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La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
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2 Crónicas 28-31

Reinado de Ajaz (2 Re 16,2-4.19-20)

28 Ajaz tenía veinte años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante dieciséis años. No actuó correctamente ante el Señor, su Dios, como su antepasado David, sino que siguió los pasos de los reyes de Israel, llegando incluso a fundir estatuas de los baales. Ofreció incienso en el valle de Ben Hinón y quemó a su hijo en sacrificio, imitando las perversas costumbres de las naciones que el Señor había expulsado ante los israelitas. También ofreció sacrificios y quemó incienso en los santuarios de los altos, sobre las colinas y bajo cualquier árbol frondoso.

El Señor, su Dios, lo entregó en poder del rey de Siria que, después de derrotarlo, capturó un gran número de prisioneros, que se llevó a Damasco. También lo entregó en poder del rey de Israel, que le infligió una gran derrota. Pecaj, el hijo de Remalías, mató en un solo día a ciento veinte mil judaítas, todos valerosos, por haber abandonado al Señor, Dios de sus antepasados. Y Zicrí, guerrero efraimita, mató al príncipe Maasías, a Azricán, mayordomo de palacio, y a Elcaná, lugarteniente del rey. Los israelitas tomaron de sus hermanos a doscientos mil prisioneros, contando mujeres, hijos e hijas, y se apoderaron también de un cuantioso botín, que se llevaron a Samaría. Había allí un profeta del Señor, llamado Obed que salió al encuentro del ejército, cuando llegaba a Samaría, y les dijo:

— El Señor, Dios de sus antepasados, enfurecido contra Judá, los ha entregado en poder de ustedes. Pero ustedes los han matado con una saña que clama al cielo. 10 ¡Y encima pretenden convertir a los habitantes de Judá y Jerusalén en sus esclavos y esclavas! ¿Acaso ustedes mismos no han pecado contra el Señor su Dios? 11 Así que, háganme caso y devuelvan a los prisioneros que han tomado de entre sus hermanos, porque los amenaza la ardiente cólera del Señor.

12 Algunos jefes efraimitas, como Azarías, hijo de Yojanán, Berequías, hijo de Mesilemot, Ezequías, hijo de Salún, y Amasá, hijo de Jadlay, se enfrentaron con el ejército que volvía, 13 diciendo:

— No metan aquí a los prisioneros, porque nos harían culpables ante el Señor. ¿O es que piensan aumentar nuestros pecados y culpas, con lo grandes que son, y atraer la cólera ardiente del Señor contra Israel?

14 Entonces la tropa dejó los prisioneros y el botín ante las autoridades y ante toda la asamblea. 15 Hombres personalmente elegidos se dispusieron a hacerse cargo de los prisioneros: vistieron a todos los desnudos con material del botín, los vistieron y calzaron, les dieron de comer y de beber, los curaron, montaron en burros a los más débiles y los llevaron a Jericó, la ciudad de las palmeras, junto a sus hermanos. Luego regresaron a Samaría.

16 Por entonces el rey Ajaz pidió ayuda a los reyes de Asiria, 17 pues los edomitas habían vuelto a atacar a Judá, llevándose prisioneros; 18 y los filisteos habían invadido las ciudades de la Sefela y del Négueb, pertenecientes a Judá, y se habían apoderado de Bet Semes, Ayalón y Guederón, así como de Socó, Timná, Guimzó y de sus aldeas respectivas, estableciéndose allí. 19 Y es que el Señor humillaba a Judá por culpa de su rey Ajaz, que había promovido el libertinaje en Judá y había sido absolutamente infiel al Señor. 20 Cuando llegó Tiglatpiléser, el rey de Asiria, lo asedió, en vez de ayudarlo. 21 Y aunque Ajaz despojó el Templo, el palacio real y las casas de las autoridades para pagar al rey de Asiria, no le sirvió de nada. 22 Incluso en los momentos del asedio el rey Ajaz aumentó su infidelidad al Señor, 23 pues ofreció sacrificios a los dioses de Damasco que lo habían derrotado, pensando: “Puesto que los dioses de Aram ayudan a sus reyes, les ofreceré sacrificios y también me ayudarán a mí”. Sin embargo, fueron su perdición y la de todo Israel.

24 Ajaz reunió los objetos del Templo y los hizo añicos, cerró las puertas del Templo del Señor y se hizo altares en todos los rincones de Jerusalén. 25 Construyó también santuarios en cada ciudad de Judá para quemar incienso a los dioses ajenos, indignando con ello al Señor, Dios de sus antepasados.

26 El resto de la historia de Ajaz, y todas sus andanzas de principio a fin, está escrito en el libro de los Reyes de Judá e Israel. 27 Cuando Ajab murió, fue enterrado en la ciudad de Jerusalén, pero no lo llevaron al panteón real. Su hijo Ezequías le sucedió como rey.

Reinado de Ezequías (29—32)

Ezequías y la purificación del Templo (2 Re 18,1-3)

29 Ezequías tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante veintisiete años. Su madre se llamaba Abías y era hija de Zacarías. Actuó correctamente ante el Señor como había hecho su antepasado David.

El primer mes del año primero de su reinado abrió las puertas del Templo del Señor y las reparó. Luego convocó a los sacerdotes y levitas, los reunió en la plaza oriental y les dijo:

— Levitas, escúchenme: Purifíquense ahora, purifiquen el Templo del Señor, Dios de sus antepasados, y saquen del santuario la impureza. Pues nuestros antepasados se han rebelado y han ofendido al Señor nuestro Dios; lo han abandonado, se han despreocupado de la morada del Señor y le han vuelto la espalda. Incluso han llegado a cerrar las puertas del atrio, apagando las lámparas y dejando de quemar incienso y de ofrecer holocaustos en el santuario al Dios de Israel. Por eso el Señor se ha enfurecido contra Judá y Jerusalén y las ha convertido en objeto de espanto, estupefacción y burla, como están viendo con sus propios ojos. Por eso nuestros mayores murieron a espada, y nuestros hijos, hijas y mujeres fueron deportados. 10 Ahora quiero sellar una alianza con el Señor, Dios de Israel, para que aparte de nosotros su cólera. 11 Por tanto, hijos míos, no se descuiden, porque el Señor los ha elegido para estar con él, para servirlo como ministros y para ofrecerle incienso.

12 Estos son los levitas que intervinieron: Májat, hijo de Amasay, y Joel, hijo de Azarías, descendientes de Queat; Quis, hijo de Abdí, y Azarías, hijo de Jalelel, descendientes de Merarí; Joaj, hijo de Zimá, y su hijo Eden, descendientes de Guersón; 13 Simrí y Jiel, descendientes de Elisafán; Zacarías y Matanías, descendientes de Asaf; 14 Jejiel y Simeí, descendientes de Hemán; y Semaías y Uziel, descendientes de Jedutún. 15 Ellos reunieron a sus hermanos, se purificaron y fueron a limpiar el Templo como había ordenado el rey a instancias del Señor. 16 Los sacerdotes entraron en el interior del Templo para limpiarlo y sacaron al atrio todas las cosas impuras que encontraron en el Templo; luego los levitas las recogieron para tirarlas fuera, al torrente Cedrón. 17 El día uno del primer mes comenzaron la purificación, el día ocho llegaron a la nave del Templo y dedicaron otros ocho días a la purificación del Templo, que concluyeron el día dieciséis del primer mes. 18 Entonces se presentaron ante el rey Ezequías y le dijeron:

— Ya hemos limpiado todo el Templo del Señor: el altar del holocausto con todos sus utensilios y la mesa de los panes de la ofrenda con los suyos. 19 También hemos reparado y purificado todos los objetos que profanó el rey Ajaz con sus infidelidades durante su reinado, y los hemos dejado ante el altar del Señor.

20 A la mañana siguiente el rey Ezequías reunió a las autoridades de la ciudad y subió al Templo. 21 Llevaron siete novillos, siete carneros, siete corderos y siete machos cabríos para expiar los pecados de la monarquía, del santuario y de Judá; acto seguido el rey ordenó a los sacerdotes descendientes de Aarón que los ofreciesen en holocausto sobre el altar del Señor. 22 Los sacerdotes sacrificaron los novillos, recogieron la sangre y la derramaron sobre altar; y lo mismo hicieron con los carneros y los corderos. 23 Luego acercaron los chivos expiatorios ante el rey y ante la comunidad, que pusieron sus manos sobre ellos; 24 por su parte, los sacerdotes los sacrificaron y derramaron su sangre sobre el altar en expiación por los pecados de todo Israel, pues el rey había ordenado que el holocausto y el sacrificio se ofreciesen por todo Israel. 25 A continuación el rey hizo instalar en el Templo a los levitas con platillos, salterios y cítaras, según lo dispuesto por David, por Gad, el vidente del rey, y por el profeta Natán; lo hicieron según la orden divina transmitida por los profetas. 26 Los levitas estaban de pie con los instrumentos musicales de David, y los sacerdotes, con las trompetas. 27 Entonces Ezequías ordenó ofrecer el holocausto sobre el altar y, en el momento en que comenzaba el holocausto, comenzó también el canto en honor del Señor y el toque de trompetas, acompañados por los instrumentos musicales de David, rey de Israel. 28 Toda la asamblea permaneció postrada hasta que terminó el holocausto, mientras sonaban los cantos y tocaban las trompetas. 29 Terminado el holocausto, el rey y todos los presentes se arrodillaron en actitud de adoración. 30 El rey Ezequías y las autoridades ordenaron a los levitas que alabaran al Señor con salmos de David y del vidente Asaf. Los levitas cantaron con gran entusiasmo y se inclinaron en actitud de adoración. 31 Luego Ezequías tomó la palabra y dijo:

— Ahora que han quedado consagrados al Señor, acérquense a traer al Templo sacrificios y ofrendas de acción de gracias.

Entonces la comunidad llevó sacrificios y ofrendas de acción de gracias y los más generosos también llevaron holocaustos. 32 El número de víctimas que la comunidad ofreció al Señor en holocausto fue de setenta toros, cien carneros y doscientos corderos. 33 En total se ofrecieron seiscientos toros y tres mil corderos. 34 Como los sacerdotes resultaban insuficientes para desollar todas las víctimas, sus hermanos levitas los ayudaron a terminar la tarea, hasta que los sacerdotes se purificaron, pues los levitas se mostraron más predispuestos a purificarse que los sacerdotes. 35 Además de la gran cantidad de holocaustos, se ofreció también la grasa de los sacrificios de comunión y las libaciones de los holocaustos. De esta manera quedó restablecido el culto del Templo del Señor.

36 Ezequías y toda la gente se alegraron de que Dios hubiera animado al pueblo, pues todo se había hecho con rapidez.

Celebración de la Pascua

30 Ezequías envió mensajeros por todo Israel y Judá y escribió cartas a Efraín y Manasés, invitando a acudir al Templo de Jerusalén para celebrar la Pascua del Señor, Dios de Israel. El rey, las autoridades y toda la asamblea de Jerusalén habían acordado celebrar la Pascua el segundo mes, al no haber podido celebrarla a su tiempo, porque no había suficientes sacerdotes purificados y el pueblo aún no había podido reunirse en Jerusalén; al rey y a toda la comunidad les pareció acertado el acuerdo. Así que decidieron hacer correr la voz por todo Israel, desde Berseba hasta Dan, para que acudiesen a Jerusalén a celebrar la Pascua del Señor, Dios de Israel, pues muchos no lo hacían como estaba prescrito. Los correos, con las cartas del rey y de las autoridades, fueron recorriendo todo Israel y Judá, pregonando el decreto real:

— Israelitas, conviértanse al Señor, Dios de Abrahán, Isaac e Israel, y el Señor se reconciliará con el resto de los que han escapado del poder de los reyes de Asiria. No imiten a sus padres y hermanos que, por ser infieles al Señor, Dios de sus antepasados, fueron condenados al horror, como ustedes mismos han podido comprobar. No sean tan tercos como sus padres; reconcíliense con el Señor, acudan a su santuario consagrado para siempre y sirvan al Señor, su Dios, para que su ardiente cólera se aparte de ustedes. Si se convierten al Señor, sus hermanos e hijos hallarán compasión en quienes los han deportado y podrán regresar a este país, pues el Señor es misericordioso y compasivo y no les dará la espalda, si se convierten a él.

10 Los correos recorrieron los territorios de Efraín y Manasés de ciudad en ciudad, hasta llegar a Zabulón; pero la gente se reía y se burlaba de ellos. 11 Sólo algunas personas de Aser, Manasés y Zabulón se arrepintieron y acudieron a Jerusalén. 12 En cambio, en Judá Dios los movió a cumplir de forma unánime el decreto del rey y de las autoridades, a instancias del Señor.

13 Mucha gente se reunió en Jerusalén para celebrar la fiesta de los Panes sin levadura en el segundo mes, formando una asamblea muy numerosa. 14 Comenzaron por destruir todos los altares y lugares para quemar incienso que había en Jerusalén, y los arrojaron al torrente Cedrón. 15 El día catorce del mes segundo sacrificaron el cordero pascual. Los sacerdotes y levitas, arrepentidos, se purificaron y llevaron holocaustos al Templo del Señor. 16 Luego ocuparon sus puestos, según lo prescrito en la ley de Moisés, el hombre de Dios: los sacerdotes derramaban la sangre que recibían de los levitas. 17 Como muchos de la asamblea no se habían purificado, los levitas se encargaron de sacrificar los corderos pascuales en lugar de todos los que no estaban suficientemente limpios a fin de consagrarlos al Señor. 18 La mayoría de la gente, entre ellos muchos de Efraín, Manasés, Isacar y Zabulón no se habían purificado y comieron la Pascua sin cumplir lo prescrito. Pero Ezequías intercedió por ellos, diciendo:

— El Señor, que es bueno, perdone 19 a todos los que buscan sinceramente a Dios, el Señor, el Dios de sus antepasados, aunque no tengan la pureza que requieren las cosas sagradas.

20 El Señor escuchó a Ezequías y curó al pueblo. 21 Los israelitas que se encontraban en Jerusalén celebraron la fiesta de los Panes sin levadura durante siete días con gran entusiasmo, mientras los sacerdotes y levitas alababan diariamente al Señor con sonoros instrumentos. 22 Ezequías felicitó a todos los levitas por la buena disposición que habían mostrado para con el Señor, pues habían cumplido los siete días de fiesta ofreciendo sacrificios de comunión y dando gracias al Señor, Dios de sus antepasados. 23 Luego toda la asamblea decidió prolongar la fiesta otros siete días, que celebraron con alegría, 24 porque Ezequías, el rey de Judá, había proporcionado a la comunidad mil toros y siete mil ovejas, y las autoridades, otros mil toros y diez mil ovejas; y además muchos sacerdotes se habían purificado. 25 Todos estaban felices: la comunidad de Judá, los sacerdotes y levitas, la comunidad de Israel, los forasteros procedentes del territorio de Israel y los habitantes de Judá. 26 Una alegría tan grande no se había vivido en Jerusalén desde los tiempos de Salomón, hijo de David y rey de Israel. 27 Finalmente, los sacerdotes y levitas se pusieron a bendecir a la gente, Dios escuchó su voz y su plegaria llegó a su santa morada celestial.

Organización del culto y del clero

31 Cuando todo esto concluyó, todos los israelitas recorrieron las ciudades de Judá, derribando las columnas, talando los postes sagrados y destruyendo los santuarios locales de los altos y todos los altares levantados en Judá y Benjamín, en Efraín y Manasés, hasta acabar con ellos. Luego los israelitas regresaron a sus ciudades y haciendas.

Ezequías restableció los turnos de sacerdotes y levitas, asignando a cada cual su función sacerdotal o levítica; restableció también los holocaustos y sacrificios de comunión, el servicio litúrgico, los cantos de acción de gracias y los himnos de alabanza a las puertas de los atrios del Templo. El rey asignó una parte de sus propiedades para todos los holocaustos: los matutinos y vespertinos, los de los sábados, los de primeros de mes y demás festividades, según lo prescrito en la ley del Señor. Y ordenó a la gente que residía en Jerusalén entregar la cuota correspondiente a los sacerdotes y levitas, para que pudiesen dedicarse a la ley del Señor. Conocida la orden, los israelitas incrementaron las primicias de cereales, vino, aceite, miel y de todos los productos agrícolas, y pagaron con creces todos los diezmos. Por su parte, los israelitas y judaítas que residían en las ciudades de Judá trajeron también los diezmos del ganado mayor y menor junto con el diezmo de todo lo consagrado al Señor su Dios y lo apilaron por montones. Comenzaron a hacer los montones en el tercer mes y terminaron en el octavo. Cuando Ezequías y las autoridades llegaron y vieron los montones, bendijeron al Señor y a su pueblo Israel. Ezequías preguntó por el significado de los montones a los sacerdotes y levitas, 10 y el sumo sacerdote Azarías, de la familia de Sadoc, le respondió:

— Desde que comenzaron a traer ofrendas al Templo del Señor, hemos comido hasta la saciedad y aún ha sobrado mucho, porque el Señor ha bendecido a su pueblo. Toda esta cantidad es lo que ha sobrado.

11 El rey ordenó preparar despensas en el Templo. Se prepararon 12 y metieron fielmente en ellas las contribuciones, los diezmos y las ofrendas consagradas, poniéndolo al cuidado del levita Quenanías, como intendente, y de su hermano Simeí, como ayudante. 13 Jiel, Azazías, Nájat, Asael, Jerimot, Jozabad, Eliel, Jismaquías, Májat y Benaías fueron designados por el rey Ezequías y por Azarías, el prefecto del Templo, para actuar como inspectores a las órdenes de Quenanías y de su hermano Simeí. 14 El levita Coré, hijo de Jimná, portero de la puerta oriental, era el encargado de las ofrendas voluntarias y de distribuir las contribuciones al Señor y las ofrendas consagradas. 15 En las ciudades sacerdotales estaban a sus órdenes Eden, Minyamín, Josué, Semaías, Amarías y Secanías, que eran los encargados de abastecer fielmente a sus hermanos, grandes y pequeños, según sus clases, 16 y a los varones censados a partir de los tres años y a los que venían diariamente al Templo a desempeñar por turnos sus servicios litúrgicos respectivos. 17 Los sacerdotes estaban censados por familias paternas y los levitas mayores de veinte años, por servicios litúrgicos y turnos. 18 Se censaban con toda su familia, incluyendo mujeres, hijos e hijas, dentro de toda la comunidad, pues debían estar plenamente dedicados a las cosas sagradas. 19 En cada ciudad había personas designadas personalmente para abastecer a todos los sacerdotes descendientes de Aarón que vivían en los campos comunales de cada ciudad y a todos los levitas censados.

20 Ezequías actuó así en todo Judá, obrando con bondad, rectitud y fidelidad ante el Señor su Dios. 21 Y todo cuanto emprendió al servicio del Templo, o referente a la ley y los mandamientos, lo hizo recurriendo a su Dios sinceramente. Y por eso tuvo éxito.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España