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I.— LIBRO DE LA HISTORIA DE DANIEL (1—6)
Marco histórico
1 El año tercero del reinado de Joaquín, rey de Judá, Nabucodonosor, rey de Babilonia, se dirigió a Jerusalén y la sitió. 2 El Señor puso en sus manos a Joaquín, rey de Judá, junto con parte de los objetos del Templo de Dios. Se llevó estos objetos al país de Senar y los depositó en el tesoro del templo de su dios.
Daniel y sus compañeros en la corte de Nabucodonosor
3 El rey ordenó a Aspenaz, jefe del personal de la corte, que eligiera entre los israelitas de estirpe real o de familias nobles 4 algunos jóvenes sin defectos físicos y de buena presencia, que estuvieran instruidos en todas las ramas del saber y que fueran inteligentes y perspicaces, capaces de estar al servicio de la corona y de aprender la literatura y la lengua de los caldeos. 5 El rey ordenó que se les diera una ración diaria de la comida y del vino que se servían en la mesa real. Mandó también que fueran educados durante tres años antes de ponerlos al servicio del rey. 6 Entre aquellos jóvenes había unos que procedían de Judá, y se llamaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías. 7 El jefe del personal de la corte les puso otros nombres: a Daniel lo llamó Baltasar; a Ananías le puso Sadrac; a Misael, Mesac; y a Azarías, Abednegó.
8 Daniel decidió no contaminarse con la comida y el vino de la mesa real, y pidió al jefe del personal que le permitiera no contaminarse. 9 Dios hizo que Daniel se ganara la benevolencia y el favor del jefe del personal 10 que dijo a Daniel:
— Tengo miedo del rey, mi señor, pues les ha asignado lo que tienen que comer y beber. Si los encuentra más demacrados que el resto de los jóvenes que tienen la misma edad que ustedes, harán que me juegue la cabeza ante el rey.
11 Entonces Daniel dijo al responsable a quien el jefe del personal había confiado a Daniel, Ananías, Misael y Azarías:
12 — Mira, vas a poner a prueba a estos siervos tuyos durante diez días. Que nos den legumbres para comer y agua para beber. 13 Después compara personalmente nuestro aspecto con el de los jóvenes que comen a la mesa del rey; una vez comprobados los resultados, toma con nosotros la decisión que debas tomar.
14 Él aceptó su propuesta y los puso a prueba durante diez días. 15 Cuando pasaron los diez días, comprobó que su aspecto era mejor que el de los demás jóvenes que comían a la mesa del rey; incluso se los veía más fuertes. 16 A partir de entonces, el responsable les retiraba las raciones de comida y el vino, y les daba legumbres.
17 Dios concedió a aquellos cuatro jóvenes sabiduría y conocimientos en toda clase de literatura y de actividades sapienciales. Daniel, en particular, entendía de visiones y de sueños. 18 Cuando pasó el tiempo que el rey había dispuesto para que le fueran presentados los jóvenes, el jefe del personal los llevó ante Nabucodonosor. 19 El rey habló con ellos, pero entre todos no encontró a ninguno como Daniel, Ananías, Misael y Azarías, por lo que pasaron al servicio del rey. 20 En todas las materias que el rey les preguntaba, materias que requerían sabiduría e inteligencia, los encontró diez veces superiores a todos los magos y adivinos de su reino. 21 Daniel permaneció allí hasta el año primero del reinado de Ciro.
El sueño de la estatua
2 El año segundo de su reinado, Nabucodonosor tuvo unos sueños que turbaron su espíritu y no le dejaban dormir. 2 El rey ordenó llamar a los magos, adivinos, hechiceros y astrólogos para que interpretaran sus sueños. 3 Una vez que comparecieron ante su presencia, el rey les dijo:
— He tenido un sueño y estoy intrigado por conocer su sentido.
4 Los astrólogos respondieron al rey en arameo:
— ¡Larga vida al rey! Cuenta el sueño a tus siervos y daremos con su interpretación.
5 El rey les respondió:
— He tomado una determinación: como no me cuenten el sueño y den con su interpretación, serán cortados en pedazos y sus casas serán demolidas. 6 Pero, si me cuentan el sueño y dan con su interpretación, les colmaré de regalos, obsequios y honores. Les conviene, pues, contarme el sueño y dar con su interpretación.
7 Ellos insistieron:
— Que el rey nos cuente su sueño y nosotros daremos con su interpretación.
8 El rey respondió:
— Me parece que intentan ganar tiempo, pues saben que he tomado la determinación de 9 hacerlos reos de una misma sentencia si no son capaces de contarme el sueño. Seguro que se han puesto de acuerdo para mentirme y engañarme, en espera de que cambie la situación. Así que cuéntenme de una vez el sueño; de ese modo me convenceré de que también son capaces de interpretarlo.
10 Los astrólogos respondieron al rey:
— No hay nadie en el mundo que pueda responder a lo que pide su majestad. Y tampoco ha existido un rey, por muy grande y poderoso que haya sido, que haya preguntado cosa semejante a ningún mago, adivino o astrólogo. 11 Lo que pide su majestad es algo muy difícil. Nadie puede darlo a conocer al rey, excepto los dioses, que no habitan entre los mortales.
12 Entonces el rey se enfureció sobremanera y mandó acabar con todos los sabios de Babilonia. 13 Una vez hecha pública la orden de matar a los sabios, se buscó a Daniel y a sus compañeros, pues también a ellos les afectaba la orden real. 14 Pero cuando Arioc, jefe de la guardia real, iba a cumplir la orden de matar a los sabios de Babilonia, Daniel hizo gala de su prudencia y sensatez, 15 y le preguntó:
— ¿Por qué ha promulgado el rey una orden tan severa?
16 Cuando Arioc le puso al corriente de la situación, Daniel pidió audiencia y propuso al rey que le concediese un plazo para dar con la interpretación del sueño.
Daniel solicita la ayuda del Señor
17 Cuando volvió a casa, Daniel informó del asunto a sus compañeros Ananías, Misael y Azarías, 18 y les pidió que imploraran la misericordia del Dios del cielo para poder descifrar aquel misterio. De otro modo, Daniel y sus compañeros morirían junto con los demás sabios de Babilonia. 19 El misterio le fue revelado a Daniel en una visión nocturna. Entonces bendijo al Dios del cielo 20 con estas palabras:
Sea el nombre de Dios
bendito por siempre;
suyos son sabiduría y poder.
21 Él hace que se alternen
años y estaciones;
él entroniza reyes
y él mismo los destrona.
Concede sabiduría a los sabios
y ciencia a los perspicaces.
22 Revela lo profundo y lo secreto,
conoce lo que ocultan las sombras
y la luz mora junto a él.
23 Te alabo y te doy gracias,
Dios de mis antepasados,
pues me das sabiduría y poder,
me revelas lo que habíamos pedido
y me manifiestas el asunto del rey.
Daniel interpreta el sueño
24 Daniel fue después donde estaba Arioc, a quien el rey había dado orden de ejecutar a los sabios de Babilonia, y le dijo:
— No ejecutes a los sabios de Babilonia. Preséntame ante el rey y yo le interpretaré el sueño.
25 Arioc llevó a Daniel sin pérdida de tiempo ante el rey, y le dijo:
— He encontrado entre los deportados de Judá a uno que dice ser capaz de interpretar el sueño de su majestad.
26 El rey dijo a Daniel (apodado Baltasar):
— ¿De verdad eres capaz de contarme el sueño que he tenido y de interpretarlo?
27 Daniel respondió:
— No hay ningún sabio, adivino, mago o astrólogo capaz de descifrarle a su majestad ese misterio. 28 En cambio, hay un Dios en el cielo que revela misterios y que ha dado a conocer al rey Nabucodonosor lo que sucederá al final de los tiempos. El sueño y las visiones que tuviste mientras dormías son como siguen:
29 — Majestad, mientras estabas acostado, reflexionabas intentando saber lo que sucederá en el futuro. Pues bien, el que revela misterios te ha dado a conocer lo que sucederá. 30 A mí precisamente se me ha revelado este misterio, no porque mi sabiduría sea superior a la de los demás, sino para poner en conocimiento de su majestad la interpretación del sueño y para que comprendas los pensamientos que te turban.
31 Majestad, la visión que tuviste es la siguiente: Ante ti se alzaba una estatua enorme, de brillo deslumbrante y aspecto terrible. 32 La cabeza de la estatua era de oro puro, su pecho y brazos de plata, y su vientre y sus caderas de bronce; 33 sus piernas eran de hierro, y sus pies mitad de hierro y mitad de barro. 34 Mientras la contemplabas, se desprendió una piedra sin que interviniera fuerza alguna, chocó contra los pies de hierro y barro de la estatua y los hizo añicos. 35 Al mismo tiempo, todo quedó pulverizado: el hierro con el barro, el bronce, la plata y el oro. Todo quedó como el tamo de la era que el viento arrebata en verano sin dejar rastro. Pero la piedra que había chocado contra la estatua se convirtió en una montaña enorme, que cubrió toda la tierra.
36 Este fue el sueño. Ahora le ofreceremos a su majestad la interpretación. 37 Tú, majestad, rey de reyes, has recibido del Dios del cielo imperio, poder, fuerza y gloria. 38 Él ha puesto en tus manos a los seres humanos, las bestias del campo y las aves del cielo, allí donde habiten, y te ha dado dominio sobre todo ello. Eso quiere decir que tú eres la cabeza de oro. 39 Después de ti surgirá otro reino inferior al tuyo, y a continuación un tercer reino de bronce que dominará toda la tierra. 40 Después aparecerá un cuarto reino, duro como el hierro que todo lo tritura y pulveriza; del mismo modo que el hierro, él triturará y pulverizará a todos los demás. 41 Los pies y los dedos que viste, mitad de barro de alfarero y mitad de hierro, significan que habrá un reino dividido: será sólido como el hierro, pues viste cómo el barro estaba mezclado con hierro. 42 Los dedos de los pies, mitad de hierro y mitad de barro, significan que el reino será al mismo tiempo sólido y frágil. 43 Los linajes se mezclarán, del mismo modo que viste mezclados hierro y barro, pero no se fundirán, pues hierro y barro no pueden fundirse. 44 En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará que surja un reino que nunca será destruido. No cederá su poder a otros pueblos, antes bien hará trizas y aniquilará a los otros reinos; y él subsistirá para siempre. 45 Este es el significado de la piedra que viste desprenderse del monte sin intervención de fuerza alguna, la piedra que hizo añicos el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. El gran Dios ha revelado a su majestad los acontecimientos del futuro. El sueño es verdadero, y su interpretación fidedigna.
Resultados de la interpretación
46 Entonces el rey Nabucodonosor cayó rostro en tierra ante Daniel y mandó que le presentaran ofrendas y le dieran perfumes. 47 Después el rey dijo a Daniel:
— Está claro que el Dios de ustedes es Dios de dioses, Señor de reyes y revelador de misterios, pues tú has conseguido desvelar este misterio.
48 Después el rey honró a Daniel y le hizo muchos y magníficos regalos. Lo nombró gobernador de la provincia de Babilonia y jefe supremo de todos los sabios de Babilonia. 49 Daniel suplicó al rey que concediera la administración de la provincia de Babilonia a Sadrac, Mesac y Abednegó, y así lo hizo. Daniel, por su parte, se quedó en la corte.
El rey erige una estatua y ordena adorarla
3 El rey Nabucodonosor mandó hacer una estatua de oro, de treinta metros de alto por tres de ancho. Hizo que la colocaran en la llanura de Dura, provincia de Babilonia. 2 El rey Nabucodonosor convocó a los sátrapas, prefectos, gobernadores, consejeros, tesoreros, juristas y jueces, así como a los que tuviesen alguna autoridad en la provincia, para que asistieran a la dedicación de la estatua que él había mandado erigir. 3 Y así fue. Se reunieron los sátrapas, prefectos, gobernadores, consejeros, tesoreros, juristas y jueces, así como los que tenían alguna autoridad en la provincia, para presenciar la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había mandado erigir. Todos formaron ante la estatua erigida por el rey Nabucodonosor. 4 El heraldo proclamó con todas sus fuerzas:
— A la gente de todos los pueblos, naciones y lenguas, se les hace saber que, 5 en cuanto oigan el sonido de los cuernos, flautas, cítaras, liras, arpas, zampoñas y demás instrumentos musicales, deberán postrarse para adorar la estatua de oro erigida por el rey Nabucodonosor. 6 Los que no se postren para adorarla serán inmediatamente arrojados al horno ardiente.
7 Así que, en cuanto se oyó el sonido de los cuernos, las flautas, cítaras, liras, arpas, zampoñas y demás instrumentos musicales, la gente congregada de todos los pueblos, naciones y lenguas se postró para adorar la estatua de oro erigida por el rey Nabucodonosor.
Los hebreos son denunciados y condenados
8 Entonces algunos caldeos acusaron a los judíos 9 ante el rey Nabucodonosor diciéndole:
— ¡Larga vida al rey! 10 Majestad, tú has decretado que todos los presentes, al oír el sonido de los cuernos, flautas, cítaras, liras, arpas, zampoñas y demás instrumentos musicales, deben postrarse para adorar la estatua de oro. 11 También has decidido que quien no lo haga será arrojado al horno ardiente. 12 Pues bien, hay unos judíos, en concreto Sadrac, Mesac y Abednegó, a quienes confiaste la administración de la provincia de Babilonia, que han desoído tu orden. Majestad, esos hombres no dan culto a tu dios ni adoran la estatua de oro erigida por ti.
13 Entonces Nabucodonosor, irritado sobremanera, hizo venir a Sadrac, Mesac y Abednegó. En cuanto los trajeron ante el rey, 14 Nabucodonosor les dijo:
— ¿Es verdad, Sadrac, Mesac y Abednegó, que ustedes no dan culto a mis dioses ni adoran la estatua de oro erigida por mí? 15 ¿Están ahora dispuestos, en cuanto oigan el sonido de los cuernos, flautas, cítaras, liras, arpas, zampoñas y demás instrumentos musicales, a postrarse para adorar la estatua que he mandado erigir? Lo digo porque, si no la adoran, serán arrojados al instante al horno ardiente. Y entonces, ¿qué dios será capaz de librarlos de mis manos?
16 Sadrac, Mesac y Abednegó respondieron al rey Nabucodonosor:
— De ese asunto no tenemos nada que responder. 17 Si el Dios a quien adoramos puede librarnos del horno ardiente y de tu mano, seguro que nos librará, majestad. 18 Pero, aunque no lo hiciera, puedes estar seguro, majestad, que no daremos culto a tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que has erigido.
19 Entonces Nabucodonosor, henchido de cólera y con el rostro demudado por la respuesta de Sadrac, Mesac y Abednegó, ordenó que encendiesen el horno siete veces más fuerte que de costumbre, 20 que los soldados más fornidos maniatasen a Sadrac, Mesac y Abednegó y que los arrojasen en el horno ardiente. 21 Estos tres hombres, una vez maniatados, fueron arrojados en medio del horno ardiente con la ropa que llevaban puesta: túnicas, turbantes, mantos y demás vestimenta. 22 Como la orden del rey había sido tan apremiante y el horno estaba al rojo vivo, las llamaradas abrasaron a los hombres que habían llevado a Sadrac, Mesac y Abednegó, 23 mientras los tres jóvenes, Sadrac, Mesac y Abednegó, caían maniatados en medio del horno.
Nabucodonosor reconoce el milagro
24 Entonces el rey Nabucodonosor se quedó pasmado, se levantó de golpe y preguntó a sus consejeros:
— ¿No hemos arrojado a las llamas a tres hombres maniatados?
Le respondieron:
— Cierto, majestad.
25 El rey insistió:
— Pues yo estoy viendo cuatro hombres que pasean desatados en medio del fuego, sin quemarse. ¡Y el cuarto tiene todo el aspecto de un hijo de los dioses!
26 Entonces Nabucodonosor se arrimó más a la boca del horno ardiente y gritó:
— Sadrac, Mesac y Abednegó, siervos del Dios Altísimo, salgan y vengan.
Sadrac, Mesac y Abednegó salieron de en medio del fuego.
27 Los sátrapas, prefectos, gobernadores y consejeros del rey se acercaron a examinar a aquellos hombres: las llamas no habían tocado sus cuerpos ni les habían chamuscado los cabellos; seguían con las túnicas intactas y ni siquiera olían a humo.
28 Nabucodonosor exclamó:
— Bendito sea el Dios de Sadrac, Mesac y Abednegó, que ha enviado a su ángel para liberar a sus siervos. Ellos, confiando en él, desobedecieron la orden del rey y expusieron sus cuerpos a la muerte antes que dar culto y adorar a otro dios fuera del suyo. 29 Ordeno, pues, que toda persona, del pueblo, nación o lengua que sea, que hable mal del Dios de Sadrac, Mesac y Abednegó, sea cortado en pedazos y su casa convertida en basurero, pues no existe otro dios capaz de salvar como este.
30 Después el rey encomendó cargos de gobierno a Sadrac, Mesac y Abednegó en la provincia de Babilonia.
El sueño del árbol
31 El rey Nabucodonosor, a la gente de todos los pueblos, naciones y lenguas de toda la tierra: ¡Que su paz aumente día a día! 32 Me complace hacerlos partícipes de las señales y prodigios que el Dios Altísimo ha tenido a bien hacer conmigo.
33 ¡Qué grandes son sus señales,
qué poderosos sus prodigios!
¡Su reino es un reino eterno,
su imperio no tiene fin!
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España