Book of Common Prayer
Confío en Dios y alabo su palabra
(1) Del maestro de coro, según la melodía de «La paloma de los dioses lejanos». Poema de David, cuando los filisteos lo capturaron en Gat.
56 (2) Ten compasión de mí, Dios mío,
pues hay gente que me persigue;
a todas horas me atacan y me oprimen.
2 (3) A todas horas me persiguen mis enemigos;
son muchos los que me atacan con altanería.
3 (4) Cuando tengo miedo, confío en ti.
4 (5) Confío en Dios y alabo su palabra;
confío en Dios y no tengo miedo.
¿Qué me puede hacer el hombre?
5 (6) A todas horas me hieren con palabras;
sólo piensan en hacerme daño.
6 (7) Andan escondiéndose aquí y allá,
siguiéndome los pasos,
esperando el momento de matarme.
7 (8) ¿Acaso escaparán de su propia maldad?
Oh, Dios, humilla a los pueblos con tu enojo.
8 (9) Tú llevas la cuenta de mis huidas;
tú recoges cada una de mis lágrimas.
¿Acaso no las tienes anotadas en tu libro?
9 (10) Mis enemigos se pondrán en retirada
cuando yo te pida ayuda.
Yo sé muy bien que Dios está de mi parte.
10 (11) Confío en Dios y alabo su palabra;
confío en el Señor y alabo su palabra;
11 (12) confío en Dios y no tengo miedo.
¿Qué me puede hacer el hombre?
12 (13) Las promesas que te hice, oh Dios,
te las cumpliré con alabanzas,
13 (14) porque me has salvado de la muerte,
porque me has librado de caer,
a fin de que yo ande en la luz de la vida,
en la presencia de Dios.
Oración en que se pide la ayuda divina(A)
(1) Del maestro de coro. «No destruyas». Poema de David, cuando huyó de Saúl y se escondió en la cueva.
57 (2) Ten compasión de mí, Dios mío, ten compasión de mí,
pues en ti busco protección.
Quiero protegerme debajo de tus alas
hasta que el peligro haya pasado.
2 (3) Voy a clamar al Dios altísimo,
al Dios que en todo me ayuda.
3 (4) Él enviará desde el cielo su amor y su verdad,
y me salvará de quienes con rabia me persiguen.
4 (5) Tendido estoy, por el suelo,
entre leones que se comen a la gente;
sus dientes son como lanzas y flechas,
su lengua es una espada afilada.
5 (6) Dios mío, tú estás por encima del cielo.
¡Tu gloria llena toda la tierra!
6 (7) Mis enemigos me pusieron una trampa
para doblegar mi ánimo;
hicieron un hoyo a mi paso,
pero ellos mismos cayeron en él.
7 (8) Mi corazón está dispuesto, Dios mío,
mi corazón está dispuesto a cantarte himnos.
8 (9) Despierta, alma mía;
despierten, arpa y salterio;
¡despertaré al nuevo día!
9 (10) Te alabaré con himnos, Señor,
en medio de pueblos y naciones.
10 (11) Pues tu amor es grande hasta los cielos;
tu lealtad alcanza al cielo azul.
11 (12) Dios mío, tú estás por encima del cielo.
¡Tu gloria llena toda la tierra!
Clamor de justicia
(1) Del maestro de coro. «No destruyas». Poema de David.
58 (2) Ustedes, los poderosos,
¿en verdad dictan sentencias justas
y juzgan rectamente a los hombres?
2 (3) Al contrario, actúan con mala intención;
abren camino a la violencia en el país.
3 (4) Los malvados se pervierten desde el vientre;
los mentirosos se descarrían desde antes de nacer.
4 (5) Son venenosos como víboras;
son como una serpiente venenosa
que se hace la sorda, que se tapa los oídos
5 (6) para no oír la música del mago,
del experto en encantamientos.
6 (7) Dios mío, ¡rómpeles los dientes!
Señor, ¡rómpeles los colmillos a esos leones!
7 (8) Que desaparezcan, como el agua que se escurre;
que se sequen, como la hierba del camino;
8 (9) que se deshagan, como el caracol en su baba,
¡como el niño abortado que nunca vio la luz!,
9 (10) que ardan como espinos antes que se den cuenta;
que sean arrancados con furia, como hierba verde.
10 (11) El que es fiel se alegrará de verse vengado;
¡empapará sus pies en la sangre del malvado!
11 (12) Y entonces se dirá:
«¡Vale la pena ser fiel!
¡Hay un Dios que juzga al mundo!»
Oración pidiendo la protección de Dios
(1) Del maestro de coro. Salmo de David.
64 (2) Dios mío, escucha mi queja;
protege mi vida de terribles enemigos.
2 (3) Escóndeme de los malvados
y de sus planes secretos;
líbrame de la conspiración de los malvados,
3 (4) que afilan su lengua como espada
y lanzan como flechas palabras venenosas.
4 (5) Desde su escondite disparan contra el inocente;
disparan por sorpresa y sin temor.
5 (6) Se animan entre sí a hacer lo malo;
planean poner trampas escondidas
y piensan que nadie podrá verlos,
6 (7) que nadie investigará sus maldades.
Pero aquel que puede conocer
los pensamientos más íntimos del hombre,
hará la investigación.
7 (8) Dios los herirá con sus flechas,
los herirá por sorpresa;
8 (9) caerán por sus propias palabras,
y quienes los vean se burlarán de ellos.
9 (10) Todos entonces honrarán a Dios
y hablarán de sus acciones;
comprenderán lo que él ha hecho.
10 (11) El hombre bueno se alegrará en el Señor
y buscará protección en él,
y todos los hombres honrados
se sentirán satisfechos.
Dios es digno de alabanza
(1) Del maestro de coro. Salmo y cántico de David.
65 (2) Oh Dios de Sión,
¡tú eres digno de alabanza!,
¡tú mereces que te cumplan lo prometido,
2 (3) pues escuchas la oración!
Todo el mundo viene a ti.
3 (4) Nuestras maldades nos dominan,
pero tú perdonas nuestros pecados.
4 (5) Feliz el hombre a quien escoges
y lo llevas a vivir cerca de ti,
en las habitaciones de tu templo.
¡Que seamos colmados con lo mejor de tu casa,
con la santidad de tu templo!
5 (6) Dios y Salvador nuestro,
tú nos respondes
con maravillosos actos de justicia;
la tierra entera confía en ti,
y también el mar lejano;
6 (7) tú mantienes firmes las montañas
con tu poder y tu fuerza.
7 (8) Tú calmas el estruendo de las olas
y el alboroto de los pueblos;
8 (9) aun los que habitan en lejanas tierras
tiemblan ante tus maravillas;
por ti hay gritos de alegría
del oriente al occidente.
9 (10) Tú tienes cuidado de la tierra;
le envías lluvia y la haces producir;
tú, con arroyos caudalosos,
haces crecer los trigales.
¡Así preparas el campo!
10 (11) Tú empapas los surcos de la tierra
y nivelas sus terrones;
ablandas la tierra con lluvias abundantes
y bendices sus productos.
11 (12) Tú colmas el año de bendiciones,
tus nubes derraman abundancia;
12 (13) los pastos del desierto están verdes
y los montes se visten de gala;
13 (14) los llanos se cubren de rebaños,
los valles se revisten de trigales;
¡todos cantan y gritan de alegría!
Oración para alcanzar la sabiduría
9 «Dios de mis antepasados, Señor misericordioso,
que por tu palabra has hecho todas las cosas,
7 Tú me has escogido por rey de tu pueblo
y por juez de tus hijos y tus hijas;
8 me ordenaste construir un templo en tu santo monte
y un altar en la ciudad en donde vives,
semejante a la tienda sagrada
que desde el comienzo preparaste.
9 Contigo está la sabiduría, que conoce tus obras
y que estaba presente cuando hiciste el mundo;
ella sabe lo que te agrada
y lo que está de acuerdo con tus mandamientos.
10 Envíala desde tu santo cielo,
mándala desde tu trono glorioso,
para que me acompañe en mi trabajo
y me enseñe lo que te agrada.
11 Ella, que todo lo conoce y lo comprende,
me guiará con prudencia en todas mis acciones
y me protegerá con su gloria.
12 Mis obras serán entonces de tu agrado,
gobernaré a tu pueblo con justicia
y seré digno del trono de mi padre.
13 Porque, ¿qué hombre conoce los planes de Dios?
¿Quién puede imaginar lo que el Señor quiere?
14 Débil es la inteligencia de los hombres,
y falsas muchas veces sus reflexiones;
15 el cuerpo mortal es un peso para el alma;
estando hecho de barro, oprime la mente,
en la que bullen tantos pensamientos.
16 Con dificultad imaginamos las cosas de la tierra,
y trabajosamente hallamos lo que está a nuestro alcance.
Pero, ¿quién puede descubrir las cosas celestiales?
17 Nadie puede conocer tus planes
sino aquel a quien das sabiduría
y sobre quien desde el cielo envías tu santo espíritu.
18 Gracias a la sabiduría
han podido los hombres seguir el buen camino
y aprender lo que te agrada:
fueron salvados gracias a ella.»
Deberes de la familia cristiana
18 Esposas, sométanse a sus esposos, pues éste es su deber como creyentes en el Señor. 19 Esposos, amen a sus esposas y no las traten con aspereza.
20 Hijos, obedezcan en todo a sus padres, porque esto agrada al Señor. 21 Padres, no hagan enojar a sus hijos, para que no se desanimen.
22 Esclavos, obedezcan en todo a quienes aquí en la tierra son sus amos, no solamente cuando ellos los estén mirando, para quedar bien con ellos, sino de corazón sincero, por temor al Señor. 23 Todo lo que hagan, háganlo de buena gana, como si estuvieran sirviendo al Señor y no a los hombres. 24 Pues ya saben que, en recompensa, el Señor les dará parte en la herencia. Porque ustedes sirven a Cristo, que es su verdadero Señor. 25 Pero el que hace lo malo, recibirá el pago del mal que ha hecho, porque Dios juzga imparcialmente.
4 Ustedes, amos, sean justos y razonables con sus esclavos. Acuérdense de que también ustedes tienen un Señor en el cielo.
Recomendaciones generales
2 Manténganse constantes en la oración, siempre alerta y dando gracias a Dios. 3 Oren también por nosotros, a fin de que el Señor nos abra las puertas para predicar el mensaje y anunciar el designio secreto de Cristo, pues por eso estoy preso. 4 Oren para que yo lo dé a conocer tan claramente como debo hacerlo.
5 Compórtense sabiamente con los no creyentes, y aprovechen bien el tiempo. 6 Su conversación debe ser siempre agradable y de buen gusto, y deben saber también cómo contestar a cada uno.
7 Nuestro querido hermano Tíquico, que ha sido un fiel ayudante y que ha servido al Señor conmigo, les llevará noticias mías. 8 Por esto lo envío a ustedes, para que les diga cómo estamos y los anime. 9 Con él va también Onésimo, nuestro querido y fiel hermano, que es uno de ustedes. Ellos les contarán todo lo que pasa por aquí.
10 Aristarco, mi compañero de cárcel, les manda saludos; y también Marcos, el primo de Bernabé. Ustedes ya tienen instrucciones respecto a Marcos; si va a visitarlos, recíbanlo bien. 11 También los saluda Jesús, al que llaman el Justo. Éstos son los únicos entre los creyentes judíos que han trabajado conmigo por el reino de Dios, y han sido un gran consuelo para mí. 12 Les manda saludos Epafras, un siervo de Cristo Jesús; él es uno de ustedes, y siempre está rogando por ustedes en sus oraciones, para que se mantengan perfectamente firmes, entregados del todo a hacer la voluntad de Dios. 13 Yo soy testigo de lo mucho que Epafras se preocupa por ustedes y por los que están en Laodicea y en Hierápolis. 14 Lucas, el médico amado, los saluda, y también Demas.
15 Saluden a los hermanos que están en Laodicea. Saluden también a Ninfa y a la congregación que se reúne en su casa. 16 Después de haber leído ustedes esta carta, mándenla a la iglesia de Laodicea, para que también allí sea leída; y ustedes, a su vez, lean la carta que les llegue de allá. 17 Díganle esto a Arquipo: «Procura cumplir bien el servicio que te han encomendado en nombre del Señor.»
18 Yo, Pablo, les escribo este saludo de mi puño y letra. Recuerden que estoy preso. Que Dios derrame su gracia sobre ustedes.
Jesús en casa de Simón el fariseo
36 Un fariseo invitó a Jesús a comer, y Jesús fue a su casa. Estaba sentado a la mesa, 37 cuando una mujer de mala vida, que vivía en el mismo pueblo y que supo que Jesús había ido a comer a casa del fariseo, llegó con un frasco de alabastro lleno de perfume. 38 Llorando, se puso junto a los pies de Jesús y comenzó a bañarlos con lágrimas. Luego los secó con sus cabellos, los besó y derramó sobre ellos el perfume. 39 El fariseo que había invitado a Jesús, al ver esto, pensó: «Si este hombre fuera de veras un profeta, se daría cuenta de qué clase de persona es ésta que lo está tocando: una mujer de mala vida.» 40 Entonces Jesús le dijo al fariseo:
—Simón, tengo algo que decirte.
El fariseo contestó:
—Dímelo, Maestro.
41 Jesús siguió:
—Dos hombres le debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; 42 y como no le podían pagar, el prestamista les perdonó la deuda a los dos. Ahora dime, ¿cuál de ellos le amará más?
43 Simón le contestó:
—Me parece que el hombre a quien más le perdonó.
Jesús le dijo:
—Tienes razón.
44 Entonces, mirando a la mujer, Jesús dijo a Simón:
—¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; en cambio, esta mujer me ha bañado los pies con sus lágrimas y los ha secado con sus cabellos. 45 No me saludaste con un beso, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. 46 No me pusiste ungüento en la cabeza, pero ella ha derramado perfume sobre mis pies. 47 Por esto te digo que sus muchos pecados son perdonados, porque amó mucho; pero la persona a quien poco se le perdona, poco amor muestra.
48 Luego dijo a la mujer:
—Tus pecados te son perdonados.
49 Los otros invitados que estaban allí, comenzaron a preguntarse:
—¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?
50 Pero Jesús añadió, dirigiéndose a la mujer:
—Por tu fe has sido salvada; vete tranquila.
Dios habla hoy ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996.