo dejes en paz, o con zalamerías procurará aplacarte? 4 ¿Consentirá en que lo esclavices de por vida? 5 ¿Podrás domesticarlo como a un pájaro y dárselo a tus hijas para que jueguen? 6 ¿Lo llevarán los pescadores para que lo pongan a la venta en la pescadería? 7 ¿Será su piel vulnerable a los dardos, o su cabeza al arpón?
8 »Si llegaras a agarrarlo jamás olvidarías aquella lucha, ni querrías repetirla. 9 No, vano es querer atraparlo. El solo pensarlo asusta. 10 Nadie se atreve a provocarlo; mucho menos a capturarlo. Y si ante él nadie se mantiene, ¡quién se mantendrá delante de mí! 11 A nadie soy deudor. Cuanto hay bajo el cielo me pertenece.
12 »Debo también mencionar la tremenda fuerza que hay en sus miembros y en todo su cuerpo. 13 ¿Quién puede perforarle la piel, o quién se atreve a ponerse al alcance de sus fauces? 14 Porque tiene unos dientes terribles. 15-17 Se enorgullece de sus escamas traslapadas perfectamente selladas, que no dejan pasar aire, y que nada puede penetrarlas. 18 Cuando estornuda, la luz del sol resplandece como relámpago al pasar por la llovizna. Sus ojos brillan como chispas. 19 Lanza fuego por la boca. 20 Por las narices echa humo como el vapor que sale de un caldero sobre fuego de juncos secos. 21 Sí, su aliento encendería carbones; echa llamas por la boca.
22 »La inmensa fuerza de su cuello infunde terror por dondequiera que pasa. 23 Tiene la piel dura y firme, no blanda ni fofa. 24 Tiene el corazón duro como roca; como piedra de molino. 25 Cuando se pone de pie, aun los más fuertes se atemorizan: el terror los domina. 26 No hay espada, ni lanza, dardo o aguda flecha que lo detenga. 27-28 Para él el hierro es como paja, y el bronce como palo podrido. Las flechas no lo ahuyentan. Las piedras de honda son tan inútiles como paja. 29 Los garrotes de nada sirven y él se ríe de las jabalinas que lanzan. 30 Tiene el vientre cubierto de escamas como cascos agudos; ¡se arrastra por la tierra como un rodillo de aplanar!
31-32 »Hace rebullir al agua cuando se pone en movimiento. Agita lo profundo. Deja tras sí una brillante estela de espuma. ¡Al verlo, parece que el mar fuera de escarcha! 33 No hay en toda la tierra un ser que, como él, a nada tema. 34 Entre todas las bestias es la más orgullosa; es el monarca de todo cuanto ve».
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