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Nueva Biblia Viva (NBV)
Version
Génesis 27-29

27 Isaac estaba muy viejo y se había quedado ciego. Un día llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo:

―¡Hijo mío!

―¿Qué quieres, padre? —contestó Esaú.

―Ya estoy viejo —dijo Isaac—, y en cualquier momento me puedo morir. Toma el arco y las flechas y anda al campo a ver qué puedes cazar para mí. Luego prepárame un guiso sabroso, como a mí me gusta, y me lo traes para comérmelo. Después de eso te daré mi bendición antes de morir.

Rebeca oyó la conversación que Isaac tuvo con su hijo Esaú. Así que tan pronto este salió al campo a cazar un animal para su padre, llamó a su hijo Jacob y le dijo:

―Acabo de escuchar que tu padre estaba hablando con tu hermano, y le decía que fuera a cazar algún animal para que le preparara un guiso, y que después de eso le daría su bendición. Ahora, hijo mío, préstame atención y haz exactamente lo que yo te voy a decir: Ve al rebaño y tráeme dos de los mejores cabritos. Con ellos le prepararé un guiso sabroso a tu padre, tal como a él le gusta. 10 Luego tú se lo servirás, y cuando él se lo haya comido, te dará la bendición antes de su muerte.

11 ―Pero, madre —dijo Jacob—, mi hermano es muy velludo, mientras que yo soy lampiño. 12 Si a mi padre le da por tocarme pensará que me estoy burlando de él. Entonces, en vez de bendecirme me maldecirá.

13 ―Que sus maldiciones caigan sobre mí, hijo mío —dijo ella—. Haz lo que te he dicho. Ve a buscar los cabritos.

14 Jacob siguió las instrucciones de su madre y le trajo los dos cabritos. Su madre preparó un guiso tal como le gustaba a Isaac. 15 Enseguida tomó la mejor ropa de su hijo Esaú, que este había dejado en la casa, y le pidió a Jacob que se la pusiera. 16 Luego, con la piel de los cabritos, Rebeca le cubrió a Jacob los brazos y la parte del cuello donde no tenía vellos. 17 Después, le entregó a Jacob el guiso y el pan que había preparado.

18 Jacob llevó la bandeja con la comida a la pieza donde estaba su padre.

―¡Padre! —dijo Jacob.

―Aquí estoy, hijo mío. ¿Quién eres tú? —preguntó Isaac.

19 ―Soy Esaú, tu hijo mayor —dijo Jacob—. Hice lo que me dijiste que hiciera. Este es el guiso que preparé con lo que he cazado. Siéntate y cómelo, para que me bendigas.

20 Entonces Isaac le preguntó:

―Hijo mío, ¿cómo pudiste hacerlo con tanta rapidez?

―Porque el Señor, tu Dios, me permitió encontrar el animal muy pronto —respondió Jacob.

21 ―Acércate —le ordenó Isaac—. Quiero palparte para estar seguro de que eres mi hijo Esaú.

22 Jacob se acercó a su padre, y él lo palpó. «Es la voz de Jacob —dijo Isaac para sí—, pero las manos son las de Esaú».

23 Así que Isaac no reconoció a Jacob, porque sus manos eran tan velludas como las de su hermano Esaú. Antes de bendecir a Jacob, 24 Isaac volvió a preguntarle:

―¿Eres realmente Esaú?

―Sí, por supuesto —respondió Jacob.

25 ―Entonces pásame el guiso de lo que cazaste. Me lo comeré y luego te bendeciré.

Jacob se lo pasó, e Isaac comió; también bebió el vino que Jacob le había llevado.

26 ―Acércate y bésame, hijo mío —dijo Isaac.

27 Jacob se acercó y besó a su padre. Al oler la ropa que Jacob llevaba puesta, Isaac lo bendijo con estas palabras:

«El olor de mi hijo es como el buen aroma de un campo bendecido por el Señor.

28 Que Dios te dé siempre abundante agua del cielo; que te dé cosechas abundantes, y mucho trigo y vino.

29 Que muchas naciones te sirvan; que muchos pueblos se inclinen delante de ti.

Que seas el amo de todos tus parientes, y que todos ellos se inclinen delante de ti.

Malditos sean los que te maldigan, y benditos los que te bendigan».

30 En cuanto Isaac hubo bendecido a Jacob, y casi en el momento en que este salía de la carpa de su padre, llegó Esaú del campo con su caza. 31 También la preparó en la forma que a su padre le gustaba y se la llevó.

―Padre —dijo Esaú—, aquí está lo que te he preparado con lo que he cazado. Siéntate y come, para que me des la mejor de tus bendiciones.

32 ―Pero, ¿quién eres tú? —preguntó Isaac.

―Pues, yo soy Esaú, tu hijo primogénito —le contestó.

33 Isaac se estremeció fuertemente y dijo a Esaú:

―Entonces, ¿quién fue el que estuvo aquí y me trajo un guiso? Acabo de comerme el guiso que me trajo, y le di mi bendición, y nadie se la podrá quitar.

34 Cuando Esaú escuchó esto, comenzó a llorar con profunda amargura, y le dijo:

―Padre mío, ¡bendíceme también a mí!

35 Isaac le contestó:

―Tu hermano estuvo aquí, me engañó y se llevó tu bendición.

36 ―¡Con razón lo llamaron Jacob! —dijo Esaú con amargura—. Primero se apoderó de mi primogenitura, y ahora me ha robado tu bendición. Padre, ¿no has guardado una bendición para mí?

37 ―Lo he puesto por señor tuyo y le he dado por siervos a todos sus parientes —le respondió Isaac—. Le he garantizado que tendrá abundancia de grano y de vino. ¿Qué puedo darte a ti, hijo mío?

38 Esaú insistió:

―¿No tienes ninguna bendición para mí? ¡Padre mío, bendíceme también a mí!

Y se puso a llorar a gritos. 39 Entonces Isaac le dijo:

«Vivirás lejos de las tierras fértiles y de la lluvia que cae del cielo.

40 Para poder vivir tendrás que usar tu espada, y servirás a tu hermano por un tiempo.

Pero cuando seas más fuerte te liberarás del dominio de tu hermano».

Jacob huye de Esaú

41 Entonces Esaú se llenó de odio contra Jacob por lo que este le había hecho, y se dijo: «Pronto morirá mi padre, y en cuanto esto haya ocurrido, mataré a Jacob».

42 A Rebeca le contaron lo que estaba planeando Esaú. Entonces mandó a llamar a Jacob, y le dijo:

―Me he enterado de que tu hermano Esaú anda con intenciones de matarte. 43 Por eso, hijo mío, haz lo que te voy a decir: Levántate y vete a la casa de mi hermano Labán, que vive en Jarán. 44-45 Quédate allá hasta que el tiempo haya aplacado la furia de tu hermano y se haya olvidado de lo que hiciste. Entonces yo te mandaré a buscar. ¿Por qué he de perder a los dos el mismo día?

46 Después Rebeca le dijo a Isaac:

―Me tienen enferma y cansada estas mujeres hititas. Preferiría morirme antes de ver a Jacob casado con alguna de esas hititas que viven aquí.

28 Entonces Isaac llamó a Jacob, lo bendijo y le ordenó:

―No te cases con ninguna mujer de aquí de Canaán. Debes ir inmediatamente a Padán Aram, a la casa de tu abuelo Betuel, el padre de tu madre, para que te cases con alguna de las hijas de tu tío Labán. Que el Dios Todopoderoso te bendiga y te dé muchos hijos; que llegues a ser una nación compuesta de muchas tribus. Que Dios te dé a ti, y también a tu descendencia, las grandes bendiciones prometidas a Abraham. Que te dé la posesión de esta tierra en que ahora somos extranjeros, porque Dios se la prometió a Abraham.

De esta manera despidió Isaac a Jacob y lo envió a Padán Aram, donde vivía Labán, el hijo de Betuel, el arameo, y hermano de Rebeca, la madre de Jacob y Esaú.

Esaú supo que su padre había bendecido a Jacob y que lo había enviado a Padán Aram, para que se casara allá. También se enteró de que Isaac, al bendecir a Jacob, le prohibió que se casara con una mujer cananea. Y que Jacob, efectivamente, obedeció a su padre y a su madre, y se fue para Padán Aram. Por eso, Esaú comprendió que las mujeres de Canaán no eran del agrado de Isaac, su padre. Entonces Esaú fue a la región donde vivía Ismael, el hijo de Abraham. Allí Esaú, aunque ya tenía otras esposas, se casó con Majalat, que era hija de Ismael y hermana de Nebayot.

El sueño de Jacob en Betel

10 Jacob salió de Berseba y viajó hacia Jarán. 11 Llegó hasta cierto lugar y se quedó allí para pasar la noche, pues ya el sol se había ocultado. Tomó una piedra y la puso como almohada, y se acostó a dormir. 12 Mientras dormía soñó que había una escalera desde la tierra hasta el cielo, y vio ángeles de Dios que subían y bajaban por ella. 13 En el sueño también vio que el Señor estaba parado junto a él y le decía: «Yo soy el Señor, el Dios de tu abuelo Abraham y de tu padre Isaac. A ti y a tus descendientes les voy a dar esta tierra en la que estás acostado. 14 Tus descendientes serán tantos como el polvo de la tierra. Llenarán la tierra de este a oeste y de norte a sur. Todas las naciones de la tierra serán bendecidas por medio de ti y de tu descendencia. 15 Además, estaré contigo y te protegeré dondequiera que vayas, y te traeré de nuevo sano y salvo a esta tierra. ¡Jamás te abandonaré sin haberte cumplido mis promesas!».

16-17 Cuando Jacob despertó de su sueño tuvo mucho miedo, y pensó: «¡Sin duda alguna el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía! ¡Este lugar es asombroso! ¡Es nada menos que la casa de Dios y la puerta del cielo!».

18 Al día siguiente se levantó muy de mañana, tomó la piedra que había usado como almohada, la paró como si fuera una columna, para que sirviera de señal de lo ocurrido. Luego derramó aceite de oliva sobre ella. 19 En ese lugar había una ciudad que se llamaba Luz, pero Jacob le cambió el nombre y la llamó Betel (Casa de Dios).

20-22 Jacob, entonces, hizo este voto: «Si Dios me ayuda y me protege en este viaje, me da ropa y comida, y me permite regresar sano y salvo a la casa de mi padre, el Señor será mi Dios. Y esta piedra que he levantado para señal, será lugar de adoración. Además, de todo lo que me dé, le entregaré el diezmo».

Jacob llega a Padán Aram

29 Jacob continuó el viaje hasta que llegó finalmente a la tierra ubicada al este del río Jordán. Allí en el campo vio un pozo. Junto al pozo se encontraban tres rebaños de ovejas, pues era de allí que bebían agua. El pozo estaba tapado con una piedra muy grande. Sólo cuando se reunían todos los pastores con sus rebaños era que quitaban la piedra. Una vez que las ovejas bebían, los pastores volvían a colocar la piedra sobre la boca del pozo. Jacob se acercó a los pastores y les preguntó:

―Amigos, ¿dónde viven ustedes?

―Vivimos en Jarán —dijeron.

―¿Conocen a un tal Labán hijo de Najor? —les volvió a preguntar.

―¡Claro que sí lo conocemos! —le contestaron.

Jacob continuó preguntando:

―¿Cómo está?

―Está bien y ha prosperado. Mira, allí viene su hija Raquel con las ovejas —le dijeron los pastores.

―Falta mucho para que se oculte el sol, y todavía es muy temprano para que encierren sus rebaños. ¿Por qué no le dan de beber al ganado para que sigan pastando antes de llevarlos a dormir? —preguntó Jacob.

―Porque tenemos un acuerdo de que sólo quitaremos la piedra cuando ya estén juntos todos los rebaños. Sólo hasta ese momento podremos darles de beber a las ovejas —contestaron.

Mientras conversaban, llegó Raquel con las ovejas de su padre, porque ella era la pastora. 10 Cuando Jacob vio a Raquel, la hija de su tío Labán, se apresuró a quitar la piedra que estaba sobre el pozo, para que bebieran las ovejas que ella pastoreaba. 11 Luego Jacob besó a Raquel y se echó a llorar. 12 Jacob le contó a Raquel que él era sobrino de Labán, ya que era hijo de Rebeca. Entonces Raquel salió corriendo a darle la noticia a su padre.

13 Cuando Labán supo que su sobrino Jacob estaba allí, salió corriendo a recibirlo. Al verlo, lo abrazó, lo besó y lo llevó a su casa. Entonces Jacob le contó su historia. 14 Por eso, Labán le dijo: «¡No hay duda de que eres de mi familia!».

Jacob se casa con Lea y Raquel

Cuando Jacob ya llevaba un mes viviendo en la casa de Labán, 15 este le dijo:

―No hay razón para que trabajes para mí sin recibir pago por el hecho de ser parientes. ¿Cuánto quieres que te pague?

16 Ahora bien, Labán tenía dos hijas: Lea, la mayor, y Raquel, la menor. 17 Lea tenía hermosos ojos, pero Raquel era hermosa en todo sentido. 18 Jacob estaba enamorado de Raquel. Por lo tanto, le dijo a Labán:

―Trabajaré para ti siete años si me das a Raquel para que sea mi esposa.

19 ―¡De acuerdo! —replicó Labán—. Prefiero dártela a ti antes que a alguien que no sea de la familia.

20 Así fue que Jacob trabajó los siete años siguientes para quedarse con Raquel. Sin embargo, le parecieron pocos días, porque estaba muy enamorado de ella. 21 Finalmente, llegó el día en que Jacob podía casarse con Raquel.

―Cumplí mi parte del contrato —le dijo Jacob a Labán. Ahora dame a Raquel para que sea mi esposa.

22 Entonces, Labán invitó a toda la gente de ese lugar e hizo una gran fiesta. 23 Ya entrada la noche, Labán tomó a su hija Lea y se la llevó a Jacob. Y Jacob durmió con Lea, sin saber que era ella. 24 Como regalo de bodas, Labán le dio a Lea una esclava llamada Zilpá, para que la atendiera.

25 Al levantarse en la mañana, Jacob descubrió que era Lea con quien había dormido. Por eso, fue donde Labán y le reclamó:

―¿Qué clase de engaño es este? ¿Acaso no trabajé siete años para que me dieras a Raquel? ¿Qué es lo que pretendes al engañarme de este modo?

26 Labán respondió en tono conciliador:

―No es costumbre entre nosotros que la hija menor se case antes que la mayor. 27 Espera a que termine la semana de la fiesta de boda de Lea y te daré también a Raquel, siempre y cuando me prometas que trabajarás para mí otros siete años.

28 Jacob aceptó el trato. Entonces, cuando se cumplió la semana que le correspondía a Lea, Labán le dio a Jacob a Raquel por esposa. 29 Labán le dio también a Raquel una esclava llamada Bilhá, para que la ayudara. 30 Jacob durmió con Raquel y la amó más que a Lea; y se quedó trabajando los siete años adicionales.

Los hijos de Jacob

31 Jacob no amaba a Lea, y cuando vio esto el Señor permitió que Lea tuviera hijos; pero a Raquel no se lo permitió. 32 De modo que Lea quedó embarazada y tuvo un hijo al que llamó Rubén, porque dijo: «El Señor ha visto mi sufrimiento; ahora sí me amará mi marido». 33 Poco tiempo después volvió a quedar embarazada y tuvo otro hijo. A este le puso Simeón (el Señor oyó), porque dijo. «El Señor ha oído que no soy amada, y por eso me dio este otro hijo».

34 Nuevamente quedó embarazada y dio a luz un tercer hijo, al que llamó Leví (unido), porque dijo: «Seguramente ahora sí me amará mi marido, puesto que le he dado tres hijos».

35 Por cuarta vez quedó embarazada y tuvo un hijo al que llamó Judá (alabanza), porque dijo: «Ahora alabaré al Señor». Entonces dejó de tener hijos.

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