Print Page Options
Previous Prev Day Next DayNext

Beginning

Read the Bible from start to finish, from Genesis to Revelation.
Duration: 365 days
Nueva Traducción Viviente (NTV)
Version
Hechos 1-3

La promesa del Espíritu Santo

Teófilo, en mi primer libro[a] te relaté todo lo que Jesús comenzó a hacer y a enseñar hasta el día que fue llevado al cielo, después de haberles dado a sus apóstoles escogidos instrucciones adicionales por medio del Espíritu Santo. Durante los cuarenta días después de que sufrió y murió, Cristo se apareció varias veces a los apóstoles y les demostró con muchas pruebas convincentes que él realmente estaba vivo. Y les habló del reino de Dios.

Una vez, mientras comía con ellos, les ordenó: «No se vayan de Jerusalén hasta que el Padre les envíe el regalo que les prometió, tal como les dije antes. Juan bautizaba con[b] agua, pero en unos cuantos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo».

La ascensión de Jesús

Así que mientras los apóstoles estaban con Jesús, le preguntaron con insistencia:

—Señor, ¿ha llegado ya el tiempo de que liberes a Israel y restaures nuestro reino?

Él les contestó:

—Solo el Padre tiene la autoridad para fijar esas fechas y tiempos, y a ustedes no les corresponde saberlo; pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes; y serán mis testigos, y le hablarán a la gente acerca de mí en todas partes: en Jerusalén, por toda Judea, en Samaria y hasta los lugares más lejanos de la tierra.

Después de decir esto, Jesús fue levantado en una nube mientras ellos observaban, hasta que ya no pudieron verlo. 10 Mientras se esforzaban por verlo ascender al cielo, dos hombres vestidos con túnicas blancas de repente se pusieron en medio de ellos. 11 «Hombres de Galilea—les dijeron—, ¿por qué están aquí parados, mirando al cielo? Jesús fue tomado de entre ustedes y llevado al cielo, ¡pero un día volverá del cielo de la misma manera en que lo vieron irse!».

Matías toma el lugar de Judas

12 Después los apóstoles regresaron del monte de los Olivos a Jerusalén, a un kilómetro de distancia.[c] 13 Cuando llegaron, subieron a la habitación de la planta alta de la casa donde se hospedaban.

Estos son los nombres de los que estaban presentes: Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago (hijo de Alfeo), Simón (el zelote) y Judas (hijo de Santiago). 14 Todos se reunían y estaban constantemente unidos en oración junto con María la madre de Jesús, varias mujeres más y los hermanos de Jesús.

15 Durante aquellos días, cuando aproximadamente ciento veinte creyentes[d] estaban juntos en un mismo lugar, Pedro se puso de pie y se dirigió a ellos: 16 «Hermanos—les dijo—, las Escrituras tenían que cumplirse con respecto a Judas, quien guio a los que arrestaron a Jesús. Esto lo predijo hace mucho tiempo el Espíritu Santo cuando habló por medio del rey David. 17 Judas era uno de nosotros y participó con nosotros en el ministerio».

18 (Judas había comprado un campo con el dinero que recibió por su traición. Allí cayó de cabeza, se le reventó el cuerpo y se le derramaron los intestinos. 19 La noticia de su muerte llegó a todos los habitantes de Jerusalén, y ellos le pusieron a ese lugar el nombre arameo Acéldama, que significa «Campo de Sangre»).

20 «Esto estaba escrito en el libro de los Salmos—continuó Pedro—, donde dice: “Que su casa quede desolada y que nadie viva en ella”. También dice: “Que otro tome su lugar”[e].

21 »Entonces ahora tenemos que elegir a alguien que tome el lugar de Judas entre los hombres que estaban con nosotros todo el tiempo mientras viajábamos con el Señor Jesús, 22 desde el día en que Juan lo bautizó hasta el día en que fue tomado de entre nosotros. El que salga elegido se unirá a nosotros como testigo de la resurrección de Jesús».

23 Así que propusieron a dos hombres: a José—a quien llamaban Barsabás (también conocido como Justo)—y a Matías. 24 Después todos ellos oraron: «Oh Señor, tú conoces cada corazón. Muéstranos a cuál de estos hombres has elegido 25 como apóstol para que tome el lugar de Judas en este ministerio, porque él nos ha abandonado y se ha ido al lugar que le corresponde». 26 Entonces echaron suertes, y Matías fue elegido para ser apóstol con los otros once.

La llegada del Espíritu Santo

El día de Pentecostés,[f] todos los creyentes estaban reunidos en un mismo lugar. De repente, se oyó un ruido desde el cielo parecido al estruendo de un viento fuerte e impetuoso que llenó la casa donde estaban sentados. Luego, algo parecido a unas llamas o lenguas de fuego aparecieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Y todos los presentes fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otros idiomas,[g] conforme el Espíritu Santo les daba esa capacidad.

En esa ocasión, había judíos devotos de todas las naciones, que vivían en Jerusalén. Cuando oyeron el fuerte ruido, todos llegaron corriendo y quedaron desconcertados al escuchar sus propios idiomas hablados por los creyentes.

Estaban totalmente asombrados. «¿Cómo puede ser?—exclamaban—. Todas estas personas son de Galilea, ¡y aun así las oímos hablar en nuestra lengua materna! Aquí estamos nosotros: partos, medos, elamitas, gente de Mesopotamia, Judea, Capadocia, Ponto, de la provincia de Asia, 10 de Frigia, Panfilia, Egipto y de las áreas de Libia alrededor de Cirene, visitantes de Roma 11 (tanto judíos como convertidos al judaísmo), cretenses y árabes. ¡Y todos oímos a esta gente hablar en nuestro propio idioma acerca de las cosas maravillosas que Dios ha hecho!». 12 Quedaron allí, maravillados y perplejos. «¿Qué querrá decir esto?», se preguntaban unos a otros.

13 Pero otros entre la multitud se burlaban de ellos diciendo: «Solo están borrachos, eso es todo».

Pedro predica a la multitud

14 Entonces Pedro dio un paso adelante junto con los otros once apóstoles y gritó a la multitud: «¡Escuchen con atención, todos ustedes, compatriotas judíos y residentes de Jerusalén! No se equivoquen. 15 Estas personas no están borrachas, como algunos de ustedes suponen. Las nueve de la mañana es demasiado temprano para emborracharse. 16 No, lo que ustedes ven es lo que el profeta Joel predijo hace mucho tiempo:

17 “En los últimos días—dice Dios—,
    derramaré mi Espíritu sobre toda la gente.
Sus hijos e hijas profetizarán.
    Sus jóvenes tendrán visiones,
    y sus ancianos tendrán sueños.
18 En esos días derramaré mi Espíritu
    aun sobre mis siervos—hombres y mujeres por igual—
    y profetizarán.
19 Y haré maravillas arriba en los cielos
    y señales abajo en la tierra:
    sangre, fuego y nubes de humo.
20 El sol se oscurecerá,
    y la luna se pondrá roja como la sangre
    antes de que llegue el grande y glorioso día del Señor.
21 Pero todo el que invoque el nombre del Señor
    será salvo”[h].

22 »Pueblo de Israel, ¡escucha! Dios públicamente aprobó a Jesús de Nazaret[i] al hacer milagros poderosos, maravillas y señales por medio de él, como ustedes bien saben; 23 pero Dios sabía lo que iba a suceder y su plan predeterminado se llevó a cabo cuando Jesús fue traicionado. Con la ayuda de gentiles[j] sin ley, ustedes lo clavaron en la cruz y lo mataron; 24 pero Dios lo liberó de los terrores de la muerte y lo volvió a la vida, pues la muerte no pudo retenerlo bajo su dominio. 25 El rey David dijo lo siguiente acerca de él:

“Veo que el Señor siempre está conmigo.
    No seré sacudido, porque él está aquí a mi lado.
26 ¡Con razón mi corazón está contento,
    y mi lengua grita sus alabanzas!
    Mi cuerpo descansa en esperanza.
27 Pues tú no dejarás mi alma entre los muertos[k]
    ni permitirás que tu Santo se pudra en la tumba.
28 Me has mostrado el camino de la vida
    y me llenarás con la alegría de tu presencia”[l].

29 »Queridos hermanos, ¡piensen en esto! Pueden estar seguros de que el patriarca David no se refería a sí mismo, porque él murió, fue enterrado y su tumba está todavía aquí entre nosotros; 30 pero él era un profeta y sabía que Dios había prometido mediante un juramento que uno de los propios descendientes de David se sentaría en su trono. 31 David estaba mirando hacia el futuro y hablaba de la resurrección del Mesías. Él decía que Dios no lo dejaría entre los muertos ni permitiría que su cuerpo se pudriera en la tumba.

32 »Dios levantó a Jesús de los muertos y de esto todos nosotros somos testigos. 33 Ahora él ha sido exaltado al lugar de más alto honor en el cielo, a la derecha de Dios. Y el Padre, según lo había prometido, le dio el Espíritu Santo para que lo derramara sobre nosotros, tal como ustedes lo ven y lo oyen hoy. 34 Pues David nunca ascendió al cielo; sin embargo, dijo:

“El Señor le dijo a mi Señor:
    ‘Siéntate en el lugar de honor a mi derecha,
35 hasta que humille a tus enemigos
    y los ponga por debajo de tus pies’”[m].

36 »Por lo tanto, que todos en Israel sepan sin lugar a dudas, que a este Jesús, a quien ustedes crucificaron, ¡Dios lo ha hecho tanto Señor como Mesías!».

37 Las palabras de Pedro traspasaron el corazón de ellos, quienes le dijeron a él y a los demás apóstoles:

—Hermanos, ¿qué debemos hacer?

38 Pedro contestó:

—Cada uno de ustedes debe arrepentirse de sus pecados y volver a Dios, y ser bautizado en el nombre de Jesucristo para el perdón de sus pecados. Entonces recibirán el regalo del Espíritu Santo. 39 Esta promesa es para ustedes, para sus hijos y para los que están lejos,[n] es decir, para todos los que han sido llamados por el Señor nuestro Dios.

40 Entonces Pedro siguió predicando por largo rato, y les rogaba con insistencia a todos sus oyentes: «¡Sálvense de esta generación perversa!».

41 Los que creyeron lo que Pedro dijo fueron bautizados y sumados a la iglesia en ese mismo día, como tres mil en total.

Los creyentes forman una comunidad

42 Todos los creyentes se dedicaban a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión fraternal, a participar juntos en las comidas (entre ellas la Cena del Señor[o]), y a la oración.

43 Un profundo temor reverente vino sobre todos ellos, y los apóstoles realizaban muchas señales milagrosas y maravillas. 44 Todos los creyentes se reunían en un mismo lugar y compartían todo lo que tenían. 45 Vendían sus propiedades y posesiones y compartían el dinero con aquellos en necesidad. 46 Adoraban juntos en el templo cada día, se reunían en casas para la Cena del Señor y compartían sus comidas con gran gozo y generosidad,[p] 47 todo el tiempo alabando a Dios y disfrutando de la buena voluntad de toda la gente. Y cada día el Señor agregaba a esa comunidad cristiana los que iban siendo salvos.

Pedro sana a un mendigo cojo

Cierta tarde, Pedro y Juan fueron al templo para participar en el servicio de oración de las tres de la tarde. Mientras se acercaban al templo, llevaban cargando a un hombre cojo de nacimiento. Todos los días lo ponían junto a la puerta del templo, la que se llama Hermosa, para que pidiera limosna a la gente que entraba. Cuando el hombre vio que Pedro y Juan estaban por entrar, les pidió dinero.

Pedro y Juan lo miraron fijamente, y Pedro le dijo: «¡Míranos!». El hombre lisiado los miró ansiosamente, esperando recibir un poco de dinero, pero Pedro le dijo: «Yo no tengo plata ni oro para ti, pero te daré lo que tengo. En el nombre de Jesucristo de Nazaret,[q] ¡levántate y[r] camina!».

Entonces Pedro tomó al hombre lisiado de la mano derecha y lo ayudó a levantarse. Y, mientras lo hacía, al instante los pies y los tobillos del hombre fueron sanados y fortalecidos. ¡Se levantó de un salto, se puso de pie y comenzó a caminar! Luego entró en el templo con ellos caminando, saltando y alabando a Dios.

Toda la gente lo vio caminar y lo oyó adorar a Dios. 10 Cuando se dieron cuenta de que él era el mendigo cojo que muchas veces habían visto junto a la puerta Hermosa, ¡quedaron totalmente sorprendidos! 11 Llenos de asombro, salieron todos corriendo hacia el pórtico de Salomón, donde estaba el hombre sujetando fuertemente a Pedro y a Juan.

Pedro predica en el templo

12 Pedro vio esto como una oportunidad y se dirigió a la multitud: «Pueblo de Israel—dijo—, ¿qué hay de sorprendente en esto? ¿Y por qué nos quedan viendo como si hubiéramos hecho caminar a este hombre con nuestro propio poder o nuestra propia rectitud? 13 Pues es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob—el Dios de todos nuestros antepasados—quien dio gloria a su siervo Jesús al hacer este milagro. Es el mismo Jesús a quien ustedes rechazaron y entregaron a Pilato, a pesar de que Pilato había decidido ponerlo en libertad. 14 Ustedes rechazaron a ese santo y justo y, en su lugar, exigieron que soltaran a un asesino. 15 Ustedes mataron al autor de la vida, pero Dios lo levantó de los muertos. ¡Y nosotros somos testigos de ese hecho!

16 »Por la fe en el nombre de Jesús, este hombre fue sanado, y ustedes saben que él antes era un lisiado. La fe en el nombre de Jesús lo ha sanado delante de sus propios ojos.

17 »Amigos,[s] yo entiendo que lo que ustedes y sus líderes le hicieron a Jesús fue hecho en ignorancia; 18 pero Dios estaba cumpliendo lo que los profetas predijeron acerca del Mesías, que él tenía que sufrir estas cosas. 19 Ahora pues, arrepiéntanse de sus pecados y vuelvan a Dios para que sus pecados sean borrados. 20 Entonces, de la presencia del Señor vendrán tiempos de refrigerio y él les enviará nuevamente a Jesús, el Mesías designado para ustedes. 21 Pues él debe permanecer en el cielo hasta el tiempo de la restauración final de todas las cosas, así como Dios lo prometió desde hace mucho mediante sus santos profetas. 22 Moisés dijo: “El Señor, Dios de ustedes, les levantará un Profeta como yo de entre su propio pueblo. Escuchen con atención todo lo que él les diga”[t]. 23 Luego Moisés dijo: “Cualquiera que no escuche a ese Profeta será totalmente excluido del pueblo de Dios”[u].

24 »Comenzando con Samuel, cada profeta habló acerca de lo que sucede hoy en día. 25 Ustedes son los hijos de esos profetas y están incluidos en el pacto que Dios les prometió a sus antepasados. Pues Dios le dijo a Abraham: “Todas las familias de la tierra serán bendecidas por medio de tus descendientes[v]”. 26 Cuando Dios levantó a su siervo, Jesús, lo envió primero a ustedes, pueblo de Israel, para bendecirlos al hacer que cada uno se aparte de sus caminos pecaminosos».

Nueva Traducción Viviente (NTV)

La Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente, © Tyndale House Foundation, 2010. Todos los derechos reservados.