Book of Common Prayer
Oración de un afligido
(1) Oración de un afligido que en su desaliento da rienda suelta a su queja delante del Señor.
102 (2) Señor, escucha mi oración,
¡permite que mi grito llegue a ti!
2 (3) No escondas de mí tu rostro
cuando me encuentre angustiado;
¡dígnate escucharme!,
¡respóndeme pronto cuando te llame!
3 (4) Pues mi vida se acaba como el humo,
mis huesos arden como brasas,
4 (5) mi corazón está decaído
como la hierba marchita;
¡ni aun deseos tengo de comer!
5 (6) La piel se me pega a los huesos
de tanto gemir.
6 (7) Soy como una lechuza del desierto,
como un búho entre las ruinas.
7 (8) No duermo.
Soy como un pájaro solitario en el tejado.
8 (9) Mis enemigos me ofenden sin cesar
y usan mi nombre para maldecir.
9 (10) En vez de pan, como ceniza;
en mi bebida se mezclan mis lágrimas,
10 (11) por causa de tu enojo y tu furor,
pues me alzaste para derribarme después.
11 (12) Mis días pasan como una sombra;
me voy marchitando como la hierba.
12 (13) Pero tú, Señor, reinas por siempre;
¡tu nombre será siempre recordado!
13 (14) Levántate, compadécete de Sión,
pues ya se cumplió el tiempo;
¡ya es hora de que la perdones!
14 (15) Tus siervos aman sus piedras;
sienten dolor por sus ruinas.
15 (16) Todas las naciones y reyes de la tierra
honrarán el nombre glorioso del Señor
16 (17) cuando él reconstruya a Sión
y aparezca en su gloria,
17 (18) cuando atienda a la oración del desamparado
y no desoiga sus ruegos.
18 (19) Que esto quede escrito
para las generaciones futuras,
para que alaben al Señor
los que aún han de nacer.
19 (20) El Señor miró la tierra desde el cielo,
desde su santa altura,
20 (21) para atender los lamentos de los prisioneros
y libertar a los condenados a muerte;
21 (22) para que en Sión, en Jerusalén,
se proclame y se alabe el nombre del Señor
22 (23) cuando gentes de todas las naciones
se reúnan para adorarlo.
23 (24) Él me ha quitado fuerzas a medio camino;
ha hecho más corta mi vida.
24 (25) Yo le digo: «Dios mío,
no me lleves en la mitad de mi vida.»
¡Tus años no tienen fin!
25 (26) Afirmaste la tierra desde el principio;
tú mismo hiciste el cielo.
26 (27) Todo ello dejará de existir,
pero tú permaneces firme.
Todo ello se gastará, como la ropa;
¡tú lo cambiarás y quedará cambiado,
como quien se cambia de ropa!
27 (28) Pero tú eres el mismo;
tus años nunca terminarán.
28 (29) Darás seguridad a los descendientes de tus siervos;
en tu presencia misma los establecerás.
Tú eres mi refugio
(1) Instrucción y oración de David, cuando estaba en la cueva.
142 (2) Con fuerte voz clamo al Señor,
con fuerte voz le pido misericordia.
2 (3) En su presencia expongo mi queja,
en su presencia doy a conocer mi angustia
3 (4) cuando me encuentro totalmente deprimido.
Señor, tú conoces mi camino:
en el camino por donde voy,
me han puesto una trampa.
4 (5) Vuelvo la mirada a la derecha
y nadie viene en mi ayuda.
¡No hay nadie que me defienda!
¡No hay nadie que se preocupe de mí!
5 (6) A ti clamo, Señor,
y te digo: «Tú eres mi refugio;
tú eres todo lo que tengo en esta vida.»
6 (7) Presta atención a mis gritos,
porque me encuentro sin fuerzas.
Líbrame de los que me persiguen,
porque son más fuertes que yo.
7 (8) Sácame de mi prisión
para que pueda yo alabarte.
Los hombres honrados me rodearán
cuando me hayas tratado bien.
En ti he puesto mi confianza
(1a) Salmo de David.
143 (1b) Señor, escucha mi oración;
pon atención a mi súplica.
¡Respóndeme, pues tú eres justo y fiel!
2 No llames a cuentas a tu siervo,
porque ante ti nadie es inocente.
3 Mis enemigos me persiguen,
me han aplastado contra el suelo;
me obligan a vivir en la oscuridad,
como los que han muerto hace tiempo.
4 Me encuentro totalmente deprimido;
turbado tengo el corazón.
5 Me acuerdo de tiempos anteriores,
y pienso en todo lo que has hecho.
6 Hacia ti tiendo las manos,
sediento de ti, cual tierra seca.
7 Señor, ¡respóndeme pronto,
pues ya se me acaba el aliento!
No me niegues tu ayuda,
porque entonces seré como los muertos.
8 Por la mañana hazme saber de tu amor,
porque en ti he puesto mi confianza.
Hazme saber cuál debe ser mi conducta,
porque a ti dirijo mis anhelos.
9 Líbrame, Señor, de mis enemigos,
porque en ti busco refugio.
10 Enséñame a hacer tu voluntad,
porque tú eres mi Dios.
¡Que tu buen espíritu me lleve
por un camino recto!
11 Por tu nombre, Señor, ¡hazme vivir!
Porque eres justo, ¡sácame de la angustia!
12 Porque eres fiel, ¡destruye a mis enemigos!
¡destruye a todos mis enemigos, pues yo soy tu siervo!
10 Los ancianos de la bella Sión
se sientan silenciosos en el suelo,
se echan polvo sobre la cabeza
y se visten de ropas burdas.
Las jóvenes de Jerusalén
agachan la cabeza hasta el suelo.
11 El llanto acaba con mis ojos,
y siento que el pecho me revienta;
mi ánimo se ha venido al suelo
al ver destruida la ciudad de mi gente,
al ver que hasta los niños de pecho
mueren de hambre por las calles.
12 Decían los niños a sus madres:
«¡Ya no tenemos pan ni vino!»
Y caían como heridos de muerte
por las calles de la ciudad,
exhalando el último suspiro
en brazos de sus madres.
13 ¿A qué te puedo comparar o asemejar,
hermosa Jerusalén?
¿Qué ejemplo puedo poner para consolarte,
pura y bella ciudad de Sión?
Enorme como el mar ha sido tu destrucción;
¿quién podrá darte alivio?
14 Las visiones que tus profetas te anunciaron
no eran más que un vil engaño.
No pusieron tu pecado al descubierto
para hacer cambiar tu suerte;
te anunciaron visiones engañosas,
y te hicieron creer en ellas.
15 Al verte, los que van por el camino
aplauden en son de burla;
silban y mueven burlones la cabeza,
diciendo de la bella Jerusalén:
«¿Y es ésta la ciudad a la que llaman
la máxima belleza de la tierra?»
16 Todos tus enemigos
abren la boca en contra tuya.
Entre silbidos y gestos de amenaza, dicen:
«La hemos arruinado por completo.
Éste es el día que tanto esperábamos;
¡por fin pudimos verlo!»
17 El Señor llevó a cabo sus planes,
cumplió su palabra.
Destruyó sin miramientos
lo que mucho antes había resuelto destruir,
permitió que el enemigo se riera de ti
y puso en alto el poder del adversario.
18 ¡Pídele ayuda al Señor,
bella ciudad de Sión!
¡Deja correr de día y de noche
el torrente de tus lágrimas!
¡No dejes de llorar,
no des reposo a tus ojos!
La solidaridad que se establece en la comida ritual
14 Por eso, mis queridos hermanos, huyan de la idolatría. 15 Les hablo como a personas entendidas: juzguen ustedes mismos lo que les digo. 16 Cuando bebemos de la copa bendita por la cual bendecimos a Dios, participamos en común de la sangre de Cristo; cuando comemos del pan que partimos, participamos en común del cuerpo de Cristo. 17 Aunque somos muchos, todos comemos de un mismo pan, y por esto somos un solo cuerpo.
Modo de celebrar la Cena del Señor
27 Así pues, cualquiera que come del pan o bebe de la copa del Señor de manera indigna, comete un pecado contra el cuerpo y la sangre del Señor. 28 Por tanto, cada uno debe examinar su propia conciencia antes de comer del pan y beber de la copa. 29 Porque si come y bebe sin fijarse en que se trata del cuerpo del Señor, para su propio castigo come y bebe. 30 Por eso, muchos de ustedes están enfermos y débiles, y también algunos han muerto. 31 Si nos examináramos bien a nosotros mismos, el Señor no tendría que castigarnos, 32 aunque si el Señor nos castiga es para que aprendamos y no seamos condenados con los que son del mundo.
La Cena del Señor(A)
12 El primer día de la fiesta en que se comía el pan sin levadura, cuando se sacrificaba el cordero de Pascua, los discípulos de Jesús le preguntaron:
—¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?
13 Entonces envió a dos de sus discípulos, diciéndoles:
—Vayan a la ciudad. Allí encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo, 14 y donde entre, digan al dueño de la casa: “El Maestro pregunta: ¿Cuál es el cuarto donde voy a comer con mis discípulos la cena de Pascua?” 15 Él les mostrará en el piso alto un cuarto grande, arreglado y ya listo para la cena. Prepárennos allí lo necesario.
16 Los discípulos salieron y fueron a la ciudad. Lo encontraron todo como Jesús les había dicho, y prepararon la cena de Pascua.
17 Al anochecer llegó Jesús con los doce discípulos. 18 Mientras estaban a la mesa, comiendo, Jesús les dijo:
—Les aseguro que uno de ustedes, que está comiendo conmigo, me va a traicionar.
19 Ellos se pusieron tristes, y comenzaron a preguntarle uno por uno:
—¿Acaso seré yo?
20 Jesús les contestó:
—Es uno de los doce, que está mojando el pan en el mismo plato que yo. 21 El Hijo del hombre ha de recorrer el camino que dicen las Escrituras; pero ¡ay de aquel que lo traiciona! Hubiera sido mejor para él no haber nacido.
22 Mientras comían, Jesús tomó en sus manos el pan y, habiendo pronunciado la bendición, lo partió y se lo dio a ellos, diciendo:
—Tomen, esto es mi cuerpo.
23 Luego tomó en sus manos una copa y, habiendo dado gracias a Dios, se la pasó a ellos, y todos bebieron. 24 Les dijo:
—Esto es mi sangre, con la que se confirma la alianza, sangre que es derramada en favor de muchos. 25 Les aseguro que no volveré a beber del producto de la vid, hasta el día en que beba el vino nuevo en el reino de Dios.
Dios habla hoy ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996.